SOCIEDAD

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El desencuentro

CÉSAR COCA/

 

 

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TEMAS POLÉMICOS

Financiación

Hace 25 años la Iglesia se comprometió a la autofinanciación. El actual sistema (aportaciones de los fieles en el IRPF y el Estado garantiza un mínimo) debe revisarse en 2005, pues no parece que el Estado quiera prorrogarlo automáticamente.

Clases de religión

El Gobierno ha planteado que la Religión deje de ser una asignatura evaluable. Algunos obispos han hablado de medida ilegal, vulneración de los derechos constitucionales de los padres y de intento de adoctrinamiento en el laicismo. Divorcio

El cambio en la normativa aprobado por el Gobierno ha sido denunciado por la Iglesia, que prevé «más divorcios y más sufrimiento» y una inestabilidad «en la vida matrimonial, que la hace incapaz de afrontar las crisis».Matrimonio de homosexuales

La anunciada reforma lo permitiría, incluida la posibilidad de la adopción. La Iglesia ha señalado que «el Estado no puede reconocer este derecho inexistente», de manera que su propuesta «dañará, sin duda muy seriamente, el bien común».Aborto

La Iglesia se ha opuesto siempre a la legalización del aborto. Ya mostró su rechazo a la ley actualmente en vigor -lo que supuso un serio enfrentamiento con el Gobierno de González-, y es radicalmente contraria a cualquier ampliación.Células embrionarias

La aprobación de modificaciones en la Ley de Reproducción Asistida abre, a juicio de la Iglesia, «la puerta a la investigación con seres humanos en estado embrionario», algo que «contradice la dignidad del hombre y su derecho a la vida».

Desde comienzos de los ochenta, cuando se aprobaron el divorcio y la despenalización del aborto, no se había dado una tensión semejante. El Gobierno y la Iglesia se han enzarzado en una batalla que de momento es dialéctica, pero que amenaza con emplear otros medios, incluida una manifestación. Una batalla que de forma mucho más sutil se libra también en el interior de la misma jerarquía eclesial, donde ni mucho menos todos están de acuerdo con las posturas más radicales, y en el seno del PSOE, donde algunos dirigentes, procedentes de las corrientes cristianas, están intentado suavizar aristas y plantean la necesidad de acuerdos.

La tensión ha crecido desde el verano, con los sucesivos anuncios de cambios legales en cuanto al aborto, el divorcio, el matrimonio entre homosexuales y el uso de células embrionarias, que la Iglesia rechaza. A estos asuntos de índole moral se suman otros motivos de fricción que tienen un carácter bien diferente. El Gobierno quiere terminar con lo que entiende como trato preferente a la Iglesia católica, impropio de un Estado aconfesional. Y eso se plasma en la posibilidad de cambiar al menos algunos aspectos de su financiación y en el rango nuevo que pretende dar a la clase de Religión, que según el proyecto que ha trascendido perdería su carácter de asignatura evaluable. En este caso, lo que está en juego son recursos e influencia, y no problemas morales. Curiosamente, la legalización de la eutanasia, objeto de una importante campaña por parte de la jerarquía eclesial, no figura entre los planes del Gobierno para esta legislatura, según reiteran todos sus representantes.

La Iglesia se siente atacada, una impresión que mantienen sobre todo los sectores más conservadores, encabezados por el arzobispo de Toledo y presidente de la Comisión Episcopal de Enseñanza, Antonio Cañizares. Éste, junto a los obispos de Castellón (Reig Plá), Valencia (García Gascó), Mondoñedo-Ferrol (Gea Escolano) y Pamplona (Sebastián), se ha convertido en el portavoz más destacado de la jerarquía eclesial, en unas semanas en las que el presidente de la Conferencia, Antonio María Rouco, convalecía de una delicada intervención quirúrgica. Algunos analistas apuntan también que el papel protagonista de determinados prelados no puede desvincularse del hecho de que el año próximo se celebrarán elecciones a la presidencia de la Conferencia Episcopal.

Pero no todos en el seno de la Iglesia hablan de acoso por parte del Gobierno. Las diócesis de Aragón, Cataluña y Euskadi, por ejemplo, se han distanciado de las posturas maximalistas. Eso no significa que las discrepancias vayan a hacerse visibles de forma tan evidente como para no distribuir los folletos sobre la eutanasia, como se especuló hace unos días. Pero se harán notar en otros aspectos.

Diferencias internas

Las diferencias son en muchos casos de fondo. El catalán José Ignacio González-Faus, responsable del área teológica de Cristianisme i Justicia y cuyas opiniones tienen en general gran eco en de los sectores más progresistas de la feligresía, escribía hace unos días una carta pública a los obispos: «Me temo que lo que llamáis persecución -decía- no es más que la saturación y hartura de buena parte de la sociedad (tanto de no creyentes como de muchos cristianos)». Otras veces se refieren a aspectos concretos, como el de la financiación. Y sobre ello algunos recuerdan que la Iglesia se comprometió en los acuerdos con el Estado de 1979 a lograr la autofinanciación, y apenas ha hecho nada por ello, de manera que no tiene autoridad moral para quejarse cuando ha tenido tanto tiempo para prepararse ante una nueva situación.

En los aspectos más específicamente morales no hay diferencias en el fondo pero sí en la forma. Por eso las diócesis de Cataluña y el País Vasco están lejos de encabezar la protesta. Un portavoz autorizado de una de esas diócesis ha comentado a este periódico que hasta que a finales de este mes, en el plenario de la Conferencia Episcopal, no se aborden en concreto las medidas a tomar, algunos obispos no dirán una sola palabra sobre las mismas. Actitud bien diferente a la de otros prelados, que en unas pocas semanas han tenido numerosas intervenciones públicas. Un profesor de Teología de una universidad de la Iglesia recuerda además que desde hace algún tiempo las diócesis vascas (y algunas catalanas) ven a la jerarquía eclesial con reticencia y quieren marcar distancias. En este caso, lo harán negándose a movilizar a sus feligreses.

Cristianos en el PSOE

Tampoco hay unanimidad en las filas socialistas respecto de la actitud que el Gobierno debe adoptar con la Iglesia. Un representante del sector del socialismo cristiano ha comentado a este periódico que, a partir de la convicción común de que es preciso terminar con el trato de favor a la Iglesia, un sector del partido muestra desde hace unos años una tendencia que él califica de «fundamentalismo antirreligioso». Un sector que vio reforzadas sus posiciones con el triunfo de Rodríguez Zapatero en el congreso del partido del año 2000, porque suponía la derrota de Bono, cuyas buenas relaciones con los obispos son de sobra conocidas.

Fuentes del PSOE destacan que el ideólogo de las posturas más radicales es, paradójicamente, un intelectual y político de convicciones cristianas: Gregorio Peces-Barba, rector de la Universidad Carlos III y cabeza visible de un grupo de profesores del mismo centro que están enfrentados a la Conferencia Episcopal.

Ese radicalismo fue rebatido con argumentos hace unos pocos días, en el transcurso de un comité federal del partido. Allí, Ramón Jáuregui defendió que también el sector cristiano del PSOE debe ser tenido en cuenta a la hora de definir políticas. Su intervención fue muy aplaudida, y uno de quienes se distinguieron en el apoyo al diputado vasco fue el ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar. Aunque públicamente no se ha pronunciado, el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, pertenece también a este grupo. Y todos ellos piensan que, al margen del acierto de algunas medidas propuestas por el Gobierno, quizá no ha sido muy adecuado presentarlas de forma casi simultánea, porque se ha generado la impresión de que el Ejecutivo arremete contra la Iglesia y los católicos.

Precisamente será López Aguilar el encargado de reunirse con Rouco en breve para tratar de impedir que la espiral de declaraciones, cada vez más burdas y menos argumentadas, continúe. En ese contexto, ceremonias como las llevadas a cabo en dos ayuntamientos catalanes y coloquialmente conocidas como de 'bautismo civil' no hacen sino entorpecer los intentos de acercamiento, porque la Iglesia las interpreta como una burla de sus ritos.

Mientras, grupos de cristianos movidos en algunos casos por las diócesis o la propia Conferencia Episcopal continúan la preparación de protestas al margen de que la tensión pueda relajarse. Por eso, la recogida de firmas en los colegios promovida por la Concapa y apoyada por algunas diócesis y la manifestación que varias asociaciones -nunca la jerarquía eclesial directamente- preparan para una fecha aún indeterminada parecen imparables.

¿A quién beneficia el enfrentamiento? El sector cristiano del PSOE teme que, si continúa, la Iglesia se arroje en brazos del PP. Los más liberales dentro de la Iglesia advierten sobre la posibilidad de que ésta se aleje aún más de la sociedad y acelere su pérdida de prestigio entre los jóvenes. La directora general de Asuntos Religiosos, Mercedes Rico, acaba de comentar que «el Gobierno está abierto al diálogo