I. URRUTIA/BILBAO
Con motivo del décimo aniversario del colectivo Cristianos en el Socialismo
-fundado por Ramón Jáuregui y Carlos García de Andoin-,
se celebra este fin de semana, en Bilbao, un congreso organizado por el propio
grupo y el PSE-EE. El hotel Nervión acogerá un programa que contará
con el ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, con el secretario
de Organización del PSOE, José Blanco, y el de los socialistas
vascos, Patxi López.
Tampoco faltará un representante europeo: Pär-Axel Sahlberg -presidente de la Liga Internacional de Socialistas Religiosos- protagoniza esta mañana la inauguración del encuentro junto a López y Fernando Vidal, profesor de sociología en la Universidad de Comillas. Jáuregui compartirá, media hora más tarde, una mesa redonda con el sociólogo de la UPV Imanol Zubero y Jordi López-Camps, director de Formación de la Diputación de Barcelona. Serán dos horas de reflexión bajo el título 'Las condiciones de posibilidad para tender puentes entre el PSOE y el mundo cristiano'. Y esta tarde se abrirá un debate de la mano de Francisco Javier Bermejo, docente de Ética en Comillas, y de García de Andoin, actualmente concejal del PSE-EE en Sestao.
En la jornada de cierre de mañana, tras las ponencias del sociólogo de la Complutense Rafael Díaz Salazar y de los parlamentarios Eduardo Madina y Toni Comín, José Blanco se encargará de la clausura. No obstante, en este mismo marco de conmemoración, el 20 de diciembre López Aguilar ofrecerá la conferencia extraordinaria 'Política socialista e Iglesia'.
«Hasta ahora, Zapatero nunca se ha dejado ver junto a nosotros»
El cofundador del colectivo asegura que la religión no es sólo un hecho privado
I. URRUTIA/BILBAO
«Mi amigo...y maestro». Así lo presenta Ramón Jáuregui, y no es para menos: principal impulsor del grupo Cristianos Socialistas Vascos y coautor con Jáuregui del libro 'Tender puentes. PSOE y mundo cristiano', lleva la batuta dentro de un colectivo con más trescientos miembros que se ha ganado el respeto de los militantes ateos.
-¿Qué supone para ustedes la celebración de este décimo aniversario?
-Como ha dicho Patxi López en la inauguración, es un testimonio elocuente de la intersección real entre cristianismo y socialismo. Nosotros llevamos diez años trabajando con toda naturalidad dentro del partido, y eso hay que celebrarlo.
-Ahora que no está Jáuregui en la Ejecutiva, el panorama nacional es bastante más sombrío.
-Ciertamente, en esos años la situación era distinta. Convocamos los cuatro encuentros 'Cristianismo y Socialismo, y de ahí salió la publicación 'Tender puentes', con prólogo de José Luis Rodríguez Zapatero y epílogo de Antonio Guterres, presidente de la Internacional Socialista.
-Zapatero no se deja ver nunca junto a ustedes...
-No, y tampoco Chaves e Ibarra. Pero son la excepción.
-Hoy clausura este congreso José Blanco, secretario de Organización del PSOE. ¿Qué esperan de él?
-Pues le puedo adelantar que quizás traiga algún mensaje de aliento. Y conciliador.
-Sostienen que la religión es una realidad que precisa de su lugar en la vida pública. A la vista de los resultados electorales en EE UU, hay quienes se hacen cruces ante esa posibilidad...
-No tienen por qué. Precisamente para impedir que la fe socave las bases de la democracia, debe fomentarse su manifestación pública.Como le dijo Felipe González a José Luis Cebrián en una ocasión, 'mira, no seas fundamentalista laico, que para poner freno al integrismo, es fundamental darle un papel a la religión'.
-Ustedes, de todas maneras, no pretenden rodearse exclusivamente de creyentes.
-Qué va. Sobre todo, reivindicamos el valor del diálogo. Es más, yo creo que tenemos más cosas que compartir con los no cristianos... Tanto en la acción social como política.
-¿Ha tomado como ejemplo alguna experiencia europea?
-Sí, sí, nos fijamos, en nuestros inicios, en el Partido Comunista Italiano. Nos maravillaba que regalaran con su publicación semanal los Evangelios. Demostraban así su aprecio por las creencias de muchos de sus afiliados.
En la jornada inaugural del congreso que celebra el décimo aniversario de la agrupación, se lamentó la marginación de las corrientes eclesiales progresistas
ISABEL URRUTIA/BILBAO
Chirrían las ruedas, pero está por ver el «choque de trenes» entre la Iglesia y el Gobierno. A pesar de que vayan a toda máquina, es posible evitar la colisión, según se aventuró ayer en la apertura del congreso que, este fin de semana, celebra en Bilbao el décimo aniversario del colectivo Cristianos Socialistas Vascos. El secretario general del PSE-EE, Patxi López, abrió las jornadas y disipó cualquier duda sobre su predisposición: «A pesar de que no soy creyente, me han tenido siempre como uno de sus más firmes aliados», dijo antes de acusar al Episcopado de estar empeñada en una campaña contra el Gobierno con argumentos «ultraconservadores». Más problemático parece, sin embargo, el panorama nacional.
«Todo depende del grado de sensibilidad que demuestre nuestro partido, y de la sensatez de la jerarquía católica», aclaró Ramón Jáuregui, cofundador -junto a Carlos García de Andoin- del colectivo organizador del encuentro, que arrancó con una reflexión sobre 'cómo tender puentes entre el PSOE y el mundo cristiano'.
«Sacando demonios»
El diputado por Vitoria en las Cortes Generales aclaró que la crispación desatada por ciertas reformas responde a carencias «tremendamente arraigadas»: no existe una relación institucional estable con la Iglesia y tampoco se ha terminado de establecer «un diálogo interno y organizado de creyentes en el seno del PSOE». El ejemplo de Cristianos Socialistas Vascos es «una bendita isla», en palabras de Toni Comín -parlamentario barcelonés del PSC-Ciutadans pel Canvi-, hijo de Alfonso Comín, una de las figuras clave del socialismo catalán y del compromiso católico.
«A nivel nacional, el abandono es imperdonable, y así lo he hecho saber, hace unas semanas, en la última reunión del comité federal», recordó Jáuregui. En opinión de Comín, este descuido orilla, aún más, a los grupos religiosos progresistas y fortalece a los «cuatro escuadrones de marras»: Opus, Comunión y Liberación, Legionarios de Cristo y Neocatecumenales. Mientras estos últimos cuentan con la simpatía de la Conferencia Episcopal que les sirve continuamente de altavoz, señaló, Cáritas y HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) se ven obligadas a trabajar con sordina. «Y no pasemos por alto el papel crucial que están jugando algunos medios de comunicación sembrando cizaña en todo este asunto», alertó Jáuregui.
Esa misma actitud tan poco «misericordiosa» la percibe además en algunos prelados Jordi López-Camps, jefe de servicio de Formación Local en la Diputación de Barcelona. Reprochó al arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián, y al de Valencia, Agustín García-Gasco, «una falta terrible de misericordia y compasión por sacar los demonios de la Guerra Civil». «¿Cómo se atreven a afirmar que ahora impera una mentalidad revanchista contra los vencedores de ese enfrentamiento? ¿No se dan cuenta del daño que pueden estar causando?», se preguntó el ex miembro del comité ejecutivo de los comunistas catalanes. Tampoco ahorró críticas contra la máxima autoridad eclesial en España, monseñor Antonio María Rouco Varela: «Ramón (Jáuregui) ha recordado que Rouco está dispuesto a reanudar el diálogo con el Gobierno... Bien, es cierto, pero asimismo ha dicho que la posesión de la 'Verdad' la tiene él. Pero, ¿no calló Jesús cuando Pilatos quiso saber qué era la verdad? Que donde calló Jesús, no abra la boca Rouco».
El profesor de sociología de la UPV Imanol Zubero concluyó entonces que «más que de puentes sería conveniente hablar de contrabandistas, personas con suficiente libertad interior para cuestionar su propio mundo, salir de él y volver con lo mejor del otro». «El socialismo pijo, mezcla sin alma de talanteo y modernez, tampoco aparece como nada que merezca la pena», advirtió.
JOSE MANUEL VIDAL
MADRID.- Gobierno e Iglesia apuestan decididamente por la vía del diálogo
para limar asperezas, enterrar la etapa de la confrontación y abrir la
vía del acercamiento. Prueba evidente de ello es que varios pesos pesados
del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero participan en el
Congreso Cristianos Socialistas Vascos, que se celebra este fin de semana en
Bilbao. Y, por parte de la Iglesia, tras la mano tendida del cardenal Rouco,
otro purpurado, Carlos Amigo, aboga por el «diálogo positivo en
el marco de la Constitución».
Se puede ser militante socialista y cristiano, dos términos que, en la
actual coyuntura, parecen irreconciliables. De hecho, viene funcionando en el
PSOE el grupo Cristianos en el socialismo, nacido en Euskadi en 1994 y liderado
por el concejal socialista Carlos García de Andoin. La corriente cristiana
socialista cuenta con una sensible presencia no sólo en Bilbao, sino
también en Zaragoza, Barcelona, Madrid, Sevilla o Tenerife.
Los cristianos socialistas celebran su décimo aniversario y, para festejarlo,
han organizado un congreso este fin de semana en Bilbao, al que van asistir
varias personalidades del PSOE.Desde el secretario de Organización, Pepe
Blanco, a los ministros de Exteriores, Miguel Angel Moratinos, y de Justicia,
Juan Fernando López Aguilar, pasando por el diputado Ramón Jáuregui
o Patxi López, el secretario general de los socialistas vascos.
En el Congreso se van a debatir ponencias tan significativas como éstas:
Las condiciones de posibilidad para tender puentes entre el PSOE y el mundo
cristiano o La aportación que se puede esperar de los cristianos a las
políticas socialistas hoy.
Choque de trenes
El propio ministro de Justicia, encargado directo de las negociaciones con la
Iglesia católica, clausurará el Congreso de los Cristianos Socialistas
Vascos con una ponencia titulada Política socialista e Iglesia.
Y es que, como dice Carlos García de Andoin, «no queremos resignarnos
a un choque de trenes entre las tendencias más laicistas del PSOE y las
más antisocialistas de la Iglesia. Por eso, reclamamos diálogo
y moderación».
Y por el diálogo apuesta también la otra parte. Lo proclamó
el pasado lunes el presidente del Episcopado, cardenal Rouco Varela, y lo repite
ahora el cardenal Amigo. Para el arzobispo de Sevilla, el «diálogo
positivo» es la mejor vía de acercamiento entre la Iglesia y el
Estado.
El purpurado sevillano defiende la Constitución como «el marco
adecuado para dirimir desde el diálogo posibles desencuentros entre el
Gobierno y la Iglesia, porque la distancia y el reproche recíprocos nunca
son el mejor camino». Y es que, a su juicio, en el actual contencioso
«las palabras hieren más que los hechos».
Desde el respeto a los fieles de otras confesiones, monseñor Amigo recuerda
que los católicos representan la comunidad «más numerosa
dentro de un país donde coexisten otras creencias respetables, pero en
ningún caso somos gente extraña y medieval, como han dicho algunos».
Por eso, a su juicio, los católicos «no debemos ser considerados
como ciudadanos de segunda categoría o marginados».
En cualquier caso, el arzobispo de Sevilla apuesta por superar la «beligerencia»
entre ambas partes, porque, como dice un proverbio africano, «cuando los
elefantes se pelean sufre la hierba».
Por su parte, el arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio,
pidió ayer durante la homilía en la Catedral que los gobernantes,
en sus decisiones, «tengan siempre presente la condición de la
dignidad de la persona humana».
EFE/
BILBAO. El secretario general del Partido Socialista de Euskadi, Patxi López,
aseguró ayer que los socialistas quieren mantener «unas buenas
relaciones» con la jerarquía de la Iglesia católica, pero
no están dispuestos a que se utilice la religión para «dominar»
o tratar de «imponer» criterios al Gobierno. López abrió
unas jornadas conmemorativas del décimo aniversario de la constitución
del colectivo Cristianos Socialistas Vascos, que hoy clausurará el secretario
de Organización del PSOE, José Blanco.
López destacó que, en el actual «clima mediático dominado por la confrontación en la que parece que Gobierno socialista e Iglesia avanzan hacia un choque de trenes», el grupo de Cristianos Socialistas Vascos es una prueba de la «amplia intersección existente entre socialismo y cristianismo, que no son incompatibles sino convergentes». Consideró que un partido como el socialista «necesita tener una política, como la tiene hacia otros sectores, hacia el mundo cristiano» y recordó que el PSE ha ido desarrollando una acción política hacia el mundo cristiano que hoy es «una opción expresa» en el seno de este partido.
Además, explicó que las bases del PSE en este terreno se fundamentan en la «laicidad», como «garantía de la libertad ideológica, moral y religiosa de los ciudadanos», y en la consideración de que «la religión no es un asunto privado, sí en cuanto a elección personal, pero es un hecho público con implicaciones indudables en la vida pública». También se basa su política hacia el mundo cristiano, dijo, en la constatación de que «el interlocutor principal de la relación del partido con el mundo cristiano es la sociedad civil cristiana, sin quitar la necesaria relación con los obispos».
EL MUNDO
Blanco: «El Gobierno mantendrá los acuerdos con la Iglesia»
El dirigente socialista tiende la mano a la Conferencia Episcopal, pero reclama
que se deje de «caer en la agitación preventiva»
BELEN FERRERAS
BILBAO.- El Gobierno del PSOE no quiere más polémicas con la Iglesia.
Ayer tendió una mano al entendimiento, no sólo mostrándose
dispuesto a la negociación y a la cooperación, sino asegurando
que «mantendrá y cumplirá» todos los acuerdos que
están establecidos hasta ahora, incluido uno de los que más temor
suscitaba en el seno de la Conferencia Episcopal: la financiación de
los profesores de Religión por parte del Estado.
El secretario de Organización del PSOE, José Blanco, lo dijo ayer
bien claro en Bilbao: «Estamos dispuestos a mantener y cumplir los acuerdos
entre el Estado español y la Iglesia católica, que, entre otras
cosas, hacen que el Estado sufrague con los impuestos de todos los españoles
la existencia de profesores de Religión en todos los centros de enseñanza».
Más aún, Blanco aseguró que no sólo van a mantener
los acuerdos ya existentes: «Vamos a tenderle la mano para dialogar y
encontrar nuevos campos de cooperación. Y vamos a hacerlo porque eso
forma parte de nuestra interpretación del interés general. En
este caso, el interés de muchos millones de ciudadanos que se sienten
políticamente representados por su Gobierno y representados en sus creencias
en la Iglesia», dijo.
Pero la oferta de paz que realizó el representante socialista exige contrapartidas
por parte de la Iglesia. «A cambio, vamos a pedir lo mismo que ofrecemos:
respeto a la verdad, a las leyes, a la tarea del otro, a la voluntad de tolerancia
y de convivencia de la sociedad española», afirmó.
Y es que Blanco, pese a su discurso conciliador, no dudó en calificar
de «montajes» muchas de las últimas declaraciones de la jerarquía
eclesiástica: «Discutamos todos lo que haga falta, pero hagámoslo
sobre hechos ciertos, y no sobre montajes. Sobre lo que cada uno dice y hace
en realidad y no sobre lo que se quiere hacer parecer». Sobre todo cuando
«la gente ya no se cree» este tipo de engaños: «No
cree que el Gobierno sea un nido de rojos comecuras y tampoco cree que la Conferencia
Episcopal sea un reducto de sotanosaurios añorantes de la Santa Inquisición».
De igual forma pidió que se deje de «caer en la tentación
de la agitación preventiva», contra lo que «todavía
no ha ocurrido ni nadie ha dicho que vaya a ocurrir». Por ejemplo, la
polémica sobre la eutanasia, de la que «no hay ninguna mención»
en el programa del Gobierno.
En este sentido, José Blanco lanzó una clara advertencia a la
jerarquía eclesiástica y aseguró que «cualquier intento
de reabrir heridas, de crear divisiones o de sugerir persecuciones que nadie
ve está condenado a recibir la indiferencia de una sociedad en la que
el hecho religioso ha quedado normalizado».
Blanco, que clausuró unas jornadas celebradas en Bilbao con motivo del
X aniversario de los Cristianos Socialistas Vascos, se confesó cristiano
y aseguró que no existe contradicción entre socialismo y cristianismo,
más bien al contrario.
Sin embargo, advirtió de que «nadie puede pretender que las normas
jurídicas vengan dictadas por principios religiosos que sólo pueden
vincular a quienes los profesan».
José Blanco, secretario de Organización del PSOE, clausuró las jornadas de Cristianos Socialistas Vascos entre llamadas a la cordialidad y críticas aceradas
ANA ANTOLÍN/
BILBAO. El secretario de organización del PSOE, José Blanco, exigió en Bilbao «lealtad y respeto» a la Iglesia católica para mantener una «relación correcta» con un gobierno que, según dijo, quiere «encontrar nuevos campos de cooperación». Para ello, pidió a la jerarquía eclesiástica «respeto» y que no caiga en la «agitación preventiva». El dirigente socialista aprovechó la clausura de las jornadas organizadas con motivo del décimo aniversario del colectivo Cristianos Socialistas Vascos, en Bilbao, para tratar de reconducir la polémica que enfrenta al ejecutivo socialista con la jerarquía eclesiástica. Aunque su intervención no estuvo exenta de críticas, de calado, hacia la jerarquía eclesiástica, afirmó que el gobierno «mantendrá y cumplirá» los acuerdos con la Iglesia -citó, de forma expresa, el de sufragar el coste de los profesores de religión-.
Pero, anunció, además, en tono concialiador, que «vamos a tenderle la mano para dialogar y encontrar nuevos campos de cooperación». Siempre, eso sí, desde «el respeto a la verdad, a las leyes y a la tarea del otro», advirtió. Puntualizó que ese diálogo será «sobre hechos y no sobre montajes», especificó, y añadió que, para que fructifique, «conviene evitar los maniqueísmos», y también «no caer en la tentación de la agitación preventiva» contra lo que «todavía no ha ocurrido ni nadie ha dicho que vaya a ocurrir», apostilló.
Así, puso como ejemplo, que ni en el programa electoral del PSOE, ni en las declaraciones del gobierno se encuentran menciones sobre la eutanasia. Algunos, «en su afán por hacer ruido, están dispuestos a confundir una película de cine con un programa de gobierno», denunció.
Blanco, que comenzó su intervención confesándose también cristiano, sostuvo que uno de los «grandes logros» de la transición es el haber resuelto «algunos de los problemas históricos de España», de manera que hoy puede haber «discrepancias», pero en la sociedad española no existe «una cuestión religiosa», y los ciudadanos conviven «en libertad, sin que nadie sienta que sus creencias le separan de sus conciudadanos o le enfrentan». Advirtió, en este sentido, que «cualquier intento de reabrir heridas o sugerir persecuciones que nadie ve», está condenado a recibir no ya el rechazo, «sino la indiferencia social». Así, destacó que «España sigue siendo católica por el simple hecho de que la mayoría de los españoles lo son», pero que el hecho de ser católico no representa ya una opción ideológica».
Ante las críticas recibidas, sostuvo que «nunca, y ahora menos que nunca» ha existido contradicción entre el socialismo y el cristianismo «ni en el terreno de los principios, ni de los valores». El PSOE, como el Estado, no opta por ninguna confesión «y respeta todas», apostilló.
Insistió en que no tiene por qué existir tampoco «contradicción en lo político, porque la religión no es de derechas ni de izquierdas». Es más, aseguró que tanto las ideas socialistas como los valores cristianos están presentes en la labor desarrollada por el gobierno en materia de igualdad, paz, solidaridad y justicia social.
Reconoció que la izquierda ha cometido frecuentemente «el error» de confinar el hecho religioso «al estricto ámbito de la conciencia personal» y, aunque la fe es un hecho personal, la religión «es un hecho social». También «la Iglesia, las Iglesias, son un hecho institucional que los poderes públicos no pueden ignorar», agregó.
En cualquier caso, dijo que el marco jurídico de referencia es el artículo 16 de la Constitución, y que éste «se ajusta por completo» al programa del gobierno socialista que apuesta «por la libertad religiosa, tener en cuenta las creencias existentes en la sociedad y cooperar con la Iglesia católica y con las demás confesiones».
Al respecto, dejó claro que «las fuentes del ordenamiento jurídico son la Ley, la costumbre y los principios generales del derecho», y que esto «excluye» a cualquier doctrina religiosa «como fuente inspiradora del ordenamiento jurídico». Y subrayó que la función del Estado, «como brazo secular que tantos servicios prestó a la Iglesia católica en el pasado, ha desaparecido para siempre». De este modo, lamentó que algunas polémicas suscitadas parezcan indicar «que aún quedan rescoldos de nostalgia de otros tiempos».
«Nadie se cree ya que el gobierno sea un nido de rojos comecuras»
El secretario de Organización del Partido Socialista dijo, a la vez que
lanzaba sus críticas contra la Iglesia, que estamos ante un «conflicto
innecesario» dictado «por el sectarismo de unos y otros».
Ante esta situación, aseguró que el gobierno tiene la «mano
tendida» para «dialogar y encontrar nuevos campos de cooperación»
por el interés general, y desde «el respeto a la verdad, a las
leyes y a la tarea del otro».
En este sentido, abogó por discutir lo que haga falta, «pero sobre hechos ciertos y no sobre montajes». Entre otras cosas, porque «la gente ya no se cree que el Gobierno sea un nido de rojos comecuras, y tampoco que la Conferencia Episcopal sea un reducto de sotanosaurios añoradores de la Santa Inquisición».
Blanco asegura que Zapatero mantendrá y cumplirá los acuerdos
con la Santa Sede
El secretario de organización del PSOE, José Blanco, aseguró
ayer que el Gobierno seguirá sufragando la docencia de la asignatura
de Religión porque los socialistas mantendrán los acuerdos entre
el Estado y la Iglesia católica.
El secretario de organización del PSOE pide a los católicos que
no caigan "en la tentación de la agitación preventiva"
JOSÉ MARÍA BRUNET - 29/11/2004
MADRID
El secretario de organización del PSOE, José Blanco, afirmó
ayer que los socialistas "estamos dispuestos a mantener y cumplir los acuerdos
entre el Estado español y la Iglesia católica", que implican
entre otras cosas "que el Estado sufrague con los impuestos de todos los
españoles la existencia de profesores de Religión en todos los
centros de enseñanza". Blanco añadió que "no
sólo vamos a mantener y a cumplir los acuerdos con la Iglesia: vamos
a tenderle la mano para dialogar y encontrar nuevos campos de cooperación".
El secretario de organización socialista pronunció este discurso en la clausura del seminario organizado con motivo del décimo aniversario del colectivo Cristianos Socialistas
Vascos, en Bilbao. El PSOE quiso aprovechar la convocatoria para fijar la posición del partido sobre las relaciones entre el Gobierno y la Iglesia en términos que reconduzcan al diálogo el clima de enfrentamiento de las últimas semanas a raíz de diversas reformas ya realizadas o en hipotética preparación.
La intervención pacificadora de Blanco -quien se presentó como "socialista y cristiano"- tiene su antecedente más inmediato en las posiciones defendidas por el diputado vasco Ramón Jáuregui en el último comité federal del PSOE -y luego desarrolladas en una entrevista publicada en La Vanguardia el pasado día 22-, en las que efectuaba una llamada a la prudencia a su partido y abogaba por el entendimiento entre el Gobierno y la Conferencia Episcopal. Ramón Jáuregui hacía estas reflexiones sobre la base de considerar que, si bien la fe es una opción individual de las personas, el hecho religioso y sus manifestaciones organizadas constituyen una realidad social de gran repercusión pública.
En su discurso, Blanco pidió a los católicos que eviten "caer en la tentación de la agitación preventiva" y pidió a la Iglesia "respeto a la verdad, a las leyes, a la tarea del otro, a la voluntad de tolerancia y de convivencia de la sociedad española". Y añadió que el Gobierno garantiza un sistema educativo en el que quien lo desee pueda "recibir formación religiosa sin que ello dé lugar a tratamientos académicos desiguales".
El Gobierno y el PSOE, en suma, plantean a la Iglesia cooperar "desde la lealtad mutua y el respeto a la tarea de cada uno". La tesis que desarrolló Blanco giró también alrede-dor de la idea de que "la función del Estado como brazo secular, que tantos servicios prestó a la Iglesia católica en el pasado, ha desaparecido para siempre, y más vale que todos asumamos lo que eso significa", porque "algunas declaraciones recientes parecen indicar que todavía quedan rescoldos de nostalgia de otros tiempos".
«El Gobierno no es un nido de rojos comecuras, ni la Coferencia Episcopal
un reducto de sotanosaurios», dice Blanco
Esther L. Palomera
Madrid- «La gente no cree que el Gobierno sea un nido de rojos “comecuras”
ni que la Conferencia Episcopal sea un reducto de “sotanosaurios”
añorantes de la Santa Inquisición». La frase, de un socialista
cristiano, José Blanco, que quiso de algún modo ayer enterrar
los meses de confrontación entre Iglesia y Gobierno. El secretario de
Organización del PSOE participaba en una jornadas en Bilbao de socialistas
vascos cristianos y aprovechó su intervención para sentar las
bases de las relaciones entre el Gobierno y la Jerarquía de la Iglesia
que serán, ni más ni menos, las que marca el artículo 16
de la Constitución, es decir de cooperación entre ambos. El mandato
constitucional de 1978 se ajusta «por completo a la voluntad política
y al programa del Gobierno», según se encargó de enfatizar
el máximo responsable de la Organización del PSOE. En resumen,
que el Gabinete de ZP seguirá ayudando a los centros concertados, garantizando
la enseñanza religiosa y manteniendo los acuerdos entre el Estado y La
Iglesia. Conclusión: «El Gobierno no sólo quiere una relación
correcta con la Iglesia, sino también cooperar con ella desde la lealtad
mutual y el respeto a la tarea de cada uno». La reflexión de Blanco
llega tras unos meses de polémica y un sinfín número de
declaraciones encontradas. Pero, también seis días después
de que Felipe González, ex presidente del Gobierno, publicara un artículo
en «El periódico de Cataluña» marcando el paso a los
suyos. «La Iglesia católica es demasiado importante en España
y Europa para usarla de forma excluyente», escribió el ex jefe
del Ejecutivo. Pues bien, las palabras de Blanco vienen a confirmar que el PSOE
no sólo ha recogido el guante lanzado por González, sino por muchos
socialistas que se declaran católicos. Así, Blanco invirtió
la frase célebre de Manuel Azaña y dice, ahora, que «España
sigue siendo católica», y que «nunca, y hoy menos que nunca,
ha existido contradicción entre socialismo y cristianismo». «La
religión no es de derechas ni de izquierdas –enfatizó–;
en ningún evangelio está escrito que la fe cristiana conduzca
a un pensamiento político conservador». Y es que, como ya advirtiera
Ramón Jáuregui hace un mes ante el Comité Federal del PSOE,
la izquierda, dice también Blanco, ha cometido «frecuentemente
el error de querer confinar el hecho religioso al estricto ámbito de
la conciencia personal. La fe es un hecho personal, pero la religión
es un hecho social, y también lo es que la Iglesia, las Iglesias, son
un hecho institucional que los poderes públicos no pueden ignorar».
Dicho esto, si el Estado entiende que debe tener en cuenta a las creencias religiosas
y cooperar con su representación institucional, advierte que ésta
debe entender que las normas jurídicas no deben dictarse por principios
religiosos. En resumen, que el Gobierno pide árnica, tiende la mano al
diálogo y la cooperación, pero recuerda que conviene, ante todo,
no «caer en la tentación de la agitación preventiva, que
es aquella que se hace contra lo que todavía no ha ocurrido». Se
refería Blanco con ello a eutanasia y aborto.
José Blanco aclara que «nada ni nadie nos alejará de nuestra línea de actuación porque se ajusta a la Constitución, es la correcta y la quiere la mayoría»
ISABEL URRUTIA/BILBAO
CONCLUSIONES
La laicidad forma parte de nuestro ideal para la construcción de la convivencia
en una sociedad plural y democrática. Ahora bien, apostamos por un laicismo
incluyente del hecho religioso, no excluyente.
Gracias al socialismo avanza el Reino de Dios. Reconocemos en muchas de las
políticas del Gobierno de Zapatero un impulso moral.
Afirmamos la necesidad de un diálogo institucional sereno entre el Gobierno
y la Iglesia Católica, al igual que con otras religiones.
Finalmente, se cumplieron con creces las expectativas de los cristianos socialistas
vascos: José Blanco, secretario de Organización del PSOE, les
tendió ayer la mano en la clausura del congreso que han celebrado este
fin de semana en Bilbao con motivo del décimo aniversario del colectivo.
Reconoció que era «un error» considerar el hecho religioso como una realidad estrictamente privada, «puesto que las Iglesias son un hecho institucional que los poderes públicos no pueden ignorar». Y se apoyó en la propia Constitución española para respaldar esa afirmación, al recordar que «la norma suprema exige a los poderes públicos una relación fluida con todas las confesiones presentes en España».
«Sotanosaurios»
En este sentido, reiteró la pretensión del Ejecutivo de respetar los acuerdos entre el Estado y la jerarquía eclesiástica, y señaló incluso otras vías de entendimiento: «Pensamos encontrar nuevos campos de cooperación, porque así lo reclama el interés general». La apelación a la «inmensa mayoría» que respalda el quehacer gubernamental fue una constante en su intervención. «Nada ni nadie nos alejará de nuestra línea de actuación, que -además de ser la que determina la Constitución-, es la correcta y la que desean casi todos».
Por si quedaba alguna duda, sacó a colación el Código Civil para apuntalar sus argumentos: «Queda excluida cualquier doctrina religiosa como fuente inspiradora del ordenamiento jurídico». Un panorama inevitable en Occidente que, según Blanco, no debería asustar a nadie. «Entre otras cosas, porque la gente ya no se cree que el Gobierno sea un nido de rojos 'comecuras', y tampoco piensa que la Conferencia Episcopal es un reducto de 'sotanosaurios' añorantes de la Santa Inquisición».
A esta evidencia se suma otra, fundamental para el dirigente: «La religión no es de derechas ni de izquierdas». Esta flexibilidad se inclina, en su opinión, en favor de socialismo. «Si los Evangelios conducen a alguna idea política, es más bien a la que defiende la solidaridad de los más fuertes con los más débiles».
En sintonía con estas palabras, Eduardo Madina -diputado en el Congreso por Vizcaya y portavoz de Cooperación Internacional al Desarrollo- subrayó «el cambio de disposición que se palpa en el ambiente»: «Hemos pasado de la foto de las Azores -con Bush, Blair y Aznar- a otra diametralmente opuesta, la de la Cumbre del Hambre, con Lula, Chirac, Lagos, Kofi Annan y Zapatero». Y aludiendo al ámbito vasco, apuntó que «la recuperación de los 'absolutos' más nobles, de un Dios misericordioso que no exija sangre, es una de las tareas más valiosas que, hoy por hoy, podemos emprender».
Esta motivación espiritual, no obstante, ha estado siempre marginada en el seno del PSOE. Así lo denunció ayer Roberto Díaz-Salazar, sociólogo y profesor en la Universidad Complutense. Él puso el colofón a la lluvia de críticas contra la Ejecutiva Federal, impermeable a las demandas de un sector del electorado «invisible, marginado y acallado por la tradición laicista de la izquierda nacional», lamentó el especialista. Una indiferencia paradójica a tenor de las estadísticas; según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el 69% de quienes apoyaron a Zapatero en las últimas elecciones se declara católico; el 12,5%, no creyente, y el 5%, ateo.
José Blanco se hizo eco de esos porcentajes con una reflexión: «Como dice nuestro compañero Félix Pons, si fuese incompatible el apoyo al socialismo y la condición de católico en España, tendrían que cerrar la mitad de las iglesias o la mitad de las Casas del Pueblo».
Al final del congreso, la mano tendida de Blanco acabó estrechando con fuerza la de Carlos García de Andoin, cofundador del colectivo que conmemoraba su aniversario. Acababa de nombrarlo coordinador del Grupo de Cristianos Socialistas de España, «para impulsar en todo el país el trabajo que se ha estado desarrollando con acierto en el País Vasco».
García de Andoin coordinará a los cristianos socialistas
Se enteró de su designación como coordinador del Grupo de Cristianos
Socialistas en España, tres minutos antes de que lo anunciara José
Blanco, secretario de Organización del PSOE. «No tenía ni
idea, vamos, que ni siquiera me ha preguntado si puedo asumir esa responsabilidad...»,
confesaba Carlos García de Andoin a los amigos que se le acercaban. De
Asturias, Navarra, Cataluña, Galicia, Andalucía, Valencia, Cantabria,
Castilla-La Mancha..., compañeros de fe o partido que han empezado una
cuenta atrás «muy ilusionante».
El primer trabajo de García de Andoin será organizar un encuentro nacional bajo el nombre de 'Cristianismo y socialismo'. Una réplica a gran escala del congreso convocado en Bilbao. El voto de confianza por parte del Gobierno responde a una revelación sin vuelta atrás:«Por fin se han dado cuenta de la trascendecia de la religión, se les ha caído la venda de los ojos».
EL PERIÓDICO
MADRID
El secretario de organización del PSOE, José Blanco, auguró
ayer un fracaso a la Iglesia católica si intenta "reabrir heridas"
al enfrentar a los creyentes con el Gobierno. Blanco, que clausuró un
congreso de cristianos socialistas en Bilbao, avisó de que los obispos
avivan "rescoldos de nostalgia" mediante la "agitación
preventiva".
"Ser o no católico ha dejado de representar una opción ideológica"
en España. "La religión no es de derechas ni de izquierdas
porque en ningún evangelio está escrito que la fe cristiana conduzca
a un pensamiento político conservador", indicó Blanco, que
se definió como socialista y cristiano y elogió la pluralidad
de su partido en materia religiosa.
Pero, sobre todo, el socialista pidió a la Conferencia Episcopal que
"evite maniqueísmos" y no caiga en la "tentación
de la agitación preventiva" --en referencia a las manifestaciones
anunciadas-- ante asuntos que el Gobierno no tiene intención de cambiar.
Así, se refirió a la eutanasia y dijo: "Hacen ruido quienes
están dispuesto a confundir una película de cine" (Mar adentro,
de Alejandro Amenábar) "con un programa de Gobierno".
CARLOS BOYERO
Qué grado tan notable de perversión, manipulación informativa,
tendenciosidad y maquiavelismo el de los autores de un reportaje de Informe
semanal sobre las problemáticas relaciones actuales entre la Iglesia
católica de la que estamos enamorados todos los españoles de bien
y este Estado demoniaco que pretende recortarle sus sagrados derechos y anular
sus intocables privilegios. Anuncian en la presentación del documento
que han abierto sus micrófonos a toda clase de opiniones, que expondrán
sus diversos argumentos las enfrentadas partes.
Y tengo curiosidad por escuchar las razones de los piadosos acorralados y las
de los bárbaros ateos de este país supuestamente laico y aconfesional.
Mi larga y cansina experiencia con los primeros me afirma en que todos sus razonamientos
sobre lo divino y lo humano empezaban y acababan con ese concepto tan enigmático
como escasamante científico de la fe (y si no lo entendías, peor,
ya que la sucesiva opción era que lo admitieras a tortazos), pero como
confío en las teorías de la evolución, suponía que
se habían reconvertido en democráticos, racionales y liberales.
Pero los testimonios que me ofrecen los católicos que aparecen aquí
poseen el mismo aroma y profundidad dialéctica que los que oía
en los nada añorados colegios de mi infancia. Una señora se define
frente a la homosexualidad con este incontestable razonamiento: «Cada
vez que veo a dos homosexuales o a dos lesbianas me dan pena, porque están
haciendo el ridículo». Otro católico ferviente está
convencido de que el Estado debe financiar a la Iglesia porque «la Iglesia
es una cosa que siempre ha estado ayudada por todos». Otro colega suyo
es aun más filosófico: «Yo soy de confianza porque creo
en Dios».
Si estos axionas de los militantes del pueblo llano tienen capacidad para hacerme
flipar en colores, la argumentación de los ilustres padres de la Iglesia
también me alucina. Un cura rural afirma: «El Gobierno tiene que
saber valorar que la Iglesia tiene un tesoro de sabiduría y de conocimiento
durante siglos, y que esto es a un coste mínimo» Si se refiere
a la conservación y el mimo que debe ejercer cualquier Gobierno hacia
el impagable arte de las catedrales, estoy de acuerdo, pero sospecho que el
mecenazgo que exige el indignado clérigo no se centra en algo tan obvio
como esto. También veo a un señor con pinta de mandar mucho, ataviado
con un gorro tan raro como aparatoso, gafas oscuras de policía malo,
túnica roja y barroca y un bastón inquietante, soltando con voz
aflautada: «La Iglesia defiende la verdad sobre el hombre. Nadie puede
manipular la condición humana tal como ésta ha sido pensada y
creada por Dios». Se llama Rouco Varela.Mi cortedad mental no capta la
inatacable lógica de sus certidumbres, pero si él lo dice, será
verdad. La Iglesia nunca se equivoca.
ANDREA RICCARDI - 29/11/2004
Aun no español (aunque europeo) le cuesta participar en las cuestiones
que se están abriendo en España entre Iglesia y Estado. Con todo,
los problemas surgidos se hallan presentes en numerosos países europeos,
especialmente en los de tradición latina. Parece una historia antigua
que vuelva a comenzar, puede que sobre temas nuevos. ¿Pero se tiene en
cuenta que, tras el 11 de septiembre del 2001, el escenario de la relación
entre cristianismo y países europeos ha cambiado en cierta medida?
Tras el 11 de septiembre, no pocos han dicho -como el gran filósofo liberal italiano, Benedetto Croce, hace tantos años- "no poder no llamarse cristianos". El rechazo de incluir la mención de las "raíces cristianas" del continente en la Constitución europea, sin embargo, ha demostrado qué fuerte es el laicismo de diversos países europeos. De cualquier manera, hay que introducir una nueva consideración del cristianismo en la vida de las sociedades europeas, que no discuta el laicismo, sino que se presente como un factor de importancia social.
La herencia cristiana, a diferencia de la greco-romana, por ejemplo, no es sólo una reminiscencia del pasado, sino también el día a día de millones de europeos. El cristianismo no es sólo historia, sino también la actualidad de tantos contemporáneos que, de su mensaje y de sus puntos de referencia, extraen orientación en lo cotidiano. La Iglesia, con su peculiaridad, es un elemento calificador -junto a otros- del panorama humano de nuestro mundo, hasta el punto de que supone un elemento de distinción respecto a otros mundos. Y la Iglesia y el cristianismo son, al mismo tiempo, historia y actualidad.
Las instancias y las exigencias de la Iglesia en varios sectores de la vida no son compartidas en su totalidad ni por la legislación pública ni por todos los europeos. Existe una tensión, incluso vital, entre el mensaje de la Iglesia y la orientación de varios sectores de la sociedad. En cierto sentido siempre ha sido así. Por lo demás el Estado europeo, especialmente en los países latinos, es laico. Pero también la relación con el laicismo ha cambiado. El laicismo ha sido el terreno de conflicto histórico entre Iglesia y Estado tanto en Francia como en Italia o cualquier otro lugar; pero hoy se ha convertido también en un patrimonio común para creyentes y no creyentes. En el fondo, el último Estado confesional europeo fue precisamente la España franquista, pero, en el 2005, se cumplirán treinta años de la muerte del caudillo "por la gracia de Dios". Diez años antes del final del franquismo, el concilio Vaticano II había deslegitimado, también desde un punto de vista católico, los fundamentos del Estado confesional y había afirmado el valor de la libertad religiosa. También los católicos comparten el laicismo. Desde luego la historia española del laicismo es corta (mientras aún sigan presentes los dramas del episodio republicano y de la Guerra Civil). Francia, en cambio, celebrará el año próximo el centenario de las leyes laicas que, en 1905, supusieron un auténtico trauma.
La pregunta que hoy se nos plantea es si se está regresando a un conflicto entre Iglesia y mundo laico, por lo tanto, al resurgir de la "cuestión católica" en nuestras sociedades. En una Europa en la que las diferencias entre la política de la derecha y de la izquierda se han reducido -aunque no anulado-, hay que preguntarse si precisamente la actitud hacia la Iglesia no es un importante elemento de diferencia entre ambas. Con la crisis de las ideologías, ¿el debate con la Iglesia no es un fuerte punto de identidad para una fracción política? ¿Pero resulta sensato empujar a los sectores del mundo católico hacia la derecha?
El conflicto mundo laico-Iglesia adquiriría gran importancia a la hora de alinearse con un partido. La Iglesia es, por así decirlo, una "señora" cuya simpatía o antipatía tiene -de dismaneras- capacidad para legitimar.
En mi opinión, orientarse hacia el conflicto sensacionalista es peligroso y en el fondo viejo. Quizá lo diga por mis sentimientos cristianos. Puede que esté influido por la historia italiana, para la que la paz religiosa supuso una conquista nacional que implicó en la segunda posguerra no sólo al democristiano De Gasperi, sino también al comunista Togliatti. De hecho, comos e sabe, la historia italiana ha estado marcada por la larguísima división entre Estado e Iglesia desde su nacimiento como aventura nacional. ¿Pero no ha pagado también España un precio demasiado alto por el enfrentamiento entre catolicismo y mundo laico?
Y también resulta obvio que, entre mundo laico e Iglesia, no existe una visión común sobre determinados asuntos. Pero no es tan definitiva sobre todas las cuestiones. Y además hay que aprender a gestionar la tensión y la diferencia, y no utilizarlas para fines políticos o de legitimación. Hoy la paz religiosa resulta fundamental en sociedades, como las europeas, en crisis de identidad y tentadas por el declive.
El hombre y la mujer europeos están, por citar a Todorov, "desplazados". Además, tras el siglo XX, el más secularizado de la historia, el cristianismo se ha convertido en algo profundo para la vida de los europeos. En esto no siempre repara una política demasiado sensacionalista y orientada al efectismo. Existe una función de la religión en nuestras sociedades, comprendida también por quien no comparte la fe y sus valores. Se trata de una función de transmisión de la tradición y de la identidad, que resulta importante para el día a día de muchos. Existe una función del cristianismo como vínculo social, en sociedades como las nuestras que viven de debates y de contrastes (también vitales), pero que no pueden renunciar al sueño de unidad y armonía, aunque no sea fácil de realizar. El cristianismo también ha supuesto para el mundo el marco de procesos de reconciliación impensables como el franco-alemán o el sudafricano.
Estoy convencido de que las cuestiones religiosas y las relaciones con la Iglesia, en nuestras sociedades, no pueden convertirse en terreno de políticas en exceso efectistas, sino que deben hallar un consenso vasto, casi bipartito. Son políticas que inciden en el tejido social mucho más allá de una legislatura. De hecho, el mundo religioso toca las fibras íntimas de la vida de la gente, los aspectos personales de la vida, las relaciones entre las generaciones, el sentido de la vida y del futuro.
Un mundo desplazado como el nuestro, velozmente inmerso en los procesos de globalización, implicado en grandes conflictos y en el fondo desorientado, requiere delicadeza cuando se tocan los problemas religiosos. La relación con la Iglesia se identifica, por otro lado, con la relación con una parte conspicua de los problemas religiosos (y también humanos) de la gente.
Además (lo digo tocando un aspecto específico de la relación entre mundo laico y católico) habrá que considerar con más atención el discurso de la Iglesia sobre el "valor de la vida" antes de definirlo con el epíteto oscurantista, precisamente porque trata problemas demasiado delicados.
Afirmo todo esto -que quede bien claro- en la convicción de la necesaria
libertad de todos, cuando se discuten cuestiones religiosas y de conciencia.
No se trata de volver atrás a regímenes de imposición que
nadie quiere, pero tampoco a los conflictos y estilos del pasado. Puede que
se tenga que dar un paso adelante. Para hacerlo se necesita una nueva cultura
que trate precisamente estos problemas.
A. RICCARDI, A. RICCARDI, historiador y fundador de la Comunidad de San Egidio
Traducción: Libertad Aguilera
Joaquín Marco
En mi prehistórico Bachillerato se cursaba una asignatura titulada Ética.
Era, naturalmente, la católica, la de nuestra postguerra. También
se daban otras, como la exótica Apologética, en años más
fríos, grises y tristones, que algunos historiadores han designado como
el período del nacional-catolicismo. Esto sucedía en el ya lejano
filo de comienzos de la segunda mitad del pasado siglo, en el milenio anterior.
Pero el siglo XXI, en el que nos encontramos, parece huérfano de otra
ética. Es probable que la anterior se entienda superada y que la vida
hoy requiera otras normas. No hemos sido capaces, pese a las promesas y buenos
deseos formulados tras la II Guerra Mundial, de eliminar las guerras que se
producen con no menor crueldad. Aquel holocausto que habla de dejar una huella
indeleble en el comportamiento humano se multiplicó a fines del pasado
siglo y sigue subsistiendo. Sus víctimas no son ahora los judíos.
De poco sirvió el ejemplo de Juan XXIII o la muerte de Gandhi. El pacifismo
se entiende de nuevo como un peligro en el seno del imperio, en su sociedad
dividida. La comunidad humana ha aumentado y crece exponencialmente, aunque
parece incapaz de superar los violentos genes de nuestros antepasados. Bien
es verdad que en una parte de Occidente la condición de la mujer ha superado
estadios que parecían inamovibles. Queda mucho por hacer, pero tal vez
sea éste el avance moral que nos lega el pasado siglo.
Cierto es también que el comportamiento sexual es contemplado desde otra
óptica, con mayor tolerancia, aunque no falten resistencias. Sin embargo,
no faltan retrocesos. Los presos de Guantánamo o de otros desconocidos
enclaves, consecuencia de esta guerra contra el mal, según la entiende
un renovado Bush Jr., habrían sido impensables hace tan sólo unos
decenios. ¿Cuántas dictaduras (algunas disfrazadas de democracias)
sobreviven en estos tiempos? Los controlados y nuevos medios de comunicación
nos permiten, como al azar, contemplar el asesinato de un herido de la resistencia
iraquí, por ejemplo. Los tanques israelíes disparan contra palestinos
desarmados, matan mujeres y niños. Antes, cuando el silencio internacional
no era tan denso, todo ello se habría calificado como crimen de guerra.
No hemos avanzado mucho desde los grabados goyescos, que mostraban los desafueros
franceses y españoles en los inicios del siglo XIX. Y en cuanto a la
distribución de la riqueza, la visita de Bill Gates a Madrid vino a mostrar
que la aristocracia que quiso derribar la Revolución francesa era un
cuento para niños, sustituida por el implacable poder del dinero de este
y otros magnates, cuyas fortunas personales superan la riqueza global de algunos
estados. Una nueva moral natural y universal no diferiría tanto de la
utópica de antaño
El experto achaca la discriminación de los creyentes dentro del PSOE a «la coyuntura»
I. URRUTIA/BILBAO
Autor de libros como 'Iglesia, dictadura y democracia' y 'La izquierda y el cristianismo', tampoco se mordió la lengua en su intervención de ayer el sociólogo Rafael Díaz-Salazar, profesor en la Universidad Complutense. Creyente y socialista -«pero no afiliado»-, al termino de su intervención en una mesa redonda se dirigió al secretario de Organización del PSOE, José Blanco: «Pepe, tú que mandas más que Zapatero, a ver si le concedéis a los católicos un papel proporcional a su importancia...». Al político le reían los ojos. En el maletín, tenía un discurso dirigido a frenar en seco la inercia que hasta ahora ha arrinconado a los creyentes dentro del PSOE.
-¿A qué atribuye esa discriminación?
-A que los dirigentes de marras han provenido siempre de la tradición laicista del socialismo. Ha sido algo meramente coyuntural, porque la fe católica nunca ha dejado de ser un vivero fundamental de electorado socialista.
-Pero ha habido excepciones...
-Ya, ya, en un ámbito territorial. En País Vasco y Cataluña, han sido en este punto los más europeos. Hay que reconocer que Ramón Jáuregui y Raimon Obiols hicieron gala, en su momento, de una sensibilidad a la altura de Europa. Su reconocimiento de los cristianos socialistas no se alejaba nada del que manifiestan los líderes de izquierdas en Gran Bretaña, Suecia...
-¿Lo que más indigna a los católica es la posibilidad de que haya matrimonios homosexuales, la financiación de la Iglesia
-No, no, esa ristra de supuestos agravios sólo le preocupa a un sector de la jerarquía. Las verdaderas preocupaciones de los creyentes son otras: la precariedad laboral -¿cada día mueren seis trabajadores!-, el autoritarismo en las empresas -¿qué difícil es tener un trabajo decente!-, la redistribución de la riqueza por medio de impuestos más progresistas, las políticas de ayuda internacional... Eso es lo que nos hierve la sangre.
-Habla usted de un sector de la autoridad eclesial. ¿Por qué es el único que se hace notar?
-Porque es el que más poder tiene. En la actualidad, hay una tendencia muy fuerte 'neoconservadora' y 'neoclerical' dentro de la Iglesia. La alianza con ciertos grupos de seglares -'kikos', legionarios, Comunión y Liberación, Opus- llega a causar temor. ¿Dios nos libre de los laicos con sotana en el alma!
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JOSÉ MARÍA MARDONES/CENTRO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS (CSIC)
El ambiente está caliente. Mientras para nuestros responsables eclesiales estamos ante la 'ola-de-laicismo-que-nos-invade', desde posturas anticlericales o clerófobas se siente el ataque desatado por la Iglesia contra el Partido Socialista.
Ya sabemos que todo hecho humano y social es susceptible de múltiples interpretaciones. Incluso, cabe que cada una tenga algo de verdad. Manifestemos ya de entrada el deseo de que la tensión disminuya por ambas partes y de que el espíritu de diálogo y de encuentro que presidió la Transición política retorne junto con el sentido común. También en estos puntos, desde la enseñanza de la religión hasta la financiación, Iglesia y Gobierno están llamados a entenderse. De lo contrario, será peor para los dos y para todos.
Pero, ¿realmente el problema religioso en España es el laicismo? Ya vamos escuchando estos días, hasta la saciedad, que el laicismo no significa increencia y menos persecución religiosa. La 'Carta sobre la tolerancia' de John Locke, considerada la carta fundacional del laicismo, posibilita más bien la no coacción para la creencia y la libre búsqueda del sentido de la vida. No hay que confundir una sociedad laica, donde el Estado es neutro desde el punto de vista del sentido o visión última de la realidad, con una sociedad atea y beligerante contra la religión. Se me dirá que existen laicistas con una fijación anticlerical y antirreligiosa. Cierto; es un lastre arcaizante de un pasado, igual que hoy día, a pesar del Concilio Vaticano II, existen integristas católicos. Por esta razón, el debate se puede enconar y lo que son patologías de una y otra parte pueden contagiarnos a todos.
Pero volvamos a la cuestión central, al menos, para los creyentes: ¿Quién es hoy el enemigo de la religión? ¿Es el laicismo el verdadero peligro? ¿La religión está en peligro por las medidas que se tomen acerca del divorcio y el matrimonio homosexual?
La religión está hoy en peligro por el clima de indiferencia y olvido de Dios de esta sociedad. ¿A qué se debe que, del 81% de españoles que se dicen católicos, un poco más de la mitad solamente se reconoce 'religioso'? ¿Qué significa para la casi otra mitad ser 'católico', una mera referencia? Problemas muy graves anteriores a esta ola laicista.
Las verdaderas causas y factores de esta descristianización o 'desreligiosización' hay que buscarlas en otra parte. Hay que ir más allá de lo coyuntural e incluso de las campañas de descristianización orquestadas por los laicistas excluyentes o antirreligiosos. Hay que mirar hacia fenómenos de fondo de nuestra sociedad. Son ya una riada los analistas que señalan la erosión de los valores humanistas, solidarios, utópicos, espirituales y religiosos. Apuntan a la mercantilización de la vida (A. Touraine), que se expande por toda la sociedad y penetra profundamente en ámbitos distintos de los meramente económicos, infectando toda nuestra vida y existencia (J. Habermas, C. Offe).
El resultado ya es palpable para todo el que se detenga un momento: el consumismo de objetos materiales y de sensaciones. Vivimos una sociedad donde la posesión y el tener/consumir son los máximos objetivos. El mercado, la mercantilización de la vida, avanza sin respetar ningún espacio, ni el de los niños -el consumo infantil es cada vez más una baza importante de la economía- ni lo sagrado. Piénsese en la invasión mercantil de lo religioso ya a las puertas: la Navidad es ahora un tiempo del que se apoderó el mercado, lo mismo que de la Semana Santa.
La invasión implacable de la mercantilización de todas las relaciones humanas reduce el espacio de preocupaciones y valores a producir o consumir bienes cotizables por el mercado. Aquí está la raíz de un estrechamiento moral, más aún, de un estilo de vida orientado por principios realmente amorales. Lo que 'vale' es el dinero, el éxito, la posesión de lo que el otro no tiene, etcétera. En este clima ambiental 'materialista', reseco o lleno de cosas y sensaciones no hay lugar para el planteamiento de las grandes cuestiones de la vida. El enorme peligro de esta sociedad del mercado, que crea nuevas 'necesidades' en un proceso indefinido, es que nos roba la capacidad de reflexión y la sensibilidad. Al final, nos encontramos con seres tan ocupados y entretenidos que no tienen tiempo para pensar lo verdaderamente importante. La vida se banaliza hasta el extremo. Algunos han llegado a decir, no sin razón, que esta sociedad es radicalmente intrascendente, no permite ocuparse más allá de lo que se tiene delante.
Aquí está el verdadero enemigo de la religiosidad y del humanismo: mala noticia para la Iglesia y para el socialismo. Tanto la religiosidad como las posturas utópicas y solidarias están en peligro. Crece en nuestra sociedad española y europea un individualismo desvinculado de lo colectivo y desideologizado. Por estas razones, desearía que nuestros obispos y los responsables socialistas repararan en dónde está el verdadero enemigo. Pero quizá la socialdemocracia sabe que no puede hacer mucho frente a la lógica del capitalismo neoliberal y entonces quiere dejar una marca de progresismo mediante medidas rápidas y apresuradas que ocultan el verdadero problema.
Es más fácil levantar la liebre de la asignatura de religión que afrontar una verdadera renovación de la enseñanza. Es más sencillo abordar el matrimonio de los homosexuales que afrontar el problema de la vivienda y el futuro de las parejas jóvenes. Y también parece más fácil desde el lado eclesial atacar al laicismo que a este pulpo invasor del mercado y la vida banalizada por el consumo. Uno desearía que, si a nuestra Iglesia le importa mucho la familia, ponga el mismo empeño que en el tema homosexual y del divorcio en la denuncia de la precariedad laboral y en las condiciones de accesibilidad a la vivienda para los jóvenes y en las condiciones de vida, trabajo, afán de bienestar que están entre las causas determinante (J. Gray) de que la fidelidad y el proyecto de vida matrimonial sea algo muy pasajero.
Es muy importante no equivocarse al señalar dónde está y quién es el enemigo. No sea que, al final de esta historia de 'guerras' religioso-laicistas, nos encontremos que, unos y otros, hemos estado alanceando vientos.