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Una reflexión antes de ir a votar en el referéndum sobre el Tratado Constitucional europeo

La actitud ante el próximo referéndum de la Constitución europea obliga a una necesaria reflexión dada su innegable importancia. Existen razones evidentes para votar afirmativamente que pueden resumirse en dos grandes bloques. Uno es el que miraría el recorrido hasta el momento presente por la Unión Europea y España. El balance no puede ser más positivo. Sin duda, el mayor riesgo de la UE es, como parece suceder, morir del éxito alcanzado. La Unión ha beneficiado a todos los países miembros y los beneficios para España son notorios y claramente cuantificables. El segundo bloque de razones miraría al futuro. El nuevo Tratado Constitucional es un paso muy importante en el proceso de unión política, algo necesario porque la actual y las próximas ampliaciones encierran el riesgo de dejar reducida la Unión a una simple área de libre mercado con escasos contenidos políticos.

Pero, asimismo, existen razones importantes para votar "no", primero porque este Tratado es más una obra de las burocracias ilustradas que no el fruto del deseo de los europeos. En realidad, cuando Giscard recibió el encargo, su finalidad era más modesta y práctica: simplificar la selva burocrática de reglamentos, normas directivas y acuerdos de la UE en un texto único más estructurado y claro. Giscard elevó el listón para producir algo que le llamamos Constitución cuando, en realidad, es un nuevo acuerdo entre los estados miembros. Sin necesidad de entrar en una crítica detallada, es importante señalar omisiones en el terreno social, y sobre todo en el desarrollo del principio de subsidiariedad, que a pesar de ser un fundamento doctrinal de la UE, en ningún caso alcanza a las personas, las familias y sus comunidades. Recuerdos de hechos recientes como el sectario rechazo a incorporar alguna referencia a la importancia de la componente cristiana en la construcción de la identidad europea o el maltrato sistemático de una parte del Parlamento Europeo al hecho religioso cristiano y a personas que lo representan son elementos que pueden justificar plenamente el rechazo.

Pero aún existe una tercera reflexión, que es el uso abusivo que intentó el Gobierno español, y en parte persigue, de utilizar el referéndum de la Constitución como un éxito de partido. El titular de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, que tiene la extraña virtud de decir lo que piensa a pesar de ser el primer diplomático de España ya lo manifestó claramente en su acto de apoyo al "sí", al afirmar que “ésta es una Constitución socialdemócrata” como argumento a favor del "sí". Naturalmente no es cierto; sólo hace falta recordar al padre de la criatura, Valéry Giscard d'Estaing, para darse cuenta de ello. Pero lo que importa ahora subrayar con esa frase es la intención que Moratinos muestra tan impúdicamente y que responde al interés del ejecutivo de capitalizar el "sí" a su mayor gloria. Y esto no es admisible. El referéndum de la Constitución no puede ser un aplauso a Zapatero.

En resumen, los que creen que deben votar "no", que reflexionen sobre las razones contrarias. Los que piensen que deben votar "sí", que reflexionen antes sobre cómo su voto va a ser instrumentalizado por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, así como sobre el hecho de que existe otra posibilidad de evitar el "no" sin caer en el voto afirmativo. Es simplemente la abstención. Que el Tratado se apruebe en España con una abstención alta significará un importante revolcón político al intento del Gobierno de utilizar el Tratado Constitucional europeo como un medio al servicio del Partido Socialista. La abstención activa será la mejor corrección y el mejor aviso para que ni este Gobierno ni otro de distinto signo político vuelva a intentar utilizar los temas de Europa como simples leños para alimentar el fuego de su discurso de partido. Tienen que aprender que, con las cosas de todos, no se debe jugar.