Español, musulmán y polígamo

Del Periódico La Razón


«Si me preguntan cuál es la forma perfecta del matrimonio, no lo dudo ni un segundo: la monogamia»


Las declaraciones de un miembro del Poder Judicial en las que advertía que el matrimonio homosexual abría el camino a la poligamia en España han provocado una considerable polémica. REPORTER habló con varios practicantes del islam, que permite esta práctica. Entre ellos, un español.


Mar Ramos Madrid
Yahya no puede dar su verdadero nombre, ni el español ni el musulmán, porque su forma de vida es ilegal en España. Está casado con dos mujeres al mismo tiempo. Tiene cincuenta años, es médico y ejerce su profesión en un hospital en el que nadie conoce su «secreto». En 1981, cuando tenía 24 años, decidió convertirse al islam. Un par de años después, en el círculo de conversos españoles que frecuentaba, conoció a la que sería su primera esposa. Fátima (nombre ficticio) también era española y musulmana, tenía dos años menos que él y una hija de una unión anterior. Juntos tuvieron cuatro vástagos, a los que educaron en la religión de Alá. Después de diez años de matrimonio, Yahya (Juan, en español) conoció a una mujer más joven. En concreto, dieciocho años menor que él. «Era marroquí, y hermana de la mujer de mi hermano», explica Yahya. «Vino a España con un visado de 15 días, y ya no volvió. Se quedó ilegalmente. Era muy habitual; todavía no estaba en vigor la Ley de Extranjería. Se conocieron y surgió el amor. Yahya decidió tomar su segunda esposa, tal y como permite su religión.
   – ¿Y a Fátima no le importó?
   – ¡Cóooomo que no! Se opuso desde el principio. Pero sólo tenía dos opciones: o se divorciaba –porque, al contrario de lo que se piensa en España, en el matrimonio musulmán la mujer puede divorciarse si así lo quiere– o aceptaba la situación: serían dos esposas. Al final, aceptó. Pero a disgusto hasta el día de hoy.
   Para más inri, tuvo que ser Fátima la que acompañase a su marido a Marruecos a pedir la mano de «la segunda», a la que llamaremos Yasmina, para su propio esposo, ya que como la joven estaba viviendo en España ilegalmente, no podía volver a cruzar la frontera.
   Yahya tuvo dos hijos más con Yasmina, de manera que el cómputo final de vástagos de este médico es de siete. Según el Corán, el hombre que toma más de una mujer como esposa deberá ofrecer el mismo trato a todas en todos los sentidos: cuidará de ellas, de sus hijos y familias políticas con la misma dedicación y, en lo material, con los mismos medios. Y este aspecto, el material –según reconcen tanto el musulmán español como los marroquíes con los que habló este periódico–, no es baladí.
   
   
   
   Porque, ya metidos en harina, y puestos a sacarle ventajas al asunto, uno piensa que por lo menos el doctor-musulmán-polígamo se ahorra la casa que tendría que pagar si se hubiera divorciado de su primera mujer. Se supone que, si es un matrimonio, como así lo denomina el Corán, vivirán todos bajo el mismo techo. «¡Que vaaaaa! Si viven a 100 kilómetros la una de la otra», nos corrige Yahya. «No se pueden ni ver, y aquí me tienes, de arriba abajo, viviendo sin vivir en mí», explica entre risas.
   – Entonces, lo que dice el Corán...
   – No, hay mucha confusión a ese respecto. Sí, el Islam obliga a que el trato sea igual para cada esposa (por cierto, ahí también se suele producir otra confusión: no es que nos podamos casar con toda la que pase por delante; el máximo de esposas que puedes tomar son cuatro). Pero no dice nada de vivir en la misma casa.
   Aclarado. ¿Y qué dice el libro sagrado del Islam sobre eso de que las esposas se lleven a matar entre ellas?
   – El Corán habla de lo externo, de lo que se puede controlar. Pero el mismo Libro reconoce que hay algo que escapa del control humano, que son los sentimientos. Y sobre eso no hay nada que hacer. Por eso hay países, como Túnez, que han prohibido la poligamia. Porque se producían tal avalancha de conflictos pasionales provocados dentro de los matrimonios poligámicos que los han tenido que eliminar.
   [Por eso y, como en el caso de Marruecos, el otro país musulmán que también ha prohibido el matrimonio poligámico, para facilitar un acercamiento a occidente cada vez más necesario para los dos estados].
   Seguimos investigando las experiencias con la poligamia en la vida del doctor Yahya. ¿Se casaría una tercera vez?
   – Hombre, depende de quién fuese la candidata... (carcajadas). No, en serio, es que no dependería sólo de mí. Fíjate las dos razones que tengo detrás...
   – ¿Y qué forma de matrimonio recomendaría el resto de las personas, musulmanas o no?
   – ¡La monogamia, sin duda!
   
   
Los marroquíes, tampoco
   
Los hombres y mujeres musulmanes y extranjeros con los que habló REPORTER tampoco parecen muy partidarios de esta forma de matrimonio que, según el vocal del Consejo General del Poder Judicial José Luis Requero, podría llegar a aprobarse en España, después de hacerlo la unión entre homosexuales. La poligamia, en una encuesta rápida realizada en el centro de Madrid, no despierta grandes pasiones entre los que conocen lo que significa realmente.
   «Ustedes se han creído que somos todos como los árabes que salen por la tele en Marbella, llenos de dinero y rodeados de mujeres bellas, con muchas casas para todas, con muchos hijos de todas... Ustedes han visto muchas películas, o muchos programas del corazón», contestaba un joven que conversaba con sus amigos en un banco del barrio madrileño de Lavapiés.
   Más adelante, en una carnicería de productos musulmanes, un hombre de unos cuarenta años respondía, casi escandalizado, en la misma línea. «¿Usted loca? ¿Usted sabe lo que cuesta familia? ¡Y mujeres, si son ustedes todas iguales! Piden, piden y piden! No, eso de las muchas mujeres es para muy ricos.
   
   
Que se las traiga todas
   
La única persona de religión musulmana que se mostró más o menos partidaria de la poligamia de cuantas accedieron a hablar con este periódico del asunto fue precisamente una mujer. Rondaba los cincuenta años, iba ataviada con un velo negro y cargada de bolsas de la compra. Hablaba poco español, pero entendió rápidamente a qué nos referíamos con la palabra poligamia. «¡Si, si!», respondió. «¡Eso si sería bueno! Que traiga mujer, o dos, o tres. A ver si ayudan a casa, a llevar los siete hijos, a cocinar, a limpiar. A ver si viene por aquí, y no a bar. ¿Más mujeres en casa? Veeenga, todas a casa, todas» Y se fue farfullando, cargando las bolsas con visible mal humor.
   Fue otra mujer, mucho más joven, la que nos señaló la enorme ignorancia que existe en Occidente, en general, y en España –que es lo que yo conozco– en particular con respecto al concepto de poligamia. Se llamaba Tamara, tenía 17 años, y era hija de madre española y padre marroquí. El día en que se levantó la polvareda por las declaraciones del juez sobre la posible llegada de la poligamia a España en caso de que se aprobase el matrimonio homosexual, en su clase se formó un auténtico jolgorio.
   «Los pavos de mis compañeros estaban encantados de la vida. Cada vez que entraba una chica en clase se ponían a gritar: “¡España, mañana, será musulmana!” Y uno decía: “A ver, las churris a este lado, que vamos a formar los grupos que le tocan a cada uno. Ooooooole esos moros, lo que saben”. Yo no te digo que la poligamia esté bien; lo que digo es que cada vez que se habla del tema los tíos se imaginan un harén, o algo así, con un montón de bailarinas atusándoles. Bueno, esa es la parte chistosa. La triste es que, a estas alturas, unos y otros, musulmanes y cristianos, seguimos sin conocernos nada».