La Navidad:
una nueva posibilidad para nacer

 

Es curioso observar cómo cada año el movimiento que se genera en torno a la Navidad ofrece una dirección que apunta hacia el exterior. Se van mejorando cada vez más el iluminado de las calles, los escaparates, los regalos, las ofertas… todo, como digo, en un movimiento continuo y aplastante hacia fuera. Y tanto esto es así que, sin darnos cuenta, como suceden y quieren que suceda, nuestra atención también se desprende de nosotros mismos y se va detrás de toda la parafernalia que montan en torno a estas fechas. No se trata de negar ciegamente nada de esto, sino de darle y otorgarle el valor que le corresponde y usarlo en beneficio y no ser nosotros los objetos disimuladamente manejables de todo ello.

¿Qué es lo que está sucediendo con el movimiento contrario, el que posee la direccionalidad hacia dentro, hacia la propia persona? Tanto nos estamos despegando y alejando de nosotros que es normal que haya hoy día muchas personas que no se encuentran a ellas mismas y anden perdidas buscando fuera lo que tienen dentro. Este movimiento se está olvidando y, con el, toda una cultura de la ilusión, de los sueños, de las sonrisas infantiles sinceras e inocentes, de los detalles en sí mismos y no por su valor comercial, de los recuerdos, de la familia.  Dónde estamos dejando la tradición que con cuidado e ilusión se ha ido transmitiendo a lo largo de los años: la cena en torno a la mesa que congrega, acoge y comparte, que desde la sencillez ensancha una posibilidad de fraternidad y hermandad, que abriga del frío y la nieve, que trae olor a castañas asadas, a torta de manteca… que se ilumina con los colores de todas las miradas del mundo.

Hoy, como cada Navidad o cada día del año, se nos recuerda la figura de quien nace entre la pobreza y, por el contrario, es inmensamente rico. Se nos recuerda la fragilidad de la humanidad en la ternura y dulzura de un niño. Se nos ofrece la posibilidad, posibilidades de creer en la grandiosidad de la sencillez y la humildad, en el misterio profundo que somos cada uno de nosotros… se nos invita a nacer. Nacer de nuevo, de dentro hacia fuera.  Se nos vuelve a regalar la oportunidad de mirar dentro de nosotros y cultivar las virtudes y valores que nos hacen her-manos, los del norte y los del sur, los del oeste y los del este, TODOS.

La invitación es para cada uno de nosotros, se nos regala, se nos está regalando siempre. Sólo, tan sólo se nos pide el compromiso por parte de cada uno de querer mirar al horizonte y salir al encuentro del hermano que clama en la distancia y que sólo nos ve mirando escaparates y movimientos de cuentas bancarias. Que nos llama constantemente y que tiene que callar porque nuestros oídos sólo están atendiendo llamadas telefónicas o están inmersas en discusiones y trivialidades efímeras.

Hoy es tu día, mi día… No dejes que se congele ni una sola lágrima esta Navidad. Mírate porque tienes mucho más de lo que crees para compartir y para permitir que el otro te regale una sonrisa en agradecimiento.

 

José Chamorro