Meditaciones del hermano Alois

El hermano Alois hablará cada atardecer en el transcurso de las oraciones comunes en Palexpo. El texto de la meditación se publicará el día siguiente en esta página

 

Domingo por la tarde, 30 de diciembre de 2007

Esta noche nuestro encuentro será iluminado por las velas. La luz que vamos a transmitirnos los unos a los otros nosotros viene de lejos: ha sido traida hasta aquí desde la gruta de la Natividad de Belén. Y rezamos para que esta tierra de Belén, esta tierra santa para tantos creyentes de distintas religiones, pueda conocer finalmente la paz.

Esta llama de paz, no podemos guardarla solo para nosotros. La luz del Cristo brilla para todos, lleva una esperanza de paz para el mundo. La confianza en Dios permanece viva y crece en nosotros si la compartimos con otros.

La luz de Cristo, no podemos transmitirla sino que estando juntos. Esta es la razón por la que, aquí en Ginebra, lanzamos la "llamada a la reconciliación de los cristianos" que ya habéis recibido. Hace tiempo, en nombre de la verdad del Evangelio, los cristianos se separaron. En la actualidad, en nombre de la verdad del Evangelio, queremos reconciliarnos.

¿Cómo ser creíbles hablando de un Dios de amor si permanecemos separados? No perdamos más tantas energías en oposiciones, a veces en el seno mismo de nuestras Iglesias.

En Cristo, Dios se reconcilió con la humanidad: Nos acoge en él y nos comunica su propia vida. En este sentido, la reconciliación no es una dimensión del Evangelio entre otras tantas, es el corazón mismo. Es el restablecimiento de una confianza entre Dios y el hombre, y esta transforma las relaciones entre los hombres.

Nuestra búsqueda de reconciliación no puede ser que analoga a la iniciativa de Dios hacia nosotros. Significa ir los unos hacia los otros para realizar un intercambio de dones.

Para que un intercambio de dones entre cristianos se concretice, encontrémonos más a menudo en presencia de Dios en la escucha de su Palabra, en el silencio y en la alabanza. Encontrarnos así en vigilias de oración, ya es anticipar una unidad, es dejar al Espíritu Santo unirnos desde ahora. Y eso permitirá también seguramente al diálogo teológico avanzar.

Tales vigilias de reconciliación podrán sobrepasar compartimentaciones de nuestras sociedades. Hay gente que generalmente no se encuentra, por ejemplo, extranjeros y gente del país. Podemos preparar tales vigilias en lugares significativos: en la frontera entre dos países, en una prisión, en un barrio que sufre la violencia, con niños abandonados….

Así podemos contribuir a una civilización más marcada por la confianza que por la desconfianza. Para el hermano Roger confianza en Dios y confianza en el ser humano eran inseparables. La confianza en Dios implica asumir responsabilidades para con los demás.

A vosotros, los jóvenes, os corresponde tomar la iniciativa. Los que tienen responsabilidades en las Iglesias les sostendrán. Es en primer lugar a vosotros, los jóvenes, preparar estas "vigilias de reconciliación".

Juntos vamos a continuar la "Peregrinación de confianza a través de la tierra". Habrá encuentros en Taizé a lo largo de todo el año. Y en un año habrá un encuentro europeo. Se hará en una ciudad donde deseábamos ir desde hace muchos años. El próximo encuentro europeo tendrá lugar del 29 de diciembre al 2 de enero en Bélgica, en la ciudad de Bruselas.

(En flamenco:) Para nosotros es una alegría de poder ir a Bélgica. Gracias por habernos invitado.

Y seguiremos los encuentros de jóvenes en otros continentes. Luego de Asia y América Latina, iremos el año que viene a África. Del 26 al 30 de noviembre se nos acogerá por de bajo del ecuador, en África del este, en Kenia, en la ciudad de Nairobi.

Entre nosotros están presentes el Reverendo Simon y el Padre Peter, capellanes de los jóvenes presbiterianos y católicos de Kenia. Estan también Japhet y a Peter que nos dicen unas palabras:

Japhet: Estamos felices de poder acoger una etapa africana de la "peregrinación de confianza a través de la tierra". Les haremos descubrir cómo los jóvenes sostienen una esperanza allí donde viven. Verán cuánto la hospitalidad en las familias y las comunidades es importante para nosotros.

Peter: querríamos decir todos vosotros en swahili: ¡Karibu Kenia, bienvenida en Kenia!

Un niño: Cada noche, decimos los nombres y rezamos por los pueblos que están aquí. Saludamos esta noche a los jóvenes de Bielorrusia, Rusia, Ucrania, Georgia, Albania, Serbia, Bosnia y Hercegovina, Rumania, Montenegro, Lituania, Kosovo y Eslovaquia.

Saludamos a los jóvenes de China, Corea, Japón, la India, Indonesia, Irak, Israel, Malasia, Filipinas, Singapur, Siria, Taiwán, Turquía.

Saludamos también a los numerosos representantes de las autoridades civiles, de las instituciones cristianas internacionales, de las Iglesias ortodoxas, protestantes, católicas, evangélicas, católico- cristiana, que han venido esta noche a rezar con nosotros y que se sientan junto a los hermanos.

Sábado por la tarde, 29 de diciembre de 2007

En nuestro mundo moderno se ha vuelto difícil para muchos para creer en Dios. La existencia de Dios se ve a menudo como un límite impuesto a la libertad humana. Mucha gente tiene la impresión que es necesario luchar solo para construir su vida, su felicidad. Una presencia de Dios les parece inconcebible.

Visité recientemente a nuestros hermanos que viven en Corea desde hace treinta años. Con otro hermano tuvimos también encuentros con jóvenes en otros países del sudeste asiatico. Lo que mas me llamo la antención es que la oración es muy natural para casi todo el mundo. En las distintas religiones, la gente tiene espontáneamente en la oración una actitud de respeto, o incluso de adoración.

Por supuesto, en estas sociedades no hay menos tensiones o violencias que en Occidente. Pero un sentido de la interioridad les es quizá más accesible, un respeto ante el milagro de la vida, de la creación, una atención al misterio, a un más allá.

Una de las razones poe las cuales estamos aquí juntos es porque queremos renovar una vida interior. Ser testigo de la reconciliación de Cristo en el mundo no puede ser solamente una actividad exterior. Una atención a la presencia de Dios en nuestra vida es indispensable. ¿Pero cómo descubrir y redescubrir, una y otra vez, una relación personal con Dios?

Hay en todos nosotros la sed de un infinito, de un amor para siempre. ¡No abandonad este sueño! Dios nos ha creado con este deseo de un absoluto. A nosotros de responderle comprometiendo nuestra vida.

Quizá comprendamos muy poca cosa del Evangelio. Pero eso nos basta para ponernos en marcha. ¡Llevemos a la práctica lo poco que hemos retenido! Por allí somos llevados a comprender aún más. Y reconocemos, al mismo tiempo, en torno nuestro a otras personas que viven del Evangelio. Es esta la belleza de una comunión de la cual estamos haciedo la experiencia estos días.

En Camboya oí testimonios emocionates de creyentes que resistieron durante las persecuciones. En los años 70, hubo un genocidio atroz en este país. Un cuarto de la población desapareció. Toda religión estuvo prohibida, los templos y las iglesias destruidos. Y sin embargo muchos perseveraron en la fe. Un hombre que solo tenía doce años en aquella época cuenta que trabajando al mismo tiempo en los arrozales, rezaba cada día el Padrenuestro, "para no olvidarlo" como él decía.

Tales testimonios nos impulsan a vivir la confianza en Dios a nosotros también, no solamente por un momento pero para toda nuestra vida. Muchos jóvenes parecen tener miedo de compromisos a largo plazo. Es cierto que hoy nos sentimos menos apoyados que antes por las tradiciones y las instituciones. El riesgo personal es más evidente. Es precisamente por eso que escribí una "Carta a quien quiea seguir a Cristo."

No seguimos un ideal, seguimos a una persona, a Cristo. Por medio del Espíritu Santo está presente en cada uno nosotros. No nos abandona, incluso en nuestros fracasos y nuestras faltas. Para decir un sí a Cristo para toda la vida, no nos apoyamos en nuestras propias fuerzas. Sino que día tras día nos abandonamos a su presencia y a su perdón.

Sí, Dios es perdón y bondad. Por Cristo, Dios vino hacia nosotros de una manera inesperada: desarmado e incluso vulnerable. Observemos la imagen admirable del pesebre suspendido que delante nuestro. El original es del siglo XII y se encuentra a Zillis, Suiza. El cielo raso de la pequeña iglesia de este pueblo está cubierto con estas pinturas cuyas copias ven aquí. ¿No nos damos cuenta de la humildad, de la profunda humanidad de Dios? ¿Qué más podemos hacer que postrarnos en silencio y acoger la presencia de Dios? Allí encontramos una nueva libertad.

Un niño: Cada noche, decimos los nombres y rezamos por un pueblo que aquí presente. Esta noche, saludamos a los jóvenes venidos de Croacia, Hungría, Bulgaria, Eslovenia, Estonia, Letonia, la República Checa y Polonia.

Saludamos también a los jóvenes de Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, México, Perú, Canadá y los Estados Unidos.

Mañana por la noche, nuestro oración común será televisada en directo y se retransmitirá en Eurovisión. Estaremos así en comunión con muchos otros que no pueden estar aquí: ancianos, enfermos, presos, en Suiza, Francia, Polonia, en Líbano y en otros países.

Cada uno puede venir ahora a colocar su frente sobre la cruz para confiarle a Dios sus propias cargas y los de otros. Como somos muchos, habrá dos cruces en dos lugares diferentes.

Viernes por la tarde, 28 de diciembre de 2007

Estamos reunidos en Ginebra para el trigésimo encuentro europeo de jóvenes. Con alegría respondimos a la invitación insistente de las Iglesias de aquí y queremos expresar nuetrso agradecimiento por la generosa acogida de tantas parroquias y familias en Ginebra, en el cantón de Vaud y hasta en Francia.

¡Qué diversidad entre nosotros! Han venido de todos los países de Europa, e incluso algunos de otros continentes. Esta gran diversidad, querríamos acogerla como un don. Todos nosotros, pertenecemos a la misma comunión de la Iglesia.

Es en Ginebra que el hermano Roger partió para buscar un lugar donde fundar nuestra comunidad. Y para nosotros, los hermanos, venir aquí significa vivificar lo que está al corazón de nuestra vocación: reconciliarnos entre cristianos para ellos puedan ser fermento de paz en la familia humana.

Recientemente tuvimos un encuentro latinoamericano de jóvenes en Cochabamba, Bolivia. En este país las tensiones sociales y económicas son enormes. Pero hay jóvenes muy conscientes de los problemas que están dispuestos a comprometerse para una reconciliación, dispuestos a luchar con un corazón reconciliado. En la historia de los pueblos bastó a veces de algunas personas para hacer inclinar la balanza hacia el lado de la paz.

A mi lado está Cesar de Cochabamba. Le pedí que nos diga unas palabras:

Estoy feliz de estar aquí con todos vosotros. Y querría sobre todo pedirles que recen por Bolivia y por toda América Latina. Mi país atraviesa un momento difícil, pero es también un momento de esperanza. Algo puede nuevo nacer. ¡Rueguen con nosotros!

En Bolivia como en otros lados hay una urgencia de reconciliación. ¿Pero que es la reconciliación? El hermano Roger no tenía una estrategia de la reconciliación sino que ir hacia el otro, cualquiera que sea.

Reconciliarse es ir hacia otro, y eso comienza en el palno de las relaciones personales: perseverar para buscar una comunión humana con aquellos que son muy cercanos a nosotros. ¿No será que nos desalientamos demasiado rápido cuándo hay tensiones, incomprehensiones? La felicidad se construye con el tiempo.

Esto es también válido en la sociedad. Las comunicaciones se vuelven cada vez más fáciles pero al mismo tiempo nuestras sociedades humanas se compartamentalizan demasiado. Paralelismos pueden mantener una indiferencia los unos respecto a los otros. Y con el tiempo se crean prejuicios y malentendidos. Pensemos por ejemplo en los inmigrantes tan cercanos y sin embargo a menudo tan lejos.

Europa tampoco no se construirá sin que vayamos los unos hacia otros. Si, ante las instituciones, sin embargo indispensables, hay hoy un determinado cansancio, nosotros vemos también que hay en muchos de ustedes una voluntad de superar regionalismos. Eso no significa abandonar las especificidades de cada pueblo o cada región sino de llevar a cabo un intercambio de dones. Para eso las relaciones personales son irreemplazables.

Nuestro compromiso por la reconciliación toma su fuente en la reconciliación que Dios nos ofrece. El perdón de Dios puede tocar el fondo de nuestro ser, nos hace nacer a una nueva vida. A través de la vida de Cristo, vemos que Dios no se cansa nunca de recomenzar a avanzar con nosotros. Sí, Jesús tomó el riesgo de creer en el hombre, él coloca toda su confianza en nosotros.

Allí hay una fuente de alegría que nos permite vivir esta misma reconciliación con otros. Podemos creer que es posible y no cansarnos tampoco nosotros de recomenzar siempre. Eso no va sin un combate interior pero recordando que es también un camino de felicidad.

Un niño: Cada noche vamos decir los nombres y a rezar por los pueblo que están aquí. Saludamos esta noche a los jóvenes de Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca, Portugal, España e Italia.

Saludamos muy especialmente a aquellos que vienes de Egipto, de Irak, de Israel y a los Palestinos.