San Clemente María Hofbauer

Un joven en búsqueda

El hombre que hoy conocemos como Clemente María Hofbauer nació el 26 de diciembre de 1751, en Tasswitz, Moravia (actualmente República Checa). Noveno de 12 hijos nacidos de María y Pablo Dvorak, fue bautizado al día siguiente de su nacimiento. Le impusieron el nombre de Hansl; es decir, Juan. Más tarde tomará el nombre de Clemente María y usará la traducción al alemán de su apellido: Hofbauer.

Desde niño, Hansl se sintió llamado a la vida sacerdotal. Desgraciadamente, al pertenecer a una familia pobre, no podía entrar en un seminario o ingresar en una orden religiosa, pero el párroco del pueblo, un viejo sacerdote que cree en su vocación, le enseña latín en su casa, con la esperanza de que un día pueda iniciar sus estudios eclesiásticos.

Este período de estudios acaba repentinamente con la muerte del cura, cuando Hansl tiene catorce años. El nuevo párroco no encuentra tiempo para enseñarle latín. Ante la imposibilidad de continuar preparándose para el sacerdocio, Hansl decide aprender un oficio, y es aceptado como aprendiz de panadero. En 1770 se va a trabajar a la panadería del monasterio premonstratense de los Padres Blancos de Kloster Bruck. En aquella época, las consecuencias de la guerra y la carestía reinante empujan a los sin techo y a los hambrientos a llamar a las puertas del monasterio en busca de ayuda. Hofbauer trabaja día y noche para calmar el hambre de los pobres que llaman a su puerta. Aunque ahora no se trata del tan anhelado sacerdocio, sí es, no obstante, una oportunidad que se le presenta de ayudar al pueblo de Dios que se encuentra tan gran necesidad.

Al año siguiente, camina como peregrino hasta Italia y decide hacerse ermitaño en el santuario de Nuestra Señora de Quintiliolo, cerca del bello paraje de Tivoli. Allí Hansl Dvorak cambia su nombre por el de Clemente María. Ora y trabaja en el santuario y asiste a los peregrinos que lo visitan. Pero Clemente no encuentra la felicidad allí, y al cabo de seis meses abandona Quintiliolo. Comprende lo necesario que es rezar por la gente, pero lo que verdaderamente anhela es el sacerdocio. Vuelve al monasterio de los Padres Blancos de Kloster Bruck y sigue cociendo pan mientras retoma el estudio del latín. En 1776 termina sus estudios de filosofía, pero no puede seguir adelante. Regresa a casa y durante dos años vive como ermitaño en Muehlfraun imponiéndose austeros ayunos, duras penitencias y largas noches de oración. Tras la insistencia de su madre, deja una vez más la ermita y se dedica nuevamente al oficio de panadero. Esta vez halla trabajo en una famosa panadería de Viena donde encuentra a dos señoras que se convertirán en sus mayores benefactoras.

Contando ya con la edad de veintinueve años, y después de haber sido panadero en tres sitios distintos, además de ermitaño durante dos años, Clemente ingresa en la Universidad de Viena. Al suprimir el gobierno todos los seminarios, los estudiantes al sacerdocio se ven obligados a estudiar en las universidades controladas por el gobierno. Clemente se siente frustrado por el contenido de los cursos de religión que se dan impregnados de racionalismo y de otros aspectos que nada tienen que ver con dicha materia, pero continúa buscando las verdades de la fe y persiguiendo su sueño.

En 1784, durante una peregrinación a Roma, Clemente y su compañero de viaje, Thaddeus Huebl, deciden unirse a una comunidad religiosa. Acuerdan acudir a la iglesia donde primero tañan las campanas para la oración en la madrugada. Los dos seminaristas son recibidos en el noviciado redentorista. En la fiesta de San José de 1785, Clemente Hofbauer y Thaddeus Huebl se convierten en los primeros Redentoristas no-italianos de la joven Congregación (fundada en 1732). Diez días después son ordenados sacerdotes.

Pocos meses después de su ordenación, los dos Redentoristas extranjeros son llamados por su Superior General, Padre de Paola, que les pide que regresen a su patria, más allá de los Alpes, y que establezcan la Congregación redentorista en el corazón de Europa. Se trata de una empresa difícil e insólita para dos hombres recién ordenados.

San Benón, Varsovia

La situación política impide a Clemente permanecer en su propio país. El emperador austriaco, que ya ha suprimido más de 1.000 monasterios y conventos, no tiene intención alguna de permitir que una nueva congregación religiosa se establezca en su territorio. Sabedores de este hecho, los dos Redentoristas se van a Polonia. En febrero de 1787 llegan a Varsovia, una gran ciudad de 124.000 habitantes. El delegado apostólico, el arzobispo Saluzzo, les confía la iglesia de San Benón para que trabajen entre la gente de lengua alemana residente en la capital.

La Polonia a la que llega Clemente vive momentos turbulentos. El rey Estanislao II es sólo una marioneta en manos de Catalina II de Rusia. En 1772 había tenido lugar una primera partición del país; Austria, Rusia y Prusia se habían repartido el botín. Otra partición ocurriría en 1793 y todavía una tercera en 1795.

Siempre que Clemente ve deambular a algún niño sin techo lo conduce a la casa parroquial, lo limpia, le da de comer, le inicia en un  oficio y lo instruye para que viva cristianamente. Cuando estos chicos llegan a ser ya demasiado numerosos, Clemente abre el albergue del Niño Jesús para estos jóvenes sin techo. Para suministrarles vestido y alimento, Clemente y sus compañeros se ven obligados a mendigar de continuo.

Cuentan que, en una ocasión, entró Clemente en un bar local a mendigar. Al pedir Clemente la limosna, uno de los encargados le escupió la cerveza a la cara. Limpiándose, Clemente respondió: "Esto es para mí. Pero ahora ¿qué me da para mis chicos?" Los clientes de la cervecería quedaron tan atónitos por aquella respuesta que Clemente recogió en aquella taberna más de 100 monedas que plata.

Cuando los Redentoristas abren las puertas de su iglesia, se encuentran con que tienen que predicar a bancos vacíos. Los habitantes de la ciudad no se fían de los sacerdotes extranjeros. Habrían de pasar muchos años antes de que los Redentoristas logren conquistar el corazón de la gente, pero, una vez logrado, San Benón se convertirá en uno de los lugares más visitados de la Iglesia católica en Varsovia.

En 1791, cuatro años después de su llegada, los Redentoristas transforman el albergue de los chicos en academia. Abren un internado para chicas y confían su dirección a un grupo de mujeres de Varsovia. El número de huérfanos va constantemente en aumento. El dinero que necesitan para sufragar todas estas actividades proviene de algunos bienhechores fijos y de otra mucha gente dispuesta a ayudar de la forma que sea; pero Clemente se ve obligado aún a mendigar de puerta en puerta para encontrar la ayuda que necesita para mantener a sus numerosos huérfanos.

En la iglesia, Clemente y su grupo de cinco sacerdotes redentoristas y tres hermanos laicos comienzan lo que llaman la Misión Continua. Los días laborables, en vez de una sola misa matutina, en la iglesia se tiene una misión a tiempo pleno para cada día del año: cinco sermones en alemán y polaco, tres misas solemnes, el oficio a la Bienaventurada Virgen María, la visita al Santísimo Sacramento, el Vía Crucis, vísperas, y otros momentos de oración. Los sacerdotes están disponibles para la confesión a cualquier hora del día y de la noche.

En 1800 pueden constatarse ya notables avances en la iglesia y en la comunidad redentorista. La administración de los sacramentos ha pasado de 2.000 (en 1787) a más de 100.000. En San Benón trabajan ya 21 sacerdotes redentoristas y siete hermanos laicos. Hay, además, cinco novicios y cuatro seminaristas polacos.

Todo esto sucede en condiciones nada ideales. Las tres reparticiones de Polonia han causado terribles derramamientos de sangre. La guerra llega a Varsovia durante la Semana Santa del 1794. Los Redentoristas, juntamente con todos los habitantes de aquella ciudad, se encuentran en constante peligro de muerte. Tres bombas caen sobre la iglesia pero no estallan. Durante las batallas que no cesan, Clemente y sus compañeros continúan predicando la paz. Esto contribuye a que aumenten los gritos de protesta contra los Redentoristas, a los que toman por traidores.

Los Redentoristas deben siempre mantener alta la guardia contra las emboscadas. Sus enemigos están siempre al acecho para lanzarles piedras o molerlos a bastonazos. Un día la muerte llama a la puerta del convento en forma de regalo. Alguien regala a los Padres un jamón envenenado. Cuatro sacerdotes morirán a causa del veneno. Aún más dolorosa para Clemente fue la muerte del Padre Thaddeus Huebl, su compañero de estudios y querido amigo. Huebl es llamado a la cabecera de un falso enfermo. Horas después es alcanzado por un carruaje lanzado contra él a gran velocidad; después es torturado y molido a golpes. Días después morirá a causa de las heridas. Clemente sufre tremendamente al ver que su amigo pierde la vida. Ahora tendrá que vérselas solo.

El 9 de junio de 1808 se firma el decreto de expulsión de los Redentoristas. Once días después, la iglesia de San Benón es cerrada y los 40 Redentoristas que la atendían son encarcelados reteniéndoseles en prisión durante cuatro semanas; se les conminará después a que abandonen el país.

Viena: nuevo comienzo

En septiembre de 1808, tras el destierro de Polonia, Clemente llega a Viena. Allí se quedará ya hasta su muerte 13 años después. En 1809, cuando las fuerzas napoleónicas atacan Viena, Clemente como capellán del hospital, atiende a los soldados heridos. El arzobispo de Viena le pide que se haga cargo de una pequeña iglesia italiana de Viena. Clemente permanecerá allí durante cuatro años, luego será nombrado capellán de las Monjas Ursulinas.

A comienzos de 1800, Viena es uno de los centros culturales más importantes de Europa. Clemente pasa largos ratos con los universitarios e intelectuales. Los estudiantes van a él por separado o en grupo a fin de hablar, compartir una comida o buscar consejo. Entre éstos, muchos se harán más tarde redentoristas. Hofbauer consigue que se reconcilien con la Iglesia muchos personajes importantes y artistas; entre otros, Frederick y Dorothy von Schlegel (hija del músico Mendelssohn); el artista Frederick von Klinkowstroem; Joseph von Pilat, secretario privado de Metternich (canciller imperial que rediseñará el mapa de Europa después de las guerras napoleónicas); Frederick Zachary Werner, que más tarde se haría sacerdote y llegaría a ser un gran predicador.

En Viena, Hofbauer es de nuevo atacado. Durante un tiempo se le prohíbe predicar. Es amenazado con la expulsión por ponerse en contacto con su Superior General Redentorista en Roma. Pero para que la expulsión pueda hacerse efectiva debe firmarla el emperador Francisco de Austria. En ese tiempo, sin embargo, el emperador está de peregrinación en Roma, donde visita al Papa Pío VII; se entera entonces de lo muy apreciada que es la obra de Hofbauer. Trata, en consecuencia, de recompensar a Hofbauer por sus años de entregado servicio autorizándole una fundación Redentorista en Austria.

Así, en vez de la orden de expulsión, a Hofbauer se le concede una audiencia con el Emperador. Los planes se hacen a prisa. Se elige una iglesia y se la acondiciona para que sirva de primera fundación de los Redentorista en Austria. Pero, desgraciadamente, se efectuará ya sin Clemente. Caído enfermo en los primeros días de marzo de 1820, muere el 15 del mismo mes de aquel año. Se marcha, en todo caso, con una gran recompensa: la de saber que su segundo sueño se ha hecho realidad.

Los discípulos de Clemente, tras su muerte, extenderán la Congregación de los Redentoristas por todo el mundo. Hoy en día los redentoristas están presentes en 77 países. Casi todas estas fundaciones proceden de la “rama clementina”.

Clemente Hofbauer fue beatificado el 29 de enero de 1888 por el Papa León XIII y canonizado el 20 de mayo de 1909. En 1914, el Papa Pío X le concede el título de Apóstol y Patrón de Viena.