HAY QUE RECONSTRUIR

Publicado en Vida Nueva, nº 2692 (23-29 enero, 2010)

Inolvidable esa hermosa mañana de diciembre 2009, en la Escuela San Gerardo de Puerto Príncipe (Haití). Miradas de fiesta en todos los rostros: los profesores, los misioneros redentoristas, los familiares y vecinos y los cuatro amigos de Acoger y Compartir allí presentes, Los críos recitaron poemas, cantaron, montaron coreografías con danzas caribeñas para expresar su gratitud. ¡Por fin inaugurábamos la ampliación de la escuela!. Un año de trabajo y el compartir de muchos amigos de España: cursos en la facultad de farmacia en Granada, cenas AyC en Tenerife, Madrid, Tomelloso, Granada. Mercadillos, pequeñas aportaciones de los amigos de la Asociación. Una montaña de la más sana ilusión por ambas partes. Allí y aquí. Ese mismo domingo por la tarde, inauguración de la casa de acogida para los 34 niños sin familia, en Leogane (Haití). La semana anterior la fiesta había sido en Chateau, en la sierra sur del país: entrega de los 22 depósitos para la captación de agua pluvial construidos cerca de las escuelas y capillas.

De pronto apareció la muerte inmisericorde y se hundió todo, escuela y templo. Murieron los trescientos niños de la escuela, mas otros y otros más, hasta miles. El corazón se rompe, las lágrimas brotan incontroladamente, la dañina tristeza acosa. Aparecen las primeras fotos y una nueva oración:

El crucificado de la Parroquia San Gerardo de Haití
ha llegado a nosotros,
como las fotos de los niños de la Escuela,
envuelto en escombros.
En los humanos violentados,
Dios sufre esa misma violencia.
Quien humilla al ser humano u olvida su desgracia,
también olvida a Dios.
No es posible el Uno sin los otros.
La mayor carencia espiritual es creer que se puede servir a Dios
olvidándose del sufrimiento humano.
Ante la noticia que confirmamos
hoy invitamos a un profundo silencio y a la oración.
Hemos sabido que
los 300 niños y los profesores que estaban dentro de la escuela
inaugurada hace un mes han muerto.

Un río de afecto ha llegado hasta la web de nuestra pequeña asociación Acoger y Compartir. Imposible renunciar a lo vivido aquella mañana de domingo: La alegría de una fiesta generada por la bondad y la promoción humana. Así irrumpe un impulso sereno que viene de la raíz de la vida: Hay que RECONSTRUIR.

Llevamos más de seis años acompañando y generando pequeños proyectos relacionados con la infancia, la educación y el agua en Haití. Desde la humilde realidad. Nada, comparado con lo mucho que hacen grandes ONGs.  Pero conocemos lo que supone la cuestión de la infancia en Haití. Una de las noches del pasado mes de  diciembre recorría lugares en los que se refugian los grupos de niños de la calle en Puerto Príncipe, acompañando a dos cooperantes de Cáritas. En solo una parroquia hacen seguimiento a más de 300 niños que duermen al raso y deambulan por la ciudad. Antes del terremoto más de 30.000 niños vivían abandonados a su suerte. Sé que algunos haitianos se avergüenzan de esta realidad de su país, pero en este momento la infancia tiene que ser una prioridad. Hay que RECONSTRUIR.

Tras una buena distribución de la ayuda humanitaria, urge curar la herida abierta en tantos niños a los que se les ha robado su mejor ilusión: sus clases, sus amigos, sus casas, la adquisición de habilidades que los capacite para ser personas válidas a la hora de transformar su país. Hay que reconstruir para sembrar a más largo alcance. Es la transformación a la que tienen derecho los pequeños que sobreviven.

Entre todos hemos de evitar que Haití siga siendo ese país en el que “tu propina es un salario”. Lo que ha sucedido no es un desastre natural, sino el exponente de  nuestros intencionados olvidos esenciales.

Mientras nos movemos para reconstruir la nueva escuela a la que tienen derecho los pequeños del barrio CARREFOUR  FEUILLES, en Puerto Príncipe, hacemos nuestra esta oración que nos ha llegado desde el activo silencio de Taizé: Dios nuestra esperanza, te confiamos las víctimas del temblor de tierra de Haití. Desconcertados por el sufrimiento incomprensible de los inocentes, te pedimos que inspires el corazón de los que tratan de hacer llegar las ayudas tan indispensables. Conocemos la fe profunda del pueblo haitiano. Asiste a los que están muriendo, fortalece a los que están abatidos, consuela a los que lloran, infunde tu Espíritu de compasión sobre este pueblo tan sometido a prueba.

 José Miguel de Haro, redentorista