Pascua 2010
El Resucitado rasga toda oscuridad. Hemos celebrado este acontecimiento un grupo de 142 personas, formado por adultos, jóvenes y niños.
De Jueves Santo a Domingo de Resurrección en El Hornico (Jaén), hemos profundizado en esta realidad de fe con textos del hermano Roger de Taizé y a través de las celebraciones propias de estos días.
El Viernes Santo participamos con la comunidad parroquial de Castril (Granada).
Otra manera de adentrarnos en el significado de estos días ha sido visionar juntos La Pasión (de BBC y HBO), dos películas: Juegos Prohibidos y Profesor Holland, que dieron pie a un forum posterior.
El Sábado caminamos sierra arriba buscando las fuentes. En las corrientes de uno de los manantiales renovamos las promesas del Bautismo. Esa noche celebramos con gozo la Luz Pascual.
Los ensayos de música, los grupos de diálogo, las comidas, los distintos momentos de oración nos han ayudado a acogernos los unos a los otros y a compartir entre los que veníamos de Granada, Madrid, Villanueva de la Serena, Zaragoza, Jaén y Puerto de Santa María.
Estos días de Pascua son una lanzadera para avanzar en la creación de espacios concretos de compartir en el corazón de las contradicciones de nuestra sociedad.
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Textos del Hno Roger de Taizé meditados en Pascua 2010
LLAMADOS
Quizás apenas puedas creer que Dios te llama personalmente y que Él espera ser amado por ti. Pero tu existencia importa ante sus ojos. Llamándote, Dios no te indica lo que deberías hacer. Su llamada es ante todo un encuentro. Déjate acoger por Cristo, y descubrirás el camino a tomar.
Dios te invita a la libertad. Él no hace de ti un ser pasivo. Por su Espíritu Santo, Dios habita en ti, pero no te sustituye. Al contrario, despierta energías insospechadas.
¿Dónde estaríamos hoy si algunas mujeres, hombres y niños no se hubieran levantado cuando la humanidad estaba abocada hacia lo peor? Fueron impulsados hacia la esperanza humana, y a una invisible presencia... Supieron discernir un camino.
¿Y tú? ¿Estarás sumido en una total indiferencia? Desconcertado por la desconfianza entre las naciones, por los desgarros de los abandonos humanos, ¿acaso tus labios y tu corazón se habrán encerrado en los continuos «para qué, no podemos hacer nada, dejemos las cosas como están»? ¿Te hundirás en el desaliento como Elías, aquel creyente de los tiempos antiguos que, convencido de no poder hacer nada más por su pueblo, se dejó caer debajo de un árbol para dormir y olvidarse de todo?
El que responde a esta llamada no ignora sus puntos débiles, sino que guarda en su corazón las palabras de Cristo: «¡No temas, basta que tengas fe!»
Si Cristo nos preguntara: «¿Quién decís que soy yo?», podríamos responder: Tú, Cristo, eres el que nos ama incluso en la vida que no acaba. Todo lo sabes de nosotros. Querríamos ser transparentes contigo y darte no sólo una parte sino toda nuestra vida. Y ya que Cristo entiende todo lo nuestro, podrá ser que algunos le digan: Pasaban los días y yo no respondía a tu llamada. Me preguntaba si realmente necesitaba a Dios. Dudas y titubeos me apartaban de ti. Sin embargo, incluso cuando estaba lejos, me esperabas. Siempre estabas cerca de mí. Día tras día, renuevas en mí la espontaneidad del sí. Tu mirada de comprensión hace posible el sí que me llevará hasta el final.
Hoy más que nunca se oye la llamada a abrir caminos de confianza hasta los límites de la humanidad. ¿Oímos esta llamada? Dondequiera que estemos, el Resucitado nos busca infatigablemente y siempre viene a nosotros. ¿Le escuchamos cuando llama a nuestra puerta y nos dice: ¡ven y sígueme!?
A ENTREGARNOS
¿Lo presientes? La lucha y la contemplación tienen una sola e idéntica fuente: Cristo; que es amor. Si oras, es por amor. Si luchas para devolver un rostro humano al hombre explotado, es también por amor.
¿Te dejarás introducir por este camino? Arriesgando el perder tu vida, por amor, ¿vivirás a Cristo para los demás?
Muchos se hacen la pregunta: ¿qué es lo que Dios espera de mí? Y he aquí que, leyendo el Evangelio, llegamos a comprenderlo: Dios nos pide ser en toda situación como un reflejo de su presencia; nos invita a hacer bella la vida para aquellos que nos confía. Quien busca responder a una llamada de Dios para toda la existencia, puede decir esta oración:
Espíritu Santo, si nadie ha sido forjado con evidencia para realizar un sí para siempre, tú vienes a encender en mí una hoguera de luz. Tú iluminas las vacilaciones y las dudas, en los momentos en los que el sí y el no se enfrentan. Espíritu Santo, tú me haces capaz de consentir mis propios límites. Si hay en mí una parte de fragilidad, que tu presencia venga a transfigurarla.
Y he aquí que somos llevados a la audacia de un sí que nos va a conducir muy lejos. Este sí es confianza límpida. Ahí está el sentido de tu vida: ser amado para siempre, amado hasta en la eternidad, para que a tu vez, llegues hasta morir de amar. Sin amor ¿para qué existir?
En adelante, en la oración como en la lucha, nada es grave salvo perder el amor. Sin el amor, ¿para qué la fe? ¿De qué sirve llegar hasta quemar el propio cuerpo en las llamas?
Cuando se produce un distanciamiento entre Dios y nosotros, podemos confiárselo todo, depositarlo todo en Él. Dios nunca busca suscitar una inquietud, nunca impone la fe. Una confianza en Dios no se comunica a fuerza de argumentos. Feliz quien puede decir a Cristo: “Tú, Cristo, lo sabes, me cuesta expresar mi deseo de una comunión contigo. Pero tu Espíritu Santo reanima en mí una audacia, la de abandonarme en ti. Tú ves quién soy. Has conocido la condición humana. No te escondo nada de mi corazón. No ignoras que a veces me siento atraído desde varios lados a la vez. Pero cuando mi ser interior conoce un vacío, permanece en mí una sed de tu presencia. Y cuando no llego a orar, tú eres mi oración”.
En todo hombre se encuentra una parte de soledad que ninguna intimidad humana puede colmar, ni siquiera el más fuerte amor entre dos seres. Quien no consiente a ese lugar de soledad conoce la rebelión contra los hombres, y contra el mismo Dios.
Sin embargo, jamás estás solo. Déjate sondear hasta el corazón de tu propio ser, y verás que todo hombre ha sido creado para ser habitado. Ahí en el fondo del ser, allí donde nadie se parece a nadie, Cristo te espera. Ahí tiene lugar lo inesperado.
Nadie podrá responder en tu lugar. Eres tú quien tiene que atreverse. ¿Cómo? ¿Marchar lejos para sumergirte en las condiciones de los más rechazados?; ¿derribar los poderes de injusticia; devolver al hombre su dignidad?; ¿es esto exponerte? Sí; pero no es el todo de la vida. Aún más: compartir tus bienes, ¿será esto la audacia del Evangelio? Llegará el día, en el que para seguir a Cristo, serás impulsado a ello ineludiblemente. Responder a esto te supondrá permanecer en las fuentes inagotables. El que renunciase de antemano a saciar allí su sed, se convertiría, sin darse cuenta, en un doctrinario del compartir.
Pero, ¿cuál es, para todos, el mayor de los riesgos propuesto por este Humilde de corazón?. Es: «Vivir la pascua con Jesús». Con Él atravesar el paso de la muerte a la vida; acompañarle a veces en su agonía por toda la familia humana; y cada día comenzar ya a resucitar con Él. En cada instante depositar todo en Él, hasta el cuerpo cansado.
¿Sabrás esperarle incluso cuando tus propias profundidades gritan de soledad y hacen surgir de tus entrañas la última pregunta «dónde está Dios»?
Y AVANZAR
Con frecuencia me preguntas «¿cómo realizarme?». Cuánto quisiera poner mi mano sobre tu hombro y contigo avanzar por el camino. Juntos, volvernos hacia aquel que, conocido o desconocido, sin imponerse jamás, dulcemente te acompaña. ¿Le dejarás depositar en ese vacío de ti mismo el frescor de una fuente? ¿O te sonrojarás de ti mismo hasta el punto de decirle «yo no soy digno de que me acompañes»?
La tarde de Pascua, Jesús acompañaba a dos de sus discípulos que iban a la aldea de Emaús. En ese momento no se daban cuenta de que él caminaba a su lado. Nosotros también conocemos períodos en los que no alcanzamos a tener conciencia de que Cristo, por el Espíritu Santo, se mantiene muy cerca de nosotros.
Incesantemente él nos acompaña. Ilumina nuestras almas con una luz inesperada. Y descubrimos que, aunque pueda permanecer en nosotros alguna oscuridad, hay sobre todo, en cada uno, el misterio de su presencia.
Sí, Dios nos concede caminar con un destello de bondad en el fondo del alma, que no pide sino convertirse en llama.
Hay una pregunta de Cristo, que nos agarra por el cuello: cuando el pobre tenía hambre ¿me reconociste en él? ¿Dónde estabas cuando yo compartía la vida del más desfavorecido? ¿Fuiste el opresor, aunque sólo fuera de uno solo sobre la tierra? Cuando yo decía «¡Ay de los ricos!», ricos en dinero, ricos en doctrinarismos ¿preferiste los espejismos de la riqueza?
Tu lucha no puede vivirse en ideas que no hacen más que dar vueltas, sin concretizarse. Rompe las opresiones de los pobres y de los explotados: testigo asombrado verás nacer —desde ahora— signos de resurrección sobre la tierra. Comparte tus bienes en vistas a una mayor justicia. No hagas a nadie víctima de ti mismo. Hermano de todos, hermano universal, acude hacia los más despreciados, los rechazados. Ama a los que te odian, ora por los que te hacen daño. Si odias ¿qué reflejarías de Cristo? «Ama a tu prójimo como a ti mismo». Qué estragos, en ti, si te odiaras a ti mismo.
En todas las cosas, la facilidad de los medios va contra la creatividad. La pobreza de medios conduce a vivir intensamente la alegría del hoy. Pero el gozo se desvanece si la pobreza de medios conduce al puritanismo o a juzgar a los demás.
Mientras más te acerques a una comunión, más el tentador intervendrá. Para liberarte de él, canta a Cristo, hasta el gozo sereno. Cuando escuchas, en el silencio de tu corazón, Él transfigura lo más inquietante en ti. Cuando estás envuelto por lo incomprensible, cuando la noche se hace densa, su amor es un fuego. En ti está el mirar esa lámpara encendida en la oscuridad hasta que la aurora comience a despuntar y amanezca el día en tu corazón.
Para avanzar te proponemos algunos… Lugares de Compartir:
VIVE LA DINÁMICA DE LO PROVISIONAL
Estos lugares de compartir están constituidos por algunos jóvenes o por una comunidad, por una familia o por una pareja, algunas veces por una persona aislada que agrupa a otras alrededor de ella. Rostros muy diferentes según las edades y las situaciones de cada uno. Son lugares de una acogida simple, un hogar con los medios más elementales. Volver a una inmensa simplificación supondrá un radicalismo en esta audacia.
VIVE EN EL CORAZÓN DE LAS CONTRADICCIONES DE LA SOCIEDAD
Aquellos que se comprometen en tales lugares de compartir, no huyen de las contradicciones de una sociedad que engendra desigualdades, búsqueda de beneficio, consumo desmesurado, segregación de razas, terrorismo… En su lucha por una tierra más justa se insertan en el corazón mismo de todas estas contradicciones, sostenidos por una vida oculta de oración, incluso cuando no pueden compartir con otros más que su debilidad e impotencia.
AVANZA EN EL COMPARTIR DE LOS BIENES
Con el sentido de lo concreto que es una de las marcas de la contemplación, van siempre más lejos en el compartir de los bienes materiales, hasta que esta palabra sea un hecho: "Decir lo mío y lo tuyo no tiene sentido y no expresa ninguna realidad. Sois depositarios de los bienes de los pobres incluso cuando los poseéis con un trabajo honrado o por una herencia" (Juan Crisóstomo).
AVANZA HACIA UNA COMUNIÓN UNIVERSAL
Estos lugares de compartir logran derribar fronteras, y entre otras la de las generaciones. Constatamos las consecuencias de esta frontera: una ruptura en el interior de la persona humana, una falta de confianza en el otro y en sí mismo, y finalmente la incapacidad de realizar una comunión universal. Cuando esta frontera cae, surge a la luz una realidad muchas veces ignorada: hay muchos adultos que comprenden que en los jóvenes las mutaciones actuales son irreversibles.
Si los adultos tienen tal apertura no serán enfrentados a un futuro sin salida, con la muerte por única perspectiva.
También existen mujeres y hombres de mucha más edad, que por toda una vida de lucha y contemplación han adquirido una gran intuición. Son capaces de revelar en los más jóvenes los dones ocultos que estos tienen.
Y si a estos lugares de compartir se les asocian niños, entonces la capacidad de maravillarse que existe en la infancia, acabará por humanizar todas las edades.
AVANZA MÁS ALLÁ DE LA CRISIS DE CONFIANZA
Los que crean un lugar de compartir son ciertamente signos de contradicción, en un tiempo en que las desconfianzas se acrecientan entre los hombres. Nuestra época conoce una crisis de confianza en el hombre sin precedentes. Hay entre las personas una necesidad de sospecha que llega a desfigurar las intenciones. Por parte de muchos gobiernos es la violencia de Estado, visible o camuflada, la persecución, la prisión política, el exilio.
Y por tanto, desde la noche de los tiempos, son muchos los que han oído, incluso confusamente, una voz que, les decía: "En ti, hombre, yo tengo confianza". Estos saben buscar contra viento y marea, lo mejor que, en muchas ocasiones, se encuentra velado en cada ser.
AVANZA HACIA LAS FUENTES
Aquellos que han escogido a Cristo conocen la fuente donde beber para vivir peligrosamente: "El que quiera salvar su vida la perderá" (Mc 8,34-38) Para Cristo se trata de todo o nada. La oración no es nunca un simple ejercicio de inteligencia. Ella hace participar al hombre entero. Llegar a rezar poniendo la frente en el suelo es rehacer el gesto de postración, varias veces milenario, del hombre que expresa la intención de ofrecerse en cuerpo y alma.
Dios no pide ser convencido por la elocuencia de los labios. Permaneciendo en largos silencios donde no pasa nada y donde, sin embargo, el ser se construye interiormente, es posible abandonarse a las últimas oraciones de Cristo (Mt 27,45-54 y Lc 23, 33-49)
CREA LUGARES DE COMPARTIR ESPECÍFICOS
Entre todos estos lugares algunos tendrán una tarea específica: permitir un descubrimiento más profundo de las fuentes de la fe, encontrar gestos para defender las libertades humanas… Otros ofrecerán la posibilidad de prepararse a dar la vida en un servicio de Dios para toda la existencia, pues en todo ministerio es esencial despertarse a Dios a través de la propia vida.
VIVE SUMERGIDO EN EL CORAZÓN DE LA MULTITUD
Una vez más, nos hemos vuelto atentos a esa necesidad de que la Iglesia, desprovista de los medios de poder y sin el apoyo de la eficacia humana, sea una fuente y se convierta en fermento de amistad para toda la humanidad. Repartidos a través de todo el mundo, muchas veces ocultos en el corazón de la multitud de aquellos que no tienen conocimiento de Cristo, los pequeños lugares de compartir son una levadura que levanta toda la masa y hace explotar la costra endurecida. Su simple presencia, aparentemente ineficaz, fecundará una tierra de comunión para toda la familia humana
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