Patricia y Pablo visitaron
los proyectos de Haití
Volver de Haití supone estar llena de emociones encontradas. Por un lado, la desolación de ver Puerto Príncipe sumido todavía en el caos, pero por otro, descubrir el color, la música y la alegría de este pueblo.
Los jóvenes de Yanvalou nos acogieron en la casa de Acoger y Compartir, situada en un barrio de los suburbios, rodeado por inmensos campos de tiendasl.
La Escuela de San Gerardo ha comenzado a funcionar bajo las carpas de UNICEF. Los profesores han alargado las clases hasta agosto para no perder el curso y dar así todas las materias. Me impresionó su determinación ante el sofocante calor y las lluvias torrenciales.
Visitamos el Sur. La escuela de Geantillon está avanzada y estará lista para septiembre. Nos recibió un comité del ayuntamiento de Arniquet para decirnos lo importante que era este proyecto para la comunidad. No se cansaron de agradecerme que el sueño que perseguían desde hace 20 años fuera a hacerse realidad. A pesar de ser sábado, también los niños con sus uniformes salieron a recibirnos. Así que yo, de su parte, os doy las GRACIAS a todos los que estáis haciendo posible esta escuela.
Fonfrède llegamos cuando preparaban las fiestas del pueblo. La Escuela funciona con lo que tiene, cocinando bajo los árboles y repartiendo la comida entre las aulas. La construcción de la cocina y el comedor está ya prevista. La tapia de seguridad está ya en construcción. Está prevista la subvención para la escolaridad de los niños y la ayuda a los profesores.
Vuelvo llena de agradecimiento hacia los jóvenes de Yanvalou-AyC-Haití, que trabajan creyendo en lo que hacen y sacan adelante estos pequeños grandes proyectos que cambian la vida de mucha gente. Ellos son la esperanza del país.
Patricia Giraldo, responsable de proyectos AyC
Relato de Pablo Castro
Hace ya mas de seis meses desde que la tierra rugió devastando al ya de por si castigado pueblo haitiano; vimos como la magnitud de la tragedia copó durante muchos días la atención de los medios de comunicación mostrándonos no solo el dolor y la desesperación de los haitianos sino también la inmensa muestra de solidaridad y amor de muchos pueblos que mediante sus gobiernos y organizaciones se volcaron como nunca antes en la historia en ayudar al prójimo, en ayudar a nuestro querido pueblo haitiano; como es normal la noticia dejó de serlo, pero el problema continua y desgraciadamente lo hará durante mucho tiempo.
Mi nombre es Pablo Castro y soy trabajador de Air Europa, junto a dos compañeras me he encargado de gestionar la iniciativa de ayuda que los trabajadores y la dirección de mi empresa han realizado a través de Acoger y Compartir contribuyendo a la financiación del proyecto de la escuela rural de Geantillon, si me permitís me gustaría contaros mis sentimientos y vivencias acumulados en los diferentes viajes que a raíz del terremoto he realizado a Haití.
Cuando comenzamos a coordinar la iniciativa de ayuda de los trabajadores de Air Europa casi un millar de compañeros mediante sus donaciones depositaron en nosotros una confianza a la que no podíamos defraudar, debíamos encontrar una organización de total garantía que conociese la idiosincrasia social, política y geográfica de Haití, nuestra apuesta fue Acoger y Compartir, hoy ya puedo decir que fue un total acierto.
En mi redacción no seré muy descriptivo ya que todos os podéis hacer un idea de la realidad haitiana y creo que no es necesario hurgar más en la herida.
En nuestro primer viaje, apenas un mes después del seísmo encontramos una situación de un dolor incalculable, a un pueblo que entre los gritos y la enorme actividad caótica de la ciudad se preguntaba en absoluto silencio ¿por qué?, ¿es que no teníamos ya suficiente? Ese primer viaje nos sirvió para hacernos un ligera idea de la realidad de Haití y para comprobar sobre el terreno el trabajo de Acoger y Compartir, la depositaria de nuestra confianza. Sin lugar a duda, los días que pasé allí han quedado marcados con fuego en mi corazón, fueron muchos los momentos en los que entre nosotros reinaba el silencio fruto de la incapacidad de encontrar palabras para lo que estábamos viviendo, pero si algo recuerdo de ese primer viaje fue el enorme convencimiento que nos inundó, no nos podíamos quedar impasibles ante semejante desgracia, ese pueblo nos necesitaba y debíamos hacer todo lo que estaba en nuestras manos por muy humilde que fuese para ayudar a paliar su desesperación. Este convencimiento fue en gran parte alimentado por nuestra convivencia con los miembros del centro cultural Yanvalou / Acoger y Compartir Haití, este grupo de jóvenes haitianos los cuales muchos han perdido familiares, amigos y un techo donde cobijarse, desbordan energía por todos sus poros, nos mostraron su convencimiento de que la verdadera fuerza motriz de Haití debía ser su juventud y que solo a través de ella se podía cambiar el rumbo de su pueblo, estos increíbles jóvenes están entregados a ser un ejemplo de ello, trabajando sin parar día a día por conseguir dejar el país un poquito mejor de lo que se lo encontraron.
En nuestras siguientes visitas, hemos percibimos una más eficaz distribución de las ayudas humanitarias, se aprecia como la ciudad poco a poco esta siendo desescombrada, hemos observado que pese a que la limpieza deja mucho que desear, ya no se desprende el horrible olor que nos recibió en nuestro primer viaje, ya se puede ver como muchos niños acuden a colegios de campaña, y que los hospitales de las diferentes ONG´s han pasado de estar colapsados de urgencias a vida o muerte a realizar chequeos y atender enfermedades comunes de la zona, todos estos avances no habrían sido posibles sin la enorme entrega y ayuda que cientos de organizaciones han y siguen prestando.
Os escribo recién llegado de mi último viaje, ha sido como siempre un viaje duro física y sobre todo psicológicamente, pero mis maletas han vuelto llenas de momentos sumamente emotivos. Este viaje lo afrontaba con muchísima ilusión ya que íbamos a visitar por primera vez la construcción de la escuela rural de Geantillon. Llegamos a la escuela después de siete horas de camino en coche desde Puerto Príncipe, el acceso no es sencillo y las últimas dos horas tienen que ser recorridas en un vehículo con tracción a las cuatro ruedas debido a la fuerte pendiente y la dificultad orográfica de la zona. Era sábado por lo que no esperaba que se encontrase ningún alumno que en el aula provisional, pero mi sorpresa al llegar fue encontramos a unas cuantas decenas de niños perfectamente uniformados, esos alumnos no estaban por casualidad, nos estaban esperando y nos dieron con su sonrisa y presencia el mejor de los regalos, junto con los niños había muchas madres y padres que a través de una portavoz nos agradecieron muy cariñosamente nuestra contribución al proyecto.
Los responsables de la construcción y el supervisor haitiano de Acoger y Compartir nos acompañaron en la visita, contándonos los avances y las dificultades a las que se estaban enfrentando debido a las intensas lluvias que se habían producido, lo cual, dificultaba enormemente el transporte de material hasta la zona. Me sorprendió el elevado número de trabajadores que estaban trabajando (no olvidéis que era sábado por la tarde). Hablando con uno de los obreros, me dijo que no estaban allí solamente por el trabajo, sino porque muchos de ellos eran padres de los futuros alumnos y que cuanto antes acabasen, antes se verían sus sueños cumplidos de poder ofrecer a sus pequeños un futuro marcado por la educación a la cual ellos no habían tenido acceso.
Considero que este viaje ha sido muy provechoso, he tenido el placer de acompañar a Patricia Giraldo, directora de proyectos de Acoger y Compartir, hemos visitado los principales proyectos de la asociación y ha sido posible la celebración de muchas reuniones con los responsables, estas han servido para que expresasen sus preocupaciones y se produjese un intercambio de opiniones para mejorar todos los proyectos así como para planificar futuros.
Otro momento sumamente emotivo fue la reunión informal que mantuvimos con los jóvenes que forman Acoger y Compartir Haití. Fue en la mañana en la que partíamos a Santo Domingo para embarcar en avión rumbo a España. En ella quisimos trasmitirles nuestra admiración por su total entrega desinteresada a su pueblo y por su buen hacer ante las dificultades actuales. En un momento de la conversación, nos dieron las gracias por nuestra hospitalidad a lo que sorprendidos le contestamos que no, que si alguien tenía que agradecer la hospitalidad éramos nosotros, su replica fue clara, “sois vosotros los que de muy lejos habéis venido a ayudar a nuestro pueblo, por favor continuad haciéndolo, necesitamos de vuestra ayuda”
Quiero agradecer a Acoger y Compartir que me haya dado la posibilidad de escribiros estas letras y a vosotros que las leéis que hayáis tenido paciencia para hacerlo.
Gracias a todos por vuestro apoyo e impulso.
Pablo Castro, Jota