Entrevista con Mons. G. Poulard

Michel Martelly, el nuevo presidente de Haití, supo que sería candidato para la segunda vuelta pasados dos meses de las elecciones de noviembre 2010, cuando se retiró bajo sospecha de fraude el candidato oficial Jude Celestin, yerno del ya ex-presidente René Preval.

El 14 de mayo 2011 ha tomado posesión de su cargo. El nuevo presidente tiene ante él una historia reciente y un presente con más de 220.000 muertos. 1,3 millones viviendo bajo resquebrajadas lonas en los campos de desplazados. Más de 4.000 muertos de cólera, 250.000 personas infectadas. 

Ha ganado quien en sus mítines ha insistido en la necesidad de cambiar el sistema para dar prioridad a la educación, la salud, la seguridad, la lucha contra la corrupción y quien ha prometido construir viviendas para los que llevan un año en los campos de desplazados. También, quien fue partidario de anular la primera vuelta de las elecciones.

En este clima, recién realizadas las elecciones, asistí en Puerto Príncipe, a dos encuentros con Mons. G. Poulard, que esos días también tomaba posesión de su cargo como nuevo Arzobispo de esa diócesis.

Nos conocimos siendo él obispo de Los Cayos. El pasado mes de noviembre, al terminar el curso en la  Facultad de Agrónomos sobre tratamiento y gestión de aguas, nos invitó a su casa para dar las gracias a Fermín, Luis, Alberto y José Miguel por haber dado el curso en pleno estallido del cólera.

Pero esta entrevista nace en la celebración de acogida realizada por las religiosas y religiosos de Puerto Príncipe. Era la fiesta de la Encarnación del Señor. Quemaba el sol cuando llegué a las puertas del colegio San Luis. Ya estaba allí Mons. G. Poulard saludando a los sacerdotes, religiosas y religiosos que acudían para asistir al que iba a ser el primer encuentro con el nuevo Arzobispo de Puerto Príncipe y cuya entronización sería al día siguiente, ante las ruinas de la catedral.  Esa tarde quedamos en volver a vernos el martes siguiente en la sede central de Cáritas-Haití.

Clima claro de fraternidad y fiesta en la celebración de acogida. Cantos, dazas, saludos y bienvenidas. Oración con las vísperas del día. Padrenuestro en criollo. Palabras del P. Garaud, presidente de la conferencia de religiosos y de Joseph Lafontant que sería ordenado obispo auxiliar también al día siguiente. Mons. G. Poulard habla con palabras cotidianas reconociendo el trabajo duro y difícil que religiosas y religiosos están realizando para transformar la situación de Haití. Llama a colaborar en la  construcción de una sociedad más justa en la que se respeten los derechos humanos. Habla de lo que esperan los haitianos de la Iglesia y de la importancia de educar a los jóvenes de modo que tengan una identidad haitiana y no abandonen su país.

Terminado ese encuentro, de vuelta a casa, las velas y los carburos iluminan las mesas-tiendas a través de todas las aceras del barrio donde ha sido la celebración. Barrios enteros sin luz eléctrica. Mucho escombro y bocas de cloacas sin cubrir. Las sombras dan aún más relieve a los cuerpos echados por tierra esperando que alguien, aunque sea de noche, se decida a gastar unos goudes. Ante tantos derribos y derrumbes toman fuerza algunas de las palabras dichas por este hombre bueno.

El sábado, la catedral de Puerto Príncipe parecía inaccesible. Está completamente destruida desde el terremoto del 12 de enero 2010. Pero delante de la puerta sur se han instalado varias carpas donde acoger a todos los haitianos que desde muy temprano van llegando para asistir a la eucaristía de entronización. Cinco horas de celebración. Mucha seguridad, quizás porque asisten los dos candidatos a la  presidencia del país: Mirlande Manigat y Michel Martelly. Este día aún no se conocían los resultados de la segunda vuelta electoral.

Consigo entrar en las ruinas de la catedral y allí están los soldados de la Misión Internacional de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah). La zona está controlada. En una de las calles de acceso se puede leer una pancarta de bienvenida al nuevo arzobispo, pero el entorno de la catedral bulle con los tenderetes donde los empobrecidos intentan vender lo que sea, incluso la cabeza de un maniquí, con tal de salir adelante.

Policía también cuando la mañana del martes llego a las puertas del edificio de Cáritas, en el barrio de Delmas. Imposible entrar ni siquiera entregando mi documentación. Pero no fue necesario, salió él. Y en la sala de una casa cercana iniciamos nuestra conversación. Pero eso ya lo podéis leer en lo publicado por el semanario Vida Nueva: Descargar PDF

Al final de la entrevista, Mons. Poulard me dijo: "Esta mañana he plantado un árbol como recuerdo del inicio de mi trabajo pastoral en Puerto Príncipe". Me llevó hasta el patio de la casa para que nos hiciéramos una foto. Acordamos visitar este árbol cada vez que nos encontráramos en Puerto Príncipe.