Taizé '13

La semana vivida en Taizé nos ha dejado el sabor de lo que constantemente se renueva y nos renueva. Sea cual sea el momento de nuestra vida, Taizé sorprende con una palabra que llega a cada uno. Dios hace su trabajo en quien se abre a Él con sencillez.

La visita de nuestro amigo el misionero redentorista José Collado fue un regalo inesperado. Con él venía el obispo emérito de Niamey -Níger- Mons. Guy Romano. Ambos participaron en la oración del mediodía. El hermano Alois acudió al lugar donde estaba el obispo para saludarle y recordar el trabajo en común que redentoristas y la fraternidad de Taizé realizaron juntos en Níger.

Durante toda la semana han estado llegando amigos a la colina. Un grupo fuimos el domingo 18 de agosto en avión a Ginebra desde Madrid. Allí se nos unieron quienes habían tomado otros vuelos desde Tenerife y Madrid, e hicimos juntos el viaje en autobús Ginebra-Taizé. El sábado día 17, amigos de Granada y Madrid también habían salido en autobús desde Madrid hasta Taizé. Otros viajaron en coche desde Cuenca y Madrid. Al final casi cincuenta personas hemos participado en torno a AyC en esta semana de búsqueda de una nueva solidaridad.

Estos días, niños, adolescentes, jóvenes y adultos hemos compartido la experiencia eclesial de ser pueblo de Dios. Desde aquí agradecemos a la comunidad de Taizé su acogida y la sencillez con la que hace presente ya la iglesia de mañana.

Propuestas 2013:
Ahondar en las fuentes de la confianza en Dios

La carta publicada el año 2012 en Berlín, « Hacia una nueva solidaridad », continúa sosteniendo la búsqueda en torno a Taizé durante los tres años siguientes. Ella ya ha indicado las etapas de preparación del «encuentro para una nueva solidaridad» que tendrá lugar en Taizé en agosto de 2015, en el se celebrarará el centenario del nacimiento del hermano Roger. Queremos que las cuatro propuestas 2013 alimenten también nuestra reflexión

Primera propuesta: Hablar juntos de nuestro camino en la fe

¿Qué sentido tiene nuestra vida? ¿Cómo situarnos ante el sufrimiento y la muerte? ¿Qué es lo que conduce a la alegría de vivir?

Estas son preguntas a las cuales cada generación y cada persona es llamada a responder.

Las respuestas no pueden contenerse en fórmulas prefabricadas.

« ¿Y si Dios existiese...? » La cuestión de Dios no ha desaparecido del horizonte, pero la manera de plantearla ha cambiado profundamente.

Que la individualidad sea central a nuestra época tiene su lado positivo: pone en valor a la persona humana, su libertad y autonomía.

Incluso en las sociedades en las que la religión está muy presente, la confianza en Dios es cada vez menos algo evidente, necesita de una decisión personal.

« Dios habita una luz inaccesible. Ningún ser humano lo ha visto, ni puede verle » (1 Timoteo 6,16). Estas palabras del apóstol Pablo tienen una resonancia muy actual. ¿Qué consecuencias podemos sacar?

¡Busquemos juntos, hablando de ello con otros, creyentes, agnósticos o ateos! La línea que separa la fe de la duda atraviesa tanto a creyentes como no-creyentes.

Cuando los buscadores de Dios son menos afirmativos en la expresión de la fe, no es porque sean menos creyentes, sino que son muy sensibles a la trascendencia de Dios. Rechazan encerrar a Dios dentro de unos conceptos.

Si nadie puede verle, ¿cómo pudieron los primeros cristianos afirmar que en Jesús vemos a Dios? « Él es la imagen de Dios invisible » escribe el mismo apóstol Pablo (Colosenses 1, 15).

Jesús es uno con Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, sin separación ni mezcla. ¡Cuántos combates a través de la historia para afinar el sentido de estas expresiones paradójicas del misterio de Dios! Ellas nunca sustituirán nuestra búsqueda personal, son balizas en el camino.

A través de todo lo que es y hace, Jesús muestra que Dios es amor, revela el corazón de Dios. Dios no es una fuerza arbitraria, sino Aquel que nos ama.

Los primeros cristianos dieron testimonio de que Jesús ha resucitado de la muerte, y que está en Dios. Él pone la misma vida de Dios como un tesoro en corazón de los que tienen un encuentro con él. Este tesoro es una presencia personal, su nombre es Espíritu Santo, el que anima y consuela.

Los nombres de « Padre », « Hijo » y « Espíritu Santo » indican que Dios es comunión, relación, diálogo, amor... hasta el punto que los tres son uno. Así la fe cristiana contiene una paradoja tan grande que nunca podemos convertirnos en maestros de la verdad.

Segunda propuesta: Buscar dónde encontrar a Cristo

Jesús no enseñó una teoría, ha vivido una vida humana semejante a la nuestra, con la sola diferencia que en él el amor de Dios irradiaba sin sombra alguna.

Pero ya durante su vida, muchos han desconfiado de él: « ha perdido la razón » (Marcos 3, 21), « se hace igual a Dios » (Juan 5, 18).

Nadie está obligado a creer en él. Pero creer es algo más que un sentimiento. Es también un acto razonable: podemos optar por la fe en Cristo como una decisión reflexionada.

¿Qué es lo que hace que Jesús sea creíble? ¿Qué es lo que hace que, después de dos mil años, tanta gente le siga? ¿No es su humildad? Él no impone nada a nadie. Se limita a ir hacia todos, para decirles que Dios está cerca de ellos.

Puso su confianza en aquellos y aquellas a los que la sociedad les negaba la confianza. Les devolvió su dignidad. Aceptó convertirse él mismo en alguien despreciado y excluido a fin de no negar nunca el amor de Dios a los pobres y excluidos.

Podemos encontrar a Cristo leyendo su vida en el Evangelio. También hoy, él nos pregunta: « ¿Quién son yo para ti? » (ver Mateo 16, 15) Y dejó dicho que se daba a sí mismo a nosotros en la eucaristía.

Podemos encontrarle en la comunión de los que creen en él, cuando nuestras Iglesias son comunidades acogedoras.

El próximo año, buscaremos posibilidades concretas para contribuir a la realización de la comunión visible de todos los que aman a Cristo.

Lo encontramos en los más pobres: sentía un amor especial por ellos.

« Lo que hacéis a uno de los más pequeños de mis hermanos y hermanas, a mí me lo hacéis» (Mateo 25, 40); quisiéramos confirmar la verdad de estas palabras de Cristo para nuestro encuentro de 2015.

Podemos encontrarle cuando miramos a sus testigos, que se apoyan en él.

Vayamos, solos o con otros, ir al encuentro y preguntar a una mujer o a un hombre cuya vida haya sido trasformada por el encuentro con Cristo.

O leamos juntos la vida de un testigo de la fe: Francisco de Asís, Josefina Bakhita, Dietrich Bonhoeffer, Madre Teresa, Óscar Romero, Alexander Men, y muchos otros.

Fueron muy distintos, cada uno con sus dones únicos. No se trata de copiarles sino de ver cómo su confianza en Cristo los transformó.

Tuvieron sus fallos. Pero lo hablaban todo con Dios en la oración, incluso si algunos de ellos conocieron las noches interiores. La amistad con Cristo les hizo libres, y así, lo mejor que había en ellos floreció.

Tercera propuesta:  Buscar cómo sostenernos en Dios

Creer en Dios, poner en él nuestra confianza, es sostenernos en él. Tener fe no significa poder explicarlo todo o tener una vida más fácil, sino encontrar una estabilidad y un punto de partida.

No depender más de éxitos o fracasos, y en último término de nosotros mismos, sino en Otro que nos ama.

Nadie puede vivir sin apoyos, en este sentido, todo el mundo cree en algo. Jesús nos invita a sostenernos en Dios, como lo hizo él y porque él lo hizo. Nos enseña a orar « Padre nuestro que estás en el cielo ».

La adoración en silencio alimenta la reflexión y la inteligencia. Pero, aún más, nos coloca ante y en el misterio de Dios.

Disponer momentos « sabáticos »,  momentos de parada y vacío, ofrecer el propio tiempo para abrir la iglesia más próxima dos horas cada semana, orar con otros, unirse a la Iglesia local para hacer memoria cada semana de la muerte y la resurrección de Cristo… todo esto deja que Dios habite nuestra cotidianidad.

En cada ser humano hay una vida interior. Allí se mezclan la luz y las sombras, alegrías y miedos, la confianza y la duda. Descubrimientos asombrosos pueden tener lugar.

Cuando nos sabemos amados, o amamos, cuando vivimos lazos de amistad, e incluso cuando la belleza de la creación o de la creatividad humana nos conmueve, surge la evidencia de que la vida es bella. Estos momentos pueden sorprendernos, llegan incluso en medio de un tiempo de sufrimientos, como una luz que viene de otro lugar.

Podemos ver ahí con simplicidad la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas.

En nuestro tiempo, en el que muchos conocen rupturas y cambios inesperados en su existencia, la relación con Cristo puede dar continuidad y sentido.

La fe no disuelve todas nuestras contradicciones interiores, pero el Espíritu Santo nos dispone a una vida vivida en la alegría y en el amor.

Cuarta propuesta:  Abrirnos sin temor al futuro y a los demás.

La convicción de la fe no nos encierra en nosotros mismos. La confianza en Cristo nos abre a la confianza en el futuro y a la confianza en los demás. Ella nos incita a afrontar valientemente los problemas de nuestra existencia y de nuestra época.

La fe es como un ancla que nos afianza en el futuro de Dios, en Cristo resucitado con quien ella nos une inseparablemente. Si bien el Evangelio no da lugar a ninguna especulación sobre la vida después de la muerte, nos comunica, sin embargo, la esperanza de que veremos al Cristo que es ya, ahora, nuestra vida.

La fe nos lleva a no tener ya miedo ni del futuro ni de los demás.

La confianza de la fe no es ingenua. Ella es consciente del mal que está presente en la humanidad, incluso en nuestro propio corazón. Pero no olvida jamás que Cristo ha venido para todos.

La confianza en Dios hace nacer en nosotros una nueva mirada sobre los demás, sobre el mundo, sobre el futuro, una mirada de agradecimiento y de esperanza, una mirada para la belleza.

La confianza en Dios libera la creatividad.

Y podemos cantar con San Gregorio, que vivió en siglo IV: « Oh tú, más allá de todo, ¿qué espíritu puede comprenderte? Todos los seres te celebran. El deseo de todos aspira hacia ti.»

Testimonio de Laura: Experiencia en Taizé

La verdad que es difícil describir una semana tan intensa en unas líneas; no sólo por la cantidad de momentos que hemos compartido, de los que incluso ahora mismo no podría recordar todos, sino por la cantidad de sentimientos que han aflorado en nuestro interior en esta semana. Sí, hablo de sentimientos, eso tan difícil de describir y que tanto nos cuesta explicar en palabras. Es difícil identificar todo lo que puedes llegar a sentir allí, o mejor dicho, lo que yo he llegado a sentir allí, pero me encantaría con este pequeño testimonio intentar transmitiros al menos un poco de ello.

Es impactante ver cómo, en los tiempos que corren y la sociedad en la que vivimos, en la que ser cristiano, creer en Dios o, incluso, tener una vida espiritual no está de moda, puedes llegar a encontrar más de 3000 jóvenes reunidos por inquietudes comunes y que estas sean para intentar buscar, perseguir y sentir la presencia de Dios cerca. Porque queremos a Dios en nuestras vidas y porque aunque haya muchas cosas que todavía no entendamos o compartamos, intentamos alejarnos de la superficialidad a la que nos invita la sociedad persiguiendo la profundidad de la vida espiritual y la compañía de Dios. En relación a esto de nuestras dudas, causa por la que he visto que mucha gente va a Taizé por primera vez, me ha marcado una frase del hermano Alouis que dice: “Creer en Dios, confiar en él, es apoyarnos en él. Tener fe no significa poder explicar todo o tener una vida más fácil, sino encontrar una estabilidad y un punto de partida”. Eso es, un punto de partida, un punto que nos sirva para poder trasladar a nuestra vida cotidiana esta experiencia vivida. Creo que este es uno de los puntos más importantes para mí y supone un reto y un compromiso para la vuelta de Taizé; porque lo más importante es que Taizé no se quede en esta semana tan increíble que hemos vivido sino que, de alguna forma, sepamos continuarlo e intentar vivir algo parecido en nuestra vida diaria. Para nosotros los jóvenes, esto no ha hecho más que empezar y experiencias como estas nos colman de energía, esperanza y amor en este camino que hemos elegido al lado de Dios.

Sobre la oración en Taizé, me gustaría contar que es muy bonita la forma de rezar allí, creo que es algo que sorprende a todo el mundo. Para mí uno de los momentos más bonitos es ver esa iglesia tan grande llena hasta rebosar y todo el mundo cantando, allí no hay nadie que no lo haga. Estas oraciones van más allá de los rezos cotidianos del “padrenuestro” o “ave maría”, son unos cantos preciosos que te remueven el alma. Sí, es una forma de rezar diferente, que llega dentro del corazón y que te hace pensar y plantearte muchas cosas que nunca se te habría ocurrido plantearte. “Dios es amor, atrévete a vivir por amor”  para mí es una de los cantos más bonitos de Taizé. Al pensar en esta frase, me he dado cuenta que para mí Dios es amor y que ese amor está en las personas; está en los niños, en los adultos, en los más mayores, en mí, en ti y hasta en la última persona del mundo. Cada persona tiene algo de él, y por eso en una sola semana en Taizé puedes llegar a conocer más profundamente a algunas personas de allí que a cualquiera de tu vida diaria en muchos años. Es algo asombroso y estoy realmente conmocionada.

Me encantaría que muchos jóvenes más pudieran exprimir y aprovechar una experiencia como esta, porque no es algo inalcanzable pero si único, y creo que no se puede vivir algo igual en ningún sitio. Hemos comentado mucho en estos días, que no sabríamos como explicar esta experiencia a amigos que no lo conocen para animarles a vivirlo, porque como he comentado al principio, es difícil transmitir sentimientos tan fuertes. Taizé hay que vivirlo, y con esto animo a todos los que lo lean a que vayáis, porque, ¡no os vais a arrepentir!  Taizé te hace sentirte especial y la mayoría de la gente que va allí no deja de ir. De hecho, casi todas las personas que hemos conocido, no sólo no iban por primera vez sino que se ha convertido en sus vidas como un plan indispensable cada verano.

No quiero terminar mi testimonio sin dar gracias a Dios. Dar gracias porque haya gente como el hermano Roger, y todos los que le han seguido, que entreguen su vida a servir a los demás, regalándonos a nosotros esta gran oportunidad de fe que enriquece tanto nuestras vidas. Es un gran esfuerzo el que hacen para hacer posible estos encuentros y nada de lo que hemos vivido sería posible sin ellos.

También gracias a todo el grupo que hemos ido desde acoger y compartir: a Alberto y a José Miguel por facilitarnos vivir esta experiencia y, por supuesto, al resto también. Cada uno ha aportado algo especial al grupo y hemos conseguido tener una unión muy fuerte, que al menos a mí, me ha hecho sentirme cada día protegida, segura, sin preocupaciones y muy muy a gusto toda la semana.

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