Meditación de hermano Alois

Hermano Alois, Riga, sábado 31 de diciembre de 2016

Nuestra peregrinación toca a su fin. De regreso esta noche a casa de las familias que os han acogido, transmitidles una vez más nuestro agradecimiento. Su hospitalidad nos acompañará como una luz en nuestro camino.

Llevemos esta luz mañana a nuestras casas. Es la luz del mismo Cristo. Alumbrará nuestra vida de cada día. Reavivará siempre de nuevo en nosotros la esperanza.

Con esta luz atravesaremos las oscuridades que podrían desanimarnos. Nos permitirá no ceder al miedo ante las inestabilidades y los cambios profundos del mundo.

La luz que hemos encontrado aquí es una luz de paz. Mañana será la Jornada Mundial de la Paz. Esta noche vamos a orar por todos aquellos que sufren la violencia, la injusticia o la pobreza.

De vuelta a casa, cada uno de nosotros puede ser constructor de paz, cada uno puede inscribir la no violencia en su vida cotidiana. Cada uno de nosotros podría ir a compartir la luz de la paz con una o varias personas: nuestros seres queridos, una familia que vive en situación de precariedad, una persona sin techo, un niño abandonado, un refugiado.

Algunas veces, podemos aliviar un sufrimiento. Siempre, podemos dedicar al otro atención desde el corazón, lo que es tan importante como la ayuda material: escuchar a un refugiado contar su historia, o a una madre sola que está desempleada y no sabe cómo preparar el futuro de sus hijos...

Cuando vamos muy sencillamente hacia aquellos que son más pobres que nosotros, hacemos un descubrimiento: nos dan algo, nos ayudan a aceptar nuestras propias debilidades y nuestra vulnerabilidad, nos enseñan el valor inestimable de la bondad humana.

Los pobres de este mundo están, a veces sin saberlo, muy cerca de Jesús que era pobre entre los pobres. Cuando abrimos nuestro corazón a aquellos que son heridos por la vida, nos acercamos a Jesús. Con ello, comprendemos mejor sus palabras y su luz se reaviva de nuevo en nosotros. El sentido de nuestra vida se vuelve más evidente, es un signo del amor de Dios, estamos hechos para amar y ser amados.

Y quiero ahora anunciar una última noticia. Hay entre nosotros jóvenes de varios países de Asia. Dentro de un año y medio, serán ellos, a su vez, quienes acojan una etapa de nuestra peregrinación de confianza. Será del 8 al 12 de agosto de 2018 en la ciudad de Hong Kong.

Al igual que todos vosotros, nosotros, los hermanos, vamos a volver a casa a Taizé. Pero haremos un alto en el camino, en los dos países vecinos. Algunos hermanos irán a animar una oración en Tallin, en Estonia, otros irán a Vilnius y a Kaunas, en Lituania. Los países bálticos, aún siendo muy diferentes entre sí, forman también una unidad. No olvidan que un día, para reclamar su independencia, formaron una cadena humana que atravesaba los tres países de Norte a Sur.

Damos las gracias a los tres países bálticos por su valentía, su hospitalidad y, para muchos de sus habitantes, su fe. Gracias por la luz que hemos recibido aquí, ella nos guiará en la peregrinación de confianza de nuestra vida de cada día.

Hermano Alois, Riga, viernes 30 de diciembre de 2016

Desde nuestra llegada a Riga el miércoles, nuestros encuentros y nuestras oraciones comunes han estado impregnadas de gran alegría. Al mismo tiempo, somos plenamente conscientes de la gravedad de las situaciones políticas y económicas que se dan en Europa y en el mundo.

Juntos abrir caminos de esperanza. Va más allá de ser el tema de nuestro encuentro, es lo que estamos experimentando estos días. La hermosa hospitalidad que estamos encontrando en Riga alimenta esta esperanza.

Querría decir muchísimas gracias a todos los que nos han acogido en Riga: las familias, las parroquias, las autoridades de la ciudad y del país. Las diferentes Iglesias se han aunado para recibirnos, luteranos, católicos, ortodoxos, bautistas, pentecostales, evangélicos. Y querría dar las gracias especialmente a aquellos que, sin compartir la fe cristiana, nos han acogido también en sus hogares.

Vosotros, Letones, habéis abierto vuestras casas y vuestros corazones a jóvenes que no conocíais. Entre los dones de vuestro pueblo, está el de la hospitalidad.

Nuestro encuentro es portador de un mensaje para Europa: optamos por una fraternidad europea respetuosa con las particularidades locales, donde la voz de cada pueblo cuenta. Y nos comprometemos a construir lazos de amistad en Europa y también más allá de las fronteras de nuestros países europeos.

Para nosotros, cristianos, la fraternidad tiene también otro nombre, el de comunión. Sí, Cristo nos une en una sola comunión, con todas nuestras diversidades de culturas y de tradiciones cristianas.

El año que comienza será el del 500º aniversario de la Reforma. Esta aportó una profunda inspiración a la Iglesia. Pero desgraciadamente también condujo a una profunda división.

Vosotros, los jóvenes que estáis aquí, protestantes, ortodoxos, católicos, dais testimonio, con vuestra presencia, de vuestro deseo de unidad. Estáis en lo cierto: debemos estar juntos para que se revele el dinamismo del Evangelio. Como en el pasaje que hemos leído esta noche acerca de los primeros cristianos, queremos ser un solo corazón y una sola alma.

Es al caminar juntos cuando la esperanza que nos viene de Cristo se manifiesta con claridad. Ha vencido a la muerte y al odio, nos reúne hoy en una sola comunión de todos los bautizados.

Si estamos unidos en Cristo, podemos ser un signo de paz en una humanidad desgarrada. Sí, nuestra fraternidad, nuestra comunión, puede preparar la paz.

Mañana reflexionaréis juntos sobre la cuarta propuesta para 2017: Acrecentar la fraternidad para preparar la paz. Con muy poco, incluso con casi nada, cada uno de nosotros puede ser constructor de paz, en lo cercano y en lo lejano. Todos los seres humanos, e incluso toda la creación, anhelan la paz. También nuestro cuidado por el medioambiente contribuye a la paz.

Y quiero plantear ahora una propuesta concreta. Desde mi visita a Siria en Navidad del año pasado, hemos acogido en Taizé a una familia siria así como a una familia iraquí de Bartella, cerca de Mosul. Los niños Manuel y Noor que están aquí, a mi lado, son de esta familia iraquí. Les digo continuamente: Dios os ha enviado a nosotros.

He seguido asimismo en contacto con algunas personas en Siria. La semana pasada hablé por teléfono con una comunidad cristiana en Alepo. En medio de la terrible tragedia que está viviendo el pueblo sirio, hay quienes resisten con entereza y hacen todo lo que pueden para aliviar los sufrimientos. Me dije: debemos apoyarles.

Con nuestra Operación Esperanza, la colecta de Taizé, queremos apoyar económicamente a esta comunidad en Alepo, en Siria, y también a una comunidad en Mosul, en Irak. Cuidan de niños que han sufrido traumas, contribuyen a la reconstrucción de casas que han sido destruidas. Con ello ayudan a las personas a permanecer en sus países. En la hoja que se os ha repartido podéis encontrar cómo participar en esta ayuda solidaria.

En 2017 nuestra peregrinación de confianza a través de la tierra va a continuar. En Taizé tendrán lugar encuentros cada semana, con una semana especial en agosto reservada para jóvenes adultos de 18 a 35 años, para permitirles profundizar en común su compromiso.

En otros lugares del mundo, tendremos, entre otros, encuentros en Birmingham, una de las ciudades más multiculturales y multi-religiosas de Europa; en San Luis en Estados Unidos, donde las tensiones étnicas siguen presentes después de los sucesos de Ferguson de hace dos años; en Egipto, donde la Iglesia Ortodoxa Copta ha sufrido recientemente una nueva prueba.

En este año del aniversario de la Reforma protestante, animaremos, en el marco del Kirchentag alemán, una oración en Wittenberg, la ciudad de Lutero, y otra oración en Ginebra, en Suiza.

Y tendrá lugar el próximo encuentro europeo, en...

Para aportar ayuda a Siria y a Irak, especialmente a los niños: www.taize.fr/help

Hermano Alois, Riga, jueves 29 de diciembre de 2016

¡Estamos siendo tan bien acogidos en Riga! Una vez más comprendemos que la hospitalidad es un valor fundamental y universal. Todos los seres humanos tienen sed de comunión, de amistad. Cuando experimentamos esto, nuestra vida adquiere un sentido más profundo.

Querríamos vivir una hospitalidad del corazón como esta, no solo en momentos excepcionales, sino a diario en nuestras vidas. Comenzando por los más cercanos a nosotros: dedicarles nuestro tiempo, escucharles, y también dejarnos acoger por ellos.

Ensanchemos a continuación la hospitalidad más allá de los que tenemos cerca. Estamos escuchando estos días el testimonio de personas que van hacia los más pobres. Estas personas nos dicen lo felices que son de poder ayudar a otros, pero nos hablan también de todo lo que reciben de ellos.

Sí, cuando vamos hacia aquellos que son más pobres que nosotros, incluso con las manos vacías, una alegría nos es dada. En Taizé hemos vivido esto a menudo, en particular a lo largo de este año con los refugiados que hemos acogido. Estar cerca de ellos en su sufrimiento, escuchar sus historias, nos ha llevado a desarrollar amistades asombrosas.

Por supuesto, la llegada de tantos refugiados que quieren entrar en Europa plantea cuestiones complejas y nadie tiene soluciones fáciles. Pero estoy convencido de que, sin contactos personales, no encontraremos una solución. Sin estos contactos, corremos el riesgo de que el miedo, que es comprensible, lleve las de ganar.

Es más, en todos nuestros países, desde hace mucho tiempo viven, unos junto a otros, pueblos de culturas diferentes. Creemos, también ahí, contactos personales, puentes. Vayamos más allá de los prejuicios. Incluso con pocos medios, con casi nada, podemos comenzar. Vayamos hacia el otro, con una gran sencillez.

Hoy en día, las tensiones y los cambios profundos de nuestras sociedades son tales que, para no sucumbir al desánimo, todos debemos adoptar con fuerza una decisión interior. ¿Qué decisión?

Consiste, para nosotros cristianos, en ahondar nuestras raíces aún más profundamente en Cristo Jesús. La fe, la confianza en Dios, no puede ser para nosotros una realidad al margen. Se trata ni más ni menos que de poner siempre de nuevo a Cristo en el centro de nuestras vidas.

En el Evangelio de esta noche hemos escuchado su palabra: «Ve, vende todo lo que tienes, y ven y sígueme». ¡Qué petición tan radical! Pero no es inalcanzable. Todos nosotros podemos comenzar o comenzar de nuevo a poner en práctica esta palabra de Cristo.

Esto es posible porque, antes de pedirnos lo que quiera que sea, primero Cristo nos acerca junto a sí. Nos ama a cada uno y a cada una con un amor incondicional, loco incluso. Ni siquiera nuestras faltas hacen que disminuya el amor que nos tiene.

Acojamos a Cristo, también nosotros, con amor. Ofrezcámosle hospitalidad. Nos mira con confianza. Y entonces el miedo deja sitio al valor. Lo imposible se convierte en posible.

Lo acogemos en la oración sencilla e incluso pobre, en su palabra y en los sacramentos. Y con toda seguridad lo acogemos también cuando tenemos un contacto personal con un pobre de la tierra. Jesús mismo nos dijo: «Lo que hicisteis a uno de los más pequeños, a mí lo hicisteis».

Mañana reflexionareis juntos sobre la segunda propuesta para 2017. Cristo nos invita a simplificar nuestra vida para compartir. Sí, elegir una vida de sencillez es fuente de libertad y alegría. No vacilemos en hacer o hacer de nuevo esta elección, sin esperar.

Hermano Alois, Riga, miércoles 28 de diciembre de 2016

¡Qué alegría ser acogidos en Riga! Venimos de toda Europa, desde Portugal hasta Rusia, pasando por Polonia y Ucrania. Algunos vienen incluso de más lejos, de otros continentes, especialmente de Corea del Sur y de Hong Kong.

Ante la inestabilidad del mundo de hoy, necesitamos reunirnos en una gran fraternidad que esté por encima de las fronteras. Que Letonia, uno de los países bálticos, pueda acoger a jóvenes de toda Europa, es un signo de esperanza que nos alienta.

Querría dar muchísimas gracias a los letones. Y creo que lo hago en nombre de todos vosotros, ¿verdad?

Queridos amigos letones, como el resto de los países bálticos, sois una nación pequeña. Viniendo a vosotros como peregrinos, querríamos expresar que, en el concierto de las voces europeas, vuestra voz cuenta. Con vuestra cálida acogida hacéis que esta voz se escuche en todo el continente.

En el pasado habéis sabido sufrir y habéis sabido amar. Los de más edad podéis aún dar testimonio de ello. Vuestra historia, a menudo dolorosa, os ha preparado para ser una tierra de reconciliación, un puente entre diferentes partes de Europa. Apoyamos la valentía con la que respondéis a esta vocación.

Juntos abrir caminos de esperanza – este es el tema de nuestro encuentro que comienza esta noche. Lo traigo conmigo de Benin, en África, donde tuvimos un encuentro continental en septiembre. Con 7500 jóvenes de diferentes países, experimentamos que la esperanza brota cuando estamos juntos.

¿Por qué en África? ¿Y por qué, otros años en otros continentes, nuestra pequeña comunidad de Taizé ha emprendido una peregrinación de confianza a través de la tierra?

Una de las razones es la globalización, la interdependencia entre los países y los continentes. Y querríamos contribuir a una globalización de la fraternidad. Pero no es esta la razón más profunda.

Otra razón es poder escuchar mejor a los jóvenes de las diferentes zonas del mundo y sostenerles en su confianza en ellos mismos, en sus países, en el futuro de sus países.

Pero la razón más esencial para nosotros se encuentra en la fe de que Cristo vino para toda la humanidad, de que quiere plenitud de vida para todos los seres humanos. Nos reúne a todos en una sola familia humana.

Lo que querría transmitiros de la etapa africana de nuestra peregrinación de confianza, es la vitalidad de los jóvenes de ese continente, su capacidad para perseverar en la confianza, incluso cuando el horizonte se ensombrece.

Y querría trasladaros un llamamiento que estos jóvenes africanos dirigen a los europeos: nos piden que propiciemos mayor justicia en las relaciones económicas y políticas internacionales.

La fe, la confianza en Dios, es muy viva en África. También nosotros, durante estos días en Riga, queremos ir a las fuentes de la fe. Habéis recibido las cuatro propuestas para el año 2017. Mañana por la mañana reflexionaréis juntos sobre la primera: «Mantenerse firmes en la esperanza; ella es creativa.»

Para fortalecer nuestra esperanza, más allá de un optimismo ingenuo, atrevámonos a creer en la fuerza del Espíritu Santo. Apoyémonos en él, aunque sea invisible. Está presente en nuestros corazones y en el mundo.