Juntos abrir caminos de esperanza
A comienzos de septiembre del 2016, una etapa de la peregrinación de confianza reunió a 7500 jóvenes africanos en Cotonú, Benín.¹ El tema de este encuentro continuará inspirándonos a lo largo del año 2017: juntos — no aislados, sino apoyándonos unos en otros — abrir caminos de esperanza – en nosotros mismos, en nuestro entorno y para la familia humana.
Una de las cuestiones planteadas en Cotonú fue ésta: para alimentar la esperanza, ¿cómo salir de una pasividad que se contenta con esperar un cambio que viene de fuera? ¿Qué formas de compromiso están al alcance de cada uno?
Es urgente que aquellos de otros continentes escuchen a muchos africanos que aspiran a una mayor justicia en las relaciones políticas y económicas internacionales: ésta es una de las condiciones para que los africanos puedan contemplar de forma realista la construcción de un futuro en sus propios países.
Para preparar su futuro, un número cada vez mayor de jóvenes en África quieren hacer uso del gran potencial creativo que les caracteriza. Serán capaces de despertar la valentía de jóvenes que en otras partes del mundo experimentan situaciones semejantes.
Para continuar la reflexión del encuentro de Cotonú, en Taizé y otras partes, presentamos cuatro propuestas que nos conducirán a abrir caminos de esperanza
Intentaremos descubrir cómo realizar estas propuestas con sencillez, una de las tres realidades –junto con la alegría y la misericordia– que el Hermano Roger quiso poner en el corazón de la vida de la Comunidad de Taizé.
¹ Después de Johannesburgo (1995), Nairobi (2008) y Kigali (2012), esta cuarta etapa africana de la peregrinación de confianza sobre la tierra fue organizado en Cotonú, Benín, del 31 de agosto al 4 de septiembre, a invitación de las Iglesias Católica y Metodista del país. Además de los que venían de Benín, los 7500 participantes vinieron principalmente de Togo (800), Nigeria (550), Ghana (100), Burkina Faso (160) y Costa de Marfil (50). En total, veinte países africanos estaban representados, así como sesenta europeos de quince países. El francés, el inglés y el fon fueron utilizados en talleres y foros; la liturgia incluyó también cantos en yoruba y mina.
Primera propuesta :
Mantenerse firmes en la esperanza; ella es creativa
Esperando contra toda esperanza, Abrahán creyó y así se convirtió en padre de numerosos pueblos. (Romanos 4,18)
Esta esperanza es el ancla de nuestra alma. Es firme y segura. (Hebreos 6,19)
Quien no acoge el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. (Lucas 18,17)
En la inestabilidad del mundo de hoy, somos desconcertados por la violencia, el sufrimiento y las injusticias. Toda la creación gime, como si sufriera dolores de parto. El Espíritu Santo gime también, pero este mismo Espíritu es el sostén de nuestra esperanza (ver Romanos 8,22.26). Entonces, ¿qué podemos hacer?
La fe es una sencilla confianza en Dios. No nos ofrece respuestas prefabricadas, pero hace posible que no nos quedemos paralizados por el miedo o el desánimo. Nos lleva a comprometernos y nos pone en camino. Por ella sabemos que el Evangelio ensancha el horizonte de la esperanza más allá de toda esperanza.
Esta esperanza no es un optimismo fácil que cierra los ojos a la realidad, sino un ancla echada en Dios. Ella es creativa. Signos de ella pueden encontrarse ya en los lugares más inesperados de la tierra.
Atrevámonos a creer en la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones y en el mundo. Apoyémonos en esta presencia, aunque sea invisible.
¡Que nuestra fe permanezca sencilla, como la confianza de los niños! No se trata de reducir su contenido sino de conectar con lo que está en su centro: El amor de Dios por la humanidad y por toda la creación. La Biblia cuenta su historia, desde el frescor de sus comienzos, a través de los obstáculos e incluso de las infidelidades humanas. Dios no se cansa de amar: ¡Que este mensaje nos mantenga en la esperanza!
Para que nosotros y los que están cerca de nosotros nos impregnemos de este mensaje, encontrémonos más a menudo para la oración común. Que su sencilla belleza refleje algo del misterio de Dios y conduzca a un encuentro personal con Él.
Segunda propuesta :
Simplificar nuestra vida para compartir
Jesús dijo: “Soy sencillo y humilde de corazón” (Mateo 11,29)
Lo que habéis recibido gratis; dadlo gratis (Mateo 10,8)
Jesús dijo al joven rico: Ve, vende tus posesiones y dáselo a los pobres… Después, ven y sígueme. (Mateo 19,21)
La avidez –la carrera en pos del dinero y el éxito– conduce a la injusticia y también a frustraciones. Desarrollar un espíritu de compartir, como nos invita el evangelio, es uno de los caminos de esperanza que necesitamos abrir hoy.
Elegir una vida de sencillez es fuente de libertad y alegría. La existencia se aligera.
La sencillez es limpieza de corazón. Sin ser ingenua, ella rechaza la desconfianza. Es lo inverso de la duplicidad. Permite dialogar sin miedo con cada persona, cara a cara. La vida de Jesús fue en esto ejemplar.
En el dominio de lo material, persigamos una continua simplificación. Esto nos inspirará gestos de compartir frente a los sufrimientos humanos, a la humillación de la pobreza, a las injusticias, a las pruebas que sufren los emigrantes, a los conflictos a través del mundo…
Apoyemonos mutuamente para suscitar signos valientes de esperanza en nuestros barrios, en nuestros lugares de trabajo o estudio, en un compromiso social o medioambiental.
Busquemos a través de un estilo de vida sencillo y sobrio estar en mejor armonía con la creación, contribuyendo así a la lucha contra los desastres ecológicos y el calentamiento global. Este combate no incumbe sólo a los líderes de las naciones; todos podemos, por ejemplo, consumir más localmente, utilizar más los transportes públicos…
Que esta pregunta llene nuestros corazones: ¿Estoy dispuesto a seguir a Cristo, sencillo y humilde de corazón, eligiendo pertenecerle para siempre en la simplicidad de un sí, en un espíritu de gratuidad?
Tercera propuesta :
Estar juntos para que se revele el dinamismo del Evangelio
Cada día, los primeros creyentes se reunían en el templo. Partían el pan por las casas y comían juntos con alegría y sencillez de corazón (Hechos 2,46)
Hay diversidad de dones espirituales, pero un mismo Espíritu que los concede. Hay diversidad de maneras de servir, pero servimos al mismo Señor (1 Corintios 12,4-5)
No olvidéis la hospitalidad, pues gracias a ella, sin saberlo, algunos acogieron a ángeles (Hebreos 13,2).
La Biblia cuenta la historia de dos hombres, Pedro y Cornelio, opuestos en muchas cosas, pero que al encontrarse descubrieron una verdad antes desconocida para ambos. Fue necesario que estuvieran juntos para comprender que el Espíritu Santo les llevaba a franquear las fronteras y reunir a los que se creían extranjeros. El dinamismo del Evangelio se revela sólo cuando estamos juntos. (Leer capítulos 10 y 11 de los Hechos de los Apóstoles).
Cuando los cristianos están divididos, entre confesiones o en el interior de una misma Iglesia, el mensaje del Evangelio se oscurece. ¿Seremos capaces de caminar juntos sin dejar que nos separaren nuestras diferencias? Si, como cristianos, supiéramos mostrar que la unidad es posible en la diversidad, ayudaríamos a la humanidad a ser una familia más unida.
Cristo nos reúne en una sola comunidad de hombres y mujeres, de niños y ancianos, de todos los horizontes, lenguas y culturas, e incluso de naciones opuestas por la historia. Busquemos signos sencillos para mostrar esto en los lugares en los que vivimos.
Para estar viva, toda comunidad es llamada a descentrarse de sí misma. Desarrollemos una actitud de hospitalidad, a imagen de Dios, hacia cristianos que tienen opciones alejadas de las nuestras. Una tal apertura de corazón necesita un esfuerzo de “traducción”, pues las creencias y convicciones puedes ser como lenguas extranjeras unas de otras.
Si bien entre cristianos separados perdura aún el recuerdo de intolerancias recíprocas en la historia y aunque todos los hilos no se puedan desenredar, atrevámonos a acogernos mutuamente de igual modo, perdonando, y sin tratar de buscar quién tuvo razón o quién se equivocó. No hay reconciliación sin sacrificio.
La hospitalidad va de la mano con el reconocimiento del otro en su alteridad. Cuando sus creencias sigan pareciéndonos incomprensibles, podemos al menos estar atentos a su autenticidad. ¡Que haya un elemento de fiesta en el descubrimiento del otro
Cuarta propuesta :
Acrecentar la fraternidad para preparar la paz
Jesús no se avergonzó de llamarnos hermanos y hermanas (Hebreos 2,11)
Jesús dijo: “Tenéis un solo maestro, y todos vosotros sois hermanos y hermanas. Y no llaméis a nadie sobre la tierra ‘padre’, pues sólo tenéis un Padre, el del cielo”. (Mateo 23,8-9).
Él también dijo:“Quienquiera que haga la voluntad de mi Padre del cielo es mi hermano y hermana y madre”. (Mateo 12,50)
Jesús dijo: “Vendrán de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en el banquete del Reino de Dios” (Lucas 13,29)
Contribuir a la paz y a la justicia internacional es otro camino de esperanza que podemos abrir hoy.
La paz sobre la tierra comienza en el corazón de cada persona. Nuestro corazón necesita ser cambiado en primer lugar, y este cambio supone una conversión muy sencilla: dejarse habitar por el Espíritu de Dios, acoger una paz que se ensanchará y se comunicará de persona a persona. “Adquiere la paz interior y miles entorno a ti encontrarán la salvación” (Serafín de Sarov, monje ruso, 1759–1833).
Con nuestras propias vidas, escribamos las páginas nuevas de una sencilla fraternidad que vaya más allá de las divisiones y los muros: muros físicos construidos en diferentes partes del mundo así como muros de ignorancia, de prejuicio y de ideología. Estemos abiertos a otras culturas y mentalidades.
No permitamos que el rechazo al extranjero entre en nuestro corazón, pues el rechazo del otro es la semilla de la barbarie. En lugar de ver en el extranjero una amenaza a nuestro nivel de vida o nuestra cultura, acojámosle como miembro de la misma familia humana. Vayamos a visitar a los refugiados. Con el sencillo propósito de conocerles y escuchar sus historias. Luego –¿quién sabe?– otros pasos de solidaridad podrían seguir.
Encontrémonos con los que son diferentes a nosotros. Compartamos con los que piensan de forma diversa, en un diálogo en el que se escuche verdaderamente, en el que se evite oponerse incluso antes de haber comprendido al otro. Sepamos permanecer en las fracturas. Construyamos puentes. Oremos por aquellos que no comprendemos y no nos comprenden.
Multipliquemos los signos de fraternidad más allá de las fronteras de las religiones. Encontrarnos con creyentes de otras religiones nos anima a profundizar en el conocimiento de nuestra propia fe, mientras nos preguntamos qué quiere decirnos Dios, qué quiere entregarnos a través de estos hermanos y hermanas tan diferentes.