INAUGURACIÓN DE LAS NUEVAS AULAS EN CHATEAU - HAITI
Desde hace años Haití es un lugar muy querido por Acoger y Compartir y los Redentoristas. No nos olvidamos de Haití, le podríamos decir al desaparecido Forges porque AyC, periódicamente, visita los proyectos realizados y los que se están llevando a cabo. Cada visita tiene mucho de pequeñas alegrías y de herida abierta escuchando y viendo el sufrimiento de los más pequeños.
Esta vez hemos ido el fotógrafo maño José Garrido y quien firma estas notas. Ha sido una visita breve, pero llena de ese deseo que anima a los poceros a horadar hasta encontrar la vena del agua.
Llegamos a la comunidad redentorista de San Gerardo en Puerto Príncipe, capital de Haití, donde nos esperaba el P. Raphael, y con él preparamos la agenda para la visita. Será él quien nos acompañe hasta los proyectos del sur.
Alguien había puesto en el frigo unas cervezas para calmar ese sofocante calor que te golpea al llegar. El mismo que produce las tormentas de las tardes o las noches. Y fue lo que ocurrió. Este primer día llevamos a José a Boutilier, una de las montañas que cercan la capital, pero una densa niebla seguida de una torrencial lluvia impidieron que pudiera hacer ninguna foto. Volvimos a la comunidad porque la lluvia arreciaba haciéndonos pensar que lo programado no se podría realizar.
Fue la primera sorpresa del viaje. A las cinco de la madrugada ya no llovía; pero no paraban de ladrar los perros, kikirear los gallos y empezaban a llegar desde las laderas de la ciudad los chillones cantos, los prolongados aleluyas, entonados por quienes necesitan gritar porque la sola palabra o el silencio le son insuficientes. Escuchando ese griterío uno piensa que es posible cantar como quien hace alabanza a Dios en el caos de una fiesta de niños. Pero en muchos lugares de Puerto Príncipe a esa primera hora de la mañana, silenciosamente, también se reza.
A José Garrido le impresionó la oración de la comunidad redentorista que reza en una pequeña habitación de lo que quedó en pie tras el terremoto. Él dormía justo en frente y me recordó varias veces durante la jornada cómo le había impresionado despertarse escuchando que otros estaban orando. Parece incomprensible que el grito más sonoro al romper el día en Puerto Príncipe, sea ¡aleluya!. Desafinado, quizás, porque quien canta no cenó o no sabe si encontrará algo para comer ese día; pero no renuncia a cantar.
A las 7:30 del miércoles estábamos ya en el colegio san Gerardo. Los pequeños llegaban a la escuela. Todos aseados, algunos limpiándose sus zapatos para entrar a clase con ellos impolutos. Otros con el cuello cuidadosamente empolvado con talcos para hacerles más llevadero el calor. José no respiraba entre foto y foto, mientras los niños y niñas iban ocupando el patio del colegio. Con sus dos cámaras al cuello sudaba abundantemente. Estaba como en éxtasis. Disfrutando de su vocación sin parar de hacer fotos.
Acompañados por el director Gilbert Petrop, CSsR. pudimos repasar las instalaciones, hablar con algunos profesores y constatar la alegría de estos quinientos niños/as hijos de familias con pocos recursos que son los beneficiarios de esta escuela construida, con tanto esfuerzo, a partir de las donaciones hechas tras el terremoto por tres ONG redentoristas.
Visitamos el monumento levantado por el barrio a las víctimas del terremoto junto al colegio, ahí están sepultados los niños que murieron al hundirse la escuela anterior. Volvimos a la comunidad para iniciar el viaje hacia Les Cayes. A eso de las nueve ya estábamos intentando salir de la ciudad, pero los arrastres producidos por la lluvia de la noche habían inutilizado tantas calles que el atasco impedía salir. Casi tres horas bloqueados en la zona de Martissan, lo que nos hizo modificar el programa.
Cuando después de cinco horas de viaje llegamos y nos instalamos en Les Cayes, continuamos hacia Les Anglais para distribuir bolsas de comida a niños de esta zona paupérrima. En las bolsas había algo de lentejas, arroz, espaguetis, macarrones y leche. Para ir a este pueblo se unen a nosotros Flaude Merisier y Pierre Lord Raphael. Alguien no quería que anduviésemos solos por esa zona. Lo vivido en Les Anglais (Vérone) fue tristísimo, como lo es constatar la realidad de niños que no comen todos los días.
Antes de anochecer regresamos a Les Cayes volviendo a pasar por Chardonière, Port-a-Piment, Dame A Saint, Aux Coteaux, Roche Bateau y Port Salut. En el corazón, las imágenes tristes de la tarde junto a la convicción de que no podemos permanecer pasivos sabiendo que hay familias que no tienen para dar de comer a sus hijos cada día.
El jueves amaneció luminoso. Iniciamos el día visitando la escuela de Fonfrede. Los niños cantaron y aplaudieron. El diácono Wily François, director pedagógico, nos llevó a ver la zona que sigue inutilizada desde el desastre del huracán Mattew. Hablamos de algunos aspectos para que la escuela funcione mejor y se comprometieron a escribir un proyecto que recupere los espacios dañados. Ya en la comunidad redentorista, el padre Viler Constanvil nos habló de la muerte de Cherlot, un joven que había participado en las escuelas de verano organizadas por AyC.
Continuamos viaje hacia la escuela de Chateau, en la sierra. Al mediodía, inauguración de las nuevas aulas. Nos esperaba el director del colegio Jean Claudel Pierre, el diácono Georges Nole Gustave (director pedagógico), los profesores y el comité de padres de los niños. La celebración fue sencilla. Saludos, palabras de agradecimiento para los amigos españoles de Acoger y Compartir por parte de un joven y un padre de familia. Igualmente de parte de Mons. Wily Romelus, obispo emérito de Jeremie presente en el acto. Cantos y oraciones. Unas palabras de José Miguel. Y el regalo de un cáliz enviado por nuestro amigo Michael Meyer desde Alemania. Hubo camisetas para los más pequeños.
Terminamos la mañana con una comida común en la casa parroquial. Fue una sorpresa la llegada de Gina, ahora Hermana Gina, una joven a la que AyC ayudó en la familia de acogida y en sus estudios. Nos anunció que va como misionera a Perú. Y me dijo: ”He tenido muy claro ante el Señor, que yo también quería hacer con mi vida lo que han hecho conmigo, ayudar a los demás”. Durante la comida un grupo de profesoras da las gracias por la ayuda económica del curso pasado. Nos recuerdan que las cosas no han ido a mejor y entre risas y rubores nos piden que repitamos el gesto porque no pasan de la mitad del mes.
De regreso al lugar donde estamos residiendo, vamos a Gentillote, la aldea en la que hemos ayudado a perforar un pozo. Se ha construido ya el depósito y el grifo para la distribución del agua, sólo falta la conexión para que la población pueda contar con agua potable.
El viernes visitamos el dispensario del Sagrado Corazón que tras el terremoto fue construido con la ayuda de las cenas de solidaridad, el grupo de Zaragoza y las Hermanas de la Consolación. Fue un momento especial para nuestro fotógrafo encontrar referencias al grupo de Zaragoza, y ver el servicio tan importante que está desarrollando el dispensario entre enfermos con escasos recursos. Nos piden ayuda para ampliar una habitación que pueda hacer de farmacia.
Reemprendíamos tan felices la vuelta hacia Puerto Príncipe cuando llegando a Petit Goave nos topamos con un piquete que estaba bloqueando la carretera como reivindicación de mejoras sociales. En otra ocasión ya hemos tenido esta experiencia y no fue nada positiva, así que seguimos las indicaciones de Flaude que hizo desviarnos para eludir la situación, continuando el viaje por otro camino. Esa noche pudimos dormir en Puerto Príncipe sin escuchar ningún tiroteo.
El sábado fue el día para estar en el orfanato Damabiah. Encontramos a los niños mucho mejor. ¡Lo que hace comer todos los días! Los setenta peques se volvieron como locos con los zapatos y sandalias que se les entregó. Se ha hecho una pequeña obra para separar la escuela de la zona del orfanato y han construido una cocina en el patio. También aquí los voluntarios que hacen de profesores piden alguna ayuda económica porque la situación “está muy mal”. Con el nuevo gobierno no han mejorado las cosas, ni tampoco la seguridad.
El programa del domingo fue ir a celebrar la eucaristía a una capilla en Boutilier. Ya de camino, subiendo una de las empinadas cuestas, explotó el radiador de nuestro coche. Nos salvó el mecánico Dadou que nos sacó de allí y nos llevó hasta la capilla para que pudiésemos celebrar la eucaristía. Llegamos una hora más tarde, pero allí estaban los buenos feligreses esperando. Celebramos con ellos la eucaristía. El salmo 21 de ese domingo decía: “los desvalidos comerán hasta saciarse”. Y en la oración brotaba un ¡ojalá, Señor, ojalá!.
Esa noche volvieron los truenos y la escandalosa lluvia. Habíamos preparado la maleta y una posible salida alternativa si se suspendían los vuelos, pero el lunes, antes de salir el sol, ya estábamos en el aeropuerto para iniciar el regreso a Madrid.
Conclusiones:
- Ayuda económica para las mamás profesoras de Chateau
- Hay que seguir ayudando a mantener el envío de comida para el orfanato de Puerto Príncipe, la escuela de Chateau y la de Fonfrede
- Hay que buscar la manera de reparar la zona inutilizada por el huracán en Fonfrede
- Hay que hacer que sea posible la instalación de unos baños en la planta segunda de la escuela de Chateau