Acoger y Compartir quiere dedicar este año a Abrahán y Sara, nuestros padres en la fe, en quienes convergen las tres grandes religiones monoteístas de la tierra: el judaísmo, el cristianismo y el Islam
Según la Bibia, Abrahán y su mujer Sara son los primeros seres humanos que creyeron en un único Dios. Su experiencia religiosa es la que brota de una oración hecha de conversación con un ser que les habla y al que responden. Su Dios es único –no hay otros dioses–, y personal –se relaciona con el ser humano de tú a tú–.
Quizás a nosotros, que vivimos en el ámbito de culturas marcadas por el monoteísmo, nos pueda parecer bastante “normal” y hasta “lógico” que Dios sea personal y único. Pero este modo de entender a Dios es una peculiaridad de la tradición abrahámica.
En las religiones místicas del Oriente (budismo, taoísmo, hinduismo) o en las religiones animistas de los pueblos nativos de América, África y Oceanía, Dios o no es personal o no es único. Todas las religiones que creen en un Dios único y personal veneran la paternidad de una sola figura: Abrahán.
Para la tradición que arranca de Abrahán y Sara, Dios es persona. Es decir Misterio insondable que, sin embargo, se da a conocer, se comunica. Dios habla, tiene una palabra para el ser humano. Y esa palabra pone en marcha una historia. Dios y el creyente viven una relación que lleva a alguna parte, y la vida adquiere un argumento, se convierte en proceso.
Historia y relación son los ingredientes básicos del ser persona. El hombre y la mujer creyentes se autocomprenden como personas en el cara a cara con la persona de Dios. Abrahán y su familia caminan y bendicen. Entienden su existencia como camino, como proceso en diálogo con Dios. En el inicio de su itinerario, una vocación: “ser bendición”. A medida que avanza a través de su historia personal, Abrahán y Sara se convierten en bendición para un círculo cada vez más amplio de personas, una expansión que no se detiene ni siquiera con su muerte. “Tu descendencia será como las estrellas del cielo, como la arena en la orilla del mar” (Gn 22,17)
Encontramos la historia de Abrahán y Sara en el libro del Génesis (11,27-25,18).
La Biblia Hebrea fue compuesta en la forma en la que la conservamos actualmente durante y después del exilio del pueblo de Israel en Babilonia (s. VI a.C.). Los cinco primeros libros de la Biblia (Génesis, Éxodo, Números, Levítico y Deuteronomio), colección a la que los cristianos llamamos Pentateuco y los judíos Toráh, fueron puestos por escrito entre los siglos VI y V a.C.
Se supone que Abrahán vivió unos 1500 o 2000 años antes de Cristo. Esto significa que su historia no se escribió hasta más de un milenio después de su muerte. Durante todos esos siglos, las historias sobre Abrahán se transmitieron por tradición oral. Por increíble que nos parezca a nosotros, hombres y mujeres modernos, no es éste el único caso en que un pueblo sin escritura conserva en su memoria colectiva la historia de un evento o de un personaje de un remotísimo pasado, contándolo y recontándolo generación tras generación.
Es cierto que no podemos exigir a un relato así, precisión histórica. El pueblo transmite aquello que le parece relevante y se siente libre de adornar con su imaginación narraciones que son algo más que información sobre el pasado, sino preciosas lecciones para su presente.
Abrahán vivió durante la primera mitad del Segundo Milenio antes de Cristo, en un período a la que los arqueólogos llaman la Edad del Bronce. Es ciertamente un pasado muy remoto, pero nos equivocaríamos si imaginásemos el mundo que conoció Abrahán como un lugar primitivo.
La agricultura había surgido mucho tiempo atrás en las tierras que recorre Abrahán. Unos 8.000 a 10.000 años antes de Cristo, los habitantes de las llanuras de Siria inventaron la agricultura. Por primera vez, el ser humano empezó a no depender de la caza y de la recolección de frutos silvestres y comenzó a vivir del trabajo de la tierra. Es, sin duda, el mayor salto tecnológico y cultural dado por la humanidad hasta la fecha. Cuando Abrahán viene al mundo, la agricultura es una realidad varias veces milenaria en su entorno.
Otro gran salto de la humanidad es la invención de la ciudad. La feracidad de la tierra en las vegas de los ríos hace posible una agricultura intensiva. La productividad de la tierra se eleva a niveles por encima del de la mera subsistencia. Los agricultores producen excedentes de los que pueden vivir personas que no cultivan directamente la tierra. Así surgen las ciudades por primera vez 3.000 años antes de Cristo, en los fértiles valles del Nilo en Egipto, y del Tigris y Éufrates en Mesopotamia (actual Iraq).
Los ciudadanos se especializan y desarrollan nuevas formas de vida: se perfecciona la metalurgia del cobre añadiendo estaño, y se obtiene el bronce, un metal duro y útil. Se inventa la rueda y la vela, medios eficaces de transporte. Surge la arquitectura monumental, se construyen las pirámides y los zigurat. Pero al mismo tiempo aparecen también la religión controlada por el estado, la explotación de los campesinos y la esclavitud. La ciudad permite el desarrollo pero también institucionaliza la desigualdad.
Cuando Abrahán viene al mundo las civilizaciones urbanas de Egipto y Babilonia tienen ya un milenio de antigüedad, las pirámides han sido ya saqueadas varias veces y los grandes monumentos de Mesopotamia han tenido ya tiempo de ser derruidos y vueltos a construir. Abrahán nace en Ur, una ciudad identificada por los arqueólogos a orillas del río Éufrates.
Se llama “Creciente fértil” a un área del Oriente Medio que abarca las cuencas de los ríos Tigris y Eufrates (actualmente Iraq), la franja fértil de tierra en la parte Occidental de Siria y Jordania, el Líbano e Israel, y la vega del Nilo en Egipto. Este continuum de tierras (al que se atribuye la forma de una media luna, de ahí el nombre de “Creciente fértil”) es la zona de civilización más antigua del planeta. Una estrecha franja de tierra fértil (Israel y Siria Occidental) conecta las dos grandes potencias de la Edad del Bronce: Mesopotamia (Iraq) y Egipto.
Fuera de las zonas fértiles en las riberas de los ríos, la agricultura era de mera subsistencia (aún no había llegado el arado de hierro). Las tierras cultivadas coexistían con terrenos que apenas habían sido alteradas por la mano del hombre. Extensiones de bosque mediterráneo aún virgen cubrían gran parte de lo que es hoy Israel-Palestina, la Tierra de Canaán en el lenguaje del Génesis. Es un paisaje dominado por la encina, un árbol que aparece repetidas veces en la historia de Abrahán. Más al sur empezaba el desierto: las estepas del Négueb y las dunas de arena del desierto de Sinaí. Estos tres paisajes, la vega, la dehesa y el desierto se alternan como escenarios de las historias de Abrahán.
Génesis 12:1 Y el SEÑOR dijo a Abram: Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. 2 Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. 3 Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra. 4 Entonces Abram se fue tal como el SEÑOR le había dicho; y Lot fue con él. Y Abram tenía setenta y cinco años cuando partió de Harán.
En estas palabras de la vocación de Abrahán se concentra todo lo que va a ser de su persona, como en una semilla.
Dios, que se dirige al ser humano hablándole de tú. Dios con quien converso. Dios que dice lo que quiere y ofrece una palabra que transforma: “sé bendición” (o mejor dicho, “conviértete en bendición”)
Hacer posible esta vocación requiere salir de casa, de lo conocido, lo habitual, lo seguro. La confianza en esta palabra –intuición de fe— hace de Abrahán un caminante, un nómada, un peregrino. (No pensemos que Dios habló a Abrahán con voz audible. Es una forma de narrar una intuición de fe).
A partir de esta vocación Abrahán se pone en camino. Entenderá su vida no como la repetición de una rutina, sino como proceso que le lleva a transformarse. Un proceso de transformación que le lleva a convertirse en bendición para un círculo cada vez más amplio de personas
La figura de Abrahán añade a la reflexión sobre Acoger y Compartir otros dos verbos: “caminar” y “bendecir”, una intuición que debemos a nuestro amigo Rudolph, un sacerdote alemán enamorado del Camino de Santiago, que estuvo compartiendo con nosotros parte del verano.
Génesis 12:10 Y sucedió que cuando se acercaba a Egipto, dijo a Sarai su mujer: Mira, sé que eres una mujer hermosa; 12 y sucederá que cuando te vean los egipcios, dirán: "Ésta es su mujer"; y me matarán, pero a ti te dejarán vivir. 13 Di, por favor, que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y para que yo viva gracias a ti. 14 Y aconteció que cuando Abram entró en Egipto, los egipcios vieron que la mujer era muy hermosa. 15 Y la vieron los oficiales de Faraón, y la alabaron delante de él; y la mujer fue llevada a la casa de Faraón. 16 Y éste trató bien a Abram por causa de ella; y le dio ovejas, vacas, asnos, siervos, siervas, asnas y camellos. 17 Pero el SEÑOR hirió a Faraón y a su casa con grandes plagas por causa de Sarai, mujer de Abram. 18 Entonces Faraón llamó a Abram, y le dijo: ¿Qué es esto que me has hecho? ¿Por qué no me avisaste que era tu mujer? 19 ¿Por qué dijiste: "Es mi hermana", de manera que la tomé por mujer? Ahora pues, aquí está tu mujer, tómala y vete. 20 Y Faraón dio órdenes a sus hombres acerca de Abram; y ellos lo despidieron con su mujer y con todo lo que le pertenecía.
¿Por qué esta historia tan escabrosa? Abrahán, nuestro padre en la fe, miente, y esta mentira provoca que el Faraón se acueste con su mujer.
Abrahán vive en el límite de la subsistencia. No tiene poder para defender sus derechos, ni siquiera su vida. Tiene que recurrir al truco para sobrevivir.
Podemos imaginar la humillación de Abrahán –¡y la de Sara! – debida en parte a su propia mentira, en parte a sus desgraciadas circunstancias. Sin embargo, Dios permite que escapen con vida, y pueden continuar camino
La experiencia de Dios no está reservada a aquellos que pertenecen a una élite material o espiritual, a aquellos que tienen un margen que les protege del sinsentido, una red de seguridad que les hace menos vulnerables a los malos tiempos. Personas en una situación de supervivencia pueden vivir de fe
Eso no quiere decir caminar sin heridas. Las circunstancias y quizás nuestros propios errores nos conducen a situaciones de sufrimiento. Pero Dios sigue ahí sosteniendo la vida.
Genesis 18:1 Y el SEÑOR se le apareció en el encinar de Mamre,
mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda en el
calor del día.2 Cuando alzó los ojos y miró, he aquí,
tres hombres estaban parados frente a él; y al verlos corrió de
la puerta de la tienda a recibirlos, y se postró en tierra,3 y dijo:
Señor mío, si ahora he hallado gracia ante tus ojos, te ruego
que no pases de largo junto a tu siervo.4 Que se traiga ahora un poco de agua
y lavaos los pies, y reposad
bajo el árbol;5 y yo traeré un pedazo de pan para que os alimentéis,
y después sigáis adelante, puesto que habéis visitado a
vuestro siervo. Y ellos dijeron: Haz así como has dicho.
6 Entonces Abraham fue de prisa a la tienda donde estaba Sara, y dijo: Apresúrate
a preparar tres medidas de flor de harina, amásala y haz tortas de pan.7
Corrió también Abraham a la vacada y tomó un becerro tierno
y bueno, y se lo dio al criado, que se apresuró a prepararlo.8 Tomó
también cuajada y leche y el becerro que había preparado, y lo
puso delante de ellos; y él se quedó de pie junto a ellos bajo
el árbol mientras comían.9 Entonces ellos le dijeron: ¿Dónde
está Sara tu mujer? Y él
respondió: Allí en la tienda.10 Y aquél dijo: Ciertamente
volveré a ti por este tiempo el año próximo; y he aquí,
Sara tu mujer tendrá un hijo. Y Sara estaba escuchando a la puerta de
la tienda que estaba detrás de él.
11 Abraham y Sara eran ancianos, entrados en años; y a Sara le había
cesado ya la costumbre de las mujeres.12 Y Sara se rió para sus adentros,
diciendo: ¿Tendré placer después de haber envejecido, siendo
también viejo mi señor?13 Y el SEÑOR dijo a Abraham: ¿Por
qué se rió Sara, diciendo: "¿Concebiré en verdad
siendo yo tan vieja?"14 ¿Hay algo demasiado difícil para
el SEÑOR? Volveré a ti al tiempo señalado, por este tiempo
el año próximo, y Sara tendrá un hijo.15 Pero Sara lo negó,
porque tuvo miedo, diciendo: No me reí. Y Él dijo: No es así,
sino que te has reído.
Abrahán se ha convertido con el tiempo en un patriarca, un jefe de tribu,
lo que los árabes llaman un sheij, un jeque. Con sus tiendas, su ganado
y centenares de hombres cruza las tierras despobladas de Canaán
Pero tiene una herida: echa de menos un hijo nacido de su amor con Sara. La historia de Abrahán con Dios se sostiene sobre sentimientos muy humanos. Es ahí donde Dios le visita.
Por supuesto, Dios no le visita como Dios. El autor de la Carta a los Hebreos comenta, 2000 años después de Abrahán: "No os olvidéis de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles" (13,2)
Acoger supone siempre abrirse a lo desconocido. En el largo camino que ya había recorrido, Abrahán y Sara habían sido preparados para este momento. Dios se les presenta en forma de unos extranjeros desconocidos.
Con el sencillo gesto de compartir la comida, Abrahán abre posibilidades que están más allá de lo que puede imaginar
En el icono de la Trinidad contemplamos las resonancias de ese gesto de acogida: la Trinidad, la Eucaristía, los gestos de compartir de millones de creyentes y no-creyentes a través de la historia convergen en esta imagen.