Un vocabulario para la moral
Algunos conceptos fundamentales de ética cristiana

La tradición teológica y filosófica occidental tiene una gran riqueza de términos con los que hablar de lo moral. Un conocimiento de este vocabulario nos permite enriquecer nuestra forma de percibir lo moral y de reflexionar sobre ella.

En esta conferencia trataremos algunos de estos términos, usando como material base el número de la revista “Imágenes de la Fe”  de Septiembre del 2002, titulada “Recuperar la moral”.

Este número es una colección de artículos de diversos autores: Javier Fernández, Tomás  Domingo Moratalla, Marciano Vidal, Miguel Rubio, Eugenio Alburquerque, Alberto de Mingo y Javier Elzo. Tres de estos autores pertenecen al Instituto Superior de Ciencias Morales (www.iscm.edu), situada en esta misma casa (c/ Félix Boix, 13. Madrid).

Gran parte de las reflexiones e incluso los textos que siguen están tomadas de este número de “imágenes de la fe” que recomendamos vivamente. Para conseguir “imágenes de la fe” dirigirse a: imagenesdelafe@ppc-editorial.com. Telf: 917444551. El precio del número es de 4€

Ética y Moral

Estas dos palabras que suelen utilizarse indistintamente en el lenguaje cotidiano, tienen diferentes orígenes y matices.

Según el filósofo Tomás Domingo Moratalla

Dicho de forma sencilla: moral y ética se ocupan a la misma dimensión de la persona humana, la que se deriva del uso responsable de la libertad, pero aportan matices distintos: la moral apunta al aspecto más práctico y ética a la reflexión teórica.

Sin embargo, teoría y práctica no son aspectos que se puedan separar cuando se trata de la moralidad. Toda acción moral supone una cierta reflexión sobre ella y toda teoría ética se fundamenta en la práctica. Es así que muchas veces ambos términos se usan como sinónimos.

En España, además, a partir de la década de los 80, ciertos grupos identificaron moral con moral católica en su formulación más rancia. Para algunos estos grupos, que identificaban progresía con secularización, la palabra moral hacía referencia a una forma de entender el comportamiento basada en normas religiosas irracionales acatadas a rajatabla, en un momento en que ya la mayoría de los moralistas católicos habían renunciado al casuismo moral propia de otras épocas.

Para estos grupos, la ética, entendida como la forma racional de conducir la libertad humana estaba llamada a sustituir la moral. Como reacción a este planteamiento, algunos moralistas católicos optaron por utilizar indistintamente moral y ética

Responsabilidad

Libertad y responsabilidad no pueden existir la una sin la otra. Algunos piensan que ser libres, de una manera absoluta, pasa por no establecer obligaciones, pero la libertad que no se compromete, que no se vive desde la responsabilidad queda vacía.

Una película que habla con humor y profundidad sobre la soledad y el vacío a la que somos llevados cuando rechazamos los compromisos es “El hijo de la novia”. El protagonista quiere vivir “libre” sin compromisos, pero se da cuenta del vacío a la que le conduce una opción así. La escena de la declaración ante el portero automático es antológica

La palabra responsabilidad proviene del verbo latino “respondeo” que significa cumplir con un compromiso asumido, “rendir cuentas”. La experiencia de la responsabilidad nace del encuentro con el otro que me reclama y solicita mi atención y cuidado. Incluso, mi propia identidad personal nace de esta solicitud. El niño pequeño descubre que es un “yo” cuando escucha y responde a la madre que le habla y le trata como un “tú”

El proceso de maduración humana es un proceso de asunción de responsabilidades. Maduramos como personas al irnos haciéndonos responsables y nos hacemos responsables en la medida en que asumimos responsabilidades

La responsabilidad corre paralela a la capacidad humana de transformar la realidad. Al crecer el poder del hombre también crece su responsabilidad. En un momento como el actual en el que el ser humano tiene los medios técnicos para destruir la naturaleza, somos como especie responsables de nuestro planeta.

El acto moral

La vida moral es algo unitario ya que expresa a la persona en su totalidad; pero esto unitario que es la persona es se expresa a través de los actos y es transformada por éstos.

Cómo explicar esta articulación entre la persona, que es una y permanente y los actos que son muchos y transitorios.

El moralista Marciano Vidal propone utilizar un esquema de tres círculos concéntricos. En el círculo más exterior se encontrarían los actos, como expresiones puntuales pero significativos de la persona. En un nivel más profundo las actitudes. En el centro de la actividad moral de la persona se encontraría su opción fundamental, un posicionamiento básico que orienta las actitudes y los actos hacia una finalidad

 

 

Empecemos por el nivel más exterior: los actos.

No todos los actos que hace el hombre son actos humanos en el sentido moral. Llamamos acto moral perfectamente humano a aquel acto cuyo verdadero dueño es el ser personal. Supone pleno conocimiento y decisión libre.

Quedarían fuera de esta categoría de actos humanos los actos realizados por accidente o llevados del engaño o la coerción.

Dentro de los actos humanos no todos tienen igual importancia. Un acto humano es grave  cundo es expresión de la persona y afecta a los niveles más profundos de su estructura moral, pudiendo alterar incluso su opción fundamental, para bien o para mal

La actitud

El término español “actitud” proviene de “acto”. La actitud es la mediadora entre la opción fundamental de la persona y sus actos concretos. Es la disposición a actuar de una cierta manera. Constituye una orientación mental y afectiva perdurable, aunque puede modificarse.

Una actitud nos predispone a actuar en situaciones en las que tenemos que tomar una decisión moral. Por ejemplo, una persona con una actitud de justicia decidirá no aceptar un soborno si le es ofrecido.

La virtud es una actitud positiva cultivada activamente por la persona. Una persona que tiene, por ejemplo, la virtud de la fidelidad, se ha preparado durante su vida –a través de opciones concretas– para no fallar a sus amigos y respetar las promesas que ha hecho. Sus convicciones intelectuales en este campo están cimentadas en experiencias de vida y en una sensibilidad educada. Tiene el convencimiento no meramente intelectual sino sentido de que ser fiel es una de las cosas que hacen que la vida merezca la pena.

En la tradición cristiana, el cultivo de las virtudes ha recibido al menos tanta atención como la realización de los actos en el estudio de la moral, dada su enorme importancia en el desarrollo moral de las personas.

Opción fundamental

Con esta categoría llegamos al núcleo de la persona. Aquello que es, y que se expresa en aquello que hace.

Al analizar el mundo de las decisiones humanas, la psicología ha puesto de manifiesto la importancia de una elección fundamental o proyecto general de vida en la estructura de la personalidad. Los actos de la persona tienen sentido a través de esta decisión fundamental. Más aún, las decisiones humanas dependen de otras más radicales, de las que derivan.

La opción fundamental es la orientación, la dirección de toda la vida hacia el fin.

Para un cristiano este fin es Dios. La vida queda orientada por el amor hacia Dios, que nos ha amado primero,  y por el seguimiento de Jesucristo desde la fuerza que da el Espíritu Santo.


La conciencia

La conciencia es el juicio que realiza el entendimiento práctico sobre la moralidad de los actos que la persona se propone hacer o ha hecho. El juicio de la conciencia ha de ser realmente personal.

La conciencia no es, pues, algo que proviene de fuera del hombre. No es el eco de la sociedad, no es el sentimiento de culpa, pero tampoco una deducción científica ni la simple aplicación de una norma. Es la misma persona, inteligencia y sentimiento, intuición y racionalidad, cuerpo y alma, orientada hacia la plenitud de su ser.

Oigamos lo que dice el Concilio Vaticano II sobre la dignidad de la conciencia moral en el número 16 de la Constitución Gaudium et Spes

En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo. La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor es el predominio de la recta conciencia, tanto mayor seguridad tienen las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las normas objetivas de la moralidad. No rara vez, sin embargo, ocurre que yerra la conciencia por ignorancia invencible, sin que ello suponga la pérdida de su dignidad. Cosa que no puede afirmarse cuando el hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien y la conciencia se va progresivamente entenebreciendo por el hábito del pecado.

Preguntas

·        ¿Ante quiénes te sientes más responsable de tu vida y de tus actos? ¿qué significan estas personas o entidades para ti?

·        ¿Qué opciones te han marcado más en la vida? ¿ha habido algún acto que haya significado un punto de inflexión en el desarrollo de tu persona?

·        Identifica tus actitudes en los diversos ámbitos de tu vida: trabajo, familia, vida espiritual, etc. ¿Qué virtudes cultivas?, ¿cuáles piensas que deberías cultivar más?

·        ¿Tienes conciencia de tener una opción fundamental? ¿Podrías formularlo en tus propias palabras?

Alberto de Mingo Kaminouchi, ademingo@iscm.edu Telf. 913533023