Cuestión 4.- BIOÉTICA


Prof. Javier Elizari Basterra

Bioética es un término bastante joven. Su primer uso constatado se encuentra en 1970. Aunque no han faltado resistencias y críticas al mismo, hoy goza de una general aceptación.

Mucho más que la historia del término interesa su significado. ¿Qué queremos decir cuando hablamos de Bioética? Podemos definirla como el "estudio sistemático de las dimensiones morales de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud" (Encyclopedia of Bioethics, 1995). La Bioética, como lo dice el mismo nombre, nos sitúa en el terreno de la ética. Pero ella no es toda la ética sino una parte de la misma, junto a otras como las éticas económica, política, social, sexual, etc. Su objeto propio son cuestiones sobre vida y salud. La Bioética es una disciplina secular, es decir, no está basada en la reli-gión sino en la razón humana: filosofía, ciencias, experiencia...

La aparición de la Bioética como ciencia secular (no me refiero a la aparición del término) se sitúa en Norteamérica hacia finales de los 60 e inicios de los 70. En cierto modo podríamos permitirnos ver antecedentes de la Bioética en la moral médica católi-ca anterior y en la ética médica antes transmitida en los códigos médicos deontológicos.

En mi intervención me veo en la necesidad de seleccionar unos pocos puntos pues el campo de la Bioética abarca múltiples cuestiones: salud/enfermedad, curación, do-lor/sufrimiento, códigos deontológicos, cartas de derechos del paciente, reproducción humana, embrión humano, genética, final de la vida, experimentación, "derechos" de los animales, temas de política sanitaria, medio ambiente, etc.

Hay una cuestión general muy destacada: el poder del ser humano sobre sí mismo y sobre la naturaleza. Hoy nos encontramos con un hecho: se abren nuevas puertas antes cerradas en el campo de la salud. Ante él surge la pregunta ¿qué es lícito hacer y qué no?

La ciencia y la técnica amplían constantemente las posibilidades de hacer cosas an-tes no factibles: prolongación de la vida, conocimiento genético del ser humano, modi-ficación del genoma, técnicas de reproducción asistida, clonación, células madres em-brionarias o de adultos, plantas y animales transgénicos, etc. ¿Qué es lícito o ilícito mo-ralmente?

El derecho se ocupaba poco en el pasado de cuestiones relacionadas con la Bioética. Ahora interviene mucho en este campo y con frecuencia, admite como legalmente per-mitidas conductas antes prohibidas o no contempladas por la ley: eutanasia en Holanda y Bélgica, experimentación con embriones humanos hasta los 14 días en el Reino Uni-do, producción de embriones como fuente de células madre, etc. ¿Son admisibles mo-ralmente estas actuaciones del derecho? ¿Qué ha de hacer el derecho en una sociedad caracterizada por el pluralismo moral?

En la mentalidad dominante socialmente existe una fuerte exaltación de la libertad, de la autonomía de la persona, que ha llegado también al campo de la medicina. Han surgido las declaraciones y cartas de derechos de los pacientes, antes desconocidas; en ellas ocupa un lugar destacado la autonomía del enfermo frente al profesional. Para nu-merosas intervenciones médicas se pide, frecuentemente por escrito, el consentimiento informado del paciente. También se le reconoce el derecho a rechazar una intervención, incluso con riesgo de la propia vida. Esto lo puede hacer el enfermo en el momento o mucho antes por las llamadas decisiones anticipadas. ¿Cuáles son los poderes morales del enfermo?

Cada uno de los numerosos problemas apuntados merece y necesita un análisis parti-cular, cosa imposible aquí y ahora. En la última parte sólo quiero tocar, aunque sea con brevedad, dos cuestiones de mayor actualidad.

Eutanasia y suicidio asistido. Holanda y Bélgica han despenalizado estas prácticas. Muchos basan este cambio, ante todo, en dos razonamientos: la situación lamentable de muchas personas en la etapa final de la vida y el derecho de la persona a decidir libre-mente sobre su vida. Hemos de reconocer que no pocos de los partidarios de estos cam-bios son personas de buen sentido ético. Con todo, no raramente, parece ponerse el acento unilateralmente en la autonomía personal. ¿Cuál ha de ser el mensaje prioritario de la sociedad a la persona en esa etapa final: reconocerle su libertad para poner fin a la vida o mostrarle solidaridad de múltiples formas para pasar esa etapa de la manera más digna y grata posible? La solidaridad puede evitar muchas peticiones de eutanasia, pero no hemos de ser ingenuos como para creer que las evitará todas. A las consideraciones puramente racionales, se suma, desde una perspectiva religiosa la idea de Dios como señor de la vida, entendida de modos distintos.

Embriones humanos como fuente de células madre. Hoy se dice que este sacrificio del embrión puede ser fuente de vida y salud para otras personas. Otros ven una alterna-tiva tan beneficiosa y sin problemas éticos: obtención de células madre del cuerpo de una persona ya nacida, sin perjuicio para ella. En esta cuestión hay un problema moral de base: el respeto debido al embrión. Existe también otro asunto: ¿con qué base cuen-tan las promesas terapéuticas que van unidas a las células madre procedentes de em-briones o de persona ya nacida? La respuesta no es fácil: desde el punto de vista cientí-fico, en esta experimentación hay muchos puntos oscuros; se tiene, además, la impre-sión de que los mismos científicos, a partir de sus posiciones éticas, pueden desfigurar datos disponibles. Tampoco contribuyen, por lo general, a la imparcialidad los medios de comunicación. Ante tal panorama, muchas personas inflan los temores o los sueños, factor que puede contribuir también a tener una imagen desfigurada de la realidad. En cuestiones nuevas como ésta, cada uno puede tener su opinión, pero hemos de estar atentos a no caer en posiciones dogmáticas.