Cuestiones Morales-7

Feminismo y moral

Uno de los cambios más importantes que han vivido las sociedades occidentales en el último siglo, ha sido la transformación del estatus de la mujer. Ha sido tan radical este cambio que bien podría ser calificada de revolución, aunque haya sido en la mayor parte silenciosa.

Aunque caben muchas matizaciones en un proceso tan complejo y de tan largo alcance creemos que es acertado calificarlo de liberador y profundamente positivo.

El feminismo "Es una ideología comprehensiva que se enraíza en la experiencia de opresión sexual vivida por las mujeres, está comprometida con una crítica del patriarcado como un sistema esencialmente disfuncional, abraza una visión alternativa para la humanidad y la tierra, y busca activamente llevar esta visión a realización" (Elizabeth Schüssler Fiorenza).

Históricamente, el feminismo como movimiento social nace como un desarrollo de la Ilustración, sacando las consecuencias de su máxima: "todos los hombres han sido creados iguales".

Las postura histórica de la Iglesia católica ha sido cuanto menos ambigua y en muchas ocasiones claramente de resistencia o de ataque contra el movimiento de la liberación de la mujer. Como tantas otras transformaciones liberadoras del siglo XX no ha sido impulsada por la Iglesia Católica en sus orígenes.

Sin embargo, dentro de la Iglesia ha habido mujeres y algunos hombres que han sido pioneros del protagonismo de la mujer en el ámbito social, especialmente en las órdenes religiosas femeninas. En este sentido algunas religiosas fueron las mujeres más liberadas y mejor cualificadas de su tiempo, y líderes en el proceso de la promoción de la mujer.

El feminismo como movimiento social dotada de una ideología, arranca con un análisis sistémico sobre la realidad social. Descubre que los problemas "personales" que sufren las mujeres no son casos aislados sino parte de una estructura. "Lo personal es político" es uno de los axiomas de este análisis.

El feminismo descubre la estructura social como patriarcado, es decir, un sistema construido para mantener el poder de ciertos varones y que pone a la mujer al servicio del hombre. Su primera tarea es la de una crítica y denuncia de la situación, desmitificando lo que se presenta como la "condición natural" de la mujer.

Pero no se queda ahí. Trata de crear una realidad alternativa donde mujeres y hombres puedan liberarse de las relaciones de desigualdad.

En una primera fase, esta lucha por la igualdad ha reivindicado para la mujer los mismos derechos que el hombre, empezando por el derecho al voto y a la educación. Las mujeres consiguieron ocupar también uno a uno casi todos los puestos profesionales antes reservados al varón.

En esta primera fase de conquistas feministas, las mujeres se proponían alcanzar cotas y baremos que los varones se habían establecido para sí mismos. En un segunda fase, algunas teóricas del feminismo están proponiendo poner ellas mismas esas cotas y baremos, reivindicar el derecho a nombrar el mundo.

Mujer y cristianismo

El "mundo" habitado por los seres humanos no es una realidad meramente natural. Es un espacio cultural donde cada cosa y cada relación tiene un sentido, un nombre. En el Génesis se dice que el hombre puso nombre a los animales.

En una cultura patriarcal es el varón quien ha puesto nombre a los seres que pueblan la realidad. Cuando decimos, por ejemplo "hombre", sin más, aunque en teoría abarca ambos géneros, pensamos en primer lugar en un varón. De ahí, la reivindicación feminista de corregir esta tendencia con frases como "hombres y mujeres", "niños y niñas".

De este nombrar la realidad no está exenta la imagen de Dios. Aunque una mínima reflexión filosófica o teológica nos convence de que Dios no está adscrito a ningún género, nos lo imaginamos casi inconscientemente como un varón.

En la tradición cristiana, este imagen masculina de Dios está además reforzada por la preponderancia de la metáfora "Padre" para referirnos a Él (Élla). Es cierto que esta metáfora fue la favorita de Jesús para dirigirse a Dios, pero ciertamente no la única. En las parábolas de Jesús encontramos también imágenes femeninas de Dios como en la parábola de la mujer que busca la moneda perdida (Lc 15,1-20), o que hace pan (Mt 13,31-33// Lc 13,18-21).

En esto Jesús está siguiendo una tradición que hunde sus raíces en el Antiguo Testamento. En la Biblia Hebrea, aunque predominan las imágenes masculinas de Dios, no faltan las que lo presentan como mujer, la imagen de Dios como Madre aparece en algunos profetas y en el libro de Job (Jer 31,15-22; Is 66, 7-14; Job 38, 28-29), Dios embarazada (Is 42,14), partera (Ps 22,9), señora (Sl 123,2), la sabiduría de Dios (Hokmáh/ Sofía) es imaginada como mujer.

Especial atención merece el término hebreo para útero (rehem) del que se deriva el concepto abstracto rehamim, que se traduce como misericordia, compasión, amor. El útero de Dios es una metáfora de la compasión de Dios.

Pero no nos engañemos, la Biblia, en su Antiguo y Nuevo Testamento, es también un producto cultural, y las culturas que están en la génesis de la Biblia son patriarcales. La labor de desmitologización que es intrínseco a la crítica feminista de la realidad ha de aplicarse también a los textos bíblicos.

A fortiori, esta crítica ha de extenderse a la historia de la Iglesia, incluido la historia del desarrollo del dogma, poniendo de relieve los elementos androcéntricos propios de la culturas históricas que han dado forma concreta al cristianismo de cada siglo.

Si bien es verdad que la historia del cristianismo como tradición cultural es una historia patriarcal y androcéntrica, hay, sin embargo, destellos de una gran fuerza liberadora para la mujer.

Jesús en los inicios, acoge en su grupo de seguidores a hombres y mujeres. Cuenta muchas de sus parábolas bajo el imaginario masculino y el femenino.

El movimiento misionero entorno a San Pablo, tiene entre sus líderes a numerosas mujeres:
· Lidia, la mujer empresaria, la primera persona europea en aceptar el evangelio predicado por Pablo y que acoge al misionero en su casa (He 16,14-15)
· Priscila (o Prica), que con su marido Áquila forma una pareja de misioneros que colaboran con Pablo (He 18,2.18.26; Rom 16,3; 1Cor 16,19; 2Tim 4,19)
· Junia, nombrada junto a su marido Andrónico como apóstol en la Carta a los Romanos (16,7)
· Febe, diácono de la Iglesia de Cencreas, y probablemente la portadora de la carta de San Pablo a los Romanos (Rom 16,1-2)
· Y otras muchas

Las beguinas en la Edad Media y numerosas órdenes femeninas en la Modernidad, reivindicaron por la vía de los hechos espacios de protagonismo femenino en la educación, la cultura y la sanidad

María en nuestro hoy

En el presente, las católicas y los católicos hemos perdido este protagonismo en la vanguardia de la lucha por la igualdad de las mujeres. Tienen importantes razones los que acusan a la Iglesia Católica de ser el último baluarte del patriarcado en la cultura occidental.

Por otra parte no podemos olvidar los problemas prácticos que la liberación de la mujer crea en la sociedad y que hay que resolver.

Otra vez nos vemos enfrentados al dilema de cuál es la parte de la tradición que queremos conservar y darle continuidad. Aquí la llamada del espíritu puede no coincidir con lo que dice la letra de nuestras costumbres "tradicionales".

Las imágenes de María es uno de los lugares en los cuales la manipulación patriarcal ha sido más obvia y lacerante. La presentación de María como una figura callada, obediente y sumisa choca con la imagen neotestamentaria de una mujer que reza con las palabras del Magnificat.

Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
Porque ha mirado la humilde condición de esta su sierva; pues he aquí, desde ahora en adelante todas las generaciones me tendrán por bienaventurada. [...] Ha quitado a los poderosos de sus tronos; y ha exaltado a los humildes; a los hambrientos ha colmado de bienes y ha despedido a los ricos con las manos vacías. (Lc 1,46-48.52-53)

Si bien es verdad que ciertas imágenes de la Virgen la presentan como una niña indefensa y sumisa, otras muy populares la imaginan como una mujer fuerte, capaz de sostener y cobijar a los que se encuentran en necesidad. Desde la imagen oriental del icono de la Virgen del Perpetuo Socorro hasta la americana Virgen de Guadalupe, María ha sido imaginada como mujer fuerte que sale en defensa de los necesitados.

Partiendo de la tradición bíblica y de la experiencia liberadora de las mujeres, experiencia que pertenece a la acción del Espíritu Santo en nuestro mundo, los cristianos estamos llamados a trasformar nuestro imaginario religioso y contribuir a transformar las representaciones culturales que afectan a la relación entre hombres y mujeres.

Haciendo esto estaremos obedeciendo a la Palabra de Dios, que también habla en los signos de los tiempos.