Q.2. Israel, raíces de una tradición.
Fe y tradición
Una fe madura exige personalización. Es decir, lo religioso ha de pasar
por la experiencia personal y la reflexión (post-)crítica. No
puede ser asunción, sin más, de lo heredado o socialmente aceptado.
Esto no quiere decir, por supuesto, que cada persona deba construir "desde
cero" su identidad religiosa. Esto sería tan absurdo como afirmar,
en cualquier otro ámbito de la cultura, que cada individuo tuviera que
volver a descubrir y formular lo que es saber y experiencia acumulada por la
humanidad.
Las grandes tradiciones religiosas contienen depósitos de experiencia
religiosa acumulada y aquilatada durante milenios por millones de hombres y
mujeres, algunos santos y sabios, otros fanáticos, aprovechados o criminales.
Siempre aprendemos algo valioso cuando nos aproximamos con respeto a otras tradiciones
religiosas. Pero llegar a ser conocedor de una tradición religiosa no
es una tarea fácil. Conocer bien una religión me parece al menos
tan ardua como aprender bien una lengua. Personalmente, no me siento cualificado
para hablar de otras tradiciones religiosas fuera de la tradición bíblica.
La tradición bíblica arranca de la experiencia espiritual del
pueblo de Israel y tiene más de tres milenios de antigüedad. El
cristianismo hunde sus raíces en esta tradición y es incomprensible
fuera de ella. Los cristianos reconocemos como escritura sagrada la Biblia Hebrea.
La Biblia Hebrea coincide aproximadamente con Antiguo Testamento católico.
Éste incluye, además, siete libros conservados en lengua griega
(1 y 2 Macabeos, Judith, Tobías, Baruc, Eclesiástico, Sabiduría)
que no son reconocidos como revelados ni por los judíos ni por los protestantes.
La Biblia Hebrea es un conjunto 39 documentos escritos por distintos autores
entre los siglos VI y II a.C. Contiene textos de diversos géneros literarios:
crónicas, códigos legales, leyendas y mitos, cuentos, proverbios,
poesía sacra y amorosa, profecías, apocalipsis, por mencionar
los más importantes. Cada texto ha de ser interpretado, como es obvio,
según el género en que está escrito. Leer, por ej., el
libro de Jonás, que es un cuento, como si fuera una crónica, conduce
a "esfuerzos de fe" tan inútiles como perjudiciales.
Éxodo
La experiencia del éxodo es la semilla y el núcleo de la tradición
religiosa de Israel. Aún hoy, las familias judías se reúnen
en cada año en Pascua para rememorar la noche en que un grupo de esclavos
hace más de 3.000 años escaparon hacia el desierto. Una antigua
oración, recogida en el libro del Deuteronomio nos da idea de la importancia
de este acontecimiento para la identidad religiosa de Israel.
Mi padre fue un arameo errante y descendió a Egipto y residió
allí, siendo pocos en número; pero allí llegó a
ser una nación grande, fuerte y numerosa. Y los egipcios nos maltrataron
y nos afligieron y pusieron sobre nosotros dura servidumbre. Entonces clamamos
al YHWH, el Dios de nuestros padres, y YHWH oyó nuestra voz y vio nuestra
aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión; y YHWH nos sacó
de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, con gran terror, con señales
y milagros; y nos ha traído a este lugar y nos ha dado esta tierra, una
tierra que mana leche y miel. (Deuteronomio 26, 5-9)
La Biblia sitúa la salida de Egipto a mediados del s. XIII a. C. Los
hebreos, guiados por Moisés escapan al desierto de Sinaí. [Éxodo,
Números, Levítico y Deuteronomio. Coloco entre corchetes los libros
bíblicos que corresponden a la narración de cada período].
Una generación más tarde, bajo el mando de Josué entran
violentamente en la Tierra de Canaán destruyendo las ciudades paganas
y ocupando su territorio [Josué]. Luego se establecen en el país
como una confederación de tribus [Jueces]. Durante unos 200 años
vivirán así, sin constituir un estado hasta que finalmente Saúl
es ungido rey unas décadas antes del año 1000 a.C. [Samuel].
Las investigaciones arqueológicas realizadas durante los años
1980 en las montañas de la parte central de Israel permiten ofrecer por
primera vez un contrapunto científico a los relatos bíblicos sobre
el éxodo, la conquista y el período de los Jueces. William Dever,
arqueólogo especializado en Oriente Próximo de la Universidad
de Arizona, resume así las conclusiones de una década de sorprendentes
descubrimientos:
La densidad de los asentamientos humanos se incrementó dramáticamente
justo después del año 1200 a.C. Este incremento no es atribuible
al crecimiento natural de población sino que indica la entrada de un
nuevo grupo. Estos asentamientos son pequeños (de algunas docenas hasta
300 pobladores), fueron establecidos pacíficamente y corresponden a una
sociedad campesina que subsiste gracias a una agricultura intensiva de terrazas.
Construyen cisternas para solventar el problema de la sequía. Su estructura
social es menos jerárquica que la de las ciudades-estado de la época
anterior. No se han encontrado palacios, ni edificios públicos ni lugares
de culto. Es evidente que se ha producido una retrogresión del nivel
de organización estatal propia de la Edad del Bronce tardío a
un nivel de organización tribal. Este retroceso contrasta con su uso
de avanzadas técnicas agrícolas y de que en uno de los yacimientos
Izbet Sarteh se ha encontrado un abecedario utilizado para enseñar a
leer. Estos asentamientos se abandonan a finales del s. XI y comienzos del s.X,
tiempo que coincide con el inicio de la monarquía israelita.
La descripción corresponde muy bien a las narraciones del libro de los
Jueces sobre la vida en el primitivo Israel. Un pueblo de esclavos liberados
adopta una forma de organización social que está en las antípodas
de las monarquías absolutas de su tiempo. No hay rey ni ninguna estructura
permanente de poder. Las familias campesinas se integran en tribus con amplia
autonomía entre sí. No hay impuestos, ni ejército, ni una
clase sacerdotal. Solamente en momentos de peligro, es decir, cuando sufren
la agresión violenta de los pueblos vecinos, un líder ad hoc se
hace cargo de la coordinación de las tribus para la guerra (ej: Gedeón,
Sansón, Jefté). En tiempos de paz, los jueces, que son hombres
y mujeres apreciados por su especial sabiduría, dirimen los conflictos
que puedan surgir en el país (ej: Débora. Cfr. Jue 4,4).
Por otro lado, los datos excavaciones arqueológicos contradicen ciertas
informaciones de la Biblia. Algunas de las ciudades que el libro de Josué
enumera como destruidos por el ejército israelí no existían
en ese tiempo o se sabe que no fueron destruidos. Nada hay que haga pensar en
una invasión violenta de Palestina en el s. XIII a.C.
Otro dato sorprendente que se desprende de los estudios arqueológicos
es que la cultura material del Israel primitivo es similar a la de las ciudades
cananeas de su entorno y no de Egipto. Lo que hace pensar que al menos la mayor
parte de este pueblo jamás estuvo allí. Dever concluye:
El modelo que mejor explica los datos arqueológicos es aquel que asume
que el movimiento israelita primitivo estaba compuesto por elementos disidentes
de la sociedad Cananea del Broce Tardío, mayormente campesinos desposeídos
de sus tierras, que colonizaron nuevas áreas aún sin cultivar
y allí adoptaron un orden social menos estratificado.
Me parece plausible la siguiente explicación como combinación
de datos bíblicos con aquellos aducidos por los arqueólogos.
Un grupo de esclavos de evadidos de Egipto traen a la Tierra de Caná
una nueva religión. Adoran un dios YHWH, que les mandó salir de
Egipto, "de la casa de esclavitud", para constituirse como un pueblo
elegido de hombres y mujeres libres. La nueva religión encuentra eco
en un grupo de campesinos locales que asumen como suya la narración liberadora
del Éxodo y se suman al proyecto socio-religioso de los antiguos esclavos
egipcios.
Sea como fuere el comienzo, tanto la Biblia como los arqueólogos hablan
de una cultura tribal, campesina, no-urbana, no-jerárquica. Según
la Biblia este nuevo pueblo vive su existencia como resultado de la liberación
de YHWH
Crisis de realismo
El período de los Jueces, que está en las raíces de la
experiencia socio-religiosa de Israel, duró menos de dos siglos. Al final
del segundo milenio, las presiones militares de las ciudades cananeas, mejor
organizadas, con una tecnología más avanzada (uso de los metales)
y sobre todo, con ejércitos más poderosos y eficientes, colocan
a Israel al borde de la extinción.
Perfecta ilustración de esta situación es la lucha entre Goliat,
un soldado profesional bien entrenado y equipado con armas metálicas
contra David, un pastor armado con instrumentos propios de la edad de piedra.
(1Sam 17)
El realismo histórico forzó a Israel a adoptar la solución
monárquica. Pero no fue una transición sin protestas. Algunas
de las voces disidentes se dejan oír aún hoy en las páginas
de la Biblia
Samuel dijo: Así será el proceder del rey que reinará sobre
vosotros: tomará a vuestros hijos, los pondrá a su servicio en
sus carros y entre su gente de a caballo, y correrán delante de sus carros.
Nombrará para su servicio jefes de mil y de cincuenta, y a otros para
labrar sus campos y recoger sus cosechas, y hacer sus armas de guerra y pertrechos
para sus carros. Tomará también a vuestras hijas para perfumistas,
cocineras y panaderas. Tomará lo mejor de vuestros campos, de vuestros
viñedos y de vuestros olivares y los dará a sus siervos. De vuestro
grano y de vuestras viñas tomará el diezmo, para darlo a sus oficiales
y a sus siervos. Tomará también vuestros siervos y vuestras siervas,
vuestros mejores jóvenes y vuestros asnos, y los usará para su
servicio. De vuestros rebaños tomará el diezmo, y vosotros mismos
vendréis a ser sus siervos. Ese día clamaréis por causa
de vuestro rey a quien escogisteis para vosotros, pero YHWH no os responderá
en ese día.
No obstante, el pueblo rehusó oír la voz de Samuel, y dijeron:
No, sino que habrá rey sobre nosotros, a fin de que seamos como todas
las naciones, para que nuestro rey nos juzgue, salga delante de nosotros y dirija
nuestras batallas.
Después que Samuel escuchó todas las palabras del pueblo, las
repitió a oídos de YHWH. Y el SEÑOR dijo a Samuel: Oye
su voz y nómbrales un rey. (1Sam 8,11-22. Cfr. Jue 9,7-15)
Seríamos ingenuos si entendiéramos esta escena literalmente como
una conversación entre Dios y Samuel, su profeta. El texto expresa el
discernimiento político y religioso de Israel ante la difícil
situación histórica que le está tocando vivir. La voz de
Samuel ejemplifica la posición tradicional y la del pueblo la de los
monárquicos. Esta última se impone.
La historia como lugar teológico
Lo que estamos narrando hasta aquí, parece historia, sin más.
¿Qué hay de sagrado en todo esto? Pero lo cierto es que es a través
de estos acontecimientos como se va configurando la tradición religiosa
de un pueblo. De esta religiosidad habría que decir en primer lugar que
es una espiritualidad "a pie de historia", que toma la realidad social
como el lugar de revelación de Dios.
No es una religión que llama a la resignación, o a desentenderse
de los problemas del mundo en aras de una recompensa ultraterrena. Dios llama
a salir de una situación de esclavitud real, a crear las condiciones
viables para una vida justa. Se vuelve a discernir la voluntad de Dios cuando
nuevas circunstancias obligan a abandonar un modo de vida de la que se pensó
era mandada por Dios.
En la tradición bíblica, la realidad histórica ocupa el
primer lugar como sitio de la revelación divina (locus theologicus).
No quiere decir esto que se excluyan otras, como la contemplación de
la naturaleza o la meditación. Pero es en la vida "profana"
donde se realiza la salvación de Dios, una salvación que afecta
a toda la persona, liberándola donde está, no invitándole
a escapar de la realidad. Esta liberación tiene un pie en la utopía
y otro en lo posible. Tiene claro los máximos a los que Dios llama, pero
también las posibilidades históricas de un tiempo determinado.
Monarquía, exilio y retorno
Continuamos con la historia. Israel se constituye en monarquía [Libros
de Samuel y Reyes]. Su primer rey fue Saúl, un hombre inestable y conflictivo.
A él le sucede no su hijo sino otro hombre mejor cualificado política
y militarmente y -según la Biblia-elegido por Dios: David. David es el
gran rey de la historia de Israel, fundador de Jerusalén y el que asegura
un reino que abarca el territorio de todas las tribus. Es el rey justo y victorioso
por excelencia, sin embargo, el cronista bíblico no nos se arredra de
contarnos también su lado oscuro. Como dice Francisco Lage:
En la Biblia se refleja, como en un espejo, la historia turbulenta de siempre,
como en los servicios informativos de cualquier día de hoy. Los historiadores
bíblicos no han enmascarado su historia ni han exaltado a sus reyes.
Han ido bien lejos en presentarlos con todas sus miserias, sin privilegio.
A David, le sucede su hijo Salomón, el más sabio de los reyes,
el gran constructor, el monarca rodeado de una riquísima corte de intelectuales
y artistas. Por supuesto, eso cuesta dinero, dinero que sale de los impuestos
que pagan sus súbditos. A la muerte de Salomón las tribus del
norte expresan a través de su portavoz Jeroboán su descontento
y piden a Roboán, hijo y sucesor de Salomón, una bajada de impuestos.
Al negarse Roboam a aliviar la presión fiscal, las tribus del norte se
escinden y forman un estado independiente (1Re 12). Israel queda partido en
dos: el norte se llamará Israel, y el Sur, Judá. Corre el año
931 a.C.
Los siglos posteriores son descritos en los libros de los Reyes como de una
lenta decadencia. La labor crítica de los profetas denuncia las injusticias,
pero el panorama permanece oscuro. Hasta que sucede lo peor. El Reino del Norte
es arrasado por los asirios y absorbido en su Imperio en el año 721.
Nada se vuelve a saber de las diez tribus del Norte. Judá sobrevive esta
crisis pero es finalmente derrotada por los babilonios. En el año 587,
Jerusalén es destruida y su población deportada.
El exilio babilónico es el período más amargo, pero también
el más creativo de la historia de Israel. En vez de diluirse en el Imperio
babilónico, el pueblo hebreo mantiene su identidad, profundiza su fe
en YHWH y mantiene la esperanza. Juegan un papel esencial los profetas de este
periodo, especialmente Ezequiel y el así llamado Segundo Isaías.
En el año 539 sucede lo que parecía imposible: el retorno. El
Imperio de los persas había sustituido al imperio de los babilonios.
El lobby judío consigue convencer al nuevo emperador Ciro de la conveniencia
de permitir la vuelta de los exilados judíos a Jerusalén. Un edicto
imperial lo hace posible.
Aunque de vuelta a su tierra, después del exilio, Israel no vuelve a
obtener una plena autonomía política sino que queda integrada
en algunos de los imperios que se suceden en el área: primero en el persa,
y después de la campaña por Oriente de Alejandro Magno, en alguno
de los reinos herederos de su inmenso imperio. Solo durante un periodo de 100
años, entre los años 163-63 a.C., disfruta de independencia (el
período de la monarquía asmonea, que se implanta tras la victoria
judía en la guerra macabea). A partir del año 63 a.C., el Imperio
Romano controla directa o por mediación de un rey-vasallo la Tierra de
Israel. Es en este tiempo, cuando vive Jesús de Nazaret. Él será
el protagonista de nuestra próxima charla.
La guerra judía de independencia que duró 4 años (66-70
d.C) se saldó con la destrucción de Jerusalén y el inicio
del segundo exilio. Los judíos no volverán a tener un estado propio
hasta 1948.
Fechas importantes
Éxodo: mediados del s. XIII a.C.
Época de los Jueces: 1200-1040 a.C.
Comienzo de la monarquía con Saúl: ca. 1040 a.C.
Fundación de Jerusalén por David: ca. 1000 a.C.
Muerte de Salomón y división del reino: 931 a.C.
Destrucción de Samaria y fin del Reino del Norte: 721 a.C.
Primera destrucción de Jerusalén: 587 a.C.
Edicto de Ciro (fin del exilio): 539 a.C.
Conquista de Palestina por Alejandro Magno: 331 a.C.
Victoria de los macabeos, que da inicio al periodo asmoneo (único periodo
de independencia entre el 587 a.C. y 1948 d.C.): 163 a.C.
El general romano Pompeyo conquista Palestina: 63 a.C.
Segunda destrucción de Jerusalén: 70 d.C.
Creación del estado de Israel: 1948