¡ESTUDIE RELIGIÓN!

Señor Savater, un consejo en nombre de la libertad y de la razón: ¡estudie religión! Y hágalo desde la tradición liberal y racional de que hace bandera. Es cierto que la religión tiene derivas hacia el fundamentalismo, sin embargo siendo rigurosos, hemos de reconocer el importante papel que realizan religiones como el cristianismo en la formación de ciudadanos demócratas (Vs. Amén, en El País, 23 de mayo de 2002).

La Iglesia europea se opuso en un inicio a las ideas de democracia aliándose con el Antiguo Régimen y anatematizando el liberalismo (Syllabus). Hoy también tiene posiciones -por ejemplo en relación a la homosexualidad o al acceso de la mujer al ministerio ordenado-  impropias de una cultura democrática. Sin embargo sin el factor cristiano no puede explicarse la tradición democrática norteamericana, la reconstrucción de Europa tras las II Guerra Mundial sobre los pilares de la democracia, los derechos humanos y la solidaridad social, la Declaración de los Derechos Humanos en la que activamente participó el intelectual cristiano Jacques Maritain, ni la transición política española, precedida y posibilitada por la transición religiosa, ni la construcción de la Unión Europea, ni tampoco el arrumbamiento del muro de Berlín, ...

Si además nos retrotraemos en la historia para analizar la génesis de la idea moderna de libertad ésta es impensable sin la existencia del cristianismo. Lo dice con gran autoridad el autor de ese gran manual de historia de las ideas políticas, George Sabine. La existencia y especificidad del cristianismo crea unas condiciones que serán de estricta necesidad para el surgimiento de los fundamentos de la conciencia política moderna: la conciencia, el sujeto individual y la libertad. "...el cristianismo planteó un problema que no había conocido el mundo antiguo -el problema de las relaciones entre iglesia y estado- y supuso una diversidad de lealtades y un juicio íntimo no incluido en la antigua idea de ciudadanía. Es difícil imaginar que la libertad hubiera podido desempeñar el papel que llegó a tener en el pensamiento político europeo, si no se hubiese concebido que las instituciones éticas y religio­sas eran independientes del estado y de la coacción jurídica, y superiores en importancia a ellos” (Historia de la teoría política, FCE, p.145). Los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad emergen políticamente articulados después de siglos de maceración histórica en una cultura cristiana, por supuesto con sus críticas, conflictos y guerras.

No sólo es conveniente estudiar religión para conocer la cultura religiosa y los referentes icónicos de nuestro arte y nuestras tradiciones sino también para comprender nuestra democracia, nuestra ética cívica y nuestra propia tradición filosófica y científica. Y sobre todo para educar a las nuevas generaciones en los valores que parecen más valiosos de nuestra tradición.

Aún más. Estudiar religión es necesario en esta aldea global, precisamente para truncar la hipótesis del choque de civilizaciones. Urge un diálogo interreligioso desde las propias tradiciones que si por algún lugar comienza es por el conocimiento de “los otros”. ¿Es posible construir la convivencia y el diálogo que necesitan las políticas de inmigración obviando la cuestión religiosa? El mundo lejos de cumplir la cientista previsión de A. Comte continua siendo tan religioso como siempre y en particular a partir del 11-S la religión es un componente esencial de la escena geopolítica mundial.

            El fundamentalismo pertenece a lo humano, sea religioso o no. El hambre de lo absoluto tiene formas patológicas que afectan incluso a la propia razón, que también produce monstruos como reza el grabado de Goya. En el libro El futuro no es lo que era Cebrián y González abordan la cuestión de la asignatura de religión. El primero rechaza su inclusión en la enseñanza pública. El segundo considera que a los padres les asiste un derecho a educar a los hijos que debe ser respetado por la escuela pública. En el curso del diálogo éste le dice aquel, lo que pasa es que tu eres un fundamentalista laico. Creo en efecto que el fundamentalismo en el debate sobre la asignatura de religión en España se reparte a partes iguales entre detractores y partidarios. González añadirá después con buen criterio propio de hombre de gobierno, ya expuesto por Platón, que dar cauce a la religión en la escuela pública y democrática es una buena manera de prevenir derivas irracionales de la religión que aparten a los individuos de los deberes ciudadanos. Una consideración intelectual de la religión no puede obviar las transformaciones que la religión está experimentando y la necesidad de tener una política pública hacia ella no de exclusión sino de integración de sus valores y de crítica y encauzamiento democrático de sus peligros. Esto es especialmente necesario cuando como dice el sociólogo del CSIC José M. Mardones la religión ”está experimentando cierta efervescencia", de hecho, no sólo caminamos hacia una progresiva secularización sino que "vivimos un reencantamiento del mundo que se dispara en múltiples direcciones" (¿Adónde va la religión?, Sal Terrae).

La defensa del pluralismo y de la democracia no puede hacerse sobre la indiferencia o el rechazo a la religión. La religión puede ser un complemento valioso de la democracia. Y la democracia es el mejor marco para el ejercicio de las religiones. Así lo expone la Asamblea del Consejo de Europa: “la democracia y la religión no son incompatibles; todo lo contrario, la democracia proporciona el mejor marco a la libertad de conciencia, al ejercicio de la fe y al pluralismo de las religiones. Por su parte, la religión, por su compromiso moral y ético, por los valores que ella defiende, por su sentido crítico y por su expresión cultural puede ser un complemento valioso de la sociedad democrática” (Recomendación 1.396 sobre “Religión y Democracia”).

A estas alturas de democracia en España el debate no debiera ser religión si- religión no, sino cómo estar la religión en la escuela pública. En este marco comparto con el señor Savater que los contenidos de ética cívica, como ética compartida propia de una sociedad democrática y de un Estado de justicia social y de derecho, deben ser obligatorios para todos los educandos. No deben quedar exentos de ella los alumnos de religión. Es una asignatura necesaria en sí misma, no sólo como alternativa a la religión. La escuela si quiere educar en valores necesita potenciar la tutoría, el espacio escolar extraacadémico y los contenidos éticos. Y también la religión confesional. Es necesaria la religión como información pero también como educación. En este sentido creo que el área de conocimiento debiera combinar no dos sino tres asignaturas: Cultura religiosa, Ética cívica y Religión confesional -según tradiciones-. Tendrían diferente peso relativo en función de la elección o no de la religión confesional por el alumno.

Los modos de contratación y el estatuto de los profesores pactados entre los obispos y el gobierno del PP para esta área debe ser en efecto revisada. Los profesores de la religión confesional habrían de reunir como requisito previo la autorización del obispo dentro del perfil académico exigible. Pero una vez incorporado a la plantilla su estatuto y su relación con la autoridad educativa debe ser igual al de resto del profesorado, eliminando tanto la discrecionalidad de la autoridad eclesiástica como la situación de precariedad laboral y de cuerpo extraño que caracteriza su presencia en los centros. Por cierto, es falso que el conflicto con los curas profesores de la época del obispo Uriarte en Bilbao fuese por razones nacionalistas.

Es hora de atreverse a pensar más allá de dogmatismos aunque se revistan de laicidad. Sapere aude! como decía la máxima del gran filósofo ilustrado Kant, que por cierto era cristiano.

                                   Carlos García de Andoin

Coautor con Ramón Jáuregui de Tender Puentes. PSOE y Mundo cristiano. Editado por Desclée en colaboración con la Fundación Pablo Iglesias, 2001.