Curso AyC sobre el ConcilioVaticano II . Lección 4

Dos papas, dos estilos

Después de ver rápidamente la preparación del Concilio (nº 3), entramos ahora en su celebración. Analizaremos los 16 documentos conciliares, pero antes, se ofrecerá una breve historia de este acontecimiento eclesial apasionante (cuatro períodos de sesiones en el aula conciliar, y tres intersesiones, es decir, meses transcurridos entre el final de un período de sesiones y el comienzo del siguiente). Previamente, presentamos a los actores del Concilio: dos Papas (Juan XXIII y Pablo VI), Padres conciliares (en su grandísima mayoría obispos más algunos Superiores Generales de órdenes y congregaciones religiosas), expertos, auditores/as (laicos y laicas más algunas religiosas), observadores cristianos no católicos. Comenzamos con los dos Papas.

Ambos Papas tienen un papel importantísimo en el Concilio pero con rasgos distintos. La primera diferencia está en el tiempo. La presencia de Juan XXIII se extiende a la convocatoria, preparación y al primer período de sesiones (otoño 1962) así como a gran parte de la primera intersesión hasta su muerte el 3 de junio de 1963. El resto, hasta su clausura el 8 de diciembre de 1965 tiene lugar bajo Pablo VI. Los 16 documentos se promulgan siendo Papa Pablo VI. Pero, por encima de estos rasgos más bien externos, hay otras diferencias.

Juan XXIII

Como sucederá con Pablo VI, su valoración puede variar según el ángulo en que nos situemos. Si nos colocamos en la posición de la mayoría o de la minoría conciliares, probablemente llegamos a valoraciones distintas. Aquí me sitúo del lado de la mayoría, la línea que prevaleció en el Concilio. Analicemos desde esta perspectiva su actuación.

La contribución de Juan XXIII al Concilio es fundamental en dos puntos esenciales: su convocatoria y sus líneas fundamentales.  Convocar el Concilio fue una decisión no sólo inesperada sino valiente. Varios papas anteriores pensaron en la posibilidad de un concilio, pero ninguno se atrevió a hacerlo. Juan XXIII que no tuvo un plan preciso, un programa del Concilio, sí le señaló las líneas fundamentales, dándole un perfil completamente distinto respecto a concilios anteriores y muy acertado para una Iglesia en ese momento de la historia.

Otra importante aportación de Juan XXIII. Su figura, su estilo eran, por sí mismos, una invitación a la libertad en la Iglesia, muy bien recogida por numerosos obispos en sus intervenciones en el Concilio. En esta misma línea podemos interpretar la habilitación como teólogos oficiales de varios teólogos mal vistos por el Santo Oficio hasta vísperas del Concilio.

También merece destacarse un hecho puntual por su alto significado. El esquema sobre las “fuentes de la revelación” fue mayoritariamente rechazado, aunque sin lograr los dos tercios de votos. Al margen del reglamento y en contra de la minoría, ordenó su retirada. Esta decisión significó un primer distanciamiento serio del Concilio respecto a textos redactados en la fase preparatoria.

En cambio, resulta discutible la posición de Juan XXIII sobre los textos o esquemas preparatorios. ¿No quedaban muy en la cuerda floja las directrices generales señaladas por él para su elaboración, debido a la estructura, presidencia y, en buena parte, composición de las comisiones preparadoras de los esquemas que, en última instancia, fueron decisiones de su responsabilidad? Y cuando voces muy autorizadas le alertaron del rumbo que iban tomando los esquemas ¿cómo explicar la pasividad del Papa? Algunos elementos pueden apuntar a su exculpación razonable, pero quedan incógnitas que no nos permiten dar una respuesta aceptablemente satisfactoria.

Pablo VI

Su valoración es mucho más compleja que la de Juan XXIII. Dejando de lado su discretísima presencia en el Concilio como arzobispo de Milán, fijémonos en su actuación como Pablo VI.

1. Intervenciones elogiables

En primer lugar, su rápida decisión de continuar el Concilio. Igualmente, el haber asumido desde su primera alocución conciliar como Papa, las líneas fundamentales señaladas por Juan XXIII. Hemos de subrayar, asimismo, su decidido y eficacísimo apoyo a temas básicos del Concilio y a varios de sus documentos clave, como la Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, la Declaración sobre Libertad religiosa, la Declaración sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas. Aunque algunas de sus intervenciones pudieran interpretarse como no especialmente estimulantes de la libertad de los Padres conciliares, hemos de reconocer que el clima de libertad fue sustancialmente bueno durante todo el Concilio. Varios acontecimientos extraconciliares que tuvieron a Pablo VI como protagonista tuvieron su impacto en el mismo Concilio o empalmaban con líneas subrayadas por él. Me refiero a la encíclica Ecclesiam suam con el diálogo como tema central y a sus viajes a Tierra Santa donde se encontró con el Patriarca Atenágoras de Constantinopla, a Bombay para el Congreso Eucarístico y encuentro con otras religiones y a la ONU, con su condena de la guerra y defensa de la paz.

2. El lápiz rojo de Pablo VI

Cuanto voy a añadir no debe mermar la enorme contribución de Pablo VI a la causa del Vaticano II durante su celebración. En otro momento, trataremos de su actuación en el Postconcilio. Una serie de intervenciones del Papa, generalmente, en sentido favorable a la minoría conciliar, desataron resistencias y críticas en muchos Padres conciliares - buen signo de libertad -, creando a Pablo VI una imagen nada favorable. No se cuestionaba su derecho a intervenir, sino los términos y las circunstancias de tales actuaciones, con frecuencia su contenido, a veces, el proceder al margen del reglamento. No es el lugar para una presentación de la lista completa de tales intervenciones pontificias.

Desde la primera conocida, el 19 de mayo de 1964, hasta la última, el 24 de noviembre de 1965, cuando el Concilio se iba a clausurar el 8 de diciembre, cinco son los temas en que sus intervenciones causaron reacciones más fuertes: colegialidad episcopal, ecumenismo, libertad religiosa, texto sobre los judíos, un título mariano. Como en las carreteras hay zonas de especial concentración de accidentes, así sucedió con el lápiz rojo de Pablo VI que trabajó intensivamente durante la llamada, de forma algo exagerada, “Semana Negra”, 16 a 21 de noviembre de 1964, donde se acumularon cuatro actuaciones suyas consideradas desafortunadas.

Otro frente de críticas fueron los temas “secuestrados” al Concilio: la moralidad de los métodos de control de nacimientos, el celibato obligatorio del clero latino, la reforma de la Curia Romana y, en cierto modo, la traducción práctica de la colegialidad episcopal, al adelantarse a los Padres, creando el Sínodo de los Obispos.

Todo ello no sólo creó una imagen desfavorable de Pablo VI ante bastantes obispos, expertos, observadores no católicos sino también, en cierta medida, en la opinión pública a través de los medios de comunicación.

¿Cómo explicar el lápiz rojo?

Cuatro parecen haber sido los factores más determinantes en la actuación de Pablo VI. En primer lugar, su preocupación por el consenso, por la unanimidad. Si el texto recogía algunos puntos defendidos por la minoría, se podía esperar una mayor unidad en las votaciones. En segundo lugar, las presiones sobre el Papa, más fuertes y constantes por parte de la minoría que de la mayoría, parecen haber influido en algunas determinaciones de Pablo VI. En tercer lugar, su temperamento, su carácter intelectual, de conocer, de examinar todos los puntos de vista, su voluntad de asegurarse que todas las objeciones eran analizadas y sopesadas. Su preocupación por la claridad de los textos, de suerte que no se dejara ningún resquicio abierto a malas interpretaciones. Y, finalmente, una cuestión muy delicada porque entramos en el misterio de la conciencia del Papa: el modo de concebir su misión pontificia, con una especie de hiperresponsabilidad personal, tensa, con menos espacio para la confianza serena en la conciencia de los demás. Esta conciencia pudo crearle verdaderos dramas personales, ante los cuales no podemos menos de sentir un gran respeto. Como decía el gran moralista redentorista P. Häring, lo que no se puede dudar es de la honestidad y sinceridad de Pablo VI que, por fidelidad a su conciencia, no temía la impopularidad.

3. La comunicación de y con Pablo VI

Éste fue un asunto que enturbió el Concilio durante algún tiempo. La comunicación de Pablo VI con el Concilio parecía adolecer en ocasiones de falta de transparencia en un doble sentido. En primer lugar, a veces no se percibía bien si presentaba sugerencias como un obispo más o, si actuaba como Papa, imponiendo su punto de vista. Por otro lado, el uso de terceros como intermediarios, sin textos personales suyos, podía prestarse a confusión sobre qué pertenecía al Papa y qué al intermediario.

Comunicación del Concilio con el Papa. Por la frecuencia de recursos al Papa, más por parte de la minoría que de la mayoría, podía darse la impresión de que los apartamentos de Pablo VI eran una segunda aula conciliar. Tan frecuentes visitas o cartas al Pontífice le crearon muchísimos sufrimientos y problemas. A veces, respondió con valentía a unos y a otros, pero ¿no contribuyó todo ello a cargar su conciencia de responsabilidad excesiva? ¿No hubiera sido más razonable y no le habría ahorrado tensiones el simple hecho de remitirlos a la Asamblea, a sus debates, resoluciones y votaciones?