Curso AyC sobre el ConcilioVaticano II . Lección 5

Artífices del Concilio,
obispos y expertos

Seguimos presentando a “Quién es quien en el Vaticano II”, después de haber descrito el papel desempeñado en el Concilio por Juan XXIII y Pablo VI.

1. Una precisión de vocabulario

Por razones de brevedad, utilizo obispos cuando lo exacto sería hablar de “Padres conciliares”, por ser ellos la mayoría de los Padres (más de 2000), frente a 103 Superiores Generales de religiosos. Todos ellos eran los Padres conciliares, los únicos con derecho a hablar en el aula conciliar sobre los tema debatidos y los únicos con derecho a votar. Supuesta la convocatoria del Concilio y sus líneas generales, ellos fueron los grandes artífices de los textos del Vaticano II, con la valiosísima ayuda de los expertos.

2. “Milagrosa” transformación episcopal

¿Cuál era el perfil de los obispos al comenzar el Vaticano II? Si nos atenemos a las respuestas dadas por ellos a la macroconsulta sobre los posibles temas a tratar en el Concilio, domina un perfil de tono conservador, aunque no falta una minoría con propuestas renovadoras importantes. Por lo tanto, al abrirse el Concilio, no parecía razonable esperar de ellos un notable impulso renovador en las ideas y orientaciones para la Iglesia postconciliar.

Sin embargo, a los diez días de iniciarse el Concilio empiezan a percibirse signos de un vuelco inesperado de la situación. Se va perfilando una mayoría renovadora, consolidada poco a poco no sin grandes fatigas, frente a una minoría aguerrida. ¿Qué ha sucedido para una transformación tan inesperada y bastante rápida? ¿Cómo se va llegando a textos con aires nuevos ratificados en votaciones? Dando por supuesta la acción escondida y efectiva del Espíritu, éste se sirve de una serie de factores. Los obispos, antes más bien aislados cada uno en su diócesis, cuando las Conferencias Episcopales no tenían gran relieve, se conocían, más bien poco, incluso dentro del mismo país. Ahora, se encuentran con obispos de todo el mundo, se reúnen, hablan y se van conociendo, no sólo en el aula y en el bar, sino, sobre todo, fuera del marco conciliar. Se encuentran también con grandes expertos, lo cual representa una especie de vuelta a las “aulas” para una actualización rápida en las actuales corrientes teológicas, bíblicas, litúrgicas, históricas, etc. La figura de Juan XXIII tiene, igualmente, su gran papel estimulante en la trasformación realizada. Importantísimo, el factor tiempo. Un encuentro de pocos días no permite construir la nueva mayoría. Y tampoco hemos de descartar el efecto de “¿Dónde va Vicente? Donde va la gente”.

3. Mayoría y minoría, duelo apasionante,
a veces, con malas mañas

En ocasiones, los debates y votaciones conciliares parecen trasladarnos a la sede de un parlamento más, pero existen notables diferencias que no es del caso analizar. Como veremos al estudiar los temas debatidos, cada parte utiliza su arsenal de argumentos como instrumentos casi bélicos con un apasionamiento incandescente y, suponemos que siempre, con la convicción de prestar el mejor servicio a la Iglesia. Pero en algunos asuntos clave como la colegialidad, la libertad religiosa, etc. se acude a todos los resortes imaginables, incluso rozando la legitimidad reglamentaria.

4. Los expertos, casi como el Guadiana

Todos los obispos dan la cara en el aula, hablando y votando. Más de 200 de ellos también en las diez comisiones conciliares que se encargan de la redacción de los textos. Pero los motores más eficaces del cambio son un relativamente pequeño grupo de expertos, en su gran mayoría de Bélgica, Francia, Alemania y Holanda. Quizás, con algo de exageración se ha escrito que el Vaticano II es el “Concilio de los teólogos”. Pero, hemos de reconocer que sin ellos, difícilmente el Vaticano II hubiera llegado a donde llegó. Juan XXIII y también Pablo VI abrieron la puerta grande del Concilio a algunos de los más famosos teólogos incluidos en las listas negras del Santo Oficio hasta la víspera del Vaticano II.

Nunca hablaron en el aula conciliar. Su misión era asesorar a los obispos, ayudarles en la preparación de sus intervenciones orales o escritas en el Concilio, colaborar en las comisiones conciliares, donde se “cocinaban” los textos a debatir y a votar en el aula. Este era un trabajo ímprobo, agotador, llevado de una forma discreta, sin apenas eco exterior. Algunos sufrieron serios quebrantos en su salud por la labor intensísima que tuvieron que realizar y, con frecuencia, con grandes urgencias de tiempo. Sin embargo, algunos de los expertos “progresistas” - a los conservadores apenas se los llamaba - gozaron de un gran protagonismo fuera del aula conciliar en conferencias, programas de radio y televisión, etc., lo cual suscitó críticas y piques por parte de algunos obispos, objeto, en alguna ocasión, de un humor ingenioso. Así se desquitaron del silencio conciliar que los envolvía.

El número de expertos oficiales, con acreditación del Vaticano, a disposición de todos los Padres Conciliares, se acercó a los quinientos. Hubo, además, un alto número de peritos no oficiales, que cada Padre podía llevar por su cuenta.

En la siguiente entrega terminaré la presentación de “Quién es quien en el Vaticano II”, refiriéndome a auditores/as, - en su mayoría, seglares, hombres y mujeres, más algunas religiosas – y a los observadores cristianos no católicos.