La Declaración de Montserrat

Personalidades civiles y religiosas Instan a la comunidad internacional a unir esfuerzos ante las amenazas a la Humanidad y a no relacionar religión y violencia

“La información engañosa sobre el origen de los conflictos reclama un análisis inequívoco sobre la relación entre los sentimientos religiosos y la violencia, para avanzar hacia la construcción de paz”. Así comienza la Declaración de Montserrat, un documento firmado el pasado 10 de abril por un grupo heterogéneo de importantes personalidades internacionales civiles y religiosas en el monasterio de Montserrat.

Con la firma de este texto, los asistentes al encuentro, promovido y organizado por la Fundación Cultura de Paz, quieren transmitir la idea de que las religiones no deberían ser nunca más origen de confrontación, y sí de conciliación.

Los firmantes reclaman la implicación de la sociedad civil para exigir a las autoridades que emprendan acciones. También quieren implicar a los gobiernos, organizaciones internacionales y líderes políticos y religiosos para que refuercen su papel como actores de la paz y la comprensión mutua.

Convocados por la Fundación Cultura de Paz, presidida por Federico Mayor Zaragoza, y acogidos por la Abadía de Montserrat y el abad Josep M. Soler, como anfitrión, entre los firmantes de la Declaración de Montserrat, además de los propios Federico Mayor y Josep M. Soler, destacan el obispo de Urgell y copríncipe de Andorra, Joan Enric Vives; Mohammed Jatami, presidente de la Foundation for Dialogue among Civilizations y ex presidente de la República de Irán; Aram I, Katholikós de Cilícia de la Iglesia Armenia Ortodoxa y presidente del Consejo de Iglesias de Oriente Medio; Abdulaziz O. Altwaijri, director general de la ISESCO; el rabino René-Samuel Sirat; Mar O. Oraham, de la Iglesia Asiria del Este; Kjell M. Bondevik, presidente del Oslo Centre for Peace and Human Rights i ex primer ministro de Noruega; Candido Mendes, secretario general de la Academia de la Latinidad, y William F. Vendley, secretario general de la Conferencia Mundial de Religiones para la Paz.

Texto íntegro de la Declaración de Montserrat

La información engañosa sobre el origen de los conflictos reclama un análisis inequívoco sobre la relación entre los sentimientos religiosos y la violencia, para avanzar hacia la construcción de paz mediante la prevención y la resolución pacífica. Si no analizamos y damos a conocer de un modo esmerado esta relación, algunos medios de comunicación y muchas personas de cualquier parte del mundo continuarán pensando y percibiendo que la religión es, a menudo, la que alimenta la violencia.

En 1994, en Barcelona, tuvo lugar una importante reunión entre los representantes de diferentes creencias y organizaciones religiosas (1), en la cual los participantes llegaron a la conclusión unánime de que las religiones, basadas en valores compartidos como la fraternidad, la solidaridad humana y el amor, no deberán ser nunca jamás origen de confrontación sino de conciliación.

Los conflictos dramáticos e inacabables de Oriente Próximo, como también los acontecimientos trágicos que han tenido lugar recientemente en otros lugares del mundo, requieren soluciones desde la toma de conciencia, del compromiso y de la implicación de la sociedad civil, que debe exigir a las autoridades que emprendan acciones y adopten medidas políticas.

Tal y como establecen el Informe de la Alianza de Civilizaciones y otros documentos, debemos intensificar nuestros esfuerzos para reducir las diferencias entre religiones y culturas mediante el diálogo y actuaciones concretas. Debemos superar las ideas falsas, los estereotipos, el lenguaje tendencioso y los conceptos que difunden los medios de comunicación y a menudo reproducen los líderes irresponsables. Debemos rebatir las actitudes que propagan la idea de un vínculo entre religión y violencia, extremismo e incluso terrorismo.

En este contexto, es urgente la necesidad de promover acciones que puedan contrarrestar la situación y las tendencias actuales, basadas en la fuerza y en la imposición. Debemos fomentar comportamientos y actitudes orientados a la acción y debemos dar a conocer el verdadero origen de los conflictos, incluyendo, si procede, las religiones y las ideologías. Hemos de ofrecer posibles soluciones para construir la paz e implantarla en la mentalidad de las personas, especialmente en los actores políticos y sociales y en los medios de comunicación.

Por lo tanto, reunidos en la edificante montaña y abadía de Montserrat, y dentro del marco del 60º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, reconfirmamos nuestra adhesión plena a los principios ratificados en la Declaración, como también en otros documentos (2) y acuerdos internacionales, que garantizan el derecho y el pleno respeto a la libertad de religión y otras creencias, y promueven el diálogo y la interacción con personas de otras afinidades e identidades, sean creyentes o no. En este sentido, parece esencial un encuentro y una puesta en común rápidos y eficaces entre los representantes de las religiones y las autoridades nacionales e internacionales, sobre todo para identificar los valores comunes y aprender a vivir con nuestras diferencias.

Destacamos la importancia que tienen hoy las identidades, las cuales, dejando aparte los extremismos, constituyen la base más poderosa para crear un modelo efectivo de coexistencia internacional. Estamos convencidos que es necesario construir una cultura de diálogo, alianza, no violencia y paz, y expresamos en voz alta nuestro apoyo convencido a todos los que dedican esfuerzos a este proyecto.

Invitamos a todos los líderes religiosos, a todos los niveles, desde la jerarquía más alta hasta la base popular, a reforzar y ejercer su papel crucial como actores de la paz y la comprensión mutua.

Invitamos a la sociedad civil y a los actores institucionales a trabajar en estrecha colaboración, diligente e incansablemente, con resolución e imaginación, para lograr los Objetivos del Milenio e ir más allá, y de este modo, acelerar la transición de la fuerza hacia la palabra, de la violencia hacia la armonía intercultural e interreligiosa, del enfrentamiento a la alianza, de una economía de guerra a una economía de desarrollo global, de una cultura de guerra a una cultura de paz basada en la justicia.

Realizamos un llamamiento especial a las comunidades educativa, académica, científica y artística, así como a las asociaciones intelectuales, grupos de expertos y medios de comunicación. Por su naturaleza misma, deberían convertirse en los principales paladines de la enseñanza y el aprendizaje de los derechos humanos, la tolerancia, los valores y un mejor equilibrio entre géneros.

Invitamos a los líderes políticos, a los Gobiernos y a las organizaciones internacionales –especialmente mediante una reforma exhaustiva del sistema de Naciones Unidas– a unir sus esfuerzos, guiados por “principios democráticos”, para hacer frente a las dificultades que amenazan a la Humanidad. Estamos convencidos de que, si los seres humanos lo desean, pueden transformar el mundo. Tal y como reconocen todas las religiones, no hay nada que esté fuera del alcance de la capacidad creativa del ser humano para distinguir.

 

(1) Declaración de Barcelona 1994: Declaración sobre el papel de la religión en la promoción de una cultura de paz, UNESCO. www.unesco.org/cpp/uk/declarations/religion.pdf

(2) Informe del Grupo de Alto Nivel de Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones: www.unaoc.org; Proceso de diálogo entre civilizaciones: www.unesco.org/dialogue, Fomento del diálogo interreligioso e intercultural, comprensión y cooperación para la paz. Resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas A/RES/61/221, www.un.org/ga/61/