GERVASIO SANCHEZ,
premio Ortega y Gasset 2008
DISCURSO PRONUNCIADO POR GERVASIO SANCHEZ (PERIODISTA Y
FOTÓGRAFO) DURANTE LA ENTREGA DE LOS PREMIOS ORTEGA Y GASSET ESTE 7 DE
MAYO.
EN EL ACTO ESTABAN PRESENTES LA VICEPRESIDENTA DEL GOBIERNO, VARIAS
MINISTRAS Y MINISTROS, EX MINISTROS DEL PARTIDO POPULAR, LA PRESIDENTA
DE LA COMUNIDAD DE MADRID, EL ALCALDE DE MADRID, EL PRESIDENTE DEL
SENADO Y CENTENARES DE PERSONAS.
Estimados miembros del jurado, señoras y señores:
Es para mí un gran honor recibir el Premio Ortega y Gasset de
Fotografía convocado por El País, diario donde publiqué mis fotos
iniciáticas de América Latina en la década de los ochenta y mis mejores
trabajos realizados en diferentes conflictos del mundo durante la
década de los noventa, muy especialmente las fotografías que tomé
durante el cerco de Sarajevo.
Es un gran honor porque varios de mis mejores amigos a los que respeto
profesionalmente pertenecen a la plantilla de este diario. Queridos
Ramón Lobo, Guillermo Altares, Miguel Ángel Villena, Jorge
Marirrodriga, Francesc Relea, Miguel Gener, Alberto Ferreras, Gorka
Lejarcegui, incluso tú querido Alfonso Armada, a los que he nombrado y
a los que tengo en mi mente, a todos vosotros que me apoyasteis en los
momentos más duros os dedico este premio de todo corazón.
Quiero dar las gracias a los responsables de Heraldo de Aragón, del
Magazine de La Vanguardia y la Cadena Ser por respetar siempre mi
trabajo como periodista y permitir que los protagonistas de mis
historias, tantas veces seres humanos extraviados en los desaguaderos
de la historia, tengan un espacio donde llorar y gritar.
No quiero olvidar a las organizaciones humanitarias Intermon Oxfam,
Manos Unidas y Médicos Sin Fronteras, la compañía DKV SEGUROS y a mi
editor Leopoldo Blume por apoyarme sin fisuras en los últimos doce años
y permitir que el proyecto Vidas Minadas al que pertenece la fotografía
premiada tenga vida propia y un largo recorrido que puede durar
décadas.
Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez,
puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano
asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de
las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, a la que
ustedes han conocido junto a su hija Alia en la imagen premiada, que
concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la
vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la
dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis
Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega
tras ser víctima de una explosión a los ocho años.
Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la
muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener
hijos, llegar a la universidad.
Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una
víctima de la guerra perseguir la felicidad.
Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños,
como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji
Mizoguchi.
Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen
fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran
exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a
la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado.
Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la
transición encabezados por los presidentes Adolfo Suarez, Leopoldo
Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez
Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países
con conflictos internos o guerras abiertas.
Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de
armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje
contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas
de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas
antipersonas.
Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas
españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me
avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de
la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que,
por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas
suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que
convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la
muerte.
Muchas gracias