Mensaje de Benedicto XVI a la Conferencia de la FAO sobre seguridad alimentaria mundial
El cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado y jefe de la delegación de la Santa Sede, leyó este mensaje del Papa el 3 de junio ante la Conferencia de unos 50 jefes de Estado y de otros representantes nacionales sobre "La seguridad alimentaria mundial: los retos del cambio climático y la bioenergía", que se celebra del 3 al 5 de junio en la sede del Fondo de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en Roma.
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Señor presidente de la República italiana,
ilustres jefes de Estado y de Gobierno,
señor director general de la FAO,
señor secretario general de la ONU,
señoras y señores:
Con alegría os presento mi deferente y cordial saludo a todos los que, de diferentes maneras, representáis a los diferentes componentes de la familia humana, reunidos en Roma para concordar soluciones idóneas y afrontar el problema del hambre y de la malnutrición.
He pedido al cardenal Tarcisio Bertone, mi secretario de Estado, que os transmita la particular atención con la que sigo vuestro trabajo y que os asegure que doy una gran importancia a la ardua tarea que os espera. A vosotros se dirige la mirada de millones hombres y mujeres, mientras nuevas insidias amenazan su supervivencia y situaciones preocupantes ponen en peligro la seguridad de sus países. De hecho, la creciente globalización de los mercados no siempre favorece la disponibilidad de alimentos y los sistema productivos con frecuencia están condicionados por límites estructurales, así como por políticas proteccionistas y fenómenos especulativos que dejan a poblaciones enteras al margen de los procesos de desarrollo. A la luz de esta situación, es necesario confirmar con fuerza que el hambre y la malnutrición son inaceptables en un mundo que, en realidad, dispone de niveles de producción, de recursos y de conocimientos suficientes para acabar con estos dramas y con sus consecuencias. El gran desafío de hoy consiste en "globalizar no sólo los intereses económicos y comerciales, sino también las expectativas de solidaridad, en el respeto y en la valoración de la contribución de cada miembro de la sociedad" (Discurso a la fundación Centesimus Annus pro Pontifice, 31 de mayo de 2008).
Hago llegar a la FAO y a su director general mi aprecio y gratitud por haber llamado nuevamente la atención de la comunidad internacional sobre lo que obstaculiza la lucha contra el hambre y por haberla invitado a una acción que, para que sea eficaz, tiene que ser unitaria y coordinada.
Con este espíritu, deseo renovar a las personalidades que participan en esta cumbre el auspicio que formulé durante mi reciente visita a la sede de la ONU: es urgente superar la "paradoja de un consenso multilateral que sigue padeciendo una crisis a causa de su subordinación a las decisiones de unos pocos" (Discurso a la asamblea general de la ONU, 18 de abril de 2008). Además, me permito invitaros a colaborar de manera cada vez más transparente con las organizaciones de la sociedad civil comprometidas en superar la creciente brecha entre riqueza y pobreza. Os exhorto a continuar en esas reformas estructurales que, a nivel nacional, son indispensables para afrontar con éxito los problemas del subdesarrollo, de los que el hambre y la malnutrición son una consecuencia directa. ¡Sé que todo esto es arduo y complejo!
Ahora bien, ¿cómo es posible permanecer insensibles a los llamamientos de quienes, en diferentes continentes, no logran alimentarse suficientemente para vivir? Pobreza y malnutrición no son una mera fatalidad, provocada por situaciones ambientales adversas y por calamidades naturales desastrosas. Por otra parte, las consideraciones de carácter exclusivamente técnico o económico no deben prevalecer sobre los deberes de justicia hacia los que padecen hambre. El derecho a la alimentación "responde principalmente a una motivación ética: 'dar de comer a los hambrientos' (cf. Mt 25,35), que apremia a compartir los bienes materiales como muestra del amor que todos necesitamos [...] Este derecho primario a la alimentación está intrínsecamente vinculado con la tutela y defensa de la vida humana, roca firme e inviolable donde se apoya todo el edificio de los derechos humanos (Discurso al nuevo embajador de Guatemala, 31 de mayo de 2008).
Cada persona tiene derecho a la vida; por eso, es necesario promover de manera eficaz la aplicación de este derecho y ayudar a las poblaciones que sufren por la falta de alimentos a llegar a ser poco a poco capaces de satisfacer las propias exigencias de una alimentación suficiente y sana.
En este momento particular, en el que está amenazada la seguridad alimentaria a causa del encarecimiento de los productos agrícolas, deben elaborarse nuevas estrategias de lucha contra la pobreza y de promoción del desarrollo rural. Esto debe suceder también a través de procesos de reformas estructurales, que permitan afrontar los desafíos de la misma seguridad y de los cambios climáticos; además, es necesario aumentar la disponibilidad de comida, valorando las capacidades de los pequeños agricultores y garantizando su acceso al mercado. Ahora bien, el aumento global de la producción agrícola sólo podrá ser eficaz si va acompañado por la distribución eficaz de esta producción y si se destina primariamente a satisfacer las necesidades esenciales. Se trata de un camino que no es ciertamente fácil, pero que permitiría, entre otras cosas, redescubrir el valor de la familia rural: ésta no se limita a preservar la transmisión, de los padres a los hijos, de los sistemas de cultivo, de conservación y de distribución de los alimentos, sino que es sobre todo un modelo de vida, de educación, de cultura y de religiosidad. Además, desde el punto de vista económico, asegura una atención eficaz y amorosa a los más débiles y, en virtud del principio de subsidiariedad, puede asumir un papel directo en la cadena de distribución y comercialización de los productos agrícolas destinados a la alimentación, reduciendo los costes de intermediación y favoreciendo la producción a pequeña escala.
Señoras y señores:
Las dificultades actuales muestran cómo las modernas tecnologías, por sí mismas, no son suficientes para superar la carencia alimentaria, así como tampoco lo son las estadísticas o el envío de ayuda en casos de emergencia. Todo esto tiene ciertamente una gran importancia, sin embargo debe ser completado y orientado por una acción política que, inspirada en los principios de la ley natural que están inscritos en el corazón de los hombres, proteja la dignidad de la persona. De este modo, también se respeta el orden de la creación y se tiene "como criterio de orientación el bien de todos" (mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 2008, n. 7).
Sólo la tutela de la persona, pues, permite combatir la causa principal del hambre, es decir, esa cerrazón del ser humano hacia sus semejantes que disuelve la solidaridad, justifica los modelos de vida consumista y disgrega el tejido social, preservando e incluso llegando a aumentar el surco de injustos desequilibrios, dejando a un lado las exigencias más profundas del bien. (Cf. Deus Caritas Est, 28).
Por tanto, si se hiciera valer el respeto de la dignidad humana en la mesa de las negociaciones, de las decisiones y de su aplicación, podrían superarse obstáculos que de otro modo son insuperables y se eliminaría, o al menos disminuiría, el desinterés por el bien de los demás. De este modo, sería posible adoptar medidas valientes, que no se rindan ante el hambre y la malnutrición, como si se tratara simplemente de fenómenos endémicos y sin solución. La defensa de la dignidad humana en la acción internacional, también de emergencia, ayudaría además a limitar lo superfluo en la perspectiva de las necesidades de los demás y a administrar de modo justo los frutos de la creación, poniéndolos a disposición de todas las generaciones".
A la luz de estos principios deseo que las delegaciones presentes en esta reunión asuman nuevos compromisos y se propongan llevarlos a cabo con gran determinación. ¡La Iglesia católica, por su parte, desea unirse a este esfuerzo! Con espíritu de colaboración, basándose en la antigua sabiduría, inspirada por el Evangelio, propone un llamamiento firme y sentido, que sigue siendo de gran actualidad para quienes participan en la cumbre: "Da de comer al que está muriéndose de hambre, si no le das de comer, le habrás matado" (Decretum Gratiani, c. 21, d. LXXXVI). Os aseguro que, en este camino, podéis contar con la contribución de la Santa Sede. Ésta, si bien se diferencia de los Estados, se une a ellos en los objetivos más nobles para sellar un compromiso que, por su misma naturaleza, involucra a toda la comunidad internacional: alentar a todo pueblo a compartir las necesidades de los demás pueblos, poniendo en común los bienes de la tierra que el Creador ha destinado a toda la familia humana.
Con estos sentimientos, formulo mis mejores deseos de éxito para la conferencia e invoco la bendición del Altísimo sobre vosotros y sobre cuantos están comprometidos con el auténtico progreso de la persona y de la sociedad.
Vaticano, 2 de junio de 2008
BENEDICTUS PP. XVI
[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina
© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]