ANTE LAS ELECCIONES DE MAYO 2011:
COMUNICADO CONJUNTO DE JUSTICIA Y PAZ Y CONFER

Como Organizaciones de Iglesia queremos dirigirnos en estos momentos a nuestros hermanos creyentes, principalmente católicos, pero también de otras religiones o confesiones, y no creyentes en aras de nuestra propia responsabilidad como ciudadanos.

Quisiéramos ofrecer algunos puntos de reflexión que ayuden a esta participación responsable, desde nuestra fe y desde una perspectiva ética.

1. Las convocatorias electorales son un momento particularmente importante para el funcionamiento de un sistema democrático. El hecho de que se repitan cada cuatro años no debería hacernos olvidar su valor ni ignorar las oportunidades que generan para la participación ciudadana y, en definitiva, para el buen gobierno de un país. La democracia es un bien precioso y, por desgracia, escaso. La historia enseña que la democracia no es algo por naturaleza irreversible. Hay que esforzarse siempre para alimentarla y evitar que se degrade. Por otra parte, tampoco es algo que se pueda tener de una vez por todas, sino un proceso permanente de búsqueda colectiva de las mejores formas de gobierno basadas en la libertad, la igualdad, la justicia, el pluralismo político y la soberanía popular, principios en los que se fundamenta nuestro orden político (art. l de la Constitución). La democracia exige, pues, un esfuerzo continuo de toda la comunidad política.

2. Por todo ello, hacemos una llamada a la participación como un deber cívico y un acto de responsabilidad a favor del Bien Común. Es más urgente todavía, en nuestro caso, por el ambiente de desprestigio de la acción política, la crispación que muchas veces se crea, por la polarización de las posturas ideológicas y por la corrupción de la que tantas veces somos testigos. Sabemos que, por todo ello, no es fácil determinar en estos momentos en quién vamos a depositar nuestra confianza y, en todo caso, queda ello referido a la conciencia personal de cada uno, sin dejarnos llevar por la rutina, las posturas partidistas cerradas, el cansancio o la minusvaloración del ejercicio del voto. Como otras acciones de nuestra vida personal y social, se trata de acto cargado de responsabilidad ética. Todo esto es aun más decisivo en una convocatoria municipal y autonómica, donde hay una mayor proximidad entre representantes y ciudadanos y unas mayores  posibilidades de participación.

3. Ahora bien, participar no es sólo depositar un voto en la urna, aunque sea en blanco, o formar parte de una mesa electoral cuando se es llamado, sino mucho más. Tenemos la obligación de informarnos realmente sobre la composición y programas de las candidaturas e interesarnos  por los debates entre ellas, confrontando semejanzas y diferencias. Debemos debatir y conocer mejor los problemas que deben afrontarse en cada municipio y en cada autonomía y medir a las diversas fuerzas políticas por las repuestas que prometen dar a la altura de los desafíos planteados. En este sentido no debemos olvidar el necesario balance de la gestión llevada a cabo hasta ahora por quien han regido municipios y autonomías en la legislatura que termina, examinando la coherencia habida entre lo prometido en sus programas y la realidad llevada a cabo en estos años.

4. Estas elecciones municipales y autonómicas tienen, como trasfondo, la proximidad en el tiempo de las futuras elecciones generales y nuestros políticos seguramente orientarán en este sentido sus respectivas campañas. Sin embargo, aun teniendo esto en cuenta, debemos entender que éstas no son una elecciones legislativas generales sino de quienes van a gobernar nuestros municipios y comunidades autónomas los próximos años. No debemos dejarnos llevar por los discursos de la campaña, que pueden desnaturalizar el sentido de estas elecciones.  No se trata, pues, de un examen de la política global de Estado, del gobierno y de la oposición.

5. Parece evidente que estas elecciones han de tener como foco prioritario de atención la crisis económica y sus graves consecuencias de paro, incremento de la pobreza y la exclusión social. Sin desechar otros, es éste el primer gran problema que tenemos entre manos y es necesario, por tanto, que en nuestras opciones tengamos clara una jerarquía de criterios y valores, no sólo de tipo general sino muy determinados en virtud de las concretas circunstancias en que estamos viviendo en nuestros ámbitos particulares pues los problemas son muy concretos en nuestros municipios y autonomías.

6. Deberíamos estar atentos a lo que, dentro de sus programas, presentan los diversos partidos de cara a promover un mayor compromiso de ayuntamientos y comunidades con la creación de empleo y con la protección de aquellos colectivos que padecen cualquier tipo de precariedad económica y social, reforzando todos los recursos y equipamientos para promover la inclusión social.

7. Temas muy concretos determinantes de nuestro voto deben ser los servicios sociales, la sanidad y la educación, así como la situación y el trato a los inmigrantes extranjeros sin papeles; la dignificación de los barrios populares y de las zonas de chabolismo; los apoyos a la familia, sobre todo en estos momentos de crisis económica; la vivienda; la defensa de la vida; el problema del medio ambiente; la corrupción urbanística y política; la solidaridad internacional mediante la Ayuda al Desarrollo; la participación ciudadana en la construcción de la ciudad y de la comunidad; el máximo respeto para todas las creencias religiosas e ideologías, siempre que no sean contrarias a la dignidad y derechos fundamentales de las personas.

8. Deberíamos desoír aquellas campañas que se basan en la manipulación, la explotación de prejuicios o miedos colectivos, los insultos o las descalificaciones personales. En este sentido, debemos mantenernos críticos respecto de algunos medios de comunicación social, que no siempre proporcionan una información auténticamente veraz. Los votantes debemos rechazar aquellas propuestas que desnaturalizan la convocatoria, por ejemplo desgastando a otros gobiernos que no son objeto de elección o alentando sentimientos de agravio o animadversión contra otras comunidades o nacionalidades, normalmente basados en ideas falsas.

9. Queremos insistir en que los problemas que nos planteamos en estas elecciones no son problemas, en principio, de política general sino de política muy cercana a nuestras realidades cotidianas que, si no estamos atentos, pueden quedar subordinadas a otros intereses partidistas para la conquista del poder. El poder político es, ante todo y sobre todo, un servicio para el bien común y no un reparto de prebendas y privilegios. Las decisiones políticas no pueden estar al margen de los principios éticos.

10. Y, por encima de los programas y los partidos, están las personas concretas que piden nuestro voto y cuyo talante ético debemos calibrar con seriedad. No podemos, por un afán partidista o de otro tipo, dar nuestro voto a personas concretas que no merecerían el respeto de la ciudadanía. El hecho, en nuestro país, de las listas cerradas de los partidos no siempre facilita esta consideración ética y, sin embargo, debería ser ésta prioritaria en aras del bien común y de la dignificación de la vida política y de la misma democracia. La valía moral de las personas está muchas veces por encima de las listas concretas.