Carta a un hombre heterosexual maltratado
por Lucía Echabarría
Cuando la conociste te pareció muy guapa. No había nacido así. Pero se habría reconstruido para serlo. Se había blanqueado los dientes y operado el pecho, y vivía a dieta constante. Te conmovió lo frágil que parecía. Decía que le gustaban los niños y los animales. Te contó una historia sobre un exnovio muy malo que la había maltratado. Lloraba mucho. Aunque ya desde el principio viste que tenía unos arranques de mal humor increíbles. Pero ella lo atribuía a que estaba dejando el tabaco.
Lo primero fue la campaña de acoso y derribo contra tu novia, una chica menos llamativa, más bien gordita, muy estudiosa, callada. Puso a todos los amigos en su contra. Se dedicó a decir que tu novia le había insultado, que era una manipuladora, una mentirosa. Al final, dejaste a tu novia, que enfermó seriamente. Aceptó un trabajo en otra ciudad y no se volvió a saber de ella.
Tu nueva novia era asfixiantemente posesiva, te llamaba hasta diez veces diarias en medio de una jornada laboral. Al principio, eso te halagaba. Tú nunca has sido muy guapo, y que una mujer de bandera pensara que otras podían mirarte te hacía sentir atractivo, especial.
Ella te daba un sexo increíble. Pero también vivías con miedo. Miedo a sus rabietas y a sus gritos. En cuanto hacías algo que a ella no le gustaba, se le disparaba la pinza. Y sabía darte donde más te dolía: eres tonto, no sirves para nada. Inútil. Egoísta. Impotente. Te fue destrozando la autoestima. Sin embargo, en público era una chica correctísima.
Te fue dejando sin amigos. Sobre todo, sin amigas. Te hablaba mal de todos y te ponía en su contra. Te acusaba continuamente de ser infiel pese a que no tenías casi amigos y no salías sin ella. Revisaba tu correo, tu ordenador y tu móvil. Cada vez dependías más de ella.
Te sentías, alternativamente: culpable, avergonzado, cobarde, inseguro, temeroso, humillado, ansioso, enfadado, estúpido, poco hombre. Empezaste a beber y a comer de más. Te sentías confuso porque, cuando quería, ella era muy cariñosa y amable; frustrado por no conseguir nada a pesar de haber hecho todo lo posible, fracasado como amante, aterrorizado ante la idea de que la gente se enterara.
Te enfrentó con tus familiares, te decía que no te trataban como te merecías. No podías salir de casa sin ella, ni siquiera a tomar una caña, porque tenías miedo de que a la vuelta te la encontrases histérica, o bien llorando o bien montando una bronca de cuidado. Amenazaba con suicidarse cuando insinuabas que querías irte. No, nunca jamás te pegó, ni siquiera una bofetada, pero sus palabras te herían más que cualquier golpe.
Y tu vida sigue así… Puede que incluso, peor aún, hayas tenido hijos con ella (esos extraños fallos de la píldora, que sólo tiene un 0,10% de fallos…). Pero nadie sabe nada, no se lo cuentas a nadie. Porque crees que se van a reír de ti. Y tienes razón, se van a reír de ti. En esta sociedad se tolera el maltrato de los varones a las mujeres, pero desde luego no se tolera a un hombre maltratado: es un maricón o un calzonazos. Te sientes invisible. Porque tú no existes. Nadie habla de ti. Y no hablan porque ni tú ni tantos como tú os atrevéis a hablar primero.
Leer más: http://www.lavanguardia.com/magazine/20130926/54387729446/lucia-etxebarria-articulo-opinion-magazine.html#ixzz2gehOz9BS
Twitter: https://twitter.com/@LaVanguardia
Facebook: http://facebook.com/LaVanguardia