1ª Lectura. Del Libro del Génesis (Gén 3,9-15)
Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?».
Y éste respondió: «Oí tus pasos por el jardín, me entró miedo porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor Dios prosiguió: «¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo? ¿No habrás comido del árbol del que te prohibí comer?».
El hombre respondió: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí».
El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Qué es lo que has hecho?». Y la mujer respondió: «La serpiente me engañó y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto,maldita seas entre todos los ganados y entre todas las bestias del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre y comerás del polvo de la tierra todos los días de tu vida. Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te aplastará la cabeza y tú sólo tocarás su calcañal».
El hombre llamó Eva a su mujer, porque ella fue la madre de todos los vivientes.

2ª Lectura. De la Carta a los Efesios (Ef 1,3-6.11-12)
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales. Él nos ha elegido en Cristo antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables a sus ojos. Por puro amor nos ha predestinado a ser sus hijos adoptivos, por medio de Jesucristo y conforme al beneplácito de su voluntad, para hacer resplandecer la gracia maravillosa que nos ha concedido por medio de su querido Hijo.
En Cristo también hemos sido hechos herederos, predestinados según el designio del que todo lo hace conforme a su libre voluntad, a fin de que nosotros, los que antes habíamos esperado en Cristo, seamos alabanza de su gloria.

Evangelio según San Lucas (Lc 1,26-38)
A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una joven virgen, prometida de un hombre descendiente de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró donde ella estaba, y le dijo: «Alégrate, llena de gracia; el Señor está contigo».
Ante estas palabras, María se turbó y se preguntaba qué significaría tal saludo.
El ángel le dijo: «No tengas miedo, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Será grande y se le llamará Hijo del altísimo; el Señor le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».
María dijo al ángel: «¿Cómo será esto, pues no tengo relaciones?».
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño que nazca será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, tu parienta Isabel ha concebido también un hijo en su ancianidad, y la que se llamaba estéril está ya de seis meses, porque no hay nada imposible para Dios». 38 María dijo: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel la dejó.

Comentario
La Fiesta de la Inmaculada Concepción de María, siendo una solemnidad muy popular, especialmente en España, celebra una de las doctrinas más intrincadas del Catolicismo.

La bula Ineffabilis Deus, promulgada por Pío IX el 8 de diciembre de 1854, declaró que la fe en la Inmaculada Concepción de María es un dogma de la Iglesia Católica. Dice textualmente: “la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente”.

Para comprender qué es lo que se quiere decir, es preciso entender antes qué hay detrás del concepto “pecado original”. La doctrina del pecado original, fue formulada cuatro siglos después de Cristo por San Agustín, pero hunde sus raíces en intuiciones de la Biblia.

Un ser humano comete pecado cuando de modo consciente y libremente realiza el mal. “Pecado original” no es pecado en este sentido estricto, puesto que no lo ha cometido ningún individuo concreto (Adán es figura simbólica del ser humano, no un personaje histórico). El “pecado original” se refiere a la realidad de que más allá del pecado que cometemos deliberadamente cada uno los humanos, hay un mal previo que tiñe a la humanidad.

Antes de que un individuo realice el mal hay una tendencia previa que lo facilita y lo provoca. Este mal está ahí y se transmite de generación en generación.

Algunos de los mecanismos de transmisión son reconocibles tras un análisis crítico. Por ejemplo, la educación es causante de que los prejuicios o actitudes como el machismo o el racismo se transmitan de una generación a la siguiente.

Las estructuras injustas de la sociedad y los usos culturales que perpetúan la desigualdad son también transmisores de ese mal que precede al individuo y le conmina a obrar el mal.

Pero también hay una parte de ese mal que escapa a nuestro control consciente y se agazapa en la oscuridad: “misterio de la iniquidad” lo llamó San Pablo.

Todas estas formas de mal difuso pero real constituyen el “pecado original” del que ningún ser humano que nace sobre la tierra está libre.

La filosofía hindú llama karma al lastre acumulado por las malas acciones de las reencarnaciones pasadas, con el que nace todo ser humano. Los cristianos, que no creemos en la reencarnación, también creemos que el ser humano no nace del todo libre, sino con una libertad lastrada.

“Por singular gracia”, María fue preservada de esa influencia nefasta del mal. Ella vivió por gracia, y desde el primer momento, la plena comunión con Dios, la ausencia de toda culpa, fue totalmente libre para hacer el bien.

Por singular que sea la gracia concedida a María, su inocencia no nos es del todo ajena a los cristianos. Decimos que el bautismo “perdona” el pecado original. Esto quiere decir que vivimos ya de la salvación.

Jesús al irrumpir en la historia rompe con esa dinámica del mal que llamamos “pecado original” e introduce una dinámica de salvación, que está ya activa en las vidas de los que creen. Esa dinámica va contrarrestando en nosotros y a nuestro alrededor las fuerzas de la injusticia, la marginación, el odio y la violencia.

Y María está delante de nosotros como la mujer que vivió en plenitud esa “inocencia original”. Ella nos acoge bajo su manto a los que nos refugiamos en ella, cuando somos provocados a pactar con las estrategias de la mentira y el poder.

Ella nos transmite algo de su bondad incontaminada cuando rezamos “ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”

Los Beatles y María. Un homenaje a María en el Día de la Inmaculada y 23 aniversario de la muerte de John Lennon