“VAMOS DERECHOS A BELÉN” (LUCAS 2,15)

Evangelio de la Misa de la Aurora, según San Lucas (2,15-20)
Cuando los ángeles los dejaron y se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vamos a Belén y veamos ese acontecimiento que el Señor nos ha anunciado».
Fueron deprisa, y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, manifestaron lo que les habían dicho acerca del niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores.
María, por su parte, guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído. Todo tal y como se les había dicho.

Comentario: De las tres misas de Navidad, la de la Aurora destaca la función que en el relato del Nacimiento de Jesús el evangelio de san Lucas reserva para los pastores. Si pudiéramos consultar su opinión, probablemente san Lucas nos diría que no reconoce esos “misterios” navideños esenciales en los que aparece justamente la gruta con José, María y el Niño. ¿Por qué habéis quitado a los pastores? ¿Qué hacen los ángeles sin pastores?

Para el retablo navideño del evangelista Lucas los pastores representan el extremo ínfimo de la escala social. En lo más alto están “Herodes, rey de Judea” y “el emperador Augusto”. Ellos dos representan a los poderosos que “serán derribados de sus tronos”. Los pastores, sin idealizaciones bucólicas, representan el nivel más pobre de la escala social en Palestina al tiempo del nacimiento de Jesús. Eran tan pobres que, aunque algunos tuvieran, al margen de su actividad principal, sus propias tierras para alimentar a la familias, la mayoría tenía que trabajar a sueldo para los dueños de sus rebaños.

Después de Zacarías y María, los pastores reciben la tercera manifestación del cielo: el Mesías acaba de nacer en “la ciudad de David”, que para ellos es sólo su aldea de Belén. Y encuentran al Mesías reclinado en un pesebre. Para ponerse a su mismo nivel de pobreza campesina y empezar desde allí el camino de liberación de los pobres.

El evangelista les reserva una misión importante. Llegados al portal, ellos cuentan lo que “les había comunicado el Señor”, “lo que les habían dicho de aquel niño”. Con razón “todos se admiraban de lo que decían los pastores”, porque ellos se han convertido en “evangelistas”, proclamadores de la Buen Noticia. ¿Los pastores convertidos en evangelistas? Ellos tienen que difundir el mensaje que inicialmente parecía propio de los ángeles. ¿Cómo no se iban a quedar pasmados quienes les oían?

¿Estará también en ese “todos” la misma Virgen María? El ángel Gabriel fue su anunciador particular. Pero también el nombre del ángel (Gabriel, “hombre de Dios”) alude ya a la lucha por la causa de Dios en contra de los poderosos y a favor de los humildes. Admitamos que sí, que en un primer momento los pastores dan el sentido exacto del Nacimiento de Jesús. La Madre empieza ya a “meditar en su corazón” lo que supondrá ese destino “peleón” de Jesús para poner del revés las medidas de importancia y poder en el mundo.

En contra de la traducción oficial, los pastores no deciden sin más “ir derechos a Belén”. Más bien, discuten si han de ir o no, si valdrá la pena creer un anuncio tan extraordinario. Antes de ponernos también nosotros, como María, a “meditar todas estas cosas en el corazón”, nos convendría reflexionar, junto con los pastores, si vamos o no vamos a Belén, si estamos decididos a cambiar nuestra escala de apreciación según el nuevo criterio introducido por Jesús, si estamos abiertos a dejarnos transformar por un hecho sorprendente que tiene toda la intención y la fuerza de cambiar el mundo.

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