6 de marzo. Cuarto domingo de Cuaresma
Primer Libro de Samuel (16,1.6-7.10-13)
El Se�or dijo a Samuel: ��Hasta cu�ndo vas a estar llorando por Sa�l, siendo as� que yo lo he rechazado como rey de Israel? Llena tu cuerno de aceite. Yo te env�o a casa de Jes�, de Bel�n, porque me he elegido un rey entre sus hijos�.�
Cuando llegaron y vio a Eliab, se dijo: �Seguramente que el Se�or tiene delante a su ungido�. El Se�or dijo a Samuel: �No consideres su aspecto ni su alta estatura, porque yo lo he descartado. El hombre no ve lo que Dios ve; el hombre ve las apariencias, y Dios ve el coraz�n�.�
Jes� hizo pasar a sus siete hijos ante Samuel. Y Samuel le dijo: �El Se�or no ha elegido a ninguno de ellos�.� Entonces Samuel pregunt� a Jes�: ��Est�n aqu� todos tus muchachos?�. �l contest�: �Falta el peque�o, que est� guardando ovejas�. Samuel le dijo: �Manda a buscarle, pues no nos sentaremos a la mesa hasta que haya venido�.� Jes� mand� a buscarle. Era rubio, de buen aspecto y de buena presencia. Y el Se�or dijo: �Lev�ntate y �ngele, porque es �ste�.� Samuel tom� el cuerno del aceite y le ungi� en presencia de sus hermanos. El esp�ritu del Se�or se apoder� de David a partir de aquel d�a. Samuel se fue y volvi� a Ram�.
Carta a los Efesios (5,8-14)
Antes erais tinieblas, ahora sois luz en el Se�or; caminad como hijos de la luz� (porque el fruto de la luz consiste en la bondad, en la justicia y en la verdad).� Buscad lo que agrada al Se�or,� y no tom�is parte en las obras infructuosas de las tinieblas; por el contrario, condenadlas abiertamente, porque las cosas que ellos hacen en secreto da verg�enza decirlas. Cuando todas estas cosas son manifestadas por la luz, quedan al descubierto, y lo que queda al descubierto se convierte en luz.� Por eso se dice: Despierta t�, que duermes, y lev�ntate de entre los muertos, y Cristo te iluminar�.
Evangelio seg�n San Juan (9,1-41)
De camino, vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus disc�pulos le preguntaron: �Maestro, �qui�n pec�, �ste o sus padres, para que naciera ciego?�.� Jes�s respondi�: �Ni �ste ni sus padres. Naci� ciego para que resplandezca en �l el poder de Dios. Debemos hacer las obras del que me envi� mientras es de d�a. Cuando viene la noche nadie puede trabajar.� Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo�. Dicho esto, escupi� en tierra e hizo lodo con la saliva, le unt� con ello los ojos y le dijo:� �Ve a lavarte en la piscina de Silo� (que significa enviado). Fue, se lav� y volvi� con vista.
Entonces los vecinos y los que sol�an verlo pidiendo limosna dec�an: ��No es �ste el que se sentaba a pedir?�. Unos dec�an: �Es �ste�. Y otros: �No, es uno que se le parece�. Pero �l dec�a: �Soy yo�. 10 Y le preguntaban: �Pues, �c�mo se te han abierto los ojos?�.� �l contest�: �Ese hombre que se llama Jes�s hizo lodo, me unt� con ello los ojos y me dijo: Ve a lavarte a Silo�. Fui, me lav� y vi�. Y le preguntaron: ��D�nde est� �se?�. Contest�: �No lo s�.
Llevaron a los fariseos al que antes hab�a sido ciego,� pues era s�bado el d�a en que Jes�s hab�a hecho lodo y abierto sus ojos.� Los fariseos, a su vez, le preguntaron c�mo hab�a obtenido la vista. �l les dijo: �Me puso lodo en los ojos, me lav� y veo�.� Algunos fariseos dijeron: ��se no puede ser un hombre de Dios, pues no guarda el s�bado�. Otros dec�an: ��C�mo puede hacer tales milagros un hombre pecador?�. Estaban divididos.�� Preguntaron de nuevo al ciego: �A ti te ha abierto los ojos: �qu� piensas de �l?�. �l contest�: �Que es un profeta�.
Los jud�os no pod�an creer que hubiera sido ciego y ahora viese, hasta que llamaron a sus padres� y les preguntaron: ��Es �ste vuestro hijo, del que dec�s que naci� ciego? �C�mo es que ahora ve?�. Los padres contestaron: �Sabemos que �ste es nuestro hijo y que naci� ciego. C�mo ve ahora, no lo sabemos; ignoramos qui�n abri� sus ojos. Pregunt�dselo a �l; ya es mayor y os puede responder�.�� Sus padres hablaron as� por miedo a los jud�os, que hab�an decidido expulsar de la sinagoga al que reconociera que Jes�s era el mes�as. Por eso los padres dijeron: �Ya es mayor y os puede responder; pregunt�dselo a �l�.
Llamaron otra vez al que hab�a sido ciego, y le dijeron: �Di la verdad ante Dios; nosotros sabemos que este hombre es pecador�. �l respondi�: �No s� si es pecador o no; s�lo s� que yo era ciego y ahora veo�. Le preguntaron: ��Qu� te hizo? �C�mo te abri� los ojos?�. Respondi�: �Ya os lo he dicho y no me hab�is hecho caso. �Por qu� quer�is o�rlo otra vez? �Quer�is tambi�n vosotros haceros sus disc�pulos?�.� Ellos le insultaron diciendo: �T� eres su disc�pulo; nosotros lo somos de Mois�s. Nosotros sabemos que a Mois�s le habl� Dios. Pero de �ste no sabemos ni de d�nde es�. �l les contest�: �Es curioso: Vosotros no sab�is ni de d�nde es, y �l me ha abierto los ojos.� Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que le es fiel y hace su voluntad. Jam�s se ha o�do decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si �l no fuera de Dios, no podr�a hacer nada�. Le respondieron: �Todo t� eres pecado desde que naciste, y �nos ense�as a nosotros?�. Y lo expulsaron de la sinagoga.
Jes�s oy� que lo hab�an expulsado; fue a buscarlo y le dijo: ��T� crees en el hijo del Hombre?�. �l le respondi�: ��Y qui�n es, Se�or, para que crea en �l?�.� Jes�s le dijo: �Lo est�s viendo; es el que habla contigo�.�� Respondi�: �Creo, Se�or�. Y se puso de rodillas ante �l.��� Jes�s dijo: �Yo he venido a este mundo para que los que no ven vean, y los que ven se queden ciegos�.� Al o�r esto, algunos fariseos que estaban con �l le preguntaron: ��Somos tambi�n nosotros ciegos?�.� Jes�s les dijo: �Si fueseis ciegos, no tendr�ais culpa; pero como dec�s que veis, segu�s en pecado�.
De la oscuridad a la luz
��Por qu� ha nacido ciego?�, casi sin querer, los disc�pulos buscan en Dios el origen del mal, como si la desgracia de este hombre fuera un castigo de Dios. Jes�s ni siquiera se molesta en rebatir con palabras esta asunci�n.� Para Cristo, Dios se encuentra en la curaci�n, en el combate que �l libra a nuestro lado para vencer el mal y la muerte.
Lo primero que sucede en este relato es el milagro. El ciego recobra su vista, pero la historia no ha hecho m�s que empezar. Se desencadena un proceso que le llevar� finalmente a abrir los ojos a la fe. En realidad, toda la narraci�n est� contada como una met�fora del proceso creyente.
Algunos estudiosos del evangelio seg�n San Juan, han visto en este relato la historia de la comunidad jo�nica. A trav�s de la confrontaci�n con el juda�smo oficial, los miembros de esta comunidad fueron clarificando su visi�n (me ha salido sin querer una met�fora) sobre la identidad de Jes�s. S�lo cuando fueron expulsados de la sinagoga, pudieron por fin llegar a la limpia confesi�n en el “Hijo del Hombre”.
Tanto el relato evang�lico del domingo pasado (encuentro de Jes�s con la samaritana) como en el texto de hoy, se insiste en que la fe es un proceso. Tanto la samaritana como el ciego son personas que se encuentran con Jes�s de manera aparentemente fortuita. Este encuentro inicia en ambos de un itinerario que va de la oscuridad a la luz, un camino en el que “s�lo la sed nos alumbra”.
Para ambos, Jes�s es al principio un desconocido, luego es confesado como profeta y finalmente es aquel a quien se entrega la fe: “el Hijo del Hombre”, el “Salvador del mundo”. Vivir este proceso de desvelamiento progresivo nos lleva a lugares donde no puede conducirnos una afirmaci�n precipitada de la divinidad de Cristo. Antes de poder confesar que Cristo es Dios, necesitamos saber del Dios que viene a revelarnos Jes�s.
Llama la atenci�n que la confesi�n con que culmina este relato sea “creer en el Hijo del Hombre”. Parecer�a m�s l�gico -o m�s ortodoxo- que Jes�s se hubiera presentado al ciego como el “Hijo de Dios”. De hecho, en la mayor�a de los manuscritos que se conservan hoy no se encuentra la frase ��T� crees en el hijo del Hombre?�, sino esta otra en su lugar: ��T� crees en el hijo de Dios?�. Sin embargo, la minor�a de los manuscritos que contienen la primera versi�n es m�s antigua, por lo que los especialistas apenas tienen dudas de que �sta es la original. La variante tan difundida fue introducida por copistas de manuscritos que pensaron que lo que ten�an delante de sus ojos estaba equivocado y que lo correcto era sustituir “Hijo de Dios” por “Hijo del Hombre”.
Dios se revela en la humanidad de Jes�s, en aquel al que “est�s viendo; el que habla contigo”. El rostro humano de Jes�s transparenta la divinidad. De un Dios as� es del que estamos hablando. De un Dios que ante el sufrimiento humano se pone a curar, no a buscar culpables.
El relato de hoy tambi�n nos habla de un conflicto. No va a gustar este Dios que se salta el s�bado para ponerse al lado de los que sufren. Jes�s pagar� con su vida el testimonio de este Dios que rompe los moldes de la ortodoxia. En la vida de la comunidad jo�nica, el precio a pagar fue la dolorosa expulsi�n de la comunidad religiosa �a la que pertenec�an, la sinagoga. Nosotros no podemos ser tan ingenuos como para pensar que no vamos a sufrir.
El ciego de nacimiento asume el riesgo de decir lo que piensa ante las autoridades. Le vemos crecer como hombre, se sacude el miedo que hab�a hecho callar a sus padres y encuentra su propia voz. Crecer como personas y como sociedad requiere romper los pactos de silencio con la mentira, desvelar lo que mantiene inflado el sufl�, llamando a las cosas por su nombre.
Al ciego le acaban ech�ndole, algo que produc�a tanto miedo, pero fuera no est� s�lo. Cristo, que hab�a desaparecido desde el principio de la narraci�n, vuelve a salir al encuentro, para hacerle a bocajarro la pregunta que salva. Le o�mos responder alto y claro �Creo, Se�or�.