3 de abril. Segundo Domingo de Pascua
De los Hechos de los Apóstoles (He 2,42-47)
Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la unión fraterna, en partir el pan y en las oraciones. Todos estaban impresionados ante los prodigios y señales que hacían los apóstoles. Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común; vendían las posesiones y haciendas, y las distribuían entre todos, según la necesidad de cada uno. Todos los días acudían juntos al templo, partían el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. El Señor añadía cada día al grupo a todos los que entraban por el camino de la salvación.
De la Primera Carta de San Pedro (1Pe 1,3-9)
Bendito sea Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo que llevado de su gran misericordia nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos a una esperanza viva a una herencia incorruptible incontaminada e imperecedera reservada en el cielo para vosotros, a los que el poder divino asegura mediante la fe la salvación que ha de manifestarse en los últimos tiempos. Por eso estáis alegres aunque de momento os veáis obligados a sufrir diversas pruebas, para que la pureza de vuestra fe mucho más preciosa que el oro que aunque acrisolado por el fuego se corrompe aparezca digna de alabanza de gloria y de honor cuando tenga lugar la manifestación de Jesucristo, al que amáis y en el que creéis sin haberlo visto por el que os alegráis con un gozo inenarrable y radiante, seguros de alcanzar la salvación objeto de vuestra fe.
Evangelio según San Juan (Jn 20,19-31)
En la tarde de aquel día, el primero de la semana, y estando los discípulos con las puertas cerradas por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: «¡La paz esté con vosotros!». Y les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Él repitió: «¡La paz esté con vosotros! Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros». Después sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos».
Tomás, uno de los doce, a quien llamaban «el Mellizo», no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: «Hemos visto al Señor». Él les dijo: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creo».
Ocho días después, estaban nuevamente allí dentro los discípulos, y Tomás con ellos. Jesús llegó, estando cerradas las puertas, se puso en medio y les dijo: «¡La paz esté con vosotros!». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo aquí y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás contestó: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús dijo: «Has creído porque has visto. Dichosos los que creen sin haber visto».
Otros muchos milagros hizo Jesús en presencia de sus discípulos,
que no están escritos en este libro. Éstos han sido escritos
para que creáis que Jesús es el mesías, el hijo de
Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
NO HABÉIS VISTO A JESUCRISTO, Y LO AMÁIS
En la noche temerosa de los discípulos, Jesús aparece en la comunidad para compartir Espíritu. Desde el centro de los miedos de sus amigos Jesús muestra sus manos y su costado. ¡Esto es lo que hay!, les parece decir. Es el realismo de las heridas pero también… Ni una palabra de revancha. Nada de ajuste de cuentas.
Se presenta como paz en el lugar donde los comentarios neuróticos agrandan los temores. Conocemos su saludo: “Paz a vosotros”. No mira para atrás. No lleva cuentas del mal, lo ha vencido. No oculta las marcas que le ha dejado, pero la victoria es suya. El es la sobreabundancia de la Pascua: la redención realizada. Una propuesta nueva de vida.
No es un ilusionista. Muestra sus marcas e insiste en la Paz. Quiere que la acojan, que experimenten la alegría de su presencia nueva viendo incluso los estragos de los clavos. Él está en medio de los suyos transformando los miedos en ganas de vivir. Exhalando Espíritu generador de santidad. Diciéndoles/nos que hay cierto parecido relacional entre Él y nosotros, como lo hay entre el Padre Dios y Él.
Parece que le escuche decirles/nos como quien envía: ¡Salid de aquí!. Dentro de nada os faltará oxígeno, lo que os incapacitaría para dar gratis el perdón. Entraríais en los juegos de la culpabilidad y las acusaciones. ¡Salid de aquí! antes de que justifiquéis lo que es muerte… “Os envío yo… recibid el Espíritu Santo”. Y donde está ese Espíritu hay libertad y vida. ¡Salid de aquí!, del mundo estrecho de esa lógica que te lleva a querer reabrir las heridas, de hacer daño en nombre de la fe, de la religión que te hace enfermo y peligroso, de tu dios miope.
Pero como Tomás, también pongo mis condiciones para creerme que está vivo, y que la suya es una palabra de vida. ¿Quién me asegura que servirá de algo salir de la prisión del miedo o de la comodidad establecida que también es una prisión?. Las heridas que me esperan fuera no tendrán la luz ni el encanto estético que el arte ha dado al Resucitado.
Ahora, como entonces, se trata de una experiencia de fe.
De pronto, como el Resucitado en el corazón de su grupo, ha aparecido en mi ordenador un email que viene de la capital del Níger, Niamey. Lo envía un amigo tuareg, musulmán, Berna d’Azel, y entre otras cosas dice: “Aquí en Níger el clima social está caliente. El gobierno quiere imponer un impuesto-tasa sobre el valor añadido a los productos de primera necesidad como el azúcar, la harina de trigo, la leche en polvo… Esta ley ha sido votada por la Asamblea pero la sociedad civil no la acepta y ha organizado una marcha de protesta para decir NO a esta ley, porque el gobierno no ha calculado que aumentar los precios de esos productos supone aumentar el coste de todo lo que con ellos se hace, sea el azúcar, la leche o la harina.
Como respuesta a esa manifestación el gobierno ha arrestado a los diferentes líderes de esa marcha y de golpe ha bloqueado todas las negociaciones.
La sociedad civil pide la derogación de esa ley, pero el Estado
persiste en mantenerla.
El jueves próximo se va a salir a las calles para manifestarse
otra vez.
Yo estoy preparando ya una banderola”.
El jueves pasado, 31 de marzo, hubo una huelga de puertas cerradas en Niamey. Se paralizó todo porque con el hambre no se juega.
Berna me recuerda que hemos de ser una fuerza saludable para los demás. Que es preciso hacer que el Resucitado aparezca en el corazón del miedo, incluidos los riesgos a compartir los bienes de que, entre otras cosas, habla la primera lectura de hoy.
En esta mañana del domingo llamado de la “divina misericordia”, el libro de los Hechos nos recuerda parte de la utopía de las primeras comunidades: “vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno”. Es la aspiración, el horizonte. También están indicadas acciones que expresan comunión cristiana: “Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones”. Esto dio lugar a una multiplicidad de estrategias, a actitudes creativas desde la fe. Creer les llevó a acoger a otros en la comunidad y a compartir con ellos los dones y los bienes, tanto la confianza en Cristo desde la Asamblea donde se parte y reparte el pan, como lo que hace posible el pan: el trabajo que permite una vida digna. Y esto fuera, donde lo religioso emancipa a las personas, en la mundanidad del cruce de caminos. Esta es esa “misericordia que… por la resurrección de Jesucristo… nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva”.
¡Es pascua!. Sal de esas cuatro paredes que te aprisionan o ciegan o inmovilizan e impiden que goces de “una esperanza viva” junto a quien está en necesidad.
Parece claro que Lucas no pretende una descripción histórica… de hecho, las cosas no pasaron tal como están presentadas en el texto. En la comunidad primitiva hubo también problemas con el reparto de los bienes. Lucas quiere mostrar cuál es la comunidad cristiana ideal, a dónde ha de tender todo grupo cristiano en la convivencia y cómo ha de repercutir la fe en los aspectos materiales y económicos. Porque también desde ellos hay que vivir experiencias de salvación.
Pero lo que a todos nos anima y emancipa es el hecho de la Resurrección:
salir de los esquemas estrechos y gastados, ir al encuentro de quienes
soportan impuestos y tasas sobre sus hambres, bendecir todo lo que genera
o refuerza la esperanza. Es así como entramos en esa bienaventuranza
de la Pascua: ¡Dichosos los que crean sin haber visto!... porque
“no habéis visto a Jesucristo, pero lo amáis”
… y de ello hablan tus hechos.