17 de abril. Cuarto domingo de Pascua
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De los Hechos de los Apóstoles (He 2,14.36-41)
El día de Pentecostés, Pedro, en pie con los once, les dirigió en voz alta estas palabras: «Judíos y habitantes todos de Jerusalén: percataos bien de esto y prestad atención a mis palabras. Tenga, pues, todo Israel la certeza de que Dios ha constituido señor y mesías a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado».
Al oírle, se conmovieron profundamente y dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué debemos hacer, hermanos?». Y Pedro les dijo: «Arrepentíos, y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre de Jesucristo para el perdón de vuestros pecados; entonces recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque la promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y también para todos los extranjeros que llame el Señor Dios nuestro». Y con otras muchas palabras los apremiaba y los exhortaba diciendo: «Salvaos de esta generación perversa». Y los que acogieron su palabra se bautizaron; y aquel día se agregaron unas tres mil personas.
De la Primera Carta de Pedro
¿Qué mérito tenéis en soportar los castigos
que merecen vuestras culpas?. Pero soportar pacientemente los sufrimientos
habiendo obrado bien eso agrada a Dios.
Más aún, ésta es vuestra vocación, pues también
Cristo sufrió por vosotros, y os dejó ejemplo para que sigáis
sus pasos. Él, en quien no hubo pecado y en cuyos labios no se
encontró engaño; él, que, siendo ultrajado no respondía
con ultrajes siendo maltratado no amenazaba sino que se ponía en
manos del que juzga con justicia; él que llevó en su propio
cuerpo nuestros pecados sobre la cruz para que, muertos para el pecado,
vivamos para la justicia: por sus heridas hemos sido curados. Pues erais
como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y
guardián de vuestras vidas.
Del Evangelio según San Juan (Jn 10,1-10)
«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino saltando por otra parte, es un ladrón y un salteador. Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guarda le abre la puerta y las ovejas reconocen su voz; él llama a sus ovejas por sus nombres y las saca fuera. Y cuando ha sacado todas sus ovejas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta semejanza, pero ellos no entendieron qué quería decir.
Por eso Jesús se lo explicó así: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y salteadores, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entra por mí se salvará; entrará y saldrá y encontrará pastos. El ladrón sólo entra para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.
“El Señor es mi Pastor, nada me falta”
El Salmo 22 (Hebreo, 23) introduce el tema del Buen Pastor, que aparece en la segunda lectura y en el evangelio y que da un título particular a este domingo, llamado precisamente “Domingo del Buen Pastor”. Es una jornada que nos anima a la oración y promoción de vocaciones sacerdotales y religiosas.
Hay que vencer una cierta resistencia a esta imagen de la vida pastoril. No solamente porque hoy está muy alejada de nuestras costumbres, pues apenas si quedan pastores de verdad, sino porque además la imagen ovejuna nos reduce a una grey sumisa, obediente, demasiado cabezuda y poco inteligente.
Superada esa resistencia, el Salmo resulta de una sencillez y un lirismo encantador. La juventud, que no tiene hoy gran formación y por tanto está libre de los resabios de la gente mayor, ve el Salmo más limpiamente. Hasta es posible que sea una de esas composiciones del rey-pastor, el joven David, que luego pasó a enriquecer el cancionero del Templo. De ahí que la teología esté reducida a mínimos: Dios es mi pastor, mi guía, mi enfermero, mi huésped.
Es posible que detrás de esa simplicidad pastoril se hayan introducido sones de más trapío. Las “cañadas oscuras” serían las del “valle poblado de sombras de muerte”. Las “verdes praderas”, en paralelismo con “el sendero justo”, serían los “campos elíseos”. En coincidencia con imágenes propias del orfismo, no se aludiría a la vida terrena guiada por el pastor divino hacia el templo, sino al viaje más allá de la muerte hacia la morada celeste. Es el mismo lenguaje utilizado por Píndaro, en las Odas Olímpicas, para describir la llegada del alma a la tierra en que “relucen las flores como el oro ..., donde vigila el cayado del juez Radamanto”.
Según eso no sería justa una lectura sentimentalista. De manera accesible a la comprensión popular, el Salmo recogería algunos de los motivos comunes a las antiguas creencias en la superación de la barrera de la muerte. Esto explicaría también la resonancia que el Salmo ha conservado a lo largo de tantos siglos. Su fuerza está en la sencillez de la descripción y del lenguaje. Dios sólo es mencionado al principio y al final. En medio encontramos un diálogo “TÚ/YO” que expresa la intimidad de una relación confiada. “Nada temo porque Tú vas conmigo”. No es posible decirlo con menos palabras y de manera más sencilla. El evangelio expresa esa proximidad entre el Pastor y sus ovejas con la afirmación de que “él las va llamando por el nombre” y ellas “conocen su voz”.
Pero el evangelio va todavía más lejos. Siguiendo el atrevimiento típico del Cuarto Evangelio, también en este caso se construye un mundo simbólico que al fin resulta más real que la dura realidad. “Yo soy el Pastor” y “la Puerta”, y, naturalmente, “el Redil”, y, desde luego, “el Cordero”, y “el Pan”, esto es, “el Pasto”. Cristo lo es todo y de una manera tan nueva y absoluta que, fuera de él no queda nada. No sorprende que los discípulos “no entendieron de qué les hablaba”. Pero todavía debieron entender menos el radicalismo de la explicación: todos los anteriores a Jesús no fueron más que “ladrones y bandidos”.
El discurso de Pedro el día de Pentecostés, del que se toma un fragmento en la primera lectura, tampoco se anda con miramientos: “Escapad de esta generación perversa”. Quizá este lenguaje exprese únicamente el celo proselitista de los primeros predicadores del evangelio.
Quien juega con el lenguaje simbólico ha de contar con un la posibilidad de que quienes le escuchan disfruten igualmente con el juego. Jesús es “la Puerta” y sólo por Él es posible entrar honradamente en el rebaño. En el redil uno se siente tan seguro como cuando, al llegar a casa, cierra su puerta y encuentra su mundillo feliz. Pero san Lucas hablaba de un pastor que, al notar la falta de una de sus ovejas, dejaba las noventa nueve y se iba a buscar a la perdida (Lucas 15,4). ¿Nos quedamos dentro tan seguros y contentos o bien nos lanzamos por los caminos a buscar a las ovejas descarriadas, de las que también habla la segunda lectura? Jesús no conocía los sistemas actuales de seguridad. En aquellos tiempos era bien fácil abrir un boquete y desvalijar la casa (ver Mateo 24,43; Lucas 12,39). Las puertas de una pobre vivienda palestina no eran portones de bronce. Por eso, no nos imagina viviendo tras la puerta. La suya, Él mismo, es una puerta al mundo, por la que tanto como a entrar Él nos invita a salir.
En estos días se ha recordado la consigna con la que Juan Pablo
II marcó el programa de su pontificado: “Abrid las puertas
a Cristo”. Sin miedo a entrar y salir, a movernos libremente. Eso
es vivir y la vida que alienta Jesús ha de ser una vida en plenitud,
que abarque todos los aspectos de la persona. Jesús no ofrece una
salvación por los pelos. En medio de los sinsabores y del veneno
del mundo, él prepara una mesa abundante. No sería una mesa
de madera ni de piedra, porque a los pastores les basta extender en tierra
un paño grueso o una piel de ovino a la que no puedan llegar las
sabandijas ni los alacranes ni los reptiles venenosos que se mueven por
los campos. Sobre esa “mesa”, se pone el alimento y la medicina
para curar las heridas. La interpretación cristiana leyó
una referencia a la eucaristía. ¿Quién podrá
decir que no? Jesús promete “vida”, no en raciones
escuetas, como en épocas de penuria, sino vida “abundante”.
Con un Pastor así, la grey está asegurada. Este Pastor ofrece
cobijo para la noche, calor humano, confianza en el peligro y comida abundante.