1 de mayo. Sexto domingo de Pascua

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De los Hechos de los Ap�stoles (He 8,5-8.14-17)

(Hemos puesto entre corchetes los vers�culos 9-13, que el texto lit�rgico omite)

Felipe lleg� a la ciudad de Samar�a, y se puso a predicar a Cristo. La gente escuchaba con atenci�n a Felipe, pues hab�a o�do hablar de los milagros que hac�a y ahora los estaban viendo: de muchos posesos sal�an los esp�ritus impuros dando grandes voces, y muchos paral�ticos y cojos quedaban curados. La ciudad se llen� de alegr�a.

[Hac�a tiempo que ven�a practicando la magia en la ciudad un tal Sim�n, que ten�a asombrada a la gente de Samar�a, diciendo que �l era algo grande. Todos, desde el m�s chico al m�s grande, le segu�an y dec�an: ��ste es el poder mismo de Dios, el que llaman el Grande�. Lo segu�an porque durante bastante tiempo los hab�a asombrado con magias.� Pero cuando Felipe les habl� del reino de Dios y de Jesucristo, hombres y mujeres creyeron en �l y se bautizaron.� El mismo Sim�n crey� y se bautiz�; y ya no se apartaba de Felipe, viendo maravillado los prodigios y milagros insignes que hac�a]

Los ap�stoles, que estaban en Jerusal�n, al saber que Samar�a hab�a recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan;� llegaron y oraron por los samaritanos, para que recibieran el Esp�ritu Santo;� pues a�n no hab�a bajado sobre ninguno de ellos, y s�lo hab�an recibido el bautismo en el nombre de Jes�s, el Se�or.� Entonces les impusieron las manos, y recibieron el Esp�ritu Santo.

De la Primera Carta de Pedro (1Pe 3,15-18)

Glorificad en vuestros corazones a Cristo, el Se�or, dispuestos siempre a contestar a todo el que os pida raz�n de vuestra esperanza;� pero hacedlo con dulzura y con respeto, con la conciencia tranquila, para que los que interpretan mal vuestra vida cristiana queden avergonzados de sus mismas palabras.� Mejor es sufrir por hacer el bien que por hacer el mal, si Dios as� lo dispone. Pues tambi�n Cristo muri� una vez por los pecados el justo por los injustos, con el fin de llevarnos a Dios. Sufri� la muerte corporal, pero fue devuelto a la vida espiritual.

Del Evangelio seg�n San Juan (Jn 14,15-21)

Dijo Jes�s: �Si me am�is, guardar�is mis mandamientos.� Yo pedir� al Padre que os mande otro defensor que est� siempre con vosotros, el Esp�ritu de la verdad, que el mundo no puede recibir porque no lo ve ni lo conoce. Vosotros lo conoc�is, porque vive con vosotros y est� en vosotros�.

�No os dejar� abandonados; volver� a estar con vosotros.� Dentro de poco el mundo no me ver� m�s; pero vosotros me ver�is, porque yo vivo y vosotros tambi�n vivir�is.� Aquel d�a vosotros conocer�is que yo estoy en mi Padre, vosotros en m� y yo en vosotros.� El que conoce mis mandamientos y los guarda, �se me ama; y al que me ama lo amar� mi Padre, y yo tambi�n lo amar� y me manifestar� a �l�.


No� evitar� el� desaf�o

Hay conflictos que despiertan la creatividad y abren puertas a nuevas soluciones. El rechazo de los helenistas por el juda�smo hace que la iglesia naciente se extienda por Samaria. Impulsados por la inspiraci�n nacida al contacto� con la fe en Jes�s, en vez de quedarse en la queja recurrente o en lo que amarga la vida, se expandieron, generaron soluciones. Soluciones a medias, pero por algo hab�a que empezar. Y se empieza por hacer el bien, por jugar limpio, por realizar gestos que abren las prisiones interiores, por opciones de salud.

Es verdad que no todo el mundo juega limpio en la Iglesia naciente. La primera lectura� salta del vers�culo 8 al 14, donde se narra otra manera de ir a la fe, esta vez desde la magia y el mercantilismo, por los atajos de la superficialidad. Todo lo referente a Sim�n el Mago se ha quitado de esta lectura. Hombre que fue capaz de hacer propuestas que desnaturalizaban� la Buena Noticia de Jes�s. El Mago Sim�n es la t�pica persona que busca una fe que se identifica m�s con los “fuegos de artificio” que con la verdad de Jes�s, m�s con las soluciones f�ciles que con el hecho de construir sobre roca.

Pese a la alegr�a inicial, algo no funcionaba con la predicaci�n de Felipe y as� aparecen Pedro y Juan. Con la oraci�n de �stos y su presencia se completa la predicaci�n de Felipe porque, pese a todo lo hecho, no hab�an recibido el Esp�ritu Santo. Faltaba la fuente interior de donde nace la fuerza que nos hace resistentes a la hora de proclamar a Jes�s y ser consistentes.

En los desaf�os de la fe importa la comuni�n eclesial y la presencia del Esp�ritu que santifica. Esto es as� porque no todo lo que hacemos lleva a un encuentro de fe con Jesucristo.

Es en la segunda lectura donde se nos recuerda que esta presencia de la gloria del Cristo en nosotros tiene que capacitarnos para, como somos y desde lo que somos, “dar raz�n de vuestra esperanza a todo el que os la pida.”

En una sociedad plural, muy parecida a la nuestra, lo que Pedro pide es que no evitemos el desaf�o que un mundo as� supone. Pide que demos respuestas que lleven a Cristo, pero no por la ret�rica pesimista sino por las actitudes personales de no violencia, respeto, acogida del otro… Llega m�s lejos: Hacer el bien. Tener una conducta correcta en un ambiente as� no ser� cosa f�cil, implicar� sufrimiento. Pero de sufrir que sea por hacer el bien, por encontrar respuestas, por mostrar la validez y actualidad del evangelio. Jes�s nos precede en este “sufrir por hacer el bien.”

No eludir los desaf�os supone contar con la presencia del Esp�ritu en nosotros y entre nosotros. Y el Esp�ritu es el que siempre nos puede sorprender, el que va m�s all� incluso de nuestras intuiciones cuando somos capaces de abrirnos a esa comuni�n de la que habla el evangelio de hoy: “sabr�is que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros.”

Felipe solo no. El Esp�ritu viene a su trabajo cuando acoge a Pedro y Juan.

Cuando Pedro y Juan aceptan el trabajo de Felipe y lo colman imponiendo las manos, bendiciendo.

En la homil�a de Benedicto XVI durante su entronizaci�n (�qu� palabra m�s fea!), dec�a: “tambi�n en m� se reaviva esta conciencia: no estoy solo. No tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podr�a soportar yo solo…. Me acompa�an, queridos amigos, vuestra indulgencia, vuestro amor, vuestra fe y vuestra esperanza.”� Y en otro momento dice: “No es el poder lo que redime, sino el amor.”… “el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores.”

Habitados por el Esp�ritu que santifica no hemos de evitar los desaf�os que nos aparecen al querer seguir a Cristo. Con palabras del nuevo Papa terminar� diciendo: “quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada – absolutamente nada- de lo que hace la vida libre, bella y grande. �No! S�lo con esta amistad se abren las puertas de la vida. S�lo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condici�n humana. S�lo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera.”

Entonces… “prep�rate tambi�n para la lucha dentro de ti mismo…”.