2 de octubre. Domingo XXVII del Tiempo Ordinario

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PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro de Isa�as 5, 1-7.

Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su vi�a. Mi amigo ten�a una vi�a en f�rtil collado. La entrecav�, la descant�, y plant� buenas cepas; construy� en medio una atalaya y cav� un lagar. Y esper� que diese uvas, pero dio agrazones. Pues ahora, habitantes de Jerusal�n, hombres de Jud�, por favor, sed jueces entre m� y mi vi�a. �Qu� m�s cab�a hacer por mi vi�a que yo no lo haya hecho? �Por qu�, esperando que diera uvas, dio agrazones? Pues ahora os dir� a vosotros lo que voy a hacer con mi vi�a: quitar su valla para que sirva de pasto, derruir su tapia para que la pisoteen.

La dejar� arrasada: no la podar�n ni la escardar�n, crecer�n zarzas y cardos; prohibir� a las nubes que lluevan sobre ella. La vi�a del Se�or de los ej�rcitos es la casa de Israel; son los hombres de Jud� su plantel preferido.

Esper� de ellos derecho, y ah� ten�is: asesinatos; esper� justicia, y ah� ten�is: lamentos.������ ������������

SALMO RESPONSORIAL.� Salmo 79.��

Ant�fona: La vi�a del Se�or es la casa de Israel.

Sacaste una vid de Egipto, expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste.� Extendi� sus sarmientos hasta el mar, y sus brotes hasta el Gran R�o.

�Por qu� has derribado su cerca para que la saqueen los viandantes, la pisoteen los jabal�es y se la coman las alima�as?

Dios de los ej�rcitos, vu�lvete: mira desde el cielo, f�jate, ven a visitar tu vi�a, la cepa que tu diestra plant�, y que t� hiciste vigorosa.

No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre.� Se�or, Dios de los ej�rcitos, rest�uranos, que brille tu rostro y nos salve.

SEGUNDA LECTURA.

Lectura de la carta del ap�stol San Pablo a los Filipenses 4, 6-9.

Hermanos:

Nada os preocupe; sino que, en toda ocasi�n, en la oraci�n y s�plica con acci�n de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios.

Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiar� vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jes�s.

Finalmente, hermanos, todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable, todo lo que es virtud o m�rito, tenedlo en cuenta.

Y lo que aprendisteis, recibisteis, o�steis, visteis en m�, ponedlo por obra. Y el Dios de la paz estar� con vosotros.

EVANGELIO.

Lectura del santo Evangelio seg�n San Mateo 21, 28-32.

En aquel tiempo, dijo Jes�s a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: �Escuchad otra par�bola: Hab�a un propietario que plant� una vi�a, la rodeo con una cerca, cav� en ella un lagar, construy� la casa del guarda, la arrend� a unos labradores y se march� de viaje.

Llegado el tiempo de la vendimia, envi� sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspond�an.� Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon.

Envi� de nuevo otros criados, m�s que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo.� Por �ltimo les mand� a su hijo, dici�ndose: “Tendr�n respeto a mi hijo”

Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: “�ste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”.

Y, agarr�ndolo, lo empujaron fuera de la vi�a y lo mataron.

Y ahora, cundo vuelva el due�o de la vi�a, �qu� har� con aquellos labradores?�

Le contestaron: �Har� morir de mala muerte a esos malvados y arrendar� la vi�a a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.�

Y Jes�s les dice: ��No hab�is le�do nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.� Es el Se�or quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?

Por eso os digo que se os quitar� a vosotros el reino de Dios y se dar� a un pueblo que produzca sus frutos.�

LA GRACIA Y LA VIOLENCIA

Demasiada sangre. Excesiva ret�rica sufriente. Mucho maniobrismo en torno a la relaci�n Dios-ser humano. Las personas religiosas no siempre nos entregamos a la generosa gratuidad que supone la experiencia religiosa.� Hay pulsiones que lo oscurecen todo. O quiz� forma parte de la condici�n humana algo de lo nos narra el evangelio de hoy: Los mismos que trabajan en la vi�a son los primeros en traicionar.

A los creyentes de hoy cada vez nos repugna m�s el binomio religi�n-violencia que nos presentan los textos este domingo.� Quiz�s sea porque nuestra mentalidad pide espiritualidades menos implicadas en la lucha humana. Se busca, o se necesita, satisfacci�n. Es el desaforo del deseo. Esto hace que la sensibilidad religiosa de hoy no apunte ni hacia la justicia, ni a los compromisos que complican la vida, como por ejemplo el de una fe cr�tica.� Pero el Evangelio nos quiere l�cidos ante la realidad humana, capaces de discernir y actuar en libertad. Entregados.

La vivencia cristiana nos lleva a ese lugar donde se produce un combate dentro de todo ser humano para� sacar lo mejor de uno mismo. Tambi�n la vivencia no cristiana, nos lo recuerda hoy la segunda lectura. Se trata de llegar a� la fuente de las pulsiones, donde pelean en m� la gracia y el ego�smo. Donde se despierta mi discernimiento ante las opciones.

Nos cuesta aceptar� que� las tensiones del mundo, “la sociedad, la miseria y la vulnerabilidad humana son lugares privilegiados de la revelaci�n, de la manifestaci�n de Dios a los hombres”. Que es a trav�s de este combate que nos convertimos en personas de paz y redenci�n. Que hay pulsiones en nosotros que nos seducen haci�ndonos creer fuertes y propietarios, pero en realidad lo que producen es �desolaci�n.

En el Evangelio de este domingo son personas religiosas las que traman la violencia. En la ra�z de esa maquinaci�n hay una infidelidad y la prepotencia de quienes creen que a Dios se le puede poseer por la fuerza, por el chantaje, por el qu�tate t� que me pongo yo.� Por la apropiaci�n del poder.

No, no siempre las mujeres y hombres religiosos somos personas de paz. Siempre encontramos una raz�n “l�gica” para justificar la no gratuidad.� El artificial derecho a ser los due�os de la vi�a. �

Isa�as habla po�ticamente de un amor no correspondido, de una amistad traicionada. El evangelio lo llevar� hasta las esterilidades generadas por la violencia y el querer robar “la gracia”.

El canto del amigo que ten�a y cuidaba una vi�a nos habla de la actitud de Dios. Para nosotros podr�a ser una canci�n denuncia� creadora de conciencia en las fiestas de la vendimia. Denuncia ante quienes creen que matando podr�n suplantar al “Hijo”. Cuando lo que conseguir�n ser� destruir la vi�a: esterilidad y sufrimiento para otros y para s� mismo.

El amor amable del amigo es gracia, es un regalo y no se adquiere forzando. Se requieren� otros medios m�s delicados y honestos. M�s abiertos a la gratuidad y la belleza �tica. �

�Qui�n nos liberar� de creer� que lo puedo conseguir todo de cualquier manera? �Qui�n nos ayudar� a comprender que hay logros que nos hacen infelices por c�mo los conseguimos?

Hay quien lo da todo, se dan a s� mismos. Al Padre del Evangelio s�lo le quedaba el Hijo y opta por empobrecerse, por compartirlo. Entra con �l en el juego de la historia humana, da la cara ante las ambiciones� que rompen a la persona.

Todo �l se pone como un pobre ante los violentos, ante los carcomidos por la ansiedad de “apropiarse” de lo que pertenece al Hijo. Al precio que sea, incluida la sangre que los acusar� siempre ante ellos mismos. �

El amigo espera encontrar en mi campo uvas carnosas como manos amables, y encuentra un grito de muerte agrio como el agraz�n.

No, la transformaci�n de los hombres y mujeres religiosos no es tan evidente.

El profeta nos habla del drama que supone un amor no correspondido. Como si en la ra�z de las varias violencias que nos cercan lo que hubiese fuera una infidelidad. Quiz�s una incapacidad para vivir abiertos a la gracia. �Necesitamos tanto poseer, ser los due�os…! que estamos dispuestos a todo por “ser propietarios”.

La pulsi�n� por la �apropiaci�n ciega la conciencia. Se trate de considerar como de� “mi propiedad” a otro ser humano (hombre o mujer), o un pozo petrol�fero. Sea que estoy dispuesto a todo con tal de un logro pol�tico, o de reventar el secreto por la elecci�n de un Papa. El caso es “ser propietarios” de algo. Y el precio lo pagar� “el Hijo”. Ese es el asombro redentor.

Nos asusta la gracia de la desapropiaci�n. No terminamos de creernos que sea posible la amistad gratuita con el due�o de la vi�a, con el que nos da como signo carnal de su amor al Hijo amado que nos busca.

En nosotros, un objetivo oscuro… apropiarnos de la vi�a. Solo as� nos sentimos seguros.

Pero Dios, en un gesto de “desapropiaci�n”, �se dice… les dar� a mi Hijo.

Y generaci�n tras generaci�n repite ese gesto. No hay agotamiento en Dios. Busca insistentemente c�mo hacerse comprender. Cada vez se hace m�s pobre; pero tambi�n deviene m�s luminoso en su amor por todo ser humano. Tambi�n por quienes le �traicionan con la violencia o el ansia de apropiarse lo que solo se consigue entreg�ndose al amar.

La cuesti�n est� en nosotros que no terminamos de comprender hasta qu� punto es sagrado el ser humano.