13 de noviembre. Domingo XXXIII del Tiempo Ordianrio

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PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro de los Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31.

Una mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Vale mucho más que las perlas.
Su marido se fía de ella, y no le faltan riquezas.
Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida.
Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos.
Extiende la mano hacia el uso, y sostiene con la palma la rueca.
Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre.
Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que teme al Señor merece alabanza.
Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza.

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 127.

Antífona: Dichoso el que teme al Señor.

Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.

Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa.

Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.

SEGUNDA LECTURA.

Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 5, 1-6.

En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis, hermanos, que os escriba.
Sabéis perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando estén diciendo: «Paz y seguridad», entonces, de improviso, les sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar.
Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas, para que ese día no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas.
Así pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.

EVANGELIO.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 25, 14-30.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.
En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: “Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”.
Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”.
Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: “Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”.
Su señor le dijo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: “Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.”
El Señor le respondió: “Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”.»


POR FUGAZ NO DEJA DE SER HERMOSA
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Cercano ya el final del año litúrgico, y por tanto el tiempo de Adviento, los textos que nos presenta la Iglesia para la celebración eucarística nos remiten a textos con tonos escatológicos. Ponemos nuestra mirada en la relación entre las responsabilidades del presente y los resultados finales. Nos invita a abrir nuestros ojos a lo que es verdaderamente esencial.

Ya el domingo pasado se nos recordaba la importancia de vivir despiertos y vigilantes.

Hoy vemos que si la “hermosura es fugaz” y la “gracia es engañosa” habrá que estar atentos a valores que den consistencia a la persona y su proyecto como tal. Será importante adquirir la sabiduría que hace libre ante propuestas que no ayudan a ir a lo esencial y ante las que llenan la vida de belleza por su simplicidad.

Así uno aprenderá a sonreír ante la gracia leve y se dejará prendar por la hermosura deseando ir a su fuente. Pero sin entregar su libertad, ni tampoco renunciar a ese instante de eternidad que es la gracia y la hermosura. Pese a sus riesgos.

Proverbios nos pone ante lo que suponía la mujer como madre y administradora en la cultura judía. Y muestra que es posible realizarse si se asumen responsabilidades. Esas responsabilidades no son las mismas en todas las épocas ni en todas las culturas porque la vida, como la hermosura, es dinámica y fugaz. Pero lo que importa es no huir de esas responsabilidades.

¡Claro que nos gustaría ir a escuchar cantar a la Sra. Sonsoles por la belleza de su voz y por su profesionalidad, no por ser la esposa del Sr. Rodríguez! En eso Proverbios se queda corto. Y las mujeres tienen razón cuando siguen luchando para salir de siglos de relegación. Lo verdaderamente hermoso es que por ser la esposa del Presidente no se vea obligada a renunciar a la capacidad y actitudes de su voz.

Tiempo para preguntarnos sobre la responsabilidad con la que nos enfrentamos a nuestras capacidades y aptitudes. Y no para angustiarnos porque el “tiempo pasa y nos vamos haciendo viejos”, sino porque necesitamos vivir riesgos para que nuestras capacidades nos impliquen en procesos de crecimiento que nos mantengan atentos. No para hacer el elogio de la “seguridad” de lo que está a buen recaudo, sino de los “talentos” que nos implican en lo cotidiano de la existencia porque ahí germina el Reino que ha traído Jesús.

Hay que trabajar y trabajarse desde los dones recibidos. No vale ocultarlos. Hay que arriesgar sin renunciar a la sabiduría.
Me gusta pensar que “aunque no sepamos ni el día ni la hora” hay un “día y una hora”. Mi pequeña y pobre vida no es indiferente para el Dios de Jesús. Habrá un momento cómplice en el que sonreiremos juntos porque a pesar de “lo fugaz” y “lo engañoso” Él me ayudó a gustar la gracia y la hermosura, y la responsabilidad de vivir como quien sabe que se nos arrebatará todo, menos lo intransferible, lo que se desarrolló silenciosa y amorosamente en mi existencia.

Un hombre del siglo pasado nos aproxima a esta búsqueda. Hoy se beatifica en Roma al “Hermano Universal” Carlos de Foucauld. Hombres como él nos ayudan a amar la Iglesia y nos descubren lo esencial.

Durante nuestro paso, este verano, por Agadez (Níger) compartimos una comida y la alegría del encuentro en la sencillez más evangélica con la comunidad de Hermanitas que viven itinerantes con los tuaregs. En su capilla terminamos el encuentro cantando. Ellas, con una belleza indescriptible por su simplicidad, casi como un susurro terminaron rezando la oración del Hermano Carlos de Foucauld:

Padre mío,
me abandono a ti.
Haz de mi lo que quieras.
No importa lo que hagas de mí,
te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo
y acepto todo
para que tu voluntad se haga en mi
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi alma entre tus manos,
Te la entrego, mi Dios
con todo el amor de mi corazón
porque te quiero
y porque es para mi una necesidad de amor entregarme a ti
y ponerme en tus manos sin medida,
con una confianza infinita
porque eres mi Padre.