29 de octubre. Domingo XXX del T.O.

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PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro de Jeremías 31, 7-9.

Así dice el Señor: «Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y decid: El Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel.Mirad, que yo os traeré del país del norte, os congregaré de los confines de la tierra. Entre ellos hay ciegos y cojos, preñadas y paridas: una gran multitud retorna. Se marcharon llorando, los guiaré entre consuelos; los llevaré a torrentes de agua, por un camino llano en que no tropezarán. Seré un padre para Israel, Efraín será mi primogénito.»

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 125.

Antífona: El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían: “El Señor ha estado grande con ellos.”
El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes de Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.

Al ir, iba llorando, llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta a los Hebreos 5, 1-6.

Hermanos:

Todo sumo sacerdote, escogido entre los hombres, está puesto para representar a los hombres en el culto a Dios: para ofrecer dones y sacrificios por los pecados.Él puede comprender a los ignorantes y extraviados, ya que él mismo está envuelto en debilidades. A causa de ellas, tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, como por los del pueblo. Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama, como en el caso de Aarón. Tampoco Cristo se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino aquel que le dijo: «Tu eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy», o. como dice otro pasaje de la Escritura: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.»

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 10, 46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.»

Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.»

Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo.»

Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama.»

Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?»

El ciego le contestó: «Maestro, que pueda ver.»

Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Comentario a la Palabra


“Lo seguía por el camino”

Con la definición de la vida de Jesús como servicio (Marcos 10,45), parecería cerrada la sección del evangelio que podría titularse “teología de la cruz”, pues comienza con el primer anuncio de la pasión (Marcos 8,31-33), después de la confesión de Pedro. ¿Por qué inserta aquí el evangelio de Marcos la curación del ciego Bartimeo?

Los tres evangelios sinópticos localizan un milagro de sanación de la ceguera en Jericó, pero se diferencian en algunos detalles: Mateo habla de dos ciegos, según un desdoblamiento frecuente en su evangelio (20,29-34; como también en 9,27-31). Lucas, que no da el nombre del ciego, indica que la escena tuvo lugar cuando Jesús “se acercaba a Jericó”, mientras que Mateo y Marcos la localizan saliendo de Jericó, ya camino de Jerusalén. Los tres evangelistas coinciden en la invocación del ciego para dirigirse a Jesús: “hijo de David”. El título se refiere a la fama de Salomón, “el hijo de David”, como curandero o agente taumatúrgico.

La curación de Bartimeo no es el relato de un milagro más. El evangelio ha querido ser una invitación a la conversión. Jesús poco a poco se ha ido dando a conocer en medio del desconcierto de quienes admiraban sus obras y su doctrina pero no acababan de comprender hacia dónde se encaminaba. La reacción del público, incluidos los mismos discípulos, ha sido mixta: ignorancia, incomprensión, frecuentes malentendidos. Ahora, un ciego, sentado al borde del camino, pide a Jesús el milagro de recuperar la vista.

ecordemos que Jesús actúa y enseña precisamente “en camino”, mientras va camino hacia la cruz. Jesús accede, pero subrayando el papel que en la curación corresponde a la fe. Se diría que, con ocasión de la curación del ciego, el evangelio introduce un diálogo sobre la fe. Esta insistencia en la fe, que se encuentra también en los relatos paralelos de los otros dos evangelistas, es como un eco del programa de la predicación de Jesús al comienzo del evangelio: “Convertíos y creed” (Marcos 1,14).

En contraste con los discípulos que siguen a Jesús medio ciegos, a diferencia de la multitud que realmente no sabe a dónde va, el ciego se presenta como modelo del discípulo que “ve” y “sigue a Jesús por el camino”. El vocabulario del seguimiento – akolouzein – es utilizado técnicamente para indicar la decisión del discípulo de Jesús. Seguir a Jesús “por el camino” pone aún más claramente de relieve el empeño en el seguimiento por la fe y la aceptación del mismo camino de Jesús. La sección que el evangelio de Marcos dedica a la instrucción de la comunidad no podía concluir con ninguna enseñanza mejor que la presentación de este discípulo ejemplar.

La curación de Bartimeo está al final de un bloque del evangelio de Marcos que presenta a Jesús, en “camino” hacia la muerte en cruz. Ese bloque se abre con el relato insólito de la curación del ciego de Betsaida (Marcos 8,22-26). Esta curación, narrada sólo por el evangelio de Marcos, fracasa en un primer intento a pesar de la manipulación mágica (saliva en los ojos, imposición de manos). Como el ciego de Betsaida, sólo gradualmente lograban los discípulos conocer quién era y qué pretendía Jesús. El evangelista utiliza la técnica del “secreto mesiánico” y por eso se le intima al ciego de Betsaida regresar a la aldea y no contar a nadie lo que le ha sucedido.

En cambio la curación de Bartimeo es instantánea, de golpe, como de un salto, pues el ciego salta para seguir a Jesús. En contraste con la curación del ciego de Betsaida, en contraste con Pedro que, a pesar de su “confesión” recibe la orden de guardar secreto y, después del primer anuncio de la pasión, e incluso después de la Transfiguración “no sabía lo que decía” (Marcos 9,6), Bartimeo sí sabía lo que decía y también lo que significaba para él seguir a Jesús. La fe produce un movimiento de toda la persona hacia Jesús, el cual sigue invitando a todos, incluso a ciegos y pusilánimes, con palabras semejantes a las que escuchó el ciego: “Animo, levántate, que te llama”.

Si se lee seguido, el evangelio de hoy tiene un vacío extraño. “Y llegan a Jericó. Y al salir él de Jericó” (Marcos 10,46). ¿Es que no pasó nada en el tiempo que Jesús estuvo en Jericó? Lucas cuenta el episodio de Zaqueo invitando a Jesús a hospedarse en su casa.
Como en otros casos, alguien intentó completar lo que los evangelios canónicos pasan por alto. En una carta de Clemente Alejandrino, encontrada el año 1958 en el monasterio de San Sabas, al oriente de Belén, hay una referencia a un “Evangelio Secreto de Marcos”, el cual introduce dos pasajes que faltan en el evangelio canónico. El primero, colocado después de Marcos 10,34, narra la resurrección de un joven (neanískos, como en Mateo 19,20.22, en el pasaje del “joven rico”). A petición de una hermana del joven, Jesús, que se encontraba en Betania, va a la tumba, hace correr la piedra de la entrada y devuelve la vida al joven. El joven mira a Jesús y demuestra su amor hacia Él, dato que sólo menciona Marcos 10,21, en la escena del “joven rico”. Por la tarde el joven, “llevando una tela de lino sobre su cuerpo desnudo” (Marcos 14,51–52; también quizás 16,1–8), busca a Jesús para que le instruya en “el misterio del reino de Dios” (Marcos 4,11).
El segundo pasaje añadido por el “Evangelio Secreto” se sitúa precisamente en el intermedio de la entrada y salida de Jesús de Jericó: Jesús se niega a recibir a tres mujeres, entre las que están la hermana y la madre del joven vuelto a la vida.

El evangelio de Marcos fue sometido a varias redacciones posteriores, para completar un relato que concluía con puntos suspensivos en 16,8. Era, pues, un evangelio abierto para que los lectores se decidieran a continuar aquel relato poniéndose en camino siguiendo a Jesús. Como Bartimeo, era preciso dar un salto hacia la fe, sabiendo que desde allí se bajaría, como Jesús, a la dura realidad de un testimonio que había de mantenerse entre persecuciones.

La figura de Bartimeo pertenece quizá a esa época en la que el evangelio era completado en la vida de los seguidores del Maestro. No como quien sigue un ideal sino como quien sigue por amor a una Persona. Bartimeo y la Magdalena (Juan 20,16) son los únicos que se dirigen a Jesús con el nombre que les resultaba más familiar en su lengua propia, el arameo: rabbouni, “maestro mío”. En la Magdalena se interpreta como una designación de confianza y proximidad. “Bar-Timeo”, el “hijo de Timeo”, resulta un personaje extraño en el ambiente palestino. ¿A quién se le podría ocurrir llamarse allí Timeo? No es razonable irse al interlocutor del diálogo de Platón. ¿Y si fuera una manera de indicarnos que, cualquier que sea nuestro nombre y nuestra filiación, somos todos nosotros los llamados a salir de nuestra cuneta, a tirar nuestros harapos para seguir con valiente decisión el camino de Jesús?