28 de enero. Cuarto Domingo del T.O.
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PRIMERA LECTURA
Lectura del libro de Jeremías 1, 4 5. 17 19
En los días de Josías, recibí esta palabra del Señor: «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles. Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.» Oráculo del Señor.
SALMO RESPONSORIAL. Salmo 70.
Antífona: Mi boca anunciará tu salvación
A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame.
Se tu mi roca de refugio, el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú,
Dios mío, líbrame de la mano perversa.
Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza,
Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías.
Mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,31-13,13
Hermanos:
Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino
excepcional.
Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles;
si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos
que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer
todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover
montañas; si no tengo amor, no soy nada. Podría repartir
en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor,
de nada me sirve. El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume
ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita;
no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza
con la verdad. Disculpa sin limites, cree sin límites, espera sin
límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca.
¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don
de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará.
Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño. Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara. Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce. En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.
EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 4, 21 30
En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.» Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?»
Y Jesús les dijo: «Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo»; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.» Y añadió: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.» Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
COMENTARIO A LA PALABRA:
UN AMOR SIN LÍMITES
La lectura evangélica de este domingo, retoma la última línea de la del domingo pasado. Tras la proclamación litúrgica, en la sinagoga de Nazaret, de un texto del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido para anunciar la buena nueva a los pobres...”. Jesús pronunció su comentario a este pasaje.
Tanto el domingo pasado como hoy, muchos católicos contemplarán con envidia a los habitantes de la aldea de Nazaret por tener un predicador que hacía homilías tan breves: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”. Jesús se enrolló poco o nada aquel sábado, la primera vez, presumiblemente, que acudía a la sinagoga de su pueblo desde que se había marchado de allí para recorrer los caminos de Palestina.
Pero no es la brevedad de la homilía lo que suscita la admiración de los nazarenos, sino el denso contenido de estas pocas palabras: Jesús, un hijo del pueblo, afirma ser aquel en quien se cumplen las antiguas promesas de los profetas. Es el enviado por Dios para dar la vista a los ciegos y la libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracias del Señor.
Uno podría esperar que después de tan magno anuncio, tras la liturgia sinagogal, en vez del habitual aperitivo en la tasca, los pueblerinos se estiraran un poco más y montaran una gran fiesta en honor del profeta que ha surgido de entre ellos. Pero no sucede así. El tono de la narración cambia bruscamente, la admiración se torna odio feroz en apenas unas líneas y hasta se masca la tragedia.
No solo el lector bíblico de a pie, sino sesudos exegetas, se han preguntado qué ha pasado, por qué Jesús se empeña en provocar a sus conpueblerinos diciendo que los profetas no son bien recibidos en su patria y mentando los milagros que Elías y Eliseo hicieron no a sus compatriotas, sino a los necesitados de otras naciones.
El evangelista no desgrana los motivos, pero podemos intuir que Jesús sospecha que la admiración de los suyos, el “amor” que empiezan a sentir por él las personas que le han conocido desde niño y joven, puede muy pronto convertirse en apropiación manipuladora.
En otro pasaje, cuando Pedro trata de retenerle para aprovechar el éxito que estaba teniendo en Cafarnaún, Jesús le dirá: “Vamos a otro lugar, a los pueblos vecinos, para que predique también allí, porque para eso he salido” (Mc 1,38).
Cristo no ha venido para servir de curandero a los vecinos de Nazaret, ni es su misión establecerse en su pueblo para atraer a esta localidad las multitudes que le buscarán para escuchar sus sabias palabras o para suplicarle la curación de sus enfermedades y dolencias. Su misión es ir más allá, a otros pueblos, a otras naciones.
Jesús es libre y quiere seguir siéndolo, no atarse a un pueblo, a unas expectativas, a un horizonte limitado.
Tampoco hoy Cristo quiere estar confinado en el estrecho marco de una sola confesión, de una sola iglesia. La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que terminó el jueves pasado, nos recordaba lo importante que es para los cristianos de cada confesión abrirse a las riquezas de las otras tradiciones cristianas.
Tantas veces nos asusta, como a los habitantes de Nazaret, esta actitud de Jesús de no conformarse con los conocido y repetido, con lo domesticado y bien sabido, pero Cristo nos pide entonces como hoy, que no asfixiemos a Dios entre las cuatro paredes de nuestras imágenes preconcebidas, que liberemos al Dios vivo de las ideas sabidas en las que le hemos confinado.
La segunda lectura, el capítulo trece de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, es probablemente la lectura más solicitada hoy en día para las bodas: “El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad...”
Son palabras que novios e invitados escuchan con emoción el día en que una pareja pronuncia su sí para toda la vida. Ciertamente, reflejan un modelo en el que un matrimonio puede mirarse para seguir creciendo en el amor mutuo: Nos hablan de una relación en la que la disculpa, la confianza y la paciencia “sin límites”, va ganando día a día la batalla a los cansancios, la rutina, los malentendidos y los fallos.
Pero el amor del que nos habla Pablo no puede, por lo mismo, quedarse confinado entre los estrechos límites de una pareja de enamorados o de una familia bien avenida. Está llamado a ensancharse sin límites hasta incluir en él a los amigos que necesitan de su acogida y a los que, cerca o lejos, precisan de nuestra solidaridad.
De hecho, sólo un amor así, permitirá seguir renovando con aire fresco la convivencia de una pareja o de una familia. Sólo un amor así podrá ventilar el aire viciado de nuestras comunidades e iglesias, a veces tan encerradas en sí mismas.
El mismo día en el que iba a ser asesinado, el Hermano Roger dictó a un hermano estas palabras, que desde entonces han inspirado a tantos que nos hemos han acercado a la Comunidad de Taizé « En la medida en que nuestra comunidad cree en la familia humana posibilidades para ensanchar… ».
Esta es la clave: “ensanchar”, “saltar barreras”, “sin límites”...
Como les sucede a tantos que tratan de avanzar en el diálogo ecuménico o en la construcción de relaciones más justas y fraternas entre las personas y los pueblos, Jesús, al final del pasaje evangélico de hoy, está rodeado por quienes se oponen a abrir su corazón a lo que les saca de lo domesticado y conocido. Tienen cara de pocos amigos, tienen intención de despeñarlo...
“Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba”