9 de diciembre.
Segundo Domingo de Adviento

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías 11, 1-10.

Aquél día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor.  Le inspirará el temor del Señor. No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados.

Herirá al violento con la vara de su boca, y al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas. Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar. Aquél día, la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles y será gloriosa su morada.

SALMO RESPONSORIAL.  Salmo 71.

Antífona: Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.

 Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.

Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.

Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Romanos 15, 4-9.

Hermanos:

Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, según Jesucristo, para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. En una palabra, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios.  Quiero decir con esto que Cristo se hizo servidor de los judíos para afrontar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas; y, por otra parte, acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia.  Así, dice la Escritura: “Te alabaré en medio de los gentiles y cantaré tu nombre.”

EVANGELIO.  

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 3, 1-12.

Por aquél tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.”

Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: “Una voz grita en el desierto: ‘Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos’”.

Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.

Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.

Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: “¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: ‘Abrahán es nuestro padre’, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga”.


Comentario a la Palabra:

“Que  La Paz  Abunde  Eternamente”

También en este domingo el verdadero “evangelio” de Adviento se proclama en la primera lectura, más que en el pasaje del evangelio de san Mateo que recoge la predicación tremendista de Juan.

El oráculo del libro de Isaías refleja uno de los rasgos más llamativos de la esperanza bíblica: se trata de una esperanza alocada.  No solamente la historia da marcha atrás volviendo a los tiempos felices de la Edad Dorada, sino que el rey esperado aparece revestido con todos los atributos que se puedan imaginar: “prudencia, sabiduría, don de consejo, valentía, espíritu de ciencia y, como guía, el temor del Señor”.

Con razón nos preguntamos si todas estas cualidades no son precisamente las que se echan en falta en los gobernantes de las naciones, también en los reyes de Israel.  De modo que la descripción del rey ideal es una denuncia satírica de los reyes pasados y de los que cabría esperar.

Con gobernantes que se acercaran de alguna forma a ese modelo, el mundo cambiaría radicalmente.  No solamente habría paz entre los diversos grupos del pueblo y entre las naciones, sino que el mundo animal participaría de esa paz paradisíaca.  Un mundo soñado en el que se podría vivir.  Y en el que hasta los niños más pequeños podrían moverse tranquilos, pues ni animales ni hombres abusarían de su inocencia.  En estos días en los que nos parten el alma las noticias de niños desmenuzados antes de nacer o asesinados por sus padres, la imagen del niño que juega en la hura del áspid nos lleva a soñar un mundo que hasta hoy no existe, pero que hemos de seguir buscando.

Sobre este fondo la predicación del Bautista da un paso atrás.  Realmente los evangelistas no asistieron a aquellas prédicas y se imaginaron el contenido de la predicación recurriendo a las imágenes de los profetas de calamidades en el Antiguo Testamento.  La mayoría de los oráculos proféticos, en contra de lo que suele pensarse, se orientaba a mantener viva la esperanza.

“El que viene detrás puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias”.  Es la confesión de que la predicación y actuación de Jesús siguieron un rumbo distinto.  El bautismo de agua se queda a muchas leguas del “bautismo con Espíritu y fuego”.  Bautismo con Espíritu no ha de ser solamente el bautismo que lleva consigo el don del Espíritu y la desaparición de una moral del pecado, borrada “por el fuego”.  Es también la entrada en el espíritu de Jesús.

La gran diferencia entre el Bautista y Jesús se aprecia en estos tres datos: 1./ Juan vive en el desierto, lejos de la sociedad, como si ésta fuera abandonada a su suerte, mientras que Jesús se acercará a las gentes en su vida cotidiana para ayudarles a descubrir la presencia del reino de Dios;  2./ La ascesis radical de Juan, del vestido al ayuno riguroso, no será norma para los seguidores de Jesús, que “comía y bebía” como una persona normal (Mateo 11,18s);  3./ Juan amenaza con el juicio para “un castigo inminente”, del que sólo podrá escapar quien confiese sus pecados y dé un giro a su vida; en el programa de Juan faltan varios elementos centrales en la predicación de Jesús cuando invitaba a la conversión: la alegría del retorno a la casa paterna, el descubrimiento de Dios como hallazgo de un tesoro escondido en el campo, la vida en Cristo como consumación del deseo en un prolongado banquete nupcial.

Cuando Juan fue encarcelado, Jesús comenzó a actuar por su cuenta.  En lugar de colaborar con el programa de Juan, que a toda costa pretendía que los judíos se convirtieran en mejores judíos, más observantes de las prescripciones de la Ley, Jesús desarrollará su propio programa centrado en una radicalización de la gracia.  Hasta la propia pecaminosidad, la condición pecadora del cristiano, podrá ser vivida como una interiorización del don de la gracia.

En contra de lo que suele predicarse de manera más intensa en estos días, Jesús no hubiera dedicado muchas energías a combatir ni el mundo ni siquiera el consumismo.  La oferta de gracia sabe que ha de contar con la libre decisión de las personas que tienen que vivir en el mundo sometidas a mil presiones del exterior.  Y no todas son rechazables.  Al joven que quiso seguirle y no se decidió a entregar todos sus bienes a los pobres, Jesús no le amenazó con un castigo fatal, si no daba aquel paso.  “Para Dios nada hay imposible”, dijo Jesús a los discípulos aterrados ante la idea de que aparentemente ningún rico podría salvarse (Marcos 10,27).  En boca de Jesús han puesto los evangelistas exigencias muy radicales, pero también una mayor comprensión de la realidad.  “Quien se disgusta con su hermano, será sometido a juicio” (Mateo 5,22).  Y, ¿quién no se disgusta o riñe con su prójimo?  La prueba de que el mismo evangelista lo da por supuesto es que a continuación propone hacer las paces con el prójimo injuriado antes de presentar la ofrenta ante el altar.  También en este caso la enseñanza y el ejemplo de Jesús son una invitación, no una orden, para que no dejemos que el odio o la ira echen raíces en nuestro corazón.

El estilo amenazador de Juan deja a la persona en su íntima angustia, porque no resuelve el conflicto interior.  Soñar en un mundo imposible es orientar nuestra vida en esa dirección.  Hay muchos pasos positivos que se han dado para que el mensaje de paz en la Navidad se haga año tras año una más cierta realidad.  Y también este año, a pesar de tantas señales negativas de violencia doméstica, de agresiones bélicas, de persistencia del terrorismo, hemos de seguir avanzando en esa dirección.

¿El Rey ideal?  Sólo Jesucristo puede responder a ese modelo que el oráculo de Isaías ha enriquecido hasta el extremo.  Pero como el Reinado de Jesús se hace realidad cuando todos nosotros recuperamos el gusto de reinar libremente en nuestra vida, esas mismas cualidades, que nos prometen los dones del Espíritu de Jesús, han de ser integradas en nuestro programa: sabiduría, consejo, valentía y temor del Señor.