16 de diciembre.
Tercer Domingo de Adviento.

PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro de Isaías 35, 1-6a. 10.

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa,
florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría.
Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. 
Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios.
Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes;
decid a los cobardes de corazón: “Sed fuertes, no temáis.”
Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.
Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán,
saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará.
Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos:
en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría.
Pena y aflicción se alejarán.

SALMO RESPONSORIAL.  Salmo 145.

Antífona: Ven, Señor, ven a salvarnos.

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos. 
El Señor liberta a los cautivos.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos.
Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. 
El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad.

SEGUNDA LECTURA. 

Lectura de la carta del apóstol Santiago 5, 7-10.

Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía.

Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser condenados.  Mirad que el juez está ya a la puerta. Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.

EVANGELIO. 

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 11, 2-11

En aquél tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de dos de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»

Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!»

Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo?  Los que visten con lujo habitan en los palacios.  Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: ‘Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti’. Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.»

 

Comentario a la Palabra:

Las pequeñas y apacibles alegrías


Este tercer domingo de Adviento es conocido como domingo de “Gaudete”. No es la ALEGRIA de Navidad sino su presagio, el cosquilleo de su cercanía. La apacible alegría que nos despierta a la posibilidad de un nacimiento.  

“Gaudete” invita a visualizar discretos elementos festivos. Desde el 17 de diciembre hasta el 23, la Iglesia nos ofrece en su liturgia textos bíblicos especialmente bellos y hondos. Semana para entregarse más a la oración que prepara nuestro asombro ante el acontecimiento cristiano de la Navidad.

“Gaudete”, tiempo para descubrir las pequeñas y apacibles alegrías que nos llevan a creer que es posible volver al Paraíso, que la utopía sigue actuando. Las experimentamos quizás sólo un “instante”, pero nos liberan de la tiranía del presentismo, nos abren a nuevas germinaciones.

Existe esa apacible alegría. Sin ella no sería posible ir a Dios, porque es Él quien la suscita.  Es Dios quien nos revela la fuerza de una risa redentora mostrándola capaz de derribar los muros que levanta el dolor.

“Gaudete” no es una alegría ciega, alienada, sino la fuerza de lo débil que permite al amor salir de sí, hacer su trabajo, proponer caminos. La alegría es activa.

Nos equivocamos y dejamos de ser creyentes cuando elegimos el lado oscuro de los acontecimientos. Por la alegría impedimos que la realidad nos supere. No niega los hechos, los hace grávidos para que sea posible un nuevo nacimiento.

Hay mucho de esto en los textos de este tercer domingo de Adviento.

Los profetas contenidos en el libro de Isaías nos hablan de este ir hacia…  

Vendrán a Sión con cánticos:
en cabeza, alegría perpetua;
siguiéndolos, gozo y alegría.
Pena y aflicción se alejarán.

Vamos hacia la Navidad sabiendo que el mal va a ser vencido, y lo vencemos apostando por la utopía. Dos figuras del Romanticismo fueron capaces de aportar a la comunidad universal dos himnos a la alegría pese a sus vidas sufrientes. Pese a la enfermedad y las desgracias Federico Schiller y Ludvig van Beethoven eligieron la alegría de generar belleza.

Todos los pecadores serán absueltos,
Y ya no existirá más el infierno…

… Hermanos, un dócil veredicto
¡De la boca del Juicio Final!  (Himno a la alegría)

El poeta y el músico nos evocan esa corriente de vida  que hoy nos cantan los profetas del libro de Isaías. Son solo un ejemplo.

Otros profetas, otros músicos, otros poetas nos recuerdan hoy que hay una alegría que viene a nosotros cuando permanecemos donde la dignidad crece. Cuando resistimos ofreciendo bondad y abriendo vías a la comunión con Dios. Aunque el mal nos muerda, no dejaremos de proclamar generación tras generación:

Se despegarán los ojos del ciego,
los oídos del sordo se abrirán,
saltará como un ciervo el cojo,
la lengua del mudo cantará.

Los oídos de Beethoven se abrieron a una belleza que desconocemos… pero hay seres humanos que nos siguen recordando que las personas no hemos sido creadas para vivir aplastados. La alegría  será la senda por la que busquemos a Dios, pero dejándonos afectar por los acontecimientos que hacen sufrir a aquellos con los que peregrinamos.

Y de ellos nos llegan pequeñas y apacibles alegrías. Quiero compartir contigo algunas. Llegaron esta semana:

En Bangladesh, Benjamín pasará solo las navidades. Bueno, estará muy acompañado por todos los enfermos del hospital San Vicente y los cristianos y musulmanes de su comunidad con los que trabaja. Estos días de Adviento un grupo ha tenido un gesto con él para que disfrutara de una pequeña alegría. No ha sido sólo con él. También se ha hecho con otros amigos de  Níger, Burkina Faso y Senegal. Benjamín ha respondido así ante la pequeña sorpresa:

“….Nunca me había imaginado un detalle como el que habéis tenido conmigo. El chaval que nos trae el correo me comunica que he recibido un paquete, y me pregunto: ¿de quien? Y resulta que la buena gente de AyC me llena la Navidad de: turrones, chorizo, jamón... lo he puesto aquí en la Parroquia delante de la gente que colabora con nosotros y ya he compartido algo con unos pocos, el resto lo dejamos para esos 24 y 25 y 26 y creo que nos llega hasta para celebrar el nuevo 2008...   Me habéis dejado sin palabras... Gracias"        Benjamín

Desde Haití han llegado dos pequeñas alegrías. Una desde Chateau y otra desde Fonfrède. El misionero redentorista Christophe Lavaud, que trabaja en la sierra sur de ese país intentando que los jóvenes adquieran una profesión, ha compartido con nosotros la pequeña alegría de poder regalar un traje a los estudiantes de albañilería y ebanistería. Seguro que quienes pasasteis tiempo el pasado verano clasificando ropa para el contenedor de Haití sabéis de qué ropa se trata. Están ahí. Ahora cada traje es una historia, un sueño que nos habla de dignidad humana.

Hoy, domingo de GAUDETE, toca alegrarnos porque unos cuantos jóvenes campesinos haitianos tienen un traje. Pero esa apacible alegría nos impulsa a seguir empujando para que cada vez sean más los que se vistan y además se vistan bien, y que puedan comprarse el traje que les guste o el que mejor les siente, y que lo puedan hacer  porque tengan la posibilidad de un trabajo honrado y no humillante.

 

grupo de jóvenes haitianos vestidos de traje

  

Daniel FELIX, el nuevo Párroco de Fonfrède (Haití), ha escrito para todos: “Al principio de este nuevo año litúrgico, quiero desearles un buen tiempo de adviento. ¡Que el Señor venga cada día a vuestro corazón! … Un gran agradecimiento por los materiales de clase que enviasteis por nuestra escuela. Todos los profesores, los alumnos, los padres están muy contentos de ellos. Toda la comunidad de Fonfrède está agradecida a Acoger y Compartir por los proyectos que ha realizado en este pueblo… “

Pequeñas y apacibles alegrías.Estos mensajes nos evocan que la alegría comporta gratitud.

Esta semana llegó un correo diciendo palabras de aliento… entre otras cosas: “… Me sale un gracias inmenso, el otro día en una oración en un encuentro de la CONFER hablaban de las “estaciones” (en un símil con el metro) en las que uno se detiene y están los rostros de otros, el rostro de Dios y ahí os veo a vosotros, a todo lo que Acoger y Compartir es, a esa reunión de un viernes en la que se traza de manera sencilla y encarnada esa línea que une reflexión, oración e implicación de manera indisoluble  … en fin, gracias”.

Son pequeñas alegrías que dan fuerza, que las renuevan. Nos lo recuerdan los profetas del libro de Isaías:

Fortaleced las manos débiles,
robusteced las rodillas vacilantes,
decid a los cobardes de corazón:
sed fuetes, no temáis.

Es verdad que una persona sonríe y ya es una fuente. Pero hay una alegría completa que es gracia, que es don, lograda en las transformaciones de quien se atreve a esperar.

De Juan Bautista aprendemos a esperar haciendo preguntas. Quizás consciente de su desconcierto, Jesús proclama este domingo esa Bienaventuranza: "¡Dichoso el que no se sienta defraudado por mí!".

El lado oscuro de la realidad a veces nos desconcierta tanto que somos tentados a renunciar a la espera y la esperanza. Juan, encerrado en Maqueronte por el tirano Herodes se da cuenta que Jesús no realiza lo que él esperaba. Le desconcierta que Jesús actúe de otra manera: ni juzga ni condena, no alardea de poder ni ejerce la violencia. Todo lo contrario: libera, cura y se hace misericordia. Habla de un Reino que es como una pequeña semilla, un fermento escondido que actúa desde dentro.

La perplejidad de Juan se parece mucho a la nuestra cuando las pequeñas alegrías nos destruyen nuestro Dios-ídolo y nos invitan a acoger el asombro del Dios Vivo.

El Mesías no será violento, ni habrá un día terrible de Yahvé. Todas esas ideas, como Juan, deberán entrar en crisis porque el Reino de los cielos ya ha llegado.

Tiene sentido nuestra búsqueda. Nos lo aseguran estas pequeñas y apacibles alegrías… Nuestra paciencia está grávida de esta firmeza que nos lleva a actuar.

¿Será verdad que hoy el nombre de Dios es alegría?. Sí, pero la que viene de descubrir que ciegos, sordos, cojos, mudos, los indecisos, la tierra árida, lo que no cuenta, participan de este nombre. Y nos citan para que ayudemos a Dios a que llegue su Reino que ya es motivo de gozo.

¡Bienaventurados los que no se sienten defraudados por Él y no renuncian a proporcionar alegrías!