13 de abril. Cuarto Domingo de Pascua

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PRIMERA LECTURA.

Lectura del Libro de los Hechos de los apóstoles 2, 14a. 36-41.

El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra: «Todo Israel esté cierto de que al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías.»

Estas palabras les traspasaron el corazón, y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué tenemos que hacer, hermanos?»

Pedro les contestó: «Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.  Porque la promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor, Dios nuestro, aunque estén lejos.»

Con estas y otras muchas razones les urgía, y los exhortaba diciendo: «Escapad de esta generación perversa.»
Los que aceptaron sus palabras se bautizaron, y aquél día se les agregaron unos tres mil.

SALMO RESPONSORIAL.  Salmo 22.

Antífona: El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.

Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. 
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo,
porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

SEGUNDA LECTURA. 

Lectura de la primera carta del apóstol San Pedro 2, 20b-25.

Queridos hermanos:

Si, obrando el bien, soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios.  Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas.

Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado. Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas.

EVANGELIO. 

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 10, 1-10.

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.  A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera.  Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»

Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba.  Por eso añadió Jesús: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.  Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

Comentario a la Palabra:

Libres para entrar y salir

Para los que hemos aprendido lo que era una oveja viendo Heidi, este lenguaje pastoril del evangelio de hoy nos resulta cuando menos exótico. No consigo imaginarme siendo una oveja. Además, ¿no son animales gregarios conocidos por su estupidez? Decimos de quien no tiene criterio propio, sino que se conduce según lo que digan los demás, que tiene una personalidad borreguil.

Pero no es esa la imagen con la que Jesús se dirige a nosotros hoy. Él es un pastor que conoce por nombre a las ovejas y las ovejas le conocen a él personalmente. No se trata de una masa informe de “borregos” que siguen ciegamente a su líder. Hay un conocimiento mutuo, una relación personal.

Jesús habló de sí mismo como pastor en términos metafóricos, pero su profesión era la carpintería. Trataba más con puertas que con ovejas.  Esta es la otra imagen de hoy: “Yo soy la puerta”.

En nuestros edificios modernos hay muchas puertas. Cuando me desplazo por las distintas áreas de la parroquia, debo ir provisto de un manojo de llaves. Incluso en las viviendas familiares abundan las puertas que velan por la intimidad de cada habitación.
En las casas de Cafarnahún o Nazaret, por lo general, sólo había una puerta, la de la calle. Una vez dentro, las distintas estancias no estaban cerradas. Cruzado el umbral, todo es espacio común, lugares para compartir.

Jesús nos dice que Él es la puerta. El que pasa a través de él entra en un espacio de comunión que llamamos Iglesia. Ésta no tiene – o no debería tener – ningún otro criterio, ninguna otra clave, ninguna otra puerta, sino Jesús. 

Cristo insiste que esto es así especialmente para los que aspiran a ser “pastores”.  Quienquiera tener un papel de liderazgo en la comunidad tendrá que poner especial cuidado en ser como Él “que vino no a ser servido sino a servir”.

Llama la atención que Jesús diga que el que pase por esa puerta que es Él mismo “podrá entrar y salir”. A veces vivimos nuestro compromiso con la Iglesia, o con los distintos grupos que la componen, como una atadura. ¡Pero en la casa de Jesús se puede entrar y salir!

Y es necesario que entremos y salgamos. Entrar para vivir la oración, la liturgia, el diálogo con aquellos con los que nos une una misma fe. Pero también salir para compartir la vida con tantas personas que no quieren o no pueden creer.

Fue hermoso encontrarnos, el sábado pasado, con más de 750 personas en la Cena de Solidaridad. Niños, adultos y ancianos, unos creyentes, otros no, unidos por un gesto de solidaridad.

Jesús nos asegura: “Quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”. Ya he dicho que no entiendo mucho de ovejas ni de pastores. ¡Pero supongo que para “encontrar pastos” uno tendrá que salir por la puerta!

Esta alternancia entre el “dentro” y el “fuera” es el ritmo que construye una sana identidad cristiana. El Papa Juan XXIII hizo una llamada a “abrir las ventanas de la Iglesia”. Cuando las puertas sólo sirven para cerrar, el aire puede volverse irrespirable.

http://www.jle.org/photogallery/israel%20experience/western%20wall%20entrance%20mezuzah.JPG En los marcos de las puertas de las casas judías suele clavarse un objeto sagrado llamado Mezuzá. Es una caja en cuyo un interior hay un pequeño trozo de papel: En una cara de tiene escrito un texto de la Toráh; y en la otra, la palabra “Shaday”, uno de los nombres de Dios, que puede leerse como “Guardián de las puertas de Israel”. Tanto al salir como al entrar en casa, se toca respetuosamente la mezuzá, para recordar que tanto en casa como fuera, Dios cuida de su pueblo.

Porque Dios está en la vida en toda su extensión, tanto “dentro” como “fuera”. Para los cristianos, Jesús es la puerta que permite un ir y venir en libertad. Porque esa es nuestra vocación: “Para la libertad nos liberó Cristo: permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud” (Gal 5,1).

Hoy, la Iglesia celebra el Día Mundial de Oración por la Vocaciones. Para cada creyente, vivir su vocación es encontrar ese lugar de libertad en el que “permanecer firmes”.

La vocación adquiere orientación en esas opciones importantes que tomamos, normalmente, cuando somos jóvenes: la profesión, el matrimonio, el sacerdocio, la vida religiosa… Pero ha de renovarse a cada edad, pues nada humanamente valioso funciona automáticamente.

Esto choca con el concepto de libertad que reina en nuestra cultura, en la que libertad suele ser sinónimo de ausencia de compromisos.  “Permanecer firme” y “ser libre” aparecen entonces como contradictorios. Pero la libertad cristiana no crece en la facilidad. Llegar a ser libre siguiendo a Jesús es un itinerario esforzado.

La celebración de hoy está, pues, en las antípodas de una existencia “borreguil”. Nos llama a optar. Nos pone en la senda exigente de la libertad, siguiendo los pasos de Jesús, en la pluralidad de vocaciones con las que Dios ha embellecido su Iglesia.