27 de abril. Sexto Domingo de Pascua

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PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 8, 5-8. 14-17.

En aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba allí a Cristo.  El gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban.  La ciudad se llenó de alegría.

Cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta allí y oraron por los fieles, para que recibieran el Espíritu Santo; aún no había bajado sobre ninguno, estaban sólo bautizados en el nombre del Señor Jesús.  Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.

SALMO RESPONSORIAL.  Salmo 65.

Antífona: Aclamad al Señor, tierra entera.

Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre, cantad himnos a su gloria. 

Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!»
Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor, que toquen para tu nombre. 

Venid a ver las obras de Dios, sus temibles proezas en favor de los hombres.
Transformó el mar en tierra firme, a pie atravesaron el río. 
Alegrémonos con Dios, que con su poder gobierna eternamente.

Fieles de Dios, venid a escuchar, os contaré los que ha hecho conmigo. 
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica ni me retiró su favor.

SEGUNDA LECTURA. 

Lectura de la primera carta del apóstol San Pedro 3, 15-18.

Queridos hermanos:

Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todos el que os la pidiere; pero con mansedumbre y respeto y en buena conciencia, para que en aquello mismo en que sois calumniados queden confundidos los que denigran vuestra buena conducta en Cristo; que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.

Porque también Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios.  Como era hombre, lo mataron; pero como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.

EVANGELIO. 

Lectura del Santo Evangelio según San Juan 14, 15-21

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos.  Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad.  El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros.
No os dejaré huérfanos, volveré.  Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo.

Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros.  El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»

Comentario a la Palabra

CREEMOS CUANDO AMAMOS

Mientras iba en el autobús camino de Granada el pasado miércoles, llevaba unas notas con los textos de este domingo. Textos que dejan presentir las últimas fiestas de esta Pascua: La Ascensión y Pentecostés.  La ausencia y la nueva presencia del Señor en el Espíritu.

Los discípulos se enfrentan a la pérdida del amigo amado y asisten a una especial presencia del Espíritu que llena sus vidas.

De fondo está la cuestión de la presencia de Jesús cuando van desapareciendo los que le acompañaron en los acontecimientos más destacables. Juan trata de hacer ver a los cristianos de finales del siglo primero, que no estaban en inferioridad de condiciones con relación a los que habían conocido a Jesús. Y ahí nos posicionamos nosotros.

La respuesta a la desaparición del amigo amado es respetar la amistad que hizo posible ese vínculo. Nada tiene futuro cuando desaparece el amor, de ahí ese condicional  “Si me amáis, cumpliréis mis mandamientos”

En el mismo contexto de despedida Jesús había entregado a sus amigos un único mandamiento nuevo, el amor mutuo. Así Jesús nos está recordando que el camino de acceso a Dios es el amor, esa fuerza sanadora que habita en todo ser humano.

San Juan es quien ha definido a Dios como Amor, un amor que es más grande que nuestra conciencia, que nuestros propios sentimientos. Es otra forma de decir que Dios no cabe en palabras, por eso se hace fuerza interior, misterio que abre a siempre nuevas propuestas, ensanchamiento de la conciencia ante el sufrimiento, fuente de dignidad hasta en las situaciones más insoportables, capacidad creativa y amante. Realidad que nos permite, a toda edad, encontrarnos con lo nuevo en nosotros. Dios impulso creativo, Dios Vida.

Este amor a Jesús hace a los primeros cristianos creyentes en el Resucitado que se despliega en nosotros como lo hizo en ellos. El amor es la nueva presencia del Resucitado. Negarse a amar es imposibilitarse para la fe. Creemos cuando amamos. Amamos cuando aceptamos las posibilidades que nos presenta la vida para avanzar, para crecer, para hacernos fuertes y generosos. Cuando dejamos que la bondad se exprese para nosotros y para los demás.

Creer en la nueva presencia del Resucitado es elegir amar.

Los duelos los hacemos cuando la pérdida del amor genera en nosotros  un vacío tal que nos impide vivir, nos destruye. Ese vacío destroza cualquier proyecto, absorbe las fuerzas que necesitamos para mantenernos en la alegría y en el gusto de la existencia.  Los primeros cristianos conocieron esa oscuridad, esa ruptura de imagen, esa sensación de pérdida que lleva a creer que todo está invadido por el absurdo.

La vida nos lleva a situaciones en las que se hace imprescindible elegir … San Juan nos lo dice con ese condicional “Si me amáis …”  Dejarás de buscar en el sepulcro vacío y obsesionarte con la desaparición de su cuerpo, cuando descubras en tu propia experiencia una nueva presencia que te llevará a continuar lo que realizaba Jesús.

He ido a Granada porque el jueves 24, el cine Madrigal nos concedió el pre-estreno de la película COSAS QUE PERDIMOS EN EL FUEGO para colaborar con los proyectos de AyC.  Unas cuatrocientas personas llenaron el aforo del cine.

Hubo una introducción a la película y un comentario a los proyectos de AyC. Entregamos el MANIFIESTO DE HAITI redactado por un grupo de jesuitas que están trabajando en ese país. Y comenzó la proyección.

El film nos narra la relación de dos seres profundamente heridos por la vida, la reciente viuda con dos hijos Halle Berry, que acaba de perder el amor de su vida y siente que el mundo se desmorona a su alrededor. Benicio del Toro, el amigo de la infancia del difunto marido, que ha perdido casi todo debido a su adicción a la heroína y que se ve profundamente impactado ante la muerte violenta de su único ser querido.

El dolor de la pérdida une a ambos personajes. El valor amistad les ayudará a drenar sus intensas emociones y llegar a una catarsis que les permite no sucumbir a las propuestas destructivas que a veces parece sugerirnos la vida. En la belleza de los afectos y en la riqueza de su relación, encontrarán una mano amiga, donde la bondad y la generosidad adquieren un sentido curativo.

Pero también en la oración. Uno de los personajes huye del momento de oración que realiza el grupo de apoyo. La oración aparece como un elemento curativo en el proceso sanante de las heridas humanas.

El ser humano como mucho más que solo cuerpo, en combate con la tiranía de las adicciones distorsionadoras de la dignidad humana.

Hay una frase que  se repite en los diálogos como una memoria del tema de fondo: TOMA LO BUENO (“take the good” ), refiriéndose a las oportunidades que presenta la vida. Incluso en situaciones insoportables es posible descubrir un luz de esperanza en la capacidad que hay en todo ser humano para volver a empezar, para recuperar el gusto por la vida, para redimirse.

La película me traía a la memoria el evangelio de este domingo, en el que San Juan trata de plasmar la despedida entre Jesús y sus amigos antes de su muerte violenta y la necesidad de encontrar un pilar sobre el que construir algo verdaderamente consistente. Y me daba cuenta que hay valores que solo se pueden vivir desde la verdad, desde el “Espíritu de la Verdad”.

Amar como amó Jesús supone Espíritu y Verdad… su nueva forma de presencia. Entonces glorificamos a Cristo en nuestro corazón y damos razón de nuestra esperanza haciendo el bien aunque nos comporte sufrimiento. Quien tiene la suerte de encontrarse con una persona así experimenta que Jesús ha vuelto, que ha resucitado y está entre nosotros. ¿Será por eso por lo que el sacerdote nos dice en la eucaristía EL SEÑOR ESTÉ CON VOSOTROS?