21 de Septiembre.
Domingo XXV del Tiempo Ordinario.

PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro de Isaías 55, 6-9.

Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón.

Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos –oráculo del Señor-.

Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 144.

Antífona: Cerca está el Señor de los que lo invocan.

Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.  Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza.

El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas.

El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que lo invocan, de los que lo invocan sinceramente.

SEGUNDA LECTURA.

Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses 1, 20c-24. 27a.

Hermanos:

Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte.  Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir.  Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger.

Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros.

Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.

EVANGELIO.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 20, 1-16.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña.  Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: ´´Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.``

Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo.

Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ´´¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?``

Le respondieron: ´´Nadie nos ha contratado.``

Él les dijo: ´´Id también vosotros a mi viña.``

Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: ´´Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.``

Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.

Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno.  Entonces se pusieron a protestar contra el amo: ´´Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.``

Él replicó a uno de ellos: ´´Amigo, no te hago ninguna injusticia.  ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete.  Quiero darle a este último igual que a ti.  ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?``

Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

 

Comentario a la Palabra

La Generosa Gratuidad

La imagen de la viña y el vino recorre toda la Escritura. Jesús acude a ella para hablarnos del Reino.

Entre las posibles significaciones de esta parábola hay una respuesta a la actitud acogedora que Jesús practicaba con los últimos. Quizás una inversión radicalizada porque ahora ya no se dice “hay últimos que serán primeros” sino que se afirma abiertamente “los últimos serán los primeros y los primeros últimos”. Dicho de otra manera, no te ates a criterios jerárquicos o meritorios si buscas ser evangélico.

Como una progresión de lo que el profeta Isaías afirma en la primera lectura: “Mis planes no son vuestros planes, mis caminos no son vuestros caminos”, Jesús nos recuerda que la acogida de Dios sobrepasa nuestros criterios, porque “Dios es rico en perdón”.

El dueño de la viña afirma su bondad ante las críticas de quienes no comprenden su generosa actitud.

Los que habían puesto precio a la salvación a través de formas rituales, los que habían encerrado a Dios en la Ley, no aceptaban que se ensancharan las posibilidades de una comunión con Dios.

No pagó proporcionalmente al trabajo realizado, ni dependió de los méritos ganados. Ejercitó una gratuidad desconcertante para quienes siendo tratados justamente no admiten la bondad con quienes no son como ellos o no piensan como ellos o no se comportan como ellos.

Mateo quizás nos esté diciendo que los primeros contratados son los judíos que se creían los únicos herederos de la promesa. Pero también, que Jesús no solo acoge sino que busca, y busca con insistencia, a quienes se les había hecho creer que estaban excluidos de la promesa. Los busca no para atarlos a la Ley sino para recordarles que en Dios siempre hay la posibilidad de empezar de nuevo porque su capacidad de acogida es más grande que toda Ley.

Isaías ya tenía esa intuición. Jesús la pone en práctica. Muestra a las personas que han sido marginadas por los hombres de la ley, que Dios no actúa así, que el criterio de ellos no es el de Dios. Los hombres de la religión podrán decir lo que consideren más conveniente, pero Dios no se deja encerrar en una primera palabra porque para Él siempre es posible una llamada nueva con una nueva palabra.  Dios no es sólo palabra, es también espíritu. El Libro no puede ser la prisión de Dios.

Atendiendo al contexto es posible que Jesús esté hablando a sus discípulos. En el capítulo anterior de Mateo uno de ellos le había dicho: “Nosotros lo hemos dejado todo …”. Se presenta ante él como merecedor de un premio; pero Jesús viene a decirle, a decirnos,  esto no es decisivo ante Dios. Ante Él la actitud ha de ser otra: la gratuidad. La generosa gratuidad.

Estos días pasados hemos tenido el funeral por la hermana, el cuñado y los dos sobrinos de nuestro amigo Juan Soto. Murieron en el accidente de Barajas. Esos días me decía ¿cómo ayudar a esa familia?, ¿cómo dejar presentir que Dios es inocente, que algo de Dios ha caído en tierra también en el accidente de ese avión?. Dimos gracias por el tiempo que la vida de estos seres humanos ha sido un regalo para todos. Y asomó un pequeño descubrimiento: Es posible abrirse a la gratuidad cuando sentimos la tentación de proyectar sobre Dios nuestra frustración  ante lo que no comprendemos, ni aceptamos. La gratuidad abre ventanas que ponen luz en la noche del alma. Han sido ellos los que con su actitud me han ayudado a mi.

Dios no quiere el sufrimiento de nadie. Se mueve, busca, se preocupa para que todos dispongan de un salario. Quiere que sea posible vivir aunque no puedas trabajar más que una hora, aunque no te sea posible trabajar.

A Él no se le compra ni se le encierra. Se entrega a quienes ponen en práctica la generosa gratuidad.

Viendo estos días la última película de Olmi, CIEN CLAVOS, me gustó cómo él muestra el fruto de la viña a través de esa metáfora del Evangelio que es toda la cinta. Uno de los personajes, en una secuencia de grupo llena de armonía y fraternidad, dice: “El vino se elabora para ser tomado con los amigos e incluso con los enemigos en paz”.

Todos sonríen. La escena es idílica. Las risas se silencian cuando en el río aparece la barcaza de la policía. Tomar un vino en paz con los amigos es fácil, con los que empezaron a trabajar a mi hora y en mi tajo; pero con quienes no piensan como yo, ni viven como yo, ni tienen mis méritos y títulos … eso es otra cosa, es Evangelio.