11 de enero. Bautismo del Señor
PRIMERA LECTURA.
Lectura del libro de Isaías 42, 1-4. 6-7.
Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.
No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.
Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»
SALMO RESPONSORIAL. Salmo 28.
Antífona: El Señor bendice a su pueblo con la paz.
Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor,
postraos ante el Señor en el atrio sagrado.
La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales.
La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica.
El Dios de la gloria ha tronado. En su templo un grito unánime: “¡Gloria!”
El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como rey eterno.
SEGUNDA LECTURA.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34-38.
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.
Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios esta con él.»
EVANGELIO.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1, 7-11.
En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán.
Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»
Comentario a la Palabra
NO ES LO MISMO HABLAR
QUE COMUNICAR
Llegamos al final del ciclo litúrgico Navidad-Epifanía. El Niño de Belén, los cánticos navideños, el espíritu de infancia han marcado la vivencia espiritual de estos días. Mucho ruido, pero… ¿Qué comunicamos?
Hemos organizado comidas especiales con los familiares y amigos, llevado algún presente a quienes tienen menos que nosotros, visitado a las personas que amamos, colaborado con alguna ONG que nos ha recordado que la vida es un belén, enviado algún que otro sms supliendo al tradicional christmas y argumentado desde la crisis, para justificar la reducción de gastos. ¿Se nos ha quedado en eso la Navidad? No es poco si hemos salido de nuestro aislamiento.
Además está nuestra participación en la liturgia de la Iglesia. Nos hemos encontrado con otros creyentes en las celebraciones. Hemos hecho comunidad compartiendo la fe en Jesucristo. Nos hemos saludado con palabras de esperanza, cargadas de deseos. Juntos hemos orado pidiendo la paz, que es nuestra responsabilidad. Tal vez hasta hayamos leído el mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Paz que coincide con el primer día del año. Podría ser incluso que consiguiéramos tener algún momento a solas con el Señor solo. Y la Navidad tomó cierta hondura. Algo hubo de comunicación.
Aún así, nos cuesta unir fe y vida. Los niños, la familia, los suegros, el cuñado, el coche, las vacaciones, el frío, la cocina. Y Dios que se nos quiere REVELAR. ¿Qué hubo de comunicación existencial entre Dios y yo en esta Navidad?
Unas cuantas amigas y amigos de AyC nos reunimos el último día del año para dar gracias por lo vivido y renovar fuerzas, para no aumentar las sombras que el año saliente ha trasvasado al 2009. Compartimos la eucaristía y la comida, la palabra sobre lo vivido y las preguntas que nos abren a lo nuevo. Ha sido otra chispa en estas fiestas.
Navidad: un bebé que ha de aprender a hablar, Dios humano, metido en la historia de las mujeres y los hombres. Misterio, silencio de apertura y acogida. Reconocimiento humilde de mi precariedad y la de la Iglesia. Dios oculto y germen de una clara alegría. Sugerencia de un compromiso ético social. Silencio y apertura. Fiesta.
Quizás hasta acudimos a la cabalgata de Reyes. Los niños se lo merecen. Todos los niños.
Esa tarde yo estaba pasando unos días con mi familia lejos de la capital. Así fue como sentado con mi hermano ante la tele vi la transmisión que, de la cabalgata de Madrid, hizo la 1 de TVE. Más de treinta carrozas a través de la Castellana. Una circense ambientación que hacía las delicias de los pequeños. Imágenes llenas de vivacidad ingenua tanto en los niños, como en los adolescentes y adultos. Caramelos por toneladas y palabras ecológicas. La música de Vivaldi dando ambientación al barroquismo de la fiesta. Todos esperando que se aproximaran las carrozas de Gaspar, Melchor y Baltasar que iban envueltos en luz. El griterío crecía cuando se daba la aproximación. Así durante todo el itinerario. Hasta que por fin llegaron al lugar de destino. ¿Te lo imaginas? No, no llegaron a la gruta de Belén para adorar a Jesús y entregarles esos regalos-símbolo que son oro, incienso y mirra. ¡Va a ser que no! Todo el derroche de imaginación quedó reducido a un recibimiento por parte del Alcalde y su señora en la plataforma instalada en la puerta del nuevo Ayuntamiento de Madrid.
No pude contener la risa. El destino de los reyes era leer un pregón que pretendía ser ecológico y hacerse la foto con el Sr. Gallardón y señora. ¿Tanto peregrinar para terminar delante del Alcalde?
Me preguntaba si la cabalgata no era una parábola de cierta caricatura del Evangelio. Si por la vía de los hechos no estamos diciendo a los pequeños y a los grandes: todos tus sueños terminan en el Ayuntamiento. Hasta ahí tu carga utópica.
Durante el desfile alguien empujaba a ras de tierra una enorme estrella domesticada. ¿Para qué sirve una estrella si no puede brillar en el cielo? ¿Quizás por eso la cabalgata no tenía como punto de llegada el Misterio? ¿No había nada que Revelar?
Me hizo pensar esa nula referencia al Misterio. Esa estrella rodante. Te lo puedes imaginar. Ni Jesús, ni María, ni José… el señor alcalde y su señora. ¡Qué revelación!
A los pequeños y a los grandes hay que comunicarles que el viaje desde Oriente tiene un sentido más hondo, más parecido a los caminos de nuestra vida. A través de estos exóticos visitantes se desvela algo oculto, se descubre algo escondido y misterioso que a su vez no podemos manipular y que es una fuente de sentido. Es Jesús quien se manifiesta, quien se da a conocer, quien sale a la luz, quien ilumina… Pero ¿quién es capaz de esa comunicación? Y sin embargo es lo más humano de la Navidad.
Facilitar hoy experiencias de REVELACIÓN es hacer accesible un encuentro, una relación interpersonal, participar de la amistad entre Dios y los seres humanos…
A la cabalgata de Reyes le faltó un instante de silencio, ése en el que se comunica sin decir nada, en el que el ser humano se abre al Misterio.
Navidad: comunicación con un Niño que no habla.
Pero la palabra identitaria acerca de este Niño la escuchamos en el Evangelio de este domingo, fiesta del Bautismo del Señor. Ahora lo contemplamos como adulto que nos comunica lo que él escucha de parte de Dios: ERES MI HIJO AMADO.
Y lo dice a través de una experiencia sin la cual no hay cristianismo. Es la manera de mostrarse, de Revelar su deseo de comunicación: silenciosamente se aproxima a los que tienen conciencia de su pecado para ponerse en medio de ellos descargándoles de lo que les pesa, lo que les roba la esperanza. Es el Misterio que nos transforma en ese instante de silencio que se nos hace REVELACIÓN.
Al terminar el tiempo de Navidad, el silencio, el otro hilo de la fiesta, se hace floración en esa comunicación de Dios hecha entre pecadores a los que dice: ¡TE PREFIERO!