15 de noviembre.
Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

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PRIMERA LECTURA.

Lectura de la profecía de Daniel 12, 1-3.

Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora.

Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro.
Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para vida eterna, otros para ignominia perpetua.

Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 15.

Antífona: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. 
Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena. 
Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

SEGUNDA LECTURA.

Lectura de la carta a los Hebreos 10, 11-14. 18.

Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados.

Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.

Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.
Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados..

EVANGELIO.

Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 13, 24-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán.

Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte.

Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta.  Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla.  El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»

Comentario a la Palabra:

Hay una higuera llena de tiernas yemas.

Alemania ha decidido cancelar el partido amistoso programado para este sábado contra Chile. ¿Razón?. El guardameta internacional Robert Enke, de 32 años, que jugó en el Barcelona y en el Tenerife, se ha arrojado a un tren en Hannover y así ha puesto fin a su vida.

No soy forofo del fútbol, pero cuando leí la noticia sentí un profundo estremecimiento. Sentí que es un suicidio lleno de significación; pero no sé por qué me ha conmocionado tanto el final de esta figura internacional del deporte.

Parece ser que ni en la selección alemana de fútbol ni en el Hannover, nadie imaginó la lucha que libraba Enke con la depresión.
Sufría un “miedo patológico al fracaso”. Algunos piensan que este miedo estaba ahí desde que abandonó, tras el primer partido, el Fenerbahçe de Estambul, en el que los aficionados lo abuchearon y le lanzaron diversos objetos.

No era su única experiencia dolorosa. Enke había sufrido un duro golpe tras la muerte de su hija Lara, de dos años de edad. Había adoptado a Leila, que tiene ahora ocho meses, pensando que así  recuperaría el gusto de vivir.

Pero otros miedos, el que la Oficina de Familia le quitara la custodia de su hija adoptiva, y el temor a perjudicar a su futuro deportivo, le produjeron terror a que se conociese públicamente su enfermedad.

Su viuda ha dicho a los medios que “tenía pánico a perder el fútbol y a Leila”. Y una frase terrible: “Traté de estar a su lado … creía que con amor podíamos superarlo todo”.

Saco algunas conclusiones de cara al texto de este domingo:

De ninguna manera podemos leer el evangelio de este domingo para reforzar “miedos y temores”. Sí, para poner lucidez en nuestras responsabilidades.

Llegamos al penúltimo domingo del año litúrgico en un contexto de crisis creciente. En conflicto con un grupo de piratas y un gobierno en el que nadie quiere asumir la responsabilidad de sus decisiones. Me refiero a que, una vez más, Cáritas nos dice que siguen aumentando en nuestro país, en nuestra querida España, más de un 40% las personas que piden “comida” a esa institución católica para sobrevivir. No, esto no es un género ni una figura literaria. Se trata del aire que estamos respirando.

El evangelio de este domingo sí es un discurso escatológico de género apocalíptico.

En boca de Jesús se ponen expresiones catastrofistas que algunos expertos dudan que sean suyas. Parece ser que Jesús no compartió esas creencias. Pero el hecho es que la primera comunidad creía en el retorno eminente del Señor. Quizás porque el aire que respiraban se les hacía insoportable.

Algunos autores hablan del “catastrofismo” del discurso escatológico, y de la “esperanza” contenida en el género apocalíptico. Al final, ya no habrá ni llanto, ni dolor, ni oscuridad. Pero donde nos la jugamos es en el presente.

No se niega la realidad, pero ésta es más rica y amplia de lo que ofrecen los datos. Lo difícil será cómo estar en la parte dolorosa de la vida lúcidamente, sin que nos arrastren los pesimismos, ni la frivolidad, ni los miedos o la desesperación.

El catastrofismo de la escatología en el evangelio de este domingo no es un contenido de fe, sino una imagen para expresar algo latente en la cultura de ese tiempo.

Por otro lado queda de manifiesto lo que sabían de astronomía los autores de la época. No hemos de quedarnos en las imágenes. Nos importa el mensaje de fondo.

En un contexto en el que se hundía lo viejo, brotaban gérmenes de un mundo nuevo. Jesús es la Palabra que salva. Llegaba un final, pero anunciando la nueva presencia del que salva, del que ya está ahí, a la puerta: la higuera está llena de yemas. Hay esperanza. Hay futuro si estamos presentes al presente. No hay futuro si eludimos nuestra responsabilidad.

Este evangelio, la presencia de Jesús, nos llama al discernimiento, a aprender a mirar, a sacar las consecuencias de la “parábola de la higuera”.

Alguna ministra de nuestro gobierno podría afirmar, “eso es lo que yo quiero decir: que hay brotes verdes”. Algún banco podría mostrarnos su publicidad sobre los “brotes azules”. Pero no nos referimos a eso. No se trata de hablar del futuro para huir del presente. No hay futuro cuando se huye. El evangelio nos dice: la vida es presente. El final y el comienzo está en cada día. Mi actual decisión me configura, me hace. Y la esperanza sólo es  válida si transforma el presente. El juicio está en la verdad de mi presente, en su esplendor.

Es en el presente creado por Jesús en el que Dios acoge a una multitud innumerable de horizonte a horizonte desde los cuatro vientos … y de nuestra responsabilidad se espera que ampliemos ese horizonte, que hagamos incontable el número de esa multitud … para que el amor cure, sane y ayude a superar toda crisis.

Señor,
las más tiernas ramas de nuestro mundo,
tan frágiles,
no soportan el sufrimiento.

Son muchos los que llevan el nombre de Robert,
el apellido Enke,
con incontables sufrimientos a sus 32 años,
con indecibles miedos patológicos.

No te quedes lejos cuando parece que todo se oscurece.

No quisiéramos que se perdiera
ninguna de las tiernas yemas de la higuera del mundo.
Especialmente cuando se hacen más pobres,
por incapaces de ayudarse a sí mismas.

Venimos ante ti,
al final de este año litúrgico,
como somos,
para no cerrar la puerta de nuestros errores,
porque inevitablemente
dejaríamos fuera la verdad que nos juzga sanamente.

Tú no amas la destrucción de ningún ser humano,
ni la de nuestro mundo tan querido.

En tu compasión
nos acoges sea cual sea nuestro horizonte.
Tu intensa luz hace parecer tiniebla la luz del sol.

Señor,
el templo y los sistemas culturales pasarán,
como pasa el éxito y el espejismo de sus ídolos.

Tú nos invitas
a un discernimiento que libere del engaño
de los falsos profetas y sus profetismos,
de sus palabras cargadas de miedo
porque no tienen los “modos de Jesucristo”.

Que tu Espíritu Santo
nos asista en la hora de la prueba,
para perseverar en el amor,
aunque parezca que éste ha perdido su fuerza.

No dejes que nuestros ojos se pierdan en el final.
Ayúdanos a situarnos en el presente del hoy.

Que sepamos construir con los derribos y sus escombros,
el mundo nuevo que tú quieres.

Un hilo leve de fe me dice,
que pese a los catastrofismos,
el milagro de los milagros es creer en ti
a pesar del daño que hace el mal,
y que tú eres nuestra fuerza para vencerlo.

En el silencio del sufrimiento,
caldea nuestro corazón
para robustecer hasta el amor más tímido. Amén.