13 de diciembre
Tercer Domingo de Adviento
PRIMERA LECTURA.
Lectura de la profecía de Sofonías 3, 14-18a
Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos.
El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás.
Aquel día dirán a Jerusalén:
«No temas, Sión, no desfallezcan tus manos.El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.»
SALMO RESPONSORIAL. Is. 12.
Antífona: Gritad jubilosos: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.»
El Señor es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión: «Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.»
SEGUNDA LECTURA.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 4, 4-7
Hermanos:
Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
EVANGELIO.
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 3, 10-18
En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «¿Entonces, qué hacemos?»
Él contestó: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.»
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido.»
Unos militares le preguntaron: «¿Qué hacemos nosotros?»
Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.»
El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.»
Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.
Comentario a la Palabra:
“Siempre Alegres en el Señor”
En este domingo, conocido tradicionalmente como el de Gaudete, por el verbo latino que nosotros traducimos como “Estad Alegres”, Juan Bautista aparece como predicador del “evangelio”. El evangelista san Lucas quiso adelantar el anuncio del “alegre mensaje”, la Buena Noticia, que habría de caracterizar la predicación de Jesús.
Para justificar esta imagen, habría que tomar el bieldo y aventar la paja del tono tremendista de los oráculos del profetismo clásico, que todavía resuenan en el evangelio de Mateo 3,1-12. Juan “quema” también las exigencias radicales de seguir a Jesús dejándolo todo: familia, profesión, pueblo y país. A la pregunta “¿qué hemos de hacer?”, Juan da normas concretas que entran en las posibilidades de los diversos estados. “Compartir vestido y comida con quienes lo necesitan”. “No exigir más de lo establecido”. “Contentarse con la paga”.
Llama la atención esta aparente normalidad, comprensible incluso desde una perspectiva no estrictamente religiosa. San Lucas nos invita a entender el evangelio del Bautista en consonancia con el de Jesús. A los ejemplos concretos, sigue la afirmación de que se podrían “añadir muchas otras cosas“ para demostrar la coincidencia entre el Bautista y Jesús.
Aunque recoja las palabras de Juan Bautista sobre el hacha que está ya preparada para cortar los árboles de raíz (Lucas 3,9), Lucas no presenta a Jesús exigiendo esos cortes radicales. La escena de la higuera estéril, que en Mateo y Marcos es objeto de una incomprensible maldición (sobre todo en Marcos, ya que reconoce que “no era tiempo de higos”), se transforma en una parábola (Lucas 13,6-9, comparar con Mateo 21,18-19; Marcos 11,12- 14). A pesar de que durante tres años no había dado fruto, cuando el amo manda que la corten, el viñador pide un nuevo plazo en el que redoblará sus cuidados. Así logra que no se corte el árbol de raíz.
Lucas ha salvado aspectos de la actuación y la enseñanza de Jesús que se orientan a recuperar la auténtica humanidad, frenando el afán de poseer y aceptando los límites de nuestra condición, pero sin exigir cortes antisociales. Esa humanidad, más normal, permite vivir alegremente. No porque de pronto nos olvidemos del sufrimiento del mundo, sino porque encontramos en el misterio de la Navidad una razón de verdadera alegría. “El Señor, en medio de nosotros, es un guerrero que salva”, o, mejor, un Dios salvador que nos afirma en la búsqueda de la paz, como fundamento de segura alegría. No será un evangelio que ve la vida en rosa, como puede sugerir el color rosado de los ornamentos en las iglesias que se atienen al calendario.
Estar alegres porque la vida va de rositas es una provocación cruel para tantas personas que ven y viven la negra realidad cotidiana. La década del Tercer Milenio está siendo juzgada muy negativamente, como “década perdida”, pues ha ido acumulando año tras año noticias muy negativas para el progreso de la humanidad.
La alegría de este domingo responde a una cualidad de la fe bíblica, como nos recuerdan la primera lectura y el cántico de Isaías, que ocupa el lugar del Salmo. Es fruto de la esperanza que no es alocada ni infantil. Sin volver la espalda a la dura realidad cotidiana, no cede a la desilusión por la marcha de la historia humana. Es una alegría que, como la oración de los Salmos, brota de la fosa del dolor y se implanta en el alma creyente para mirar más allá. Es la fe típica del judaísmo, que no abandona la confianza en Dios “a pesar de todos los pesares”. Como la fe de Abrahán, que se mantuvo “firme en su esperanza en contra de toda esperanza” (Romanos 4,18).
Una disposición “endémica” del ser humano en el Antiguo Testamento es la afirmación gozosa de la vida, como demuestra el uso frecuente del vocabulario de la alabanza y la acción de gracias, que san Lucas reproduce tanto en el cántico de María como en el de Zacarías. La alegría, no el temor ni la inseguridad, define el estado de ánimo normal del creyente israelita.
Una esperanza abierta estimula una fantasía capaz de soñar lo imposible: “el conocimiento de Dios llenará la tierra como las aguas llenan el mar” (Isaías 11,9). ¿El mundo lleno de personas que viven en esta relación íntima y personal con Dios?
¿Cuándo y dónde? Una esperanza de estos vuelos corta de raíz los proyectos humanos que se mueven sólo sobre mínimos. El destino del pueblo de Israel fue salir de la esclavitud para alcanzar la libertad. La suerte de la persona que generalmente vive hundida en el foso, es luchar allí para salir de allí. Sin excluir el foso que se presenta como destino insalvable al final de la vida. La fe en la superación de la barrera de la muerte no se desarrolló suficientemente en Israel. Será el punto en que brillará de manera especial la fe cristiana concentrada en el hecho salvador de la muerte y resurrección de Jesús, el cual demostró que hasta la muerte puede ser vencida.
Lucas ha subrayado la alegría de los actores en los relatos de la Infancia. El saludo del Ángel de la Anunciación es un “alégrate, la llena de gracia”. En el encuentro con Isabel, la presencia de María provoca un “salto de alegría” en el niño que aún estaba en el vientre. En el Canto del Magnificat, el espíritu de María exulta de gozo. Al nacer Juan, los vecinos “se alegran” con Isabel. En el Nacimiento de Jesús corresponde a los ángeles el canto de gozo, que es ya canto de nueva creación, alegría de Resurrección.
Vamos a cerrar una década negra. Para muchas personas, el horizonte negro no está ni en Irak ni en Afganistán, sino en el desempleo y en la difícil supervivencia del día a día. Escuchamos hoy una invitación bien actual a preparar la alegría navideña tendiendo la mano a quienes esperan nuestra ayuda. Primero, no agravar las carencias de los pobres. Y después, saber compartir lo nuestro con los necesitados. Es la manera de responder con realismo a la fiesta en que celebramos la venida de nuestro Salvador al mundo.