12 de septiembre
Domingo XXIV del Tiempo Oridnario

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PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro del Éxodo 32, 7-11. 13-14.

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: «Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto.  Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado.  Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: ´´Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto.``»

Y el Señor añadió a Moisés: «Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz.  Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos.  Y de ti haré un gran pueblo.»

Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: «¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac y Jacob, a quienes juraste por ti mismo, diciendo:´Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre.``»

Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 50.

Antífona: Sí, me levantaré.  Volveré junto a mi Padre.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.

Señor, me abrirás los labios, y mi boca pronunciará tu alabanza. 
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un  corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.

SEGUNDA LECTURA 

Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a Timoteo  1, 12-17.

Querido hermano: 

Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio. Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente. Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía. El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús.

Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que creerán en él y tendrán vida eterna. Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos.  Amén.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-32):

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»

Jesús les dijo esta parábola: «Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido". Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: "iFelicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido." Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»

Comentario a la Palabra:

¡DEJAD DE FASTIDIAR
UTILIZANDO A DIOS!

El evangelio de este domingo XXIV recoge tres parábolas del capítulo 15 de san Lucas. Hay una propuesta litúrgica más breve que se centra en las dos parábolas primeras. Sigo esa sugerencia y dejo la tercera para otra vez.

Llamadas parábolas de la misericordia, nos quedamos con las figuras del pastor y la mujer.

En el entorno de Jesús hay una mirada de juicio hacia Él por parte de los que “se piensan buenos”. La tensión, la polémica están de fondo porque Jesús se permite romper ciertas normas de la ortodoxia cuando está ante personas que se sienten perdidas. Imperdonable cuestión, por eso “los fariseos como los letrados lo criticaban”… porque  “acoge a los descreídos y come con ellos”.

Señalado con el dedo, criticado, juzgado en lo interior por ACOGER Y COMER con quienes no pertenecían a la ortodoxia. Al “Carisma”, a la “Umma”, se dice ahora. Porque esa actitud nos acompaña a los humanos como la sed y la sombra.

Por eso, a la pregunta de Jesús: “¿quién de vosotros…?”. La respuesta que me brota es: Yo no. No soy capaz de algo así. Seguro que quieres decirme otra cosa, que hablas de Otro.

¿Cómo que hay más alegría por uno que por cien?. No, nosotros no actuamos como las figuras de las dos parábolas de este domingo. Y creo que Jesús lo sabía y lo sabe bien. Al proclamarlas estaba poniendo y nos pone un espejo ante “letrados y fariseos”.

La oveja menos gregaria y la pequeña moneda, ¡PERDIDAS!. ¿A quién le importa? ¿Quién de nosotros se ocuparía de eso y encontraría alegría en algo así?. Pero creo que Jesús nos está queriendo decir algo importante que no siempre descubrimos.

¿Querrá decirnos que las comunes actitudes de la mujer y el pastor son las actitudes de Dios?. Dios expresado en las búsquedas y cuidados, en las figuras, de esta mujer y este hombre. ¡Dios alegrándose por encontrarse con lo perdido de la persona!

Jesús habla así del misterio de Dios.

Dios hecho misericordia buscando con cuidado lo perdido en el hombre y la mujer, y a la vez removiendo el vecindario para que no falten ni la alegría ni la fiesta.

Dios que me busca como algo propio, como quien ha perdido algo querido. Un Dios que no se queda en el rebaño, que va donde voy cuando me pierdo. No para abroncar ni quemar libros, tampoco para pedir que los retiren de las librerías o forzar secularizaciones franciscanas. Sobre sus hombros, nos carga sobre sus hombros con el mismo amor que quien decía esto acogió la cruz.

¿Qué hemos hecho de este Dios de Jesús?

Siguiendo la prensa de esta semana me doy cuenta que:

Estos días el Islam celebra el final del Ramadán. Un Dios que necesita que pases hambre y sed para darte el Paraíso. Y encuentro tantos parecidos …

Desde antes y durante el Ramadán instituciones civiles y religiosas, no mayoritariamente musulmanas, han presionado en defensa de Sakineh, la mujer iraní condenada a lapidación según las leyes inspiradas en el Corán, por haber tenido “relaciones ilícitas” tras quedarse viuda.

La comunidad internacional se ha echado a temblar porque un fundamentalista que se dice cristiano ha querido reparar los daños del 11-S “quemando el Corán”.

Y los que permanecieron pasivos ante la posibilidad de la muerte por lapidación de Sakineh, se han echado furiosos a la calle porque prefieren el libro a la persona.

Dos mujeres, una cristiana y otra musulmana, han puesto luz a mi semana: Angela Merkel y Nouzha Skalli.

Ángela Merkel, la canciller alemana, ha entregado personalmente esta semana el premio de la Prensa Europea al dibujante danés Kurt Westergaard, autor de una caricatura publicada en 2005 que muestra a Mahoma con una bomba en el turbante.

Merkel dijo que “el secreto de la libertad es la valentía”. La canciller pidió que las consecuencias sufridas por el caricaturista “sean una advertencia para todos nosotros”. Westergaard vive bajo protección de la policía,  quienes ya han desbaratado varios intentos para asesinarle.

Nouzha Skalli, ministra de Asuntos Sociales de Marruecos, que ha dicho en Barcelona: “El burka simboliza la opresión a la mujer y no tiene nada que ver con el Islam”. Y con motivo de su conferencia me entero que esta mujer musulmana fue amenazada de muerte por extremistas al imponer en Marruecos que no se llamara a la oración de madrugada para no despertar a los turistas.
Ya es hora de que Dios no sea el fastidio de los humanos. Jesús vino para eso, para que nos descubramos salvados, libres, capaces de vivir para amar.

No faltes a la fiesta de Dios que busca con cuidado para nosotros lo que algunos hemos perdido: la alegría de estar con los vecinos. ¡La alegría! ¡Los vecinos! Y Dios, pastor y mujer, queriendo que no falte el vino, ni el cordero, ni algunas monedas para todos.