24 de octubre.
Domingo XXX del Tiempo Ordinario

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PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro del Eclesiástico 35, 12-14. 16-18.

El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor, y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia.               

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 33.

Antífona: Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren.

El Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.  Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias.

El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. 
El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él.

SEGUNDA LECTURA. 

Lectura de la segunda carta del apóstol San Pablo a Timoteo  4, 6-8. 16-18.

Querido hermano:

Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió.  Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles.  Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos.  Amén.

EVANGELIO.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 18, 9-14.

En aquél tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar.  Uno era fariseo; el otro, un publicano.  El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano.  Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo’.

El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador’.
Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no.  Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

Comentario a la Palabra:

¿QUÉ ESCONDE NUESTRA ORACIÓN?

Uno se acerca al evangelio de este domingo con cierta precaución. Las cosas nunca son tan claras como nos muestra el estereotipo del “fariseo” y el “publicano”. Dos polaridades, pero también dos actitudes existenciales ante Dios, ante los otros y con uno mismo.

¿Quién no ha experimentado en alguna ocasión la excluyente seguridad del fariseo? ¿Quién no ha tenido un momento de lúcida gracia y reconocido su propio pecado como el publicano? ¿Quién no ha despreciado como el fariseo al publicano que lleva dentro o al de fuera (pon aquí las siglas que quieras, al político que quieras, al movimiento que quieras, a la tradición religiosa que quieras…), cuando llegó la llamada a la conversión, y a la inversa?

En esos rechazos hemos dejado a Dios fuera de nuestra vida. El don humanizador de Su presencia dejó de actuar pese a nuestra oración. Nos bastaron las leyes, normas, el “carisma”, las ideologías, las apariencias… Pero donde hay desprecio humano, Dios se queda fuera, esperando que abramos a su humanizador amor. Aunque Él insiste y golpea a las puertas de la experiencia humana que trasciende la Ley y nuestras obras.

Eran los fariseos buena gente. Esforzados en cumplir con la normativa e incluso en ir más allá de lo mandado. Pero este domingo se presenta su imagen negativizada, para hablar del creyente que se pavonea de ser bueno e ir de “estirado de la fe”. En realidad, porque no necesita a Dios ya que tiene la Ley.

Eran los publicanos unos aprovechados de su situación de poder. Explotadores. Siempre sisando. Pero este domingo se presenta su imagen positivizada, para hablar de quien se hace consciente de su pecado y por eso no juzga sino que se abre a Dios como don.
Pero ni eran así todos los fariseos, ni todos los publicanos. Y así saltan por los aires las seguridades religiosas estereotipadas.

Jesús aparece este domingo cuestionando ciertos modos de relación con Dios. Quizás cuestionando el mismo planteamiento religioso, puesto que nos dice que un pecador que reconoce su pecado y se abre a Dios le es más agradable que un cumplidor de la ley que se cree justo y por eso se permite compararse con los otros para despreciarlos. No basta el cumplimiento de la Ley, tampoco las obras, cuando nos encierran en nuestra propia presunción. Jesús valora una actitud de veraz humildad ante Dios, como expresión del conocimiento de la verdad personal.

Quizás san Lucas quiera decirnos que Jesús espera que sus seguidores comprendan y vivan a Dios como quien no desprecia a nadie. Que no hay pueblos elegidos. Y que su alegría es que nos reconozcamos en nuestra verdad personal, que descubramos esa realidad oculta en nosotros que nos frena y nos disfraza.

Proyectan estos días en los cines de Madrid, LA VERDAD DE SORAYA M. Película filmada a partir de la historia real de una  mujer iraní, musulmana, a quién la hipocresía religiosa, generadora de una sociedad machista, lapidó. (Hay información sobre esta película en nuestra web). Llamó mi atención la insistencia en la fotografía por mostrar a los habitantes del pequeño pueblo iraní con el “tasbih o Subha” (rosario musulmán) en las manos, a la vez que invocaban el nombre y los atributos de Alá. Esas mismas manos aparecen deseosas de lanzar piedras, y lanzándolas, contra la mujer que lapidan. En las manos de las  mismas personas “la piedra asesina” y el “tasbih orante”.

Y hablando de piedras, creo que el ministro de minería chileno dijo al comienzo del rescate de los famosos 33 mineros: “Vamos a rasguñar esta piedra todos los días para llegar a ustedes en muy poco tiempo”. Bien invertidos están los 15 millones de dólares para rescatar a los 33 mineros chilenos, pero tampoco deberíamos escatimar en invertir para devolver la vida a quienes tiritan en otras negras honduras.

Nuestros políticos se han comprometido a centrar sus esfuerzos en reducir el hambre a la mitad en 2015; pero han hecho bien poco. “Chile no se propuso salvar 16 mineros y medio y dejar morir al resto. Es obvio que se debería plantear como objetivo la erradicación total del hambre y no la mitad, como se propone en los Objetivos del Milenio. Sí, hay otras lapidaciones: 925 millones de seres humanos según el informe de la FAO condenados en el túnel oscuro de la pobreza extrema.  Los medios de comunicación no quieren seguir hablando del minero 34, 35, 36, 37, 138,139, 1.040, 1.041, 10.00000000000000000000000000000000000000000000000000000

Los sistemas religiosos son sacudidos por este evangelio. Fue a un musulmán a quién le oí decir eso de “más vale un infiel justo, que un fiel injusto”.

¿Qué se esconde tras lo que pensamos o decimos cuando oramos? Tenerse por justo no siempre coincide con serlo a los ojos de Dios.

El evangelio de este domingo nos lleva a las zonas profundas de nuestra personalidad, allí donde porque censuramos nuestras turbias aguas, éstas aparecen al exterior como limpias; reprimidas, ni aparecen. Pero sí el dañino efecto de su represión.

El Dios de Jesús no rechaza a nadie, nos quiere como somos; pero sólo se salva lo que se asume.