20 de febrero.
Domingo VII del Tiempo Ordinario

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PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro del Levítico 19, 1-2. 17-18.

El Señor habló a Moisés: «Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: ‘Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. No odiarás de corazón a tu hermano.  Reprenderás a tu pariente, para que no cargues tú con su pecado. No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor’.»                        

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 102.

Antífona: El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. 
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia;
no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas.

Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos. 
Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.

SEGUNDA LECTURA. 

Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios 3, 16-23

Hermanos:

¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros. Que nadie se engañe.  Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: “Él caza a los sabios en su astucia.” Y también: “El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos.” Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro.  Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.

EVANGELIO.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 5, 38-48

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo, diente por diente’.  Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia.  Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas.

Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo’.  Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen.  Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis?  ¿No hacen lo mismo también los publicanos?  Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario?  ¿No hacen lo mismo también los gentiles?  Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.»

Comentario a la Palabra:

Hijos de Dios

Jerusalén, finales de los años 20 (Siglo I d.C.). Probablemente, Jesús conoció estos hechos. El gobernador romano Poncio Pilato había instalado sus estandartes imperiales en la Ciudad Santa. Para los judíos, estas imágenes son idolatría, una ofensa al Dios de Israel. El historiador Flavio Josefo relata lo acontecido:

Pilato subió al estrado, los soldados armados estaban escondidos detrás… Los judíos continuaron con la protesta, así que el gobernador dio la señal a su ejército para que rodearan a los manifestantes y les amenazó con la muerte si no dejaban de promover disturbios y regresaban a sus casas. Pero ellos, arrojándose al suelo boca abajo y poniendo al descubierto su cuerpo para ser traspasados por las espadas, dijeron que les produciría mayor placer recibir la muerte que osar contravenir los que ordenan sus leyes. Y Pilato, maravillado de la entereza que mostraban en la observancia de sus leyes, ordenó inmediatamente trasladar las efigies de Jerusalén a Cesarea

(Antigüedades Judías, 18.3.1).

No fue Plaza Tahrir el primer lugar en el que un pueblo desarmado consiguió prevalecer ante un tirano que controlaba todos los resortes del poder. Ni el último. Ahora las protestas se extienden a Libia, Yemen, Argelia,… Para este domingo está convocada una gran manifestación en Marruecos, país sometido a uno de los regímenes más corruptos del planeta. Mohammed VI, un “buen amigo” de España y su casa real, es uno de los hombres más ricos del mundo, rey de un pueblo empobrecido hasta la miseria, a solo 14km de las playas de Cádiz.

Yo nunca he sido humillado en público tan brutalmente. Las personas a las que se dirige Jesús, sí. La bofetada no es tanto una agresión física como moral. En aquella sociedad, sólo quien tenía la sartén por el mango se atrevía a hacer algo así: el amo al esclavo, el aristócrata al campesino, el hombre a la mujer. “Te deshonro ante todos y te aguantas, porque no eres nadie” es la traducción en palabras de este gesto.

Jesús dice: “Cuando te abofeteen la mejilla derecha, ofrece también la otra”. No nos garantiza que si hacemos esto, no vayamos a recibir otra bofetada o algo peor, que las cosas vayan a salir bien; pero sí le hemos oído decir: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios”. Cristo nos propone vivir la dicha de encarnar con nuestras acciones el poder noviolento de Dios, que nos convierte en sus hijos. Ofrecer la otra mejilla es decirle al dictador de turno: “¿Quién te crees que eres? ¿Crees que puedes humillar con una bofetada a un hijo de Dios?”

Las cosas pueden salir mal, no sería la primera vez que tras una revolución se imponga una tiranía aún más opresora, pero no puedo dejar de admirar a aquellos que arriesgan su vida para decir basta a sistemas que los han mantenido sometidos durante demasiado tiempo. Me conmovió ver la gente que recogía la basura durante las protestas de El Cairo, me emocionó contemplar la cadena que los cristianos trenzaron con sus brazos para proteger a los musulmanes que rezaban en la plaza.

Circula en YouTube un video grabado por jóvenes marroquíes. Convocan a una movilización el 20 de febrero por “un Marruecos para todos sin humillación, sin discriminación”. En el video, rostros jóvenes nos dicen que quieren tener un empleo sin tener que pagar sobornos, ser atendidos en los hospitales sin tener que sobornar. Reivindican igualdad de derechos, educación, vivienda, trabajo. Exigen que la policía no les siga humillando y que se juzgue a los que han desvalijado el país. Hoy domingo es un día para rezar por ellos.

Piden cosas que nosotros damos por supuesto: democracia, derechos, el fin de un sistema basado en la corrupción y los sobornos. Aparentemente, quieren lo que nosotros tenemos, ¿pero tenemos nosotros lo que ellos anhelan? Quieren libertad, esperanza, un futuro para sus vidas. Mientras tanto, Europa se espanta con los miles de refugiados que han llegado a la isla italiana de Lampedusa: Son una amenaza para nuestro bienestar. ¿Es lo único que nos importa? Se trata de vivir sin miedo, con dignidad.

Jesús dijo: “Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa”. No habla de unos delincuentes que te asaltan en una calle oscura, a punta de navaja. La túnica era el aval de un préstamo, la pobre garantía de una hipoteca miserable. Los que “han desvalijado el país” actúan a la luz del día y su arma es el sistema legal. La situación que Jesús describe es un pleito en el que el acreedor arrebata a un pobre ropa que éste había ofrecido como garantía de su deuda. Túnica y capa eran las únicas prendas que llevaban puestas la mayoría de las personas entonces. Las palabras de Cristo pueden traducirse como: “Quédate en pelotas ante el tribunal, muéstrales tu culo y diles –no necesitarás palabras– sois unos ladrones”.

“A quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos”. La palabra que traducimos por “requerir para caminar” es “angaria”, un término técnico militar que significaba obligar a un civil a transportar el pesado equipamiento militar de un ejército invasor. En el italiano actual, el término latino ha derivado en “angheria”, que quiere decir “atropello”.  Jesús sugiere a sus oyentes que sorprendan a los soldados romanos con una amabilidad inusual. Humor, con un toque de locura.

En el Sermón de la Montaña, que estamos leyendo estos domingos, Jesús nos invita a una vida dichosa: Heredaremos la tierra, seremos saciados de justicia, consolados de tanto dolor. Mientras, podemos vivir ya sin miedo, porque somos hijos e hijas de Dios.