27 de febrero. Domingo VIII del Tiempo Ordinario

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PRIMERA LECTURA.

Lectura del libro de Isaías 49, 14-15.

Sión decía: «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado.» ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.                    

SALMO RESPONSORIAL. Salmo 61.

Antífona: Descansa sólo en Dios, alma mía.

Sólo en Dios descansa mi alma, porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación; mi alcázar: no vacilaré.

Descansa sólo en Dios, alma mía, porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria, él es mi roca firme, Dios es mi refugio. 
Pueblo suyo, confiad en él, desahogad ante él vuestro corazón.

SEGUNDA LECTURA. 

Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios 4, 1-5.

Hermanos:

Que la gente sólo vea en nosotros servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios.  Ahora, en un administrador, lo que se busca es que sea fiel.  Para mí, lo de menos es que me pidáis cuentas vosotros o un tribunal humano; ni siquiera yo me pido cuentas.  La conciencia, es verdad, no me remuerde; pero tampoco por eso quedo absuelto: mi juez es el Señor.

Así, pues, no juzguéis antes de tiempo: dejad que venga el Señor.  Él iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá la alabanza de Dios.

EVANGELIO.

Lectura del santo Evangelio según San Mateo 6, 24-34

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Nadie puede estar al servicio de dos amos.  Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo.  No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir.  ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido?  Mirad los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta.  ¿No valéis vosotros más que ellos?

¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?
¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan.  Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos.  Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?  No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir.   Los gentiles se afanan por esas cosas.  Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso.

Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura.  Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio.  A cada día le bastan sus disgustos.»

Comentario a la Palabra:

Abiertos al fondo luminoso
de la persona

El pasado lunes 21 de Febrero, Ana Pastor entrevistaba en los Desayunos de TVE a Simón Peres, premio Nobel de la Paz y Presidente de Israel.  A la pregunta de Ana por la revolución árabe en Egipto, entre otros argumentos, Simón respondió que “Egipto buscaba dos cosas básicas: Alimento y libertad”.

Dice el evangelio este domingo que no podemos servir a dos dioses. Porque el ser auténtico no tiene más que una fuente. Y cuando intentamos ir por dos caminos a la vez entramos en los juegos de la inautenticidad que nos aleja del Ser, que nos impide ser.

Jugando con el esquema del texto evangélico podríamos decir que puesto que no es posible servir al dios dinero y al Dios verdadero… debiéramos dar prioridad al Reino que es Dios entre y dentro de nosotros, y gustaríamos del canto de los pájaros y la belleza de los lirios, a la vez que integraríamos el combate por una vida equilibrada y abierta, no exenta de lucha y sufrimiento. Siempre dispuestos a salir de nosotros para que la realidad se abra.

La libertad sola es flor sobre una tumba. El solo alimento para mi condición biológica es agobio, más preocupación y vacío.

Somos más que las flores que se secan y las tiran. Más que los pájaros que desesperadamente buscan algo para comer y viven en la intemperie e inclemencia. Tenemos conciencia de que somos. Y desde dentro está empujando el ser para que rompa, estalle, lo nuevo del Reino. Los pájaros y las flores nos recuerdan que en la tierra hay alimentos para todos. Es nuestra responsabilidad distribuirlos de modo que nadie quede excluido e impedir que se adueñen de ellos unos pocos.

Servir a Dios buscando el Reino y su justicia es vivir abiertos al asombro de su revelación en los acontecimientos; más que esperar su providente presencia como eximente de nuestra responsabilidad, es una llamada a que nosotros ayudemos a Dios para que venga su Reino.

Los jóvenes árabes, los descendientes de Ismael, los abandonados cobardemente por Abraham en el desierto de Berseba a presión de su mujer, son ellos los que están haciendo saltar por los aires la creencia pasiva en el sometimiento providente a un dios que sostiene en el poder a tiranos e inmisericordes dictadores. Estos jóvenes han dejado de estar a “pájaros y flores”. Se han echado a la calle ayudando a que la justicia del Reino venga. Y lo inauténtico queda en evidencia. La Europa laica o creyente, la de los Derechos Humanos y la Democrática, queda al descubierto en su sometimiento al falso dios, en su idolatría a Mammón.

Ojalá sea verdad que estamos en el umbral de un modo nuevo de vivir, donde el dominio y la apropiación dejen paso a la reciprocidad, al compartir. “El Reino no es simplemente la culminación de todos los anhelos, sino su transformación… Impulso incesante del ser.”

Desde Egipto se escucha decirle a Agar, la esclava egipcia, “hay para ti alimentos y libertad… no serás siempre la extranjera… es posible transformar la realidad”. Y los jóvenes descendientes de otras doce tribus, que no las de Israel, se juegan su vida para que sea posible esa transformación. El Dios que invita a buscar el Reino y su justicia no ha elegido a un solo pueblo. El Dios verdadero es Padre de todos.

Hasta Simón Peres, presidente de Israel, se atreve a decir que espera ver reconocidos al pueblo palestino y al pueblo judío. Y apela a la inteligencia de los pueblos y a su sentido moral.

Generaciones enteras de creyentes, descendientes de Ismael, entregados a la oración y sometidos; esperando que Dios solucionara sus extremadas pobrezas. Hasta que ha llegado una generación de jóvenes, en una entrega total, y nos revelan la fuerza de los pobres y los sencillos.

He leído que el presidente de Libia, Muamar Gadafi, intenta prohibir la primavera, pero la realidad es muy otra, aunque él esté siendo anegado por la sangre que brota hasta por los grifos de oro de sus palacios.

Hay una primavera que quiere abrir. La Universidad de Al Azhar (El Cairo) ha difundido un Documento con 22 puntos para la renovación del discurso religioso en el mundo musulmán, en el que entre otras cuestiones se propone:

- Reexaminar los libros de la Hadith (las palabras atribuidas a Mahoma) y los Comentarios coránicos para purificarlos.

- Encontrar una nueva expresión al trato entre los sexos

- Poner a punto la visión islámica de la mujer y encontrar modos convenientes para el derecho matrimonial.

- Explicar el concepto islámico de yihad, y precisar las normas y obligaciones que la rigen.

- Separar la religión del Estado.

- Formular las virtudes comunes a las tres religiones reveladas.

El Reino de Dios y su justicia tiene que ver con estar presentes al presente. ¿La añadidura? La paz de unas relaciones verdaderas. Apertura a esa Presencia “que calma el vacío que nos convierte en seres agresivos.”

Providencia no es pasividad, sino receptividad responsable de una Presencia gozosa que impulsa desvelándose, abriendo posibilidades nuevas al ser.

Tendremos que volver a preguntarnos qué es lo importante y qué lo secundario. Qué aperturas de la realidad del Reino merecen la pena la entrega de nuestras vidas.

La conciencia quiere avanzar, pero no será posible sin Espíritu. Él  nos revela qué parte de nuestros agobios y tristezas, desesperanzas y desamores germinan de la inautenticidad de creer que es posible vivir sólo de pan, que con 30 monedas se compra al Dios Verdadero, en vez de descubrir que estamos gestando una traición, una mentira, un vacío.

¿En qué estamos gastando nuestras energías? ¿Cuáles son nuestras prioridades? El Evangelio nos invita a desligarnos de todo aquello que nos impide alcanzar el fondo luminoso de la persona. Desligarnos de todo lo que nos impide acoger una Realidad mayor.